«Yo pensaba: al final se ha disfrazado de guardia civil y, para escarnecerme más, me va a sacar de aquí para matarme fuera. Entonces fue cuando le dije: “No, no, fuera no. Hazlo aquí, que es más fácil y no quiero salir”». Así describe José Antonio Ortega Lara su liberación en una extensa entrevista en la que relata, por primera y única vez, los detalles de su cautiverio por parte de la banda terrorista ETA en aquel zulo de cuatro metros cuadrados en el que permaneció secuestrado 532 días.
Como él, otras nueve víctimas desgranan ante Isabel San Sebastián los recuerdos que han marcado sus vidas, que la periodista recoge en esta obra «Los años de plomo: Memoria en carne viva de las víctimas». Esas víctimas son Marta Bergareche, madre de Pertur, quien evoca al hijo asesinado por sus compañeros; Álvaro Cabrerizo, quien rememora la tragedia de Hipercor, donde perdió a su esposa y sus dos niñas; o Domingo Durán (policía tetrapléjico fallecido apenas unos días después de aportar su testimonio) y su mujer, Manoli, quienes revelan el horror de las secuelas de un atentado.
En tiempos como los actuales, en que la zafiedad y el progresivo distanciamiento entre los ciudadanos y sus representantes se han convertido en protagonistas indeseados de la vida política, resulta estimulante recuperar la figura y la obra del Viejo profesor. Para los que tuvimos la suerte de ser parcialmente contemporáneos suyos y vivir en presente su paso por el Ayuntamiento de Madrid, aunque fuera desde la lejanía, sin duda constituirá un motivo de melancolía que, en cualquier caso, servirá para recordarnos que el ejercicio de la administración se puede practicar de otra manera. Aquellos que lo conozcan sólo de oídas o lo desconozcan, pueden contemplar en estos bandos los valores cívicos que defendía y cuya apelación sigue y seguirá siendo pertinente pues son universales y eternos y su decaimiento circunstancia común.
«Los caballos del sueño» se inicia como una historia de amor de adolescencia y paulatinamente se convierte en un mosaico que abarca los avatares vividos por sus personajes, imbricados en la evolución sufrida por España a partir de la década de los 60. Distintos escenarios sirven de marco a las distintas etapas recorridas, así Pamplona al momento de auge de la tendencia existencialista y de crisis de las creencias religiosas, París al de la tentativa de sustitución de éstas por unos ideales políticos, y Madrid al desmoronamiento final de todo ello. La obra, que adopta al principio tonos evanescentes y ritmo lento, como corresponde al estado de sus personajes, aún poco definidos, se va concretando hasta alcanzar fuerte dramatismo y dinamismo a medida que los acontecimientos se precipitan. Se trata, pues, de un texto complejo que abarca, en cierto modo, diversos géneros literarios, la epístola, el teatro, el ensayo filosófico, la poesía y los diarios, girando en una órbita que consiste en el relato de la misma génesis de la novela, y en torno a un eje: el tema del amor. Este, que aparece en su doble aspecto de eros y ágape, y halla solución en el platonismo udrí, nos da la clave de los nombres de los dos protagonistas: el masculino, Lobo, mero apodo, por guardar el secreto como requiere el catarismo, y el femenino, Alma, puesto que encarna de hecho al «yo de luz» de la mística zoroastriana. La escritora Rosa Chacel ha afirmado que Clara Janés, con «Los caballos del sueño», ha escrito la historia de su generación.
En el escenario del terror de Haití, Los comediantes es una historia de gentes comprometidas y no comprometidas. Brown está de regreso en el hotel que no ha podido vender en los Estados Unidos (pues el régimen de Duvalier ha alejado a los turistas) y tiene una atormentada relación con la mujer de otro hombre. Jones ha buscado en Port au Prince un último refugio. Smith sueña con cambiar la dieta de los haitianos. Como en El Poder y la gloria o en El revés de la trama Greene indaga apasionadamente en estas páginas el significado de la vida y los límites de la borrosa frontera que separa el bien del mal.
A partir de unos cuadernos escolares (sello Luis Vives) donde el artista cachorro, como dijera Dylan Thomas, anotaba ideas y emociones antes que problemas aritméticos, Francisco Umbral ha escrito esta memoria total de la adolescencia y la provincia, definitiva por su interiorización de gentes y tiempos, flaubertiana como crónica de la provincia, obra maestra del primer memorialista español de hoy. Con toda la intensidad y verdad de una novela, con toda la intimidad de un poema, el lector asiste aquí a la formación del hombre y el escritor, al nacimiento de la vocación, el amor, el sexo, la fascinación de la vida social y un incipiente dandismo, tema este en el que Umbral sería y es gran teórico, ya en la plenitud de su escritura y su ensayismo. Vidas, historias, recuerdos, frustraciones, sueños, muchachadas, amigos, la trama íntima y minuciosa de la pequeña ciudad palpitan en estas páginas con vigor narrativo y gran belleza de pensamiento e idioma.
«Los cuentos de Juana» es el tercer libro del escritor barranquillero Álvaro Cepeda Samudio, publicado póstumamente en 1972 e ilustrado por el pintor Alejandro Obregón, su gran amigo. Narra las aventuras de Juana, una niña camaleónica de inteligencia feroz, que habita en simultáneo varios lugares del Caribe como Barranquilla y Ciénaga. La obra original, por sus características físicas y su diálogo entre textos e imágenes, es toda una rareza de la literatura colombiana que pocos han tenido la oportunidad de ver, pues en su momento solo se imprimieron 1000 ejemplares numerados.
Arturo Uslar Pietri ha sido quien acuñó el término «realismo mágico» para definir el más profundo y poderoso movimiento de renovación de la narrativa contemporánea en lengua española: movimiento de renovación que surgió en París, en los años treinta, cuando Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier y el autor de estos relatos, estimulados por el surrealismo, sintieron la necesidad de darle mayor autenticidad y contenido a la novela y al cuento. De todos modos, el realismo mágico no es sólo una invención literaria, sino el reconocimiento de una situación que había permanecido sin ser reconocida: la realidad mágica del mundo hispanoamericano en el que se entremezclan tres culturas: la española, la india y la africana. El medio natural y humano estaba impregnado de elementos mágicos. Parte esencial de esa renovación se realizó en el cuento, género en el que Arturo Uslar Pietri es maestro excepcional, como se observa plenamente en «Los cuentos de la realidad mágica», admirables por su poder creativo, su don de revelación y su extraordinaria calidad literaria.
Los cuentos contenidos en este volumen provienen de los siguientes libros: Barrabás y otros relatos (Litografía y Tipografía Vargas, Caracas, 1928); Red (Editorial Elite, Caracas, 1936); Treinta hombres y sus sombras (Editorial Losada, Buenos Aires, 1949); Pasos y pasajeros (Tauros, Madrid, 1966).
Los cuentos que Nueva York no sabe (1949) es un prontuario de sórdidas historias de un "hispano" en las fauces de una ciudad devoradora. Escrito desde mediados de los años 40 en la gran urbe norteamericana, es la única obra narrativa de Ángel Rafael Lamarche (Santo Domingo 1899-1962).
Los personajes de esta obra, aparte de valer por sí mismos (artistas, políticos, mujeres famosas, escritores, intelectuales, gente insólita y gente cotidiana, dentro de esa cotidianidad de la gloria), valen como tiempo parado en estatuas vivas, como las creaciones de la memoria, la crónica, la actualidad, la rapidez de lo que pasa y la rapidez con que ellos pasan por nuestra vigía de escritores «con las orejas en punta».Veteranos como Cela o Fernando Fernán-Gómez, criaturas del instante como Amparo Larrañaga o Leticia Sabater, políticos como ángeles ruinosos o políticos memorables, todo ese star-system que rige siempre una época, un país, una conciencia, una memoria colectiva.Son el tótem y el tabú de la tribu. Los hemos creado nosotros porque necesitamos de ellos, como los griegos creaban a sus dioses sin creer demasiado en ellos. Tampoco nosotros acabamos de creer en la fama, la gloria, la honra de los políticos y las mujeres que exaltamos, pero hacemos como que sí, porque la cultura es una convención y la civilización es un flash.
Vas caminando por la calle y escuchás algo que te llama la atención. Das vuelta la cabeza y sos testigo, en lo que tardás en alejarte de ahí, de un momento de la vida de otros. No sabés qué hubo antes, ni cómo sigue la historia; pero lo que experimentás en ese instante es lo suficientemente real e intenso como para disparar en tu mente mil preguntas. Eso es lo que busco con las pequeñas historias que escribo. Instantáneas de la vida cotidiana que disparen interrogantes, reflexiones, recuerdos. Que inviten a completar los espacios en blanco.
En el libro que aquí presentamos se recoge en un único volumen la obra teatral de Antonio Tabucchi, «Los diálogos frustrados», compuestos por dos obras teatrales «Señor Pirandello le llaman por teléfono» y «El tiempo apremia», que no son ajenas a su trayectoria, sino que son consecuencia del intento del escritor por «tratar de eliminar casi completamente la narración, explorando hasta el fondo la voz narrativa».
Situado en un punto de cruce entre dos épocas, Aleksandr Blok, el más representativo de los simbolistas rusos, nació en 1880 en San Petersburgo. Como Dostoievski, Blok pretende captar el misterio de la banalidad, el nexo último que se oculta bajo la vida cotidiana. De ahí pasa a la negación, a la metafísica del no ser. A pesar de ello, con los acontecimientos de 1917 se entrega interiormente a la revolución, que concibe como una tempestad de nieve, un torbellino de fuerzas irreductibles. En este fervor está el origen de «Los doce», enigmático poema donde surge de la tempestad un mundo terrible y su contrapunto satírico. ¿Es una proclama bolchevique o una parodia de la revolución? En cualquier caso es un grito por el pasado que muere y también su sublimación en la esperanza del porvenir. Y es, ante todo, una de las cumbres de la poesía rusa de principios de siglo.
Imprescindible selección de los mejores textos periodísticos –que son también gozosas piezas literarias– de Guillem Martínez. «Guillem Martínez es uno de los fenómenos más portentosos a que ha dado lugar el periodismo español de las tres últimas décadas», dice Ignacio Echevarría en el prólogo a Los domingos. Este libro reúne una selección de textos aparecidos los domingos –de ahí el título– en la revista digital CTXT. Son piezas periodísticas que, sin renunciar jamás a esa condición, son, al mismo tiempo, jugosamente literarias. El lector encontrará en estas páginas asuntos muy variopintos, conectados por la particular mirada del autor. Martínez nos habla de su vida, del barrio que lo vio nacer, de un viaje temprano a París con la música de los Sex Pistols de fondo, de su padre rebelde que se hizo indepe, de un viaje a Cuba en el que asomó la cabeza por una ventana para ver la biblioteca en la casa abandonada de Lezama Lima, de su paso por una guerra remota o de un vecino con un pasado y un loro. Pero nos habla también del legendario Paso del Noroeste, de Darwin, de los chimpancés y sus guerras y los bonobos y su uso socializador del sexo, de Wittgenstein, de Finlandia, de las parejas, del Concorde, del acid… Todo ello observado con mirada sagaz y retratado con pluma afinada, con un lenguaje vivo y sin corsés que le permite sacar punta a lo cotidiano y abordar lo extraordinario. El resultado acaso pueda ser leído como una guía para perplejos. Es periodismo. Es literatura. Es la bomba.
La presente edición reproduce, traducidos, los cuentos incluidos en «Les Dimanches d’un Bourgeois de Paris», uno de los volúmenes de las «Oeuvres complètes illustrées» de Guy de Maupassant, editado en 1901.
La acción transcurre enteramente en los Estados Unidos y los personajes son asimismo americanos, y la América retratada es una divertida parodia y, a la vez, un homenaje al cine de los años dorados de Hollywood. Partiendo de la aparatosa desintegración de la familia Taeger en 1922, el autor nos ofrece una verdadera catarata de aventuras trepidantes que cubren toda una gama de géneros: desde la novela negra hasta el melodrama, desde el relato de pasiones rurales hasta la Guerra de Secesión, desde la intriga policíaca hasta las guerras de gangsters de los años 30 o el exotismo del "profundo Sur". Empezada a los diecisiete, terminada a los dieciocho y publicada a los diecinueve años, "Los dominios del lobo" es la primera novela de Javier Marías.
Enrique de Aragón, nacido hacia 1383, era hijo de Pedro de Villena, condestable de Castilla, y de Juana, hija bastarda de Enrique II. Interesado por la poesía, la alquimia, la medicina y los clásicos, destacó por su faceta literaria, siendo elogiado por Juan de Mena en el Laberinto de Fortuna. Su obra principal fue Los doce trabajos de Hércules, redactada primero en catalán y luego traducida al castellano con cambios significativos. Pese a su fama de poeta, no se ha conservado ninguna de sus composiciones. Su faceta científica y el interés por la magia hicieron que, a su muerte, en 1434, Juan II ordenara la quema de su biblioteca. La obra narra las hazañas que el héroe realizó a las órdenes de su primo Euristeo con objeto de volver a Argos. A partir de los trabajos, Villena, preocupado por la res publica, explica el orden de su sociedad y muestra a un Hércules modelo de héroe adaptado a su época, un perfecto caballero medieval. En la obra subyace una idea de renovación política vinculada a la legalidad. Comienza con una carta del autor a su amigo Pedro Pardo, y en el proemio habla de los diferentes estados en que se divide el mundo (príncipe, prelado, caballero, religioso, ciudadano, mercader, labrador, menestral, maestro, discípulo, solitario y mujer), con explicación de cada uno de ellos, y que se ejemplifican en los trabajos de Hércules.Villena se nutre de fuentes clásicas (Boecio, Virgilio, Ovidio, Lucano o Séneca) y contemporáneas (Guido da Pisa, Dante o Petrarca).
La Casona es mucho más que una cárcel: es un microcosmos donde cada uno de los individuos que lo componen, desde el gobernador de la prisión hasta su mujer, pasando por los presos y los guardias, aceptan su suerte con resignación. La religión como salvación, el culto prohibido que todos profesan a una diosa vengativa que pretende destruir el mundo, y la peste, que matará por igual a ricos y pobres, une a estos personajes dispares de un rincón recóndito del mundo. En «Los días de la peste», una virtuosa novela coral, el autor nos sumerge magistralmente en una prisión narrativa, rompiendo con la manera de narrar clásica y se consagra cómo una de las voces más singulares de la actual narrativa latinoamericana.
En plena fiesta brava, tarde colombiana de clamores apasionados, una feroz represalia indiscriminada siembra el pánico entre el público. Nadie entiende la causa de esta furia homicida de policías y soldados, pero muy pocos logran salir indemnes. Aunque indemne no es la palabra correcta. Pues «Los días del miedo» no han hecho sino comenzar, y en su lógica absurda de violencia ciega, no se detendrán hasta sentir que su impunidad, y su honor, se encuentran a salvo. Novela construida con precisión cronométrica y habilidad cinematográfica —«leerla es como ver una buena película», ha dicho José de la Colina—, «Los días del miedo» es finalmente una crónica novelada de la matanza con que el general Gustavo Rojas Pinilla (en el poder entre los años 1953 y 1957) vengó el abucheo recibido por su hija en un acto público.
«Si el ser humano quiere saber cómo es su vida solo tiene que observar su día de cumpleaños cada cinco años desde la mañana a la noche. Porque cada cinco años el mundo cambia y cuando uno se quiere dar cuenta, es otro.» Miguel recibe una tarde la llamada inesperada de Claudia. A partir de su encuentro, la novela narra la vida de Miguel contada a través del día de su cumpleaños cada cinco años: el tiempo en Cambria; la relación con su mejor amigo; la universidad; la ciudad; y, sobre todo, los sentimientos y sus contrapartidas. En Los días felices, Mara Torres describe la etapa más cambiante del ser humano, en la que el amor, la amistad, la cotidianidad y los sueños quedan reflejados en una historia tan sencilla, compleja y divertida como la propia vida.
Amelia está a punto de cumplir trece años y su mundo se reduce al pequeño piso donde reside con su familia, la clase de EGB del colegio de monjas y el descampado donde observa fascinada cómo los chicos mayores juegan a las chapas. Apenas sabe nada de Franco, que es un señor muy viejo que manda en España y que, al parecer, está muriéndose. No es consciente de que la sociedad en la que vive está cambiando a pasos agigantados. Bastante tiene con observar las pequeñas alegrías y tristezas de sus vecinos del barrio. Y con su amor secreto por Chema, el hijo de Filo, la panadera. O sus problemas de conciencia por disfrutar de la muñeca de moda, la Nancy, cuando los padres de su mejor amiga, Maru, no tienen recursos para comprársela.
Mientras los días modernos comienzan a trastocar el rígido orden establecido, Amelia traza un plan para hacerse con el dinero necesario y comprar la muñeca a Maru: recoger trapos y cartones y vendérselos a los gitanos. Este paso la pondrá en contacto con nuevas amistades, peligros y flirteos. Un misterio trastocará su vida y será el comienzo de su educación social y sentimental, que la llevará a descubrir el mundo adulto, el amor, la injusticia, la solidaridad y el perdón.
Los días modernos , debut de Cristina López Schlichting en la esfera literaria, es una espléndida historia sobre el despertar a la vida adulta de una niña y de un país.
« Para los niños de mi generación nuestra guerra quedaba inmensamente lejos, enterrada entre gasas sintéticas y tergales, ni siquiera sabíamos muy bien qué había pasado, nadie nos hablaba de eso. La infancia se convirtió en la espera de sorpresas polícromas, de tacto sorprendente y brillo rotundo: electrodomésticos, tejidos de nombre espacial, objetos cotidianos reinventados con materiales deslumbrantes. En la noche nacieron los neones; en las carreteras, los carteles publicitarios; en las carpetas del cole, las pegatinas. Saltamos de la niñez angosta de nuestros padres al paraíso del Cinexín, las construcciones, los muñecos articulados. El ecosistema se pobló de substancias hermosas: ceras, plastilinas, gomaespumas, fibras. El plástico pintó de luz la vida, el plástico dio forma y color a nuestro párvulo jardín de girasoles de plástico que hablaban ».
Cristina López Schlichting