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Biblioteca Clásica Gredos 181. Poemas II, de Claudio Claudiano

Poesía, Otros

Claudio Claudiano es el último gran poeta latino de la tradición clásica. Nacido en Alejandría a finales del siglo IV d. C., se trasladó a Italia y pasó a componer en latín. Pronto cosecharía gran éxito como poeta de corte: un poeta profesional y oficial laureado, que hacía panegíricos sobre acontecimientos públicos. Labró su posición con piezas en honor del emperador Honorio y de sus ministros, así como un célebre panegírico del general y regente Estilicón. Cabe mencionar también, en su producción, ataques contra los enemigos de Honorio. Aunque la corte del emperador era cristiana, la poesía de Claudiano está adherida a la antigua religión pagana. No era un pensador político original, ni sus mecenas esperaban que lo fuera, pero sabía elegir bien en el bagaje de la tradición literaria latina aquello que más convenía para realzar cada pasaje. Hace gala de una sentida admiración por el Imperio Romano, expresada con maestría retórica, gran manejo de la oratoria y un empleo excelente del lenguaje tradicional de la épica latina. En sus panegíricos e invectivas abundan las alegorías y las referencias mitológicas. Aportó nuevo vigor a la poesía latina con su propia brillantez y los nuevos planteamientos que llevó del mundo griego.


Biblioteca Clásica Gredos 188. Poemas & Elegías, de Cayo Valerio Catulo & Albio Tibulo

Poesía, Erótico, Otros

Este volumen reúne los versos de dos de los tres grandes poetas elegíacos romanos (el otro es Propercio). Catulo (Verona, h. 84-h. 54 a. C.) fue, además, el creador de este género. De familia rica, viajó en su juventud a Roma, donde se introdujo en los círculos literarios de los que darían en llamarse neotéricos o novi poetae («nuevos poetas»), quienes tomaron como modelos no a sus antepasados romanos, sino a Calímaco y a los poetas griegos helenísticos, así como a líricos de siglos anteriores como Safo. Lo poco que sabemos de él es lo que revelan sus poemas, y lo principal de esto es su tempestuosa y apasionada relación con una mujer casada y bien situada, a la que se dirige con el nombre de Lesbia, pero que debió de llamarse Clodia en realidad. Catulo le dedica veinticinco poemas que abarcan todas las variantes del proceso amoroso, con múltiples y extremados altibajos. Estos poemas son los que más se recuerdan de su producción, que también incluye piezas de índole diversa (incidentes de la vida diaria, sátiras, críticas políticas, epitalamios…). Albio Tibulo (h. 55-19 a. C.), al parecer un importante caballero romano, se distinguió también en el cultivo de la poesía elegíaca. Amigo de Horacio y Ovidio, compuso dos libros de elegías, predominantemente amorosas, dedicadas a Delia (pseudónimo de Plania), a un muchacho (Marato) y a una chica (Némesis). Tibulo exaltó el amor romántico y apasionado, así como la bondad de la vida en el campo, y dedicó varios versos a su amistad con el gran político M. Valerio Mesala Corvino (al que probablemente acompañara en varias campañas). Su poesía pone de manifiesto delicadeza de sentimientos, cultura sin ostentación y buen gusto, así como un fino sentido del humor.


Biblioteca Clásica Gredos 217. Heroico y otras & Descripciones, de Filóstrato & Calístrato

Ensayo, Otros

Este volumen reúne varios textos de dos sofistas, Filóstrato y Calístrato. Del primero (que es el nombre de cuatro escritores miembros de una familia de Lemnos que vivieron en los siglos II y III d. C., por lo que a menudo se plantean dudas acerca de a cuál de los cuatro hay que atribuir una obra determinada) tenemos el «Heroico», diálogo entre un comerciante fenicio y un labrador de viñedos acerca de la presencia de los antiguos héroes en el mundo contemporáneo, en el que aparecen los fantasmas de los protagonistas de la guerra de Troya, y que presenta a los héroes como sucesores de los gigantes y como hombres divinos curtidos en el esfuerzo que representan para los humanos paradigmas morales; el «Gimnástico», que subraya el origen heroico del ejercicio físico y de la competición, del espíritu agónico; por último, las «Descripciones de cuadros», dos series de descripciones en prosa de obras pictóricas que el autor dice haber visto, en una temprana muestra de crítica artística. Por su parte, el sofista y retórico Calístrato compone en el último texto de este volumen numerosas descripciones de estatuas, que se suelen publicar junto a las «Descripciones» de Filóstrato (a las que imitan).


Biblioteca Clásica Gredos 226. Astrología, de Marco Manilio

Poesía, Otros

Digna exponente de la literatura didáctica latina, la «Astrología» de Manilio trata las materias astronómica y astrológica con postulados estoicos, y aborda desde varios ángulos la relación del hombre con los astros. La didáctica tiene eximios practicantes en la literatura latina: Lucrecio y Virgilio, Cicerón, Columela, Avieno… Las «Astronomica» de Marco Manilio —poeta contemporáneo de Augusto y tal vez de Tiberio— siguen esta línea. En cinco libros, probablemente inacabado, este poema sobre astronomía y astrología data probablemente de alrededor del año 10 d. C. De inspiración estoica —con incidencia en el concepto de «simpatía cósmica»— e influido por «La naturaleza» de Lucrecio, se divide en las siguientes partes: 1) Astronomía: descripción del Cosmos y conjeturas sobre su origen, de las estrellas, los planetas y los cometas; pasa revista a la doctrina de varios filósofos acerca de estos particulares; 2) signos del Zodíaco y conjunciones entre ellos; 3) modalidades de discernir el horóscopo; 4) signos zodiacales e influjo en los destinos humanos y en los lugares geográficos; 5) influencia de los astros en la elección de oficios y en las costumbres y los caracteres. Estrecha fusión de ambos aspectos, astronómico y astrológico, el poema es riguroso en su didactismo, al tiempo que alcanza momentos de intenso lirismo. Aparte de los aspectos astrológicos, que remiten a antiguos tiempos babilónicos, la obra reviste el interés de reflejar las costumbres y preocupaciones del ciudadano romano, sus profesiones y vida corriente, en la culminación de su Imperio.


Biblioteca Clásica Gredos 227. Argonáuticas, de Apolonio de Rodas

Poesía, Otros

Apolonio de Rodas (c. 295-215 a. C.), nacido en Alejandría, fue preceptor de la familia real ptolomeica y director de la legendaria Biblioteca de Alejandría. Su obra capital, la «Argonáutica», en cuatro libros, es el único de los numerosos poemas épicos narrativos compuestos al principio del periodo helenístico que nos ha llegado. Se trata de una epopeya protagonizada por Jasón y los argonautas y la historia de su viaje con su barco Argos hasta los límites del mundo conocido, el norte de la Cólquide, la obtención con la ayuda de Medea del Vellocino de oro y el regreso a Tesalia por el Danubio, el Po, el Ródano, el Mediterráneo y el norte de África. Es un viaje heroico por espacios ignotos y pavorosos plagados de extraños monstruos (gigantes, dragones) y seres maravillosos (amazonas, hombres sembrados). El público conocía ya los incidentes de esta historia, por lo que Apolonio pudo concentrarse en aspectos como la geografía, la etnografía, la antropología y la religión comparada. Esta obra épica, compuesta a la manera tradicional —la remisión a Homero es constante y explícita en cuanto a dicción, fraseología y vocabulario—, pero no repetitiva ni imitativa, alcanzó gran fama. Tanta es su riqueza temática y descriptiva que a veces se lee como un manual de paradoxografía (relatos de maravillas), y los estudiosos la tienen por predecesora de la novela romántica tardía.


Biblioteca Clásica Gredos 231. Discursos, de Iseo

Ensayo, Otros

En la Antigüedad se consideró a Iseo discípulo de Isócrates y maestro de Demóstenes. De la sesentena de discursos que se le atribuyeron, y de los cincuenta que se consideran auténticos, nos han llegado once y algunos fragmentos. Se limitó a los parlamentos judiciales: los que conservamos corresponden a causas de herencia, y uno a un litigio por pérdida de ciudadanía.


Biblioteca Clásica Gredos 233. Discursos II (B. C. Gredos), de Elio Aristides

Historia, Otros, Divulgación

Elio Arístides (117-189 d. C.) es uno de los principales autores de la denominada Segunda Sofística, secundado por Dión de Prusa (cuyos discursos ocupan cuatro volúmenes de la Biblioteca Clásica Gredos). En su época gozó de una fama enorme, y se le tuvo por uno de los grandes oradores de la Antigüedad, llegándosele a parangonar con sus grandes antecesores áticos de los siglos V y IV, incuso con Demóstenes. Fue un modelo principal para los oradores griegos posteriores hasta la era bizantina. Una de sus aportaciones más originales a la oratoria y la literatura griegas consiste en la composición en prosa de himnos a los dioses, cuando la práctica siempre había sido escribirlos en verso. Y no precisamente porque éste se le resistiera (en algún texto conservado Arístides hace gala de maestría en la versificación), sino porque juzga que la prosa es más natural, versátil, flexible y ajena a la rigidez de los esquemas métricos. Hay que destacar así mismo sus narraciones autobiográficas. Sus Discursos sagrados son una biografía espiritual inusitada en la literatura antigua: consisten en una descripción de la vida interior del autor durante su extensa permanencia en Pérgamo, cuando solicitaba al dios Asclepio una curación para una enfermedad, y refieren por extenso sueños y decisiones tomadas a partir de los mismos. El texto resulta de enorme interés por la profundidad y la intensidad de la introspección autobiográfica que efectúa Arístides. Como atractivos secundarios cabe citar las múltiples referencias al mundo de la vigilia, de donde brota un fresco de la clase alta de Asia Menor en el siglo II, y el entronque con la literatura de la oniromancia, en especial con La interpretación de los sueños, de Artemidoro (publicada también en Biblioteca Clásica Gredos).


Biblioteca Clásica Gredos 233. Discursos II, de Elio Aristides

Crónica, Otros

Nacido en la Misia oriental en 117, Elio Aristides vivió largamente en la costa jonia, en Esmirna, Pérgamo y Éfeso, viajó a Roma, y gozó de una extensa fama como sofista y retórico hasta su muerte en 180 d. C. Su primera biografía la encontramos en las «Vidas de los sofistas» de Filóstrato. Es, sin duda, una de las figuras más destacadas de esa época que algunos han caracterizado como un primer Renacimiento del mundo clásico griego. Bajo la dinastía de los Antoninos el mundo cultural griego recobra una singular efervescencia. La retórica, el aticismo, la mímesis de los modelos clásicos, expresan ese renacer de los antiguos ideales, bajo renovadas formas. Es una época de grandes prosistas, que copian los modelos clásicos y comentan a los autores del período áureo de Atenas, desdeñando los logros menos puros de la época helenística inmediata. Como Dión de Prusa, Elio Aristides ha dejado una extensa obra que revela su talento retórico y sus inquietudes intelectuales y espirituales. Fue un gran escritor muy de su tiempo, y también una personalidad muy representativa por su religiosidad, muy de su siglo también. Devoto de Asclepio, leal al Imperio de Roma, celoso proclamador de la grandeza espiritual y cultural de Atenas, Aristides es, como Alcifrón, Luciano, Dión, Filóstrato, y algunos más, como el famoso Galeno, médico y filósofo, un testigo excepcional de ese Renacimiento. En estos cinco volúmenes se recoge todo lo que nos ha quedado de la pluma de Aristides: el primer volumen incluye el «Panatenaico» y «Contra Platón: en defensa de la retórica»; el segundo, «A Platón: en defensa de los cuatro» y el «Tercer discurso platónico: A Capitón»; el tercer tomo está integrado por las doce declamaciones; el cuarto incluye los «Discursos XVII al XXXV», entre los que se encuentran los discursos de Esmirna y su discurso «A Roma»; el quinto y último volumen contiene el «Discurso Egipcio, los Himnos, los Discursos Sagrados y el Panegírico al acueducto de Pérgamo», con el que se cierne la serie. En total, cincuenta y tres discursos, vertidos por primera vez al español por cinco especialistas que han intentado reflejar fielmente en sus traducciones la habilidad retórica y la ideología cultural de Elio Aristides.


Biblioteca Clásica Gredos 234. Discursos III, de Elio Aristides

Crónica, Otros

Nacido en la Misia oriental en 117, Elio Aristides vivió largamente en la costa jonia, en Esmirna, Pérgamo y Éfeso, viajó a Roma, y gozó de una extensa fama como sofista y retórico hasta su muerte en 180 d. C. Su primera biografía la encontramos en las «Vidas de los sofistas» de Filóstrato. Es, sin duda, una de las figuras más destacadas de esa época que algunos han caracterizado como un primer Renacimiento del mundo clásico griego. Bajo la dinastía de los Antoninos el mundo cultural griego recobra una singular efervescencia. La retórica, el aticismo, la mímesis de los modelos clásicos, expresan ese renacer de los antiguos ideales, bajo renovadas formas. Es una época de grandes prosistas, que copian los modelos clásicos y comentan a los autores del período áureo de Atenas, desdeñando los logros menos puros de la época helenística inmediata. Como Dión de Prusa, Elio Aristides ha dejado una extensa obra que revela su talento retórico y sus inquietudes intelectuales y espirituales. Fue un gran escritor muy de su tiempo, y también una personalidad muy representativa por su religiosidad, muy de su siglo también. Devoto de Asclepio, leal al Imperio de Roma, celoso proclamador de la grandeza espiritual y cultural de Atenas, Aristides es, como Alcifrón, Luciano, Dión, Filóstrato, y algunos más, como el famoso Galeno, médico y filósofo, un testigo excepcional de ese Renacimiento. En estos cinco volúmenes se recoge todo lo que nos ha quedado de la pluma de Aristides: el primer volumen incluye el «Panatenaico» y «Contra Platón: en defensa de la retórica»; el segundo, «A Platón: en defensa de los cuatro» y el «Tercer discurso platónico: A Capitón»; el tercer tomo está integrado por las doce declamaciones; el cuarto incluye los «Discursos XVII al XXXV», entre los que se encuentran los discursos de Esmirna y su discurso «A Roma»; el quinto y último volumen contiene el «Discurso Egipcio, los Himnos, los Discursos Sagrados y el Panegírico al acueducto de Pérgamo», con el que se cierne la serie. En total, cincuenta y tres discursos, vertidos por primera vez al español por cinco especialistas que han intentado reflejar fielmente en sus traducciones la habilidad retórica y la ideología cultural de Elio Aristides.


Biblioteca Clásica Gredos 236. Epigramas I, de Marco Valerio Marcial

Referencia, Arqueología, Otros, Poesía

El poeta hispano Marco Valerio Marcial (Bílbilis [Calatayud], h. 40 d.C.-103/104) viajó a Roma en el 64, donde vivió humildemente durante un tiempo; era pobre y se ganaba la vida con la poesía, por lo que dependía de protectores que no siempre se mostraban generosos, aunque su fortuna fue mejorando con los años y acabó regresando a Bílbilis para pasar sus últimos años en la paz de una granja.Su obra principal son los Epigramas, poemas breves (alrededor de unos mil quinientos) en los que alcanza una concisión expresiva que le ha hecho célebre y retrata, a menudo con espíritu satírico (aunque sin dar nombres reales), los más diversos caracteres romanos contemporáneos: mercenarios, glotones, borrachos, seductores, hipócritas, pero también viudas fieles, amigos leales, poetas inspirados y críticos literarios honestos.Marcial no era virtuoso ni constante: los nueve primeros libros de los Epigramas, aparecidos en época de Domiciano, son aduladores hacia él; en los tres restantes condena al tirano y elogia a los nuevos emperadores, Nerva y Trajano. Si bien no llega a los tonos de amargura violenta de Juvenal, epigramista satírico algo más joven que él, puede ser implacable en su burla. Tanta dureza moral (propia y ajena) queda redimida por la célebre concisión sintética de los epigramas, y por el reflejo testimonial de tantísimos tipos romanos.Tras superar los reparos que la pudibunda de las diversas censuras puso a buena parte de su obra, Marco Valerio Marcial quedó consagrado en la posterioridad como el maestro romano del breve, punzante e ingenioso género del epigrama. Nacido en Bílbilis, en la Celtiberia, en los años 38 o 41 d. C., Marcial debió de llegar a Roma en los tiempos de Nerón, como uno de tantos jóvenes provincianos que allí acudían tratando de hacer la carrera literaria. En Roma vivió por bastantes años en una cierta bohemia, aliviada ocasionalmente por mecenazgos varios, entre ellos el del emperador Domiciano. De ahí que los Epigramas de Marcial sean en muchos casos un interesante testimonio -en general, más desenfadado que tremendista- de la azarosa vida cotidiana de la gente menuda de la Urbe. Marcial nunca olvidó su tierra natal, que evoca en varios de sus poemas; y a ella retornaría para pasar los últimos años de su vida, no sin añoranzas del animado ambiente social y literario de la Roma de sus buenos tiempos.


Biblioteca Clásica Gredos 237. Epigramas II, de Marco Valerio Marcial

Referencia, Arqueología, Otros, Poesía

El poeta hispano Marco Valerio Marcial (Bílbilis [Calatayud], h. 40 d. C.-103/104) viajó a Roma en el 64, donde vivió humildemente durante un tiempo; era pobre y se ganaba la vida con la poesía, por lo que dependía de protectores que no siempre se mostraban generosos, aunque su fortuna fue mejorando con los años y acabó regresando a Bílbilis para pasar sus últimos años en la paz de una granja.Su obra principal son los Epigramas, poemas breves (alrededor de unos mil quinientos) en los que alcanza una concisión expresiva que le ha hecho célebre y retrata, a menudo con espíritu satírico (aunque sin dar nombres reales), los más diversos caracteres romanos contemporáneos: mercenarios, glotones, borrachos, seductores, hipócritas, pero también viudas fieles, amigos leales, poetas inspirados y críticos literarios honestos.Marcial no era virtuoso ni constante: los nueve primeros libros de los Epigramas, aparecidos en época de Domiciano, son aduladores hacia él; en los tres restantes condena al tirano y elogia a los nuevos emperadores, Nerva y Trajano. Si bien no llega a los tonos de amargura violenta de Juvenal, epigramista satírico algo más joven que él, puede ser implacable en su burla. Tanta dureza moral (propia y ajena) queda redimida por la célebre concisión sintética de los epigramas, y por el reflejo testimonial de tantísimos tipos romanos.Tras superar los reparos que la pudibunda de las diversas censuras puso a buena parte de su obra, Marco Valerio Marcial quedó consagrado en la posterioridad como el maestro romano del breve, punzante e ingenioso género del epigrama. Nacido en Bílbilis, en la Celtiberia, en los años 38 o 41 d. C., Marcial debió de llegar a Roma en los tiempos de Nerón, como uno de tantos jóvenes provincianos que allí acudían tratando de hacer la carrera literaria. En Roma vivió por bastantes años en una cierta bohemia, aliviada ocasionalmente por mecenazgos varios, entre ellos el del emperador Domiciano. De ahí que los Epigramas de Marcial sean en muchos casos un interesante testimonio —en general, más desenfadado que tremendista— de la azarosa vida cotidiana de la gente menuda de la Urbe. Marcial nunca olvidó su tierra natal, que evoca en varios de sus poemas; y a ella retornaría para pasar los últimos años de su vida, no sin añoranzas del animado ambiente social y literario de la Roma de sus buenos tiempos.


Biblioteca Clásica Gredos 238. Discursos IV, de Elio Aristides

Crónica, Otros

Nacido en la Misia oriental en 117, Elio Aristides vivió largamente en la costa jonia, en Esmirna, Pérgamo y Éfeso, viajó a Roma, y gozó de una extensa fama como sofista y retórico hasta su muerte en 180 d. C. Su primera biografía la encontramos en las «Vidas de los sofistas» de Filóstrato. Es, sin duda, una de las figuras más destacadas de esa época que algunos han caracterizado como un primer Renacimiento del mundo clásico griego. Bajo la dinastía de los Antoninos el mundo cultural griego recobra una singular efervescencia. La retórica, el aticismo, la mímesis de los modelos clásicos, expresan ese renacer de los antiguos ideales, bajo renovadas formas. Es una época de grandes prosistas, que copian los modelos clásicos y comentan a los autores del período áureo de Atenas, desdeñando los logros menos puros de la época helenística inmediata. Como Dión de Prusa, Elio Aristides ha dejado una extensa obra que revela su talento retórico y sus inquietudes intelectuales y espirituales. Fue un gran escritor muy de su tiempo, y también una personalidad muy representativa por su religiosidad, muy de su siglo también. Devoto de Asclepio, leal al Imperio de Roma, celoso proclamador de la grandeza espiritual y cultural de Atenas, Aristides es, como Alcifrón, Luciano, Dión, Filóstrato, y algunos más, como el famoso Galeno, médico y filósofo, un testigo excepcional de ese Renacimiento. En estos cinco volúmenes se recoge todo lo que nos ha quedado de la pluma de Aristides: el primer volumen incluye el «Panatenaico» y «Contra Platón: en defensa de la retórica»; el segundo, «A Platón: en defensa de los cuatro» y el «Tercer discurso platónico: A Capitón»; el tercer tomo está integrado por las doce declamaciones; el cuarto incluye los «Discursos XVII al XXXV», entre los que se encuentran los discursos de Esmirna y su discurso «A Roma»; el quinto y último volumen contiene el «Discurso Egipcio, los Himnos, los Discursos Sagrados y el Panegírico al acueducto de Pérgamo», con el que se cierne la serie. En total, cincuenta y tres discursos, vertidos por primera vez al español por cinco especialistas que han intentado reflejar fielmente en sus traducciones la habilidad retórica y la ideología cultural de Elio Aristides.


Biblioteca Clásica Gredos 244. Retórica a Herenio, de Anónimo

Ensayo, Otros

La «Retórica a Herenio» es, junto con los tratados retóricos de Cicerón, la mejor muestra de la capacidad de absorción por los romanos de las teorías retóricas griegas. El tratado latino anónimo «Retórica a Herenio», escrito entre el 86 y el 82 a. C., es la primera obra de retórica en lengua latina que conservamos. Teniendo en cuenta la escasez del léxico que padecía a la sazón el latín para los conceptos retóricos, resulta muy destacable la aportación del autor al vocabulario especializado: junto con Cicerón (al que durante mucho tiempo se atribuyó erróneamente esta obra) dotó a la lengua de una terminología específica que sería, a la postre, la que pasaría a las lenguas romances. En efecto, acuñó la nomenclatura latina mediante traducciones o calcos del griego y cargando palabras latinas con un sentido técnico nuevo; tan completo fue su logro terminológico que resultan mínimas las variantes que introdujo la tradición posterior. Además de esta decisiva adaptación a la nueva lengua, la obra sancionó el tratamiento de la retórica en las cinco partes (inventio, dispositio, elocutio, memoria y pronunciatio) que pasarían a ser normativas en estos estudios.


Biblioteca Clásica Gredos 249. Historia evangélica, de Gayo Vetio Aquilino Juvenco

Poesía, Otros

Gayo Vetio Aquilino Juvenco, poeta hispano y presbítero del siglo IV d. C., es autor del primer poema épico cristiano, «Historia evangélica», una adaptación en verso de la vida de Jesucristo sacada de los evangelios, compuesta en latín, en hexámetros y en cuatro libros. En el primero relata los hechos de Juan el Bautista, el nacimiento de Jesús y sus primeros años; en el segundo y el tercero, los milagros y las parábolas; en el cuarto, la pasión y la resurrección. La obra de Juvenco está fundada sobre todo en Mateo, pero para la infancia de Cristo se fija más en el evangelio de san Lucas. Para el resto también cuenta con los de san Marcos y san Juan, lo que convierte la «Historia evangélica» en la primera armonía de los evangelios del Occidente latino. Al tener que interpretar a veces el sentido de algunos pasajes, hace también obra de exégeta. Y es consciente de la importancia de su empresa, pues en el prefacio escribe: «Si tan larga fama merecieron los poemas que envuelven en mentiras las hazañas de los antepasados, es cierto que a mí me será concedido el honor inmortal de una alabanza eterna por los siglos, ya que mi canto tendrá por objeto, sin posible engaño, las hazañas vivificantes de Cristo, don de Dios a los pueblos». Como muchos otros escritores cristianos de los primeros siglos, Juvenco poseía una sólida formación clásica (en muchos pasajes se percibe a Virgilio, en algunos a Ovidio, Lucano, Lucrecio, Horacio y Estacio), y se sirvió de ésta para transmitir los contenidos de la nueva fe. Pero adapta esta cultura literaria a una sencillez que caracteriza toda la obra, y que responde al espíritu de los Evangelios. Juvenco fue muy leído en la Edad Media, en la que se le dio el título de «Virgilio cristiano». Los manuscritos de su obra principal se multiplicaron, como también las ediciones impresas a fines del siglos XV y XVI. Toda su fama se debe a la «Historia evangélica». San Jerónimo menciona otras obras suyas, alguna sobre el tema de los sacramentos, que no han llegado hasta nosotros.


Biblioteca Clásica Gredos 253. Plantas y remedios medicinales I-III, de Dioscórides

Referencia, Ciencias naturales, Otros, Salud y bienestar

El célebre tratado Plantas y remedios medicinales constituye la más amplia guía farmacéutica de la Antigüedad: trata seiscientas plantas, treinta y cinco productos animales y noventa minerales, y acrecentó mucho el conocimiento de remedios para todo tipo de males. Su autor, Dioscórides, médico griego que sirvió con el ejército romano (siglo I d. C.), introdujo una serie de innovaciones metodológicas y teóricas: necesidad de estudiar cada planta en relación a su hábitat, de observar las plantas en todas las estaciones, de preparar cada medicina con precisión y de juzgarla por sus méritos. Cada artículo obedece a una estructura sistemática: nombre y sinónimos en griego y otras lenguas (lo que ha sido de gran interés para lingüistas y lexicógrafos), origen, descripción morfológica, preparación médica, con la proporción, formas farmacéuticas (pastillas, soluciones, tinturas), prescripción y dosis. El enorme caudal de noticias sobre medicamentos procedentes de los tres reinos de la naturaleza se organiza en cinco grandes apartados: remedios obtenidos de las plantas, remedios animales, materias curativas por sí mismas, sustancias alcohólicas y remedios minerales. De materia medica fue un texto de referencia durante toda la Edad Media (también en el mundo árabe y musulmán) y el Renacimiento; hoy sigue poseyendo un enorme interés por constituir un paradigma en la prosa y el léxico científicos.


Biblioteca Clásica Gredos 254. Plantas y remedios medicinales IV-V - Pseudo Dioscórides, de Dioscórides

Referencia, Ciencias naturales, Otros, Salud y bienestar

Pedanio Dioscórides Anazarbeo (siglo I d.C.) nació en Anazarbus, Cilicia, Asia Menor (actual Turquía). Los escasos datos que poseemos de este médico, farmacólogo y botánico provienen de la carta que precede a su tratado como prefacio, en el que informa de que fue cirujano del ejército romano, lo que le permitió viajar y examinar personalmente la materia de sus estudios en muchos lugares del Imperio. En este prefacio, Dioscórides se muestra consciente de que su obra supera a la de sus predecesores por el cuidado y la diligencia que ha puesto en recoger la información, por su ilimitado deseo de hallar fármacos y por la organización del material (distribuido según la finalidad de los remedios: diuréticos, afrodisíacos, abortivos, estomacales, vomitivos, purgativos...). Entre las muchas sustancias y elementos que analizó con vistas a entender sus propiedades y efectos benéficos están el opio y la mandrágora, el mercurio y el arsénico.


Biblioteca Clásica Gredos 262. Discursos V, de Elio Aristides

Crónica, Otros

Nacido en la Misia oriental en 117, Elio Aristides vivió largamente en la costa jonia, en Esmirna, Pérgamo y Éfeso, viajó a Roma, y gozó de una extensa fama como sofista y retórico hasta su muerte en 180 d. C. Su primera biografía la encontramos en las Vidas de los sofistas de Filóstrato.
Es, sin duda, una de las figuras más destacadas de esa época que algunos han caracterizado como un primer Renacimiento del mundo clásico griego. Bajo la dinastía de los Antoninos el mundo cultural griego recobra una singular efervescencia. La retórica, el aticismo, la mímesis de los modelos clásicos, expresan ese renacer de los antiguos ideales, bajo renovadas formas.
Es una época de grandes prosistas, que copian los modelos clásicos y comentan a los autores del período áureo de Atenas, desdeñando los logros menos puros de la época helenística inmediata. Como Dión de Prusa, Elio Aristides ha dejado una extensa obra que revela su talento retórico y sus inquietudes intelectuales y espirituales. Fue un gran escritor muy de su tiempo, y también una personalidad muy representativa por su religiosidad, muy de su siglo también. Devoto de Asclepio, leal al Imperio de Roma, celoso proclamador de la grandeza espiritual y cultural de Atenas, Aristides es, como Alcifrón, Luciano, Dión, Filóstrato, y algunos más, como el famoso Galeno, médico y filósofo, un testigo excepcional de ese Renacimiento.
En estos cinco volúmenes se recoge todo lo que nos ha quedado de la pluma de Aristides: el primer volumen incluye el Panatenaico y Contra Platón: en defensa de la retórica; el segundo, A Platón: en defensa de los cuatro y el Tercer discurso platónico: A Capitón; el tercer tomo está integrado por las doce declamaciones; el cuarto incluye los Discursos XVII al XXXV, entre los que se encuentran los discursos de Esmirna y su discurso A Roma; el quinto y último volumen contiene el Discurso Egipcio, los Himnos, los Discursos Sagrados y el Panegírico al acueducto de Pérgamo, con el que se cierra la serie.
En total, cincuenta y tres discursos, vertidos por primera vez al español por cinco especialistas que han intentado reflejar fielmente en sus traducciones la habilidad retórica y la ideología cultural de Elio Aristides.


Biblioteca Clásica Gredos 263. Cartas rústicas & Epístolas, de Claudio Eliano & Teofilacto Simocates

Relato, Otros

De Claudio Eliano, nacido en Preneste, cuenta Filostráto que, a pesar de su origen romano, escribía como un ateniense de pura cepa en griego. Pertenece a la llamada Segunda Sofística, y su prosa de estilo claro y suave refleja bien el aticismo del siglo II d. C., aunque cultivó no tanto la oratoria como la historia, en el sentido más amplio del vocablo. Al estilo y bajo el mismo título que las de Alcifrón —y no sabemos quién imitó a quién— conservamos veinte cartas de una ficticia correspondencia ambientada en un decorado campestre y costumbrista muy convencional. Algunas de estas misivas rústicas evocan personajes de Menandro, y alguna toma su tema de otro autor antiguo, como Demóstenes. En todo caso, son muestras de un tipo de literatura mimética y de graciosos tópicos.


Biblioteca Clásica Gredos 343. Fábulas, de Fedro & Flavio Aviano

Relato, Otros

Aunque los nombres de Fedro y Aviano han conocido peor fortuna que el de Esopo, sus fábulas han servido de modelo tanto a los fabulistas posteriores, como a escritores de otros géneros que las incluyen en sus obras. Género abierto, popular, folclórico y de difícil definición, la fábula ha estado presente en casi todas las culturas. En muchos pueblos la tradición fabulística se organizaba en torno a un supuesto autor legendario o semilegendario, como Esopo en Grecia (publicado también en Biblioteca Clásica Gredos). En Roma, sin embargo, encontramos ya a autores reales de cuya existencia efectiva no cabe duda. El primero de ellos es Fedro (15 a. C.-c. 55 d. C.), cuyo centenar de leyendas y fábulas ha llegado hasta nosotros dividido en cinco libros y un apéndice (con treinta y dos fabulas más, probablemente también del autor). Fedro, que califica sus fábulas de «esópicas», no es sin embargo un mero imitador de Esopo, pues se separa de éste en el estilo y en los temas, y muchos de sus relatos son originales. Hijo expósito, esclavo manumitido por Augusto, Fedro se refiere muy a menudo a las injusticias sociales. Sus fábulas tienen el doble propósito de aconsejar y entretener, y suelen ser de tono grave; algunas de ellas son muy conocidas aún hoy, como «El lobo y el cordero» y «La zorra y las uvas verdes». La tradición fabulística latina se completa con las «Fábulas de Rómulo», colección en prosa encabezada por una carta-prólogo firmada por un tal Rómulo (pseudónimo de un autor desconocido). Alcanzó tal popularidad en el Medievo que «Rómulo» pasó a significar «colección de fábulas». En realidad se trata de reelaboraciones de Fedro. Aunque los nombres de Fedro y Aviano han conocido peor fortuna que el de Esopo, sus fábulas han servido de modelo tanto a los fabulistas posteriores (Marie de France, Walter el Inglés, La Fontaine, Samaniego, etc.), como a escritores de otros géneros que las incluyen en sus obras (Alfonso X o el Arcipreste de Hita, por ejemplo).


Biblioteca Clásica Gredos 351. Comentario al «Sueño de Escipión» de Cicerón, de Ambrosio Aurelio Teodosio Macrobio

Ensayo, Otros

A partir del fragmento «Sueño de Escipión» del tratado ciceroniano «Sobre la República», Macrobio analiza con una perspectiva neoplatónica el enigma del alma, sirviéndose de la astronomía y la matemática. La «República» de Cicerón se perdió casi por completo (mucho después se recuperaría parcialmente gracias a un palimpsesto), pero su parte final, conocida como «Somnium Scipionis» («Sueño de Escipión»), sí se conservó junto con el «Comentario» que de ella hizo Macrobio (siglo IV-V d. C.). Cicerón relata en el texto un sueño de Escipión Emiliano: se le aparece su abuelo Escipión el Africano, quien le revela su destino y el de su país, las recompensas de la virtud en el más allá, la estructura del universo y el lugar del hombre en él. En su «Comentario» Macrobio parte del texto ciceroniano para exponer teorías de índole neoplatónica sobre los sueños, sobre las propiedades místicas de los números, la naturaleza del alma, astronomía y música. Obra encuadrada dentro del enciclopedismo característico de su tiempo, el «Comentario» constituye un puente entre el pensamiento de la Antigüedad y el del Medievo. Sus fuentes directas son Platón, Plotino y Porfirio, pero en el comentario se manifiesta toda la ciencia de la Antigüedad; se inspira en el comentario de Porfirio al «Timeo» platónico. Y su influencia es abrumadora: aparece en autores como Isidoro de Sevilla, Boecio, el papa Silvestre II, Máximo Planudes, Dante, Boccaccio, Bernat Metge y Cervantes, entre otros. Macrobio es uno de los responsables, por ejemplo, de que entre los geógrafos medievales persistiera la creencia en la esfericidad de la Tierra, idea que tan importante fue, siglos después, para el descubrimiento del Nuevo Mundo. La traducción del «Sueño de Escipión» ya aparece en el volumen de la Biblioteca Clásica Gredos dedicado a «Sobre la República» de Cicerón, por lo que en éste sólo se incluye el «Comentario» de Macrobio.