Menú



Buscar





Bolsilibros - Héroes del Oeste 497. Kansas, el tahúr, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Buck Coldwater, uno de los rancheros más estimados de los alrededores de Wichita, charlaba bajo el porche con su capataz. —¿Qué tal el nuevo vaquero, Earl? —preguntó Buck. —No acaba de gustarme —repuso el capataz. —Pues parece un buen cow-boy. —Puedo asegurarle que conoce el oficio mejor qué todos nosotros, pero no me agrada su manera de ser... —Sigue sin hablar, ¿verdad?


Bolsilibros - Héroes del Oeste 572. El infierno del oro, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Cripple Creek se había transformado en un verdadero infierno con el descubrimiento del oro. Las autoridades se habían convertido en peones dóciles, movidos por los propietarios de saloons a su capricho. Habíase perdido el respeto a la ley y la única que se obedecía era la de los revólveres. Cada día aumentaba el número de víctimas y robos.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 586. Contrabandistas de drogas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Había una verdadera multitud en cualquier parte que se mirara. Los encerraderos llenos de reses. Las calles, repletas de transeúntes. Las espuelas tintineaban al pisar en la madera de los cobertizos, a una yarda y media de altura sobre el nivel de la calle. Con esto se evitaba que en los días de lluvia no pudiera cruzarse de una casa a otra, quedándose aprisionado en el río de barro. Los bares y saloons, más numerosos de lo que podría imaginarse, también estaban llenos.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 588. Trabajo para la muerte, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¡Oye, muchacho! ¿Es que no sabes que esa joven es mi novia? —No sabía nada, pero, de todos modos, nada la he dicho. —¡Mira, Leo! —dijo ella—. Soy yo la que le he dicho que bailara conmigo. Así que déjale tranquilo. —¡Tienes que respetar a mi novia! ¡Tienes que hacerlo! Y si te ha dicho que bailara contigo, has debido responderla que no podías...


Bolsilibros - Héroes del Oeste 611. Nieves traidoras, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Las características tormentas de todos los años hicieron su aparición dos semanas después. 
Tanto Sherman como sus compañeros no tuvieron más remedio que permanecer en Chinook. 
Convencido el sheriff de que no guardaban rencor a John, les entregó las armas. 
Resultaron ser los mejores clientes del bar.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 613. Cañón de oro, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El paisaje había cambiado en las últimas diez horas. A la inmensa llanura habían seguido cadenas montañosas que impedían ver el horizonte, que antes era lejano. Los altos pastizales por los que corrían los búfalos en competencia con el tren, dieron paso a montañas que rozaban las ventanillas, limitando la visibilidad. Y si antes, el traqueteo endemoniado de los vagones hacía difícil el conciliar el sueño, tanta curva, en una y otra dirección, casi arrancaba a los viajeros de los asientos. La joven que había subido al vagón en Saint Louis bastantes horas antes, luchaba con el sueño, dormitando a ratos.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 615. La venganza de un inspector, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Sam miró preocupado a su amigo. Este iba atado al caballo que montaba para impedir que se cayera. Con ambos caballos de la brida, Sam caminó decidido hacia la casa que tenía enfrente. Un hombre de edad avanzada, con una espesa barba que cubría todo su rostro, apareció en la puerta.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 636. Jefe de caravana, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Ninguno de los dos se habla quitado la ropa de cow-boy, y por ello eran contemplados con curiosidad. Lo que más llamaba la atención eran aquellos enormes "Colt” que colgaban a los lados de los muchachos. Ambos eran muy altos, aunque Steve un poco más. Ante un gran almacén se detuvieron.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 643. Música de plomo, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Las calles de la ciudad estaban engalanadas con cadenetas de papel que iban de un lado a otro de las mismas. 
A la puerta de los muchos saloons que había en la ciudad, las empleadas con misión de «sirenas», no dejaban de llamar la atención de los transeúntes, ensalzando las delicias del local de que hablaban.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 648. Oportunistas norteños, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Marcial Antonio Lafuente Estefanía (n. 1903 en Toledo, Castilla la Nueva - f. 7 de agosto de 1984 en Madrid) fue un popular escritor español de unas 2.600 novelas del oeste, considerado el máximo representante del género en España.1 Además de publicar como M. L. Estefanía, utilizó seudónimos como Tony Spring, Arizona, Dan Lewis o Dan Luce y para firmar novelas rosas María Luisa Beorlegui y Cecilia de Iraluce. Las novelas publicadas bajo su nombre han sido escritas, o bien por él, o bien por sus hijos, Francisco o Federico, o por su nieto Federico, por lo que hoy es posible encontrar novelas 'inéditas' de Marcial Lafuente Estefanía.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 658. Sorpresa de muerte, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

La diligencia se detuvo ante uno de los hoteles que había en la población, que se hallaba al lado de la Posta. Descendieron los viajeros que se quedaban allí, mientras que los que continuaban viaje permanecían en el vehículo. Hasta que el encargado les hizo saber que podían almorzar en el hotel mientras cambiaban los caballos y descansaban los conductores, quienes almorzarían en la misma Posta.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 666. Gobernador y vaquero, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

La fuerte ventisca hacía caminar a los vaqueros encogidos sobre sí e inclinados hacia delante. Habían desmontado ante las cuadras y llevaban los animales de la brida. Una vez dentro de la cuadra, se estiraron y, sacudiendo las ropas de la nieve adherida a ellas, desentumecieron los miembros ateridos de frío. Para ello, patearon repetidas veces y abrieron los brazos como si trataran de abrazar a alguien.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 676. Oro del Klondike, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Joe Home llevaba demasiado tiempo de viaje. Había partido hacía más de cinco meses de Ucross, una pequeña ciudad al norte de Wyoming, donde desde muy pequeño se había juntado con los más adiestrados de oro de toda la Unión. Había pasado muchas calamidades y el preciado metal comenzaba a escasear, aparte de los frecuentes robos que sufrían por indeseables y forajidos llegados desde muy lejos. Durante muchos meses pudo escuchar que entre la frontera de Canadá y de la Unión, en una zona conocida como el territorio del Yukon, se estaban encontrando grandes cantidades de oro y, sin pensarlo, se puso en marcha.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 683. Equipo de la calavera, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—Ahora comprendo por qué llevan tatuada una calavera los cow-boys de ese equipo. La vida en los escasos pastos de ese rancho está amenazada constantemente. Esos malditos crotálidos lo están invadiendo todo. Mientras que estos comentarios se hacían en el único saloon existente en el pueblo de Baker, Rebecca Lincoln, propietaria del rancho que se conocía también como el de la Calavera, observaba el trabajo de sus hombres en los límites de su propiedad que lindaba con el desierto del Mojave.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 686. Oro y plomo en Denver, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Las numerosas compañías mineras con asentamiento en Denver se disputaban cualquier terreno en las proximidades de las grandes minas. Eran muchos los desconocedores del terreno que pagaban con sus vidas sus atrevimientos, al ser sorprendidos por los frecuentes aludes de nieve en las montañas. Ron Harrelson, desde el interior de su refugio, observaba el movimiento de un jinete que, por desconocimiento sin duda, se adentraba en la zona considerada peligrosa.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 700. Ferroviarios de Montana, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

La nieve impedía orientarse ni mirar hacia adelante. 
Handy se cubría hasta los ojos con la «parka», llevando de la brida a la primera caballería. Las otras cuatro iban amarradas unas con otras. 
Las cuatro de atrás transportaban unos fardos de pieles, producto de los meses que había estado encerrado en la montaña. 
Handy había calculado, allá en lo alto de su refugio, cuando las empaquetaba, que debían valer unos seis mil dólares en total. 
Había sido una de las mejores cacerías que realizó cazador alguno. 
El joven achacaba esta suerte a los trabajos del ferrocarril que, desde su refugio, observó gracias a sus prismáticos de largo alcance.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 704. Comisionado de minas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Los ejemplares del Rocky News, periódico de Denver, eran arrebatados de las manos de los vendedores. En ellos se daba cuenta del resultado final de las elecciones para senadores en representación de Colorado en Washington. Los dos elegidos eran conocidos en la ciudad, pero uno de ellos más que el otro. Ambos ejercían de abogado antes de ser candidatos.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 714. Los ganaderos, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Las dos horas de descanso transcurrieron en seguida, poniéndose en pie, perezosamente, todos los conductores. Los gritos de éstos pusieron al ganado en movimiento, levantándose una gran nube de polvo que, a pesar de llevar los rostros cubiertos con pañuelos, se filtraba a través de los mismos, causando verdaderas molestias en las gargantas de aquellos hombres. Cary Killdeer galopaba muy distanciado de la manada, llegando varias horas antes a Abilene.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 731. Tres pistoleros, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—Escucha, hijo... No te he dicho nada hasta ahora porque creía sinceramente que habías de dejar, con el tiempo, de visitar al viejo Duke. —Pero ¿qué hay de malo en que le visite? —No es que yo crea que haya nada malo en ello, pero me ha dicho tu padre que te hablara de ello porque parece que se comenta en el pueblo y ello nos pone en una situación difícil pues acusan a Duke de ser una especie de cuatrero. No quiere tu padre que puedan mezclarnos a nosotros en esos jaleos.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 762. Manos veloces, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

La posta se hallaba llena, había viajeros con billete y otros que solicitaban una plaza para poder viajar con la mayor rapidez. Los encargados de la misma se veían acosados sin cesar. —Lo siento, señores. No hay billetes para todos. Han de comprender que una diligencia no es el tren. No cabe tanto personal —decía uno de los encargados de expender billetes. —¡Todos queremos llegar a tiempo a las fiestas! —exclamó uno de los que esperaban—. Han debido poner más diligencias estos días.