Juan Olmedo y Sara Gómez son dos extraños que se instalan a principios de agosto en una urbanización de la costa gaditana dispuestos a reiniciar sus vidas. Pronto sabemos que ambos arrastran un pasado bien diferente en Madrid. Sin buscarlo, «abocados a convivir con los únicos supervivientes de un naufragio», intercambiarán confidencias y camaraderías gracias a la inesperada complicidad que propicia compartir una asistenta, Maribel, y el cuidado de los niños. Sara, hija de padres menesterosos, que vivió una «singular infancia de vida prestada» con su madrina en el barrio de Salamanca, sufre el estigma de quien lo tuvo todo y luego lo perdió. Juan, por su parte, huye de otras injusticias: la de una tragedia familiar y un amor secreto y torturante, que han estado a punto de arruinar su vida. Como el poniente y el levante, esos aires difíciles que soplan bonancibles o borrascosos en la costa atlántica, sus existencias parecen agitarse al dictado de un destino inhóspito, pero ellos afirman su voluntad férrea de encauzarlo a su favor.
Budapest, 1944. Hanna y Bora se reencuentran muchos años después de su doloroso divorcio. Jamás imaginaron que volverían a convivir en circunstancias tan extremas. Los nazis han ocupado la ciudad y cazan judíos. Bora, un aristocrático pintor y diplomático, refugia en el sótano de su casa a su exmujer y a su actual marido, los dos judíos. Andris es el hombre con quien Hanna lo engañó. La trama se desarrolla en dos planos: el del subsuelo y el de la casa, donde Bora vive con Marga, su segunda esposa. Ambos mundos entrarán en un conflicto silencioso que modificará dramáticamente la vida de los personajes. Mientras Bora recibe la visita diaria de un oficial nazi que quiere ser retratado por el eximio artista, los cautivos encontrarán la salvación en el placer. El sexo será el vínculo más puro con la vida frente al acecho de la muerte.
¿Se puede a través del horror de la guerra encontrar el amor de tu vida?
«Hay dos sensaciones que siempre se recuerdan a lo largo de la vida: la primera vez que la persona amada sostiene tu mano y la primera vez en que un bebé recién nacido te toma de un dedo. En esos precisos momentos quedas unido al otro por el resto de la eternidad».
En la Praga de los años treinta, los sueños de Josef y Lenka se hacen añicos ante la inminente invasión nazi. Décadas más tarde, a miles de kilómetros de distancia, en Nueva York, dos extraños se reconocen a través de una mirada. El destino les otorga a los amantes una nueva oportunidad.
Desde la comodidad y el glamour de la bulliciosa Praga antes de la ocupación, hasta los horrores del nazismo que parecían devorar a Europa entera, «Los amantes de Praga» revela el poder del primer amor, la resistencia del espíritu humano y la fuerza de la memoria.
Cuando no merecemos la oportunidad de pedir disculpas, las cartas nos hacen creer que podemos recuperar a los amigos que perdimos. Manuel es un hombre solo, ha perdido a sus amigos porque fue egoísta, porque se inspiró en ellos para escribir unas novelas que lo hicieron famoso pero que lo condenaron a la indiferencia y al silencio de aquellos a quienes ahora echa de menos. Estas son las cartas que escribe a los amigos que recupera en la fantasía: Melanie, con quien vivió algo más que una amistad; Daniel, que le enseñó a bailar, peinarse y visitar prostíbulos; Sebastián, el guapo actor con quien mantuvo una aventura secreta; su tocayo Manuel, quien también soñaba con ser escritor; y el doctor Guerra, personaje aristocrático que lo inició en el amor a los libros, el periodismo y los paseos sosegados por el parque del Retiro en Madrid.
«Yo fui el último amor de Lorca y, tal vez, la razón de su muerte.» Con la rotundidad de esta frase se inicia la novela que da noticia, por primera vez, de la última relación amorosa del poeta y que pudo ser la razón por la que no huyó de España a pesar de que sabía que su vida corría serio peligro. En un apasionante relato de ficción, Los amores oscuros nos traslada a los felices últimos días de Federico García Lorca. Mientras España vive agitada bajo el gobierno del denominado Bienio Negro, el autor de Yerma disfruta los días de su consagración gracias al éxito como poeta y como uno de los autores dramáticos más aclamados. Pero lo que definitivamente convierte a Federico en un hombre pleno es su relación con un joven que, por primera vez, se compromete con él y le corresponde en un amor firme, maduro y apasionado.
Un gato con atributos de perro; una mona que no quiere balancearse entre dos lianas porque considera ridículo divertir a otros; un a jirafa que atribuye su dulce melancolía a la tristeza del mundo; una hormiga que lamenta la exagerada subjetividad de los humanos; un perro insomne que, cuando se duerme, sueña que es pájaro. Salvajes o domésticos, los animales de estos relatos logran eludir la clasificación humana, la representación fácil, las formas consabidas. El narrador se asoma a cada uno de esos universos «nostálgicos de aquel paraíso común» y los interpela con extrema delicadeza, como si quisiera disolver una vieja ofensa o acceder a sus secretos, franqueando esa frontera irrisoria y soberbia que levantamos frente a ellos. Pero no lo hace con actitud paternalista o concesiva: todo lo contrario, admira el enigma que celosamente esconde cada especie. Con destellos de humor y un lenguaje refinado y austero, Griselda Gambaro indaga el mundo animal, su condición luminosa u oscura, vulnerable o invencible, y logra contagiarnos inquietud y zozobra: ese reino y el de los seres humanos se parecen tanto, que bestialidad y humanidad emergen de allí gratamente confundidas.
Esta es una de las mejores obras escritas por el autor de «América, América». En ella, Elia Kazan trata, en efecto, de dos asesinatos: uno que se produce al principio de la obra, y el otro, al final de la misma. Pero, en el fondo, el autor no centra el tema en dos asesinos, sino en la forma de vivir asesina: la nuestra, la de hoy, que nosotros mismo hemos llenado de violencia, presiones, angustias, las cuales acaban por destruirnos. John Steinbeck afirmó de esta obra: «Sin duda devolverá a la novela algo de su dignidad». El sargento Cesáreo Flores es un inmigrante mexicano que trabaja como instructor de mecánicos de aviones en los marines. Conservador, tradicional, amante de las tradiciones y sobre todo, del país que le acogió y que le dio una buena vida, vive una existencia feliz. En el trabajo es considerado por sus superiores y respetado por sus subalternos, tiene unas hijas a las que adora y por las que daría la vida, y una mujer dominanta que le ningunea un poco, pero a él no le importa. Todo el mundo le considera un hombre tranquilo, e incluso apocado, pero es un pilar de la comunidad donde vive. Todo eso un día cambia, cuando Juanita, su hijita de su corazón, se une a un grupo de hippies y se va de casa…
Japón, mediados del siglo XIX, el país vive las vertiginosas reformas modernizadoras y aperturistas de la era Meiji. Pero éstas no terminan de calar en la sociedad donde perduran las viejas tradiciones feudales, sobre todo las que afectan a las mujeres. Tomo está casada con un alto funcionario municipal, Yukitomo Shirakawa. Fue educada para cumplir el tradicional rol de mujer en el seno de un clan samurái: preservar la unidad familiar, garantizar la seguridad de los hijos, y obedecer y satisfacer al marido, incluso a costa de su propio sacrificio. Tomo no sólo debe soportar las humillantes infidelidades de su marido, sino que incluso debe aceptar con sumisión el encargo de buscarle concubinas y acogerlas bajo su techo. Primero será la quinceañera Suga, luego vendrá la extrovertida Yuri… Con el tiempo, gracias a su inusitada fortaleza interior y a su tenacidad, va reprimiendo su dolor y desilusión, llegando a aceptar a las concubinas como miembros de su familia, incluso viendo el riesgo de que éstas le arrebaten el amor de su marido y el de su hija Etsuko. Fumiko Enchi, como en gran parte de su obra, centra el eje de la trama en las adversidades que sufren las mujeres. Tomando como modelo a su propia abuela, aborda la obligada sumisión de la mujer, impuesta por las tradiciones, frente a su lucha silenciosa por mantener su dignidad, su identidad. En esta novela, llena de sutilezas y sentimientos contenidos, jugando con los estados anímicos de las estaciones, nos presenta un cuadro de mujeres, bien perfiladas y complejas. Derrotadas, afligidas, pero que no reclaman compasión, sino todo lo contrario, admiración, por su entereza. Las reformas de la era Meiji al final llegaron a las mujeres, pero, como le ocurre a Tomo, tuvieron que pasar por «Los años de espera».
En Los que perdimos , su autor toma a los personajes de Las últimas banderas en el momento y lugar mismos donde los dejara, los conduce en las subsiguientes secuencias dramáticas: interrogatorio, juicio y condena, a través de ambientes y circunstancias en que el valor y el miedo, la esperanza y la desesperación, la vida y la muerte, en fin, se enfrentan en un duelo definitivo e inapelable, y los deja otra vez, rumbo a su incierta suerte, cuando estalla la segunda guerra mundial. Una vez más, Ángel María de Lera confirma su clase de gran narrador. Quizá Los que perdimos sea su novela más profunda, compleja y difícil, en la que sus dotes de introspección, análisis y síntesis, y su capacidad evocadora, alcanzan las más altas cotas en su carrera de novelista. Con su estilo directo y vigoroso, su realismo poético, su prosa traslúcida y su manera de conjugar los tiempos reales en un pasado-presente unívoco, Lera nos ofrece un cuadro veraz y alucinante de vida, y unos personajes que son, sobre todo, criaturas humanas, contradictorias, duales, en perpetua lucha por realizar su propio destino, aun en las condiciones más hostiles. Personajes los de Lera que se instalan en nuestra intimidad para siempre y que son, por lo tanto, inolvidables. Los siguientes títulos que completarán la tetralogía de Lera sobre el fenómeno de la guerra civil y sus inmediatas consecuencias serán La noche sin riberas y Oscuro amanecer.
En esta nueva novela, Ángel M.ª de Lera sigue fiel a sus constantes estéticas y formales en la interpretación del género novelesco, tan proclive, últimamente, a las más diversas y aún contradictorias lucubraciones teóricas. Para Lera, novelar es contar una historia humana a través de unos personajes y un coro, pero transfigurada siempre por el toque de ese algo indefinible que se conoce como “factor novelesco”, sin el cual no hay novela posible. Para ello, emplea un lenguaje claro, directo y sobrio, ligeramente tornasolado a veces por atenuadas irisaciones poéticas. “La noche sin riberas” está contada a cuatro voces: la del narrador y las de sus tres principales protagonistas. Aquella, en tercera persona; y, éstas, en primera. Así, la verdad real u objetiva se enriquece con su exégesis por parte de los sujetos que la viven más intensamente, sin que por ello se menoscaben su unidad y su continuidad. Es la tercera novela, con “Las últimas banderas” y “Los que perdimos”, de la tetralogía que Lera se ha propuesto escribir sobre la guerra y la posguerra españolas bajo la rúbrica común de “Los años de la ira” y que culminara en “Oscuro amanecer”. “La noche sin riberas” —noche total e infinita— recrea el período más triste y doloroso de la España contemporánea. Su autor viene a decirnos: “Aquello fue así, mal que nos pese. Sería inútil ignorarlo, porque se trata de hechos y circunstancias que nadie podrá sustraer de nuestra herencia común. Es mejor, pues, para todos que tomemos conciencia de ello, a fin de que sirva de experiencia aleccionadora e irrepetible en el futuro”. En otras ocasiones, Ángel M.ª de Lera, opuesto sistemáticamente a la violencia y al odio, ha dicho que la mejor escuela novelista es el sufrimiento y que escribir es compadecer al hombre y ayudarle a conocerse a sí mismo y al mundo que le rodea. Y “La noche sin riberas” es su más alto tributo a estas verdades sinceramente profesadas y lúcidamente trascendidas por sus singulares dotes de narrador.
Con Oscuro Amanecer , Ángel María de Lera ha puesto fin a su tetralogía “Los años de la ira” , de la que forman parte sus anteriores novelas Las ultimas banderas, Los que perdimos y La noche sin riberas. Tetralogía que abarca desde la guerra civil hasta los últimos años cuarenta y en la que su autor ha recreado literariamente el período más dramático y trascendente de la historia nacional, constituyendo un testimonio histórico y humano de primer orden porque muestra la otra faz de los acontecimientos y sus profundas repercusiones en la conciencia popular, que la gran Historia omite.
En Oscuro Amanecer , se narra la peripecia de un hombre que, al recobrar la libertad y volver a la vida comunitaria en su país, se encuentra con una sociedad muy diferente de la que él imaginaba. Él esperaba que el suyo fuera el regreso del héroe y resulta que nadie le espera, le acoge ni le entiende. El tiempo, que se detuvo en su reloj, ha seguido su curso inexorable en el calendario de los demás y no halla, por consiguiente, su sitio en un mundo que se ha desplazado mientras él permanecía inmóvil. En estas circunstancias ha de hacer frente a las exigencias de la vida sin olvidarse de su compromiso político y ha de luchar por la conquista del amor, del trabajo y de su futuro. Este hombre, Federico Olivares, va de decepción en decepción hasta descubrir, finalmente, que salvó del naufragio lo que más vale de todo, la vida, supremo bien y principio de toda gran esperanza.
Murakami nos narra el viaje introspectivo y físico que hace su protagonista Tsukuru Tazaki, un arquitecto de 36 años, que regresa a Nagoya para reencontrarse con sus amigos de toda la vida con los que rompió años atrás sus lazos para ir a la universidad a estudiar. Esos amigos tienen una característica común: sus apellidos simbolizan un color, y Tsukuro es el único «descolorido» del grupo. Y aquí entra en juego el simbolismo del mundo de Murakami, creando a un personaje solitario y diferente del resto del mundo.
Hacia 1930, cuando el país está a punto de hacerse republicano, un joven gallego busca inquietamente en qué emplear su vida. Sueña con ser escritor, pero se quedará en oscuro periodista muy mal pagado; estudia Derecho, pero no acaba la carrera; deja su ciudad natal por una capital de provincias y luego por Madrid; conoce a prostitutas, actrices, criadas y hasta tiene una novia rica. Pero el protagonista, que como símbolo de una incertidumbre propia de esos «años indecisos» no tiene nombre, sólo cambia de dudas y de fracasos y no consigue romper la fatalidad de esos ambientes grises y de frustración. Sólo su decisión final lo libera de tanta mediocridad, en vísperas de un gran acontecimiento político en España.
Con el telón de fondo de la España de los años cuarenta, el lector seguirá con interés los avatares de una familia republicana durante la guerra civil y la posguerra. Sobre todo la evolución de Mario, hijo único de Rosa y Carlos, el verdadero protagonista de la historia a través de cuyos ojos podemos entrar de lleno en esa época no tan lejana aunque casi olvidada. Un joven muchacho descubre su sexualidad y el amor con la pureza de la inocencia, sin ningún sentimiento de culpa. «El jugoso sabor de la fruta o el deleite de una caricia en cualquier rincón de su cuerpo adolescente, no eran para Mario sino diferentes aspectos de algún tipo de vibración etérea, limpia, intensa, indescifrable y misteriosa que sus sentidos agradecidos siempre estaban dispuestos a acoger». Sin embargo, las circunstancias le llevarán a convertirse en adulto antes de tiempo. Una hermosa historia de amor entre dos adolescentes, obligados a ocultar sus relaciones, que se ven envueltos en una terrible situación, imprevisible y sorprendente para el lector que ya no podrá abandonar la lectura hasta conocer el desenlace final.
¿Qué puede llegar a ocurrirles a los vecinos de un barrio cualquiera en estos tiempos difíciles? ¿Cómo resisten, en pleno ojo del huracán, parejas y personas solas, padres e hijos, jóvenes y ancianos, los embates de esta crisis? «Los besos en el pan» cuenta, de manera sutil y conmovedora, cómo transcurren varias vidas: la de una familia que vuelve de vacaciones decidida a que su rutina no cambie, la de un recién divorciado al que se oye sollozar tras un tabique, la de una abuela que pone el árbol de Navidad antes de tiempo para animar a los suyos, la de una mujer que decide reinventarse y volver al campo para vivir de las tierras que alimentaron a sus antepasados… En la peluquería, en el bar, en las oficinas o en el centro de salud, muchos vecinos, protagonistas de esta delicada novela coral, vivirán momentos agridulces de una solidaridad inesperada, de indignación y de rabia, pero también de ternura y tesón. Y aprenderán por qué sus abuelos les enseñaron, cuando eran niños, a besar el pan.
Publicada por entregas en el semanario ‘Gringoire’ entre abril y junio de 1941 bajo el epígrafe «Obra inédita de una mujer joven» para eludir la prohibición de trabajar que el gobierno de Vichy imponía a los judíos, esta novela se editaría en 1947, cinco años después de la muerte de su autora en Auschwitz. La profunda discordancia entre la indiferente placidez de la vida burguesa y el dramático devenir de los acontecimientos —que sería el leitmotiv de su siguiente y última obra, la excepcional ‘Suite francesa’—, es el hilo conductor del que Némirovsky se sirve para narrar las vicisitudes de una familia burguesa del norte de Francia sobre el trasfondo de un período especialmente convulso de la historia europea que culmina con el desmoronamiento del orden social que siguió a la ocupación alemana.
Julio, un entomólogo que persigue su sueño de demostrarle al mundo su valía, descubre que su mujer ha intentado suicidarse. A partir de ahí, Julio se da cuenta de que su propia vida ha cambiado y que a partir de entonces, todo lo que haga podrá revertir en los deseos suicidas de su esposa. «Los bosques de Upsala» no es el retrato de una mujer que desea la muerte, sino el desconcierto de quien convive con ella y que lucha por evitar la tragedia sin saber cómo hacerlo. Julio se verá abocado a pelear por la vida de su mujer y por superar un antiguo trauma de infancia que todavía no ha podido olvidar.
La ciudad de Rossmore es un lugar especia, lleno típico encanto. Situada junto a los bosques de Whitehorn, la ciudad ha crecido desde los días en que era un pueblecito pequeño y amistoso y todo el mundo se conocía; ahora tiene cadenas de pisos y problemas de tráfico y urbanizaciones. Pero a pesar de todo quedan los bosques, rebosantes de monte espinoso y caminos zigzagueantes y también pozo de Santa Ana, donde generaciones han acudido para rezar o pedir deseos o simplemente contemplar la vista de la bonita ciudad. Por ese mismo motivo se va a armar un buen alboroto con los planes para la nueva autopista, que va ir hasta Rossmore atravesando los bosques de Whitethorn y poniendo en peligro el propio pozo. La nueva carretera traerá empleo y descongestionará el tráfico de al ciudad; para otros, destruirá negocios y convertirá a la ciudad en un lugar de mala muerte. Las gentes de Rossmore están divididas. Hay mucha tierra que se interpone en los avances de la gran carretera. Por casualidad, la decisión es de Neddy Nolan, el homber más honesto de todo Rossmore. Un hombre empeñado en hacer lo correcto…
Yashin y su pandilla son «Las Estrellas de Sidi Moumen», un equipo de fútbol que les proporciona los únicos instantes de brillo en sus vidas deslucidas. Ha crecido en Sidi Moumen, una barriada a las afueras de Casablanca, entre diez hermanos, una madre que lucha como puede contra la miseria y un padre recluido en el silencio y la oración. Un infierno terrenal que huele al vertedero que los muchachos han transformado en campo de fútbol, a hachís y pegamento para esnifar, a baños prohibidos en el río al que van a parar las aguas de las alcantarillas o a garajes con motocicletas destartaladas. Cuando les prometen un «acceso directo al Paraíso», ¿cómo van a rechazarlo? Basada en la historia real de los jóvenes autores de los atentados que sacudieron Casablanca en 2003, la novela de Mahi Binebine traspasa la literatura y remueve nuestra conciencia.
«No soy negro, soy hombre.» Elwood Curtis se toma muy en serio las palabras de Martin Luther King y, al igual que él, sueña con hacer de este mundo un lugar más justo. Tras ser abandonado por sus padres y criado por su querida pero estricta abuela, este adolescente se ha convertido en un chico prometedor que ve en los estudios su única salida. Pero de poco sirve ser un buen estudiante en la Academia Nickel. Cuando, a causa de un malentendido, le encierran en este reformatorio, Elwood no tarda en darse cuenta de ello. La Academia Nickel se vanagloria de convertir a sus internos en «hombres hechos y derechos» gracias a la instrucción «física, intelectual y moral» necesaria, pero este lugar oculta un brutal secreto y una realidad corrupta, respaldada por muchos y obviada por todos. El adolescente Elwood intentará sobrellevarlo con la ayuda de su buen amigo Turner, que piensa que la única forma de sobrevivir en la Nickel es emular la crueldad y el cinismo de sus opresores. Elwood, en cambio, prefiere seguir las enseñanzas del doctor King: «Enviadnos a la cárcel, y os querremos igual». El escepticismo de uno y el idealismo de otro les llevarán a tomar una decisión que tendrá inevitables repercusiones en su futuro. Basada en el estremecedor caso real de un reformatorio de Florida que estuvo en funcionamiento durante más de un siglo y destrozó la vida de miles de niños, Los chicos de la Nickel es una novela devastadora que, a caballo entre el momento actual y el del final de la segregación racial estadounidense, en los años sesenta, muestra la genialidad de un escritor en la cima de su carrera.