Testimonio impagable, y de primera mano, de la efervescencia artística y musical madrileña de principios de los 80, 'Música moderna', y su autor, el mítico «Zurdo», uno de los principales protagonistas de esos días, es no solo un canto al entusiasmo y al deseo de renovar, de hacer algo, de sacudirse la inercia. Es también, y por supuesto, toda una novela, en su estricto sentido. Una crónica donde no han de faltar ni villanos, ni aprovechados, ni rastreros, ni cutres, ni héroes, ni tampoco víctimas en ese Madrid que despertaba a la modernidad. Retrato vivo, emotivo y directo (la obra fue escrita casi en el mismo momento en que ocurrían los hechos), hoy, varias décadas después, aún impresiona al lector constatar la amplitud de miras de unos, la cerrazón del entorno, ya la figura de los buitres sobrevolando todo aquello atentos a de dónde se podía sacar mayor tajada.
Una abuela que emigró de Kiev; un abuelo vegetariano, ateo y socialista; un padre que murió joven; una madre que remarca los sacrificios de su vida. En el centro de la escena, una niña que observa y escucha su entorno con agudeza y picardía. Fuera del círculo familiar, las amigas de la cuadra, la escuela, el almacén, el conservatorio de música, la iglesia, y el telón de fondo de los gobiernos conservadores y el ascenso de Perón. «Esta novela, una joya, lleva la marca de la voz distintiva de Steimberg, ingeniosamente descarada, irónica pero cálida, precoz y a la vez con conocimiento de mundo». Publisher’s Weekly.
Los protagonistas del No Me Judas de este mes no están de actualidad, en realidad nunca han estado muy de actualidad, ni tan siquiera en sus mejores tiempos, es triste reconocerlo, pero es así. Ellos fueron la clásica banda de culto que jamás logró despegarse del circuito marginal de los clubs y que encontró su final casi antes de empezar a vivir. Me refiero a Hanoi Rocks, la banda glam más importante de esta década, y probablemente una de las que ha recibido un trato más vergonzoso por parte de la crítica y del público en general. Las pocas veces que los críticos se ocuparon de ellos les presentaron como a unos pobres chicos hambrientos de gloria que se limitaban a imitar a los grandes mitos del glam, y naturalmente en la radio y en la TV fueron ignorados por completo. Hanoi Rocks no tuvieron la suerte de unos Aerosmith que con un primer disco ya lograron reventar los charts, los Hanoi jamás experimentaron algo así, y encima tuvieron que aguantar que descarados imitadores como Motley Crüe les robasen el puesto que merecían en el mundillo (con esto no quiero decir que Motley Crüe sean una mala banda, simplemente son unos discípulos de los Hanoi que están donde deberían estar ahora los propios Hanoi; vendiendo millones de discos y llenando estadios). Pero lo más triste de todo no es que la banda no lograse el éxito que le correspondía en su momento, sino que ahora todavía no se les reconozcan sus méritos. Porque lo curioso de esta situación es que Hanoi Rocks además de haber sido utilizados por los Crüe han inspirado a montones de nuevas bandas que ya están comenzando a adquirir importancia en el mundillo como Faster Pussycat, Jane’s Addiction o Jetboy. De hecho los Hanoi son junto a Aerosmith la máxima influencia de casi todas las nuevas bandas que forman parte de la nueva ola hard rockera californiana, y sin embargo vas a la tienda de discos más importante de Los Angeles y resulta que no tienen ni uno solo de sus álbumes, bonita contradicción.
Tras un lapso de dos meses el No Me Judas vuelve a la vida. Entramos en el sexto año de existencia de esta jodida sección hermanos, y para celebrarlo he decidido hablaros este mes de una de mis bandas favoritas de la historia: Spinal Tap. Imagino que no es lo primera vez que veis el nombre de los Tap impreso en la revista, en los últimos tiempos les hemos mencionado a menudo en estas páginas e incluso llegó a aparecer la crítica de su video en la correspondiente sección, pero hasta ahora no habíamos desvelado la verdadera historia de la banda, así que ha llegado el momento de hacerlo. Ladies and Gentlemen, la banda más estúpida del mundo: Spinal Tap!!!
Hace un par de meses Antena 3 nos permitió ser testigos de un acontecimiento histórico al retransmitir la ceremonia de entrega de los MTV Awards, y no me refiero a las excepcionales intervenciones de bandas como Guns N'Roses o Metallica, sino o la sorprendente idea de reunir sobre un mismo escenario al grupo que ha parodiado con más mala leche el mundo del Rock'n'Roll (Spinal Tap) y a una de sus víctimas favoritas, Steven Tyler. Por supuesto eso es algo que pasó totalmente desapercibido para el comentarista de turno, porque entre otras cosas no sabía ni quién coño eran Spinal Tap, pero para los que amamos o los Tap y a Aerosmith, el encuentro entre Tyler y sus torturadores fue lo más chocante del programa. Todavía recuerdo unas declaraciones del año pasado en las que Steven comentaba lo mal que se sintió la primera vez que vio el film "This is Spinal Tap". Las casualidades de la vida provocaron que la película se estrenase cuando Aerosmith estaban atravesando la peor etapa de su carrera, en los primeros años de los terribles 80's. Steven estaba destrozado, las drogas le habían convertido en una parodia de si mismo, y la historia de Aerosmith parecía estar llegando a su fin. Su último disco por aquellas fechas, el tristemente olvidado "Rock in a Hard Place", no había vendido una mierda, y para colmo su portada recordaba a uno de los álbumes ficticios de Spinal Tap ("Stonehenge"), así que podéis imaginaros lo que pasó por la cabeza de Tyler cuando vio a su banda y a sí mismo retratados en la pantalla. Por demencial que parezca el líder de Aerosmith llegó a considerar la posibilidad de abandonar el mundo del Rock, pero afortunadamente al final se reunió otra vez con su viejo colega Joe Perry, dejó las drogas y hoy en día Aerosmith vuelven a ser una de las bandas más poderosas del planeta. Aunque, obviamente, en este No Me Judas no voy a hablaros de los Aerosmith que cultivan sus cuerpos en gimnasios y que observan con horror el salvaje "way of life" de sus grandes sucesores (GN'R) sino de los Aerosmith que vivían entregados en cuerpo y alma a las drogas y el sexo, y que alimentaron las fantasías de cachorros como Michael Stipe, Slash o Chris Robinson.
Le llaman el “Walt Disney del porno” es el cineasta independiente más exitoso de la historia, está preparando una película sobre su carrera que durará un día entero, gentes como John Waters o los Cramps lo citan como una influencia básica, ha trabajado con algunas de las actrices más voluptuosas que han visto nuestros ojos, fue desvirgado por una puta pagada por Hemingway… supongo que no hará falta que os dé más detalles, me refiero a él, al incomparable Russ Meyer. Durante dos meses, Meyer y su desquiciado mundo iluminarán nuestras páginas. En este No Me Judas echaremos un vistazo a su vida y su obra, y en el No Me Judas del mes que viene os hablaré de las “mujeres Meyer”, una a una, y de la relación del maestro con el Rock’n’Roll.
Tal como os prometí el mes pasado, aquí tenéis el segundo No Me Judas dedicado a Russ Meyer. En el anterior número repasamos su vida y su obra, y ahora ha llegado el momento de hablar de las mujeres más importantes de su cine, y por supuesto de su relación con el Rock; ya sabéis: el proyecto fallido con los Sex Pistols, los discípulos que le han rendido homenaje, el clip que rodó para los hard rockeros Faster Pussycat, etc. Y como es lógico empezaremos con las mujeres. Concretamente con dos de ellas: Kitten Natividad y Tura Santana, las “mujeres Meyer” por excelencia.
Situémonos. Nos encontramos en el año 1966, las panaderías de toda América acaban de poner a la venta el genuino "pan Supreme" (Supremes White Bread), una de las ideas del astuto Berry Gordy para rentabilizar todavía más el fenómeno Supreme "¿Quieres acercarte a tus heroínas? Compra pan Supreme, pan preparado con todo el amor de Diana, Mary y Florence". Las Supremes tienen a los americanos y a gran parte de los europeos a sus pies. Su música ha dejado de ser consumida solo por seguidores de Motown, ahora también interesa a gente de mediana edad que compra discos de Nat King Cole y Sinatra. Gordy ha logrado su objetivo: captar a todos los públicos. Y es justo en este punto de su carrera cuando el grupo empieza a estropearse. El ego de Diana se dispara, la amargura de Florence se acentúa y Gordy involucra a la Mafia en los asuntos de Motown. En el último No Me judas todo era de color de rosa: las tres chicas humildes de Detroit que ven su sueño hecho realidad, triunfan en los charts, actúan en el Copacabana, son bendecidas por santones del negocio como Sammy Davis Jr. o Ed Sullivan, comparten un show televisivo con las legendarias Andrews Sisters, etc. Este No Me judas por el contrario va a ser más oscuro y perverso. Ha llegado el momento de entrar en la parte más morbosa de la historia: la autodestrucción de Florence, la separación de las Supremes y el triunfo de la malvada Diana. Reservad un asiento en primera fila y contemplareis la carroña de cerca.
Nos lo recordaba un lector en el Correo hace algún tiempo: la originalidad no consiste en decir cosas nuevas, sino en decirlas como si nunca hubiesen sido dichas por otro. Una verdad como un templo. Probablemente no tendríamos a una Madonna de no haber existido mucho antes una Mae West, ni Dizzy Gillespie tocaría de esa forma de no haber perdido tantísimas horas de su juventud emulando los solos de Roy Eldridge. Y lo mismo ocurre en cualquier otro campo: el cine, la pintura, la fotografía, la literatura... y por supuesto el asesinato. Cuando uno analiza la labor del entrañable Ed Gein, puede cometer el error de catalogar sus artesanales obras (sillas forradas con piel humana, cráneos convertidos en tazones de sopa, un cinturón adornado con pezones femeninos, etc.) como algo absolutamente original e innovador, y en realidad Ed no descubrió nada nuevo. Cuando nuestro buen amigo descuartizó su primer cadáver, todo estaba dicho ya en esta materia, pero él supo darle otra apariencia a su trabajo. Ed aprendió a trabajar la carne muerta y crear objetos bellos leyendo libros que relataban las macabras costumbres de las tribus indígenas, y sobre todo, desguazando los artículos biográficos dedicados a la demente Ilsa Koch que caían en sus manos, Ilsa era una carnicera de la SS que en tiempos de la Segunda Guerra Mundial se divertía fabricando fundas de libros y lámparas con la piel de sus prisioneros, y que tenía por costumbre castrar a sus víctimas y guardar los penes en formol, como trofeos de guerra. Esas viejas historias fascinaban a Ed. El bueno de Eddie leyó una y otra vez los mismos textos hasta que por fin se atrevió a cometer las atrocidades que le harían famoso. Y su ejemplo serviría de guía para otro ilustre psychokiller, John Wayne Gacy, que entraría en la leyenda siguiendo sus pasos. Así pues, ni Gacy, ni Ed, ni probablemente Ilsa inventaron nada nuevo, pero lo que hicieron, lo hicieron con estilo, y por eso veinte o cuarenta años después de darse a conocer seguimos hablando de ellos.
Ocurrió hace exactamente veinte años. Miles de americanos pudieron contemplar por vez primera, en el cine de su barrio, las corrosivas imágenes de una tierna chiquita llamada Linda Lovelace engullendo un pene erecto hasta el final como si le fuese la vida en ello. Las mismas pantallas que exhibían los éxitos de la temporada protagonizados por Warren Beatty y compañía, se vistieton de gala para mostrar las habilidades de esta encantadora “cocksucker”. De la noche a la mañana la pornografía se puso de moda, quedaba muy bien pagar el ticket de un cine para ver chupadas y orgías anales. Al poco tiempo de estrenarse la peli de Linda, “Deep Throat” (“Garganta profunda”), vieron la luz otras dos odiseas porno destinadas también a transformarse en clásicos del género: “The Devil in Miss Jones”, con Georgina Spelvin al frente, y “Behind the Green Door” (“Detrás de la puerta verde”) con Marilyn Chambers. Y el universo X ya no volvió a ser el mismo. Atrás quedaron miles de películas baratas y, para qué negarlo, jodidamente malas, destinadas a satisfacer los deseos de los masturbadores solitarios que frecuentaban los antros porno situados en las zonas más marginales de cada ciudad. Atrás quedaron por ejemplo alrededor de 1.000 films de John Holmes, que el divo rodó antes de darse a conocer. Pero para celebrar esos 20 años de porno salvaje, vamos a centrarnos en la historia “conocida” del hard-core USA (sería imposible averiguar qué rodó cada actor y cada director antes del boom de “Deep Throat”, porque la mayoría de películas ni tan siquiera tenían créditos) y a lo largo de dos No Me Judas rememoraremos las hazañas de Seka, Vanessa del Río, Ginger Lynn, John Leslie y toda la pandilla. Para empezar, por supuesto, nada mejor que los gloriosos 70’s, y en el número siguiente le tocará el turno a la década de los 80, que en cuestión de pornografía también fue prodigiosa, y los 90’s que por ahora no se presentan demasiado bien, con tanto condón de por medio y tanta actriz sin carisma.
Decía un lector en el Correo del mes pasado que Elvis no puede ser considerado Rey del glam porque era demasiado macho para merecer el título. Eso no es del todo cierto. Elvis odiaba a los homosexuales, O.K., no lo voy a negar, los que convivieron con él afirman que tenía aversión a todo aquel que mostraba tendencias homos. Sin embargo se rumorea que el Rey siempre deseó ser mujer, y hay quien asegura que le inyectaron hormonas femeninas, así que no debía ser tan macho después de todo. En mi opinión Elvis ha pasado a la historia como el indiscutible Rey del glam, de no ser por él dudo que Gary Glitter y otros glam rockers se hubiesen atrevido algún día a subirse a un escenario exhibiendo sus lentejuelas con orgullo. Lo que ocurre es que los glammys no solo han tenido un Rey, sino también una Reina, y ahí es donde entra nuestra estrella de este mes: el fascinante e inigualable Little Richard. Sería injusto adjudicarle todos los méritos a Elvis. El Rey aportó la imagen chulesca de cómic (“Leader of the gang” debería estar dedicada a él), las lentejuelas y esas cosas; mientras que la Reina puso el toque femenino de putón verbenero: los maquillajes, los peinados extravagantes, la ambigüedad sexual, etc. Convirtiéndose en la influencia más directa de Ziggy, Bolan y los Dolls. Si en los 70’s la imagen de los glammys escandalizó a la gente, ¡imaginaos lo que debió suponer la aparición veinte años antes de un sujeto que se pintaba los ojos y que no ocultaba su naturaleza bisexual! Dicen que cuando Elvis llegaba a un estado las madres debían esconder a sus hijas, y cuando era Little Richard quien se presentaba con toda su troupe, eran los hijos los que corrían peligro, y desde luego no es un comentario gratuito. El que se sienta impresionado por las salidas de tono gays de Morrissey o del mierda de cantante de Suede, debería escarbar en la leyenda de Little Richard, y seguro que se llevaría más de una sorpresa.
Todas las mitomanías tienen un lado oscuro y perverso. Es difícil mantener el control y no llevar la admiración por alguien demasiado lejos. Ocurre lo mismo que con el que empieza a drogarse por diversión y termina perdido en ese mundo, o el que se mete demasiado a fondo en la pornografía y acaba consumiendo videos de violaciones reales y muertes, convencido de que eso también es sexo. En el artículo que publicamos sobre Graceland, el portero de la mansión relataba una historia que muestra el peligro de venerar más de lo aconsejable a un mito, ¿la recordáis?, el tío que estaba convencido de que él era Elvis Presley, y que pretendía expulsar al farsante que habitaba en Graceland. Aquel pobre diablo se identificó tanto con su ídolo que llegó a adoptar su identidad. Casos como el suyo los hay a docenas, y la mayoría de ellos tienen relación con Elvis, el artista más imitado, seguido, ridiculizado, etc. A continuación haremos un pequeño recorrido por el, unas veces divertido y otras patético y deprimente, mundo de los imitadores del Rey. Individuos que recurrieron a la cirugía estética para acercarse a su Dios o que se dedicaron durante una vida entera a recrear personalmente todas las fobias y costumbres de su héroe. Elvis negros, mujeres Elvis, super Elvis con antifaces, Elvis prostitutos, niños Elvis... una pandilla de encantadores abortos dignos de figurar en el museo de los horrores de nuestro siglo.
Cuando se habla de Rock’n’Roll y Hollywood básicamente hay que citar a tres hombres: Brando, Dean y Presley; fueron los pioneros, quienes sentaron las bases de todo. Lo que ya no está tan claro es a quién hay que nombrar cuando se habla de punk y Hollywood, probablemente a nadie, porque no existe tal relación. El punk fue un movimiento demasiado agresivo e inconformista como para encajar en los rígidos esquemas de Tinseltown. De todas formas si hay alguien que intentó introducir en Hollywood la actitud de “No Future”, el “Slam Dancing” y las canciones de tres minutos cargadas de rabia y frustración, ése fue John Belushi. Desde su modesta posición (poco puede hacer un actor frente a un imperio controlado por grandes estudios y maquiavélicos productores) hizo cuanto pudo por dar a conocer la música y la filosofía de vida de gente como Dead Kennedys, Fear o Dead Boys entre aquellos que dirigían la industria, y tal vez habría logrado su propósito, de no ser porque le esperaba un destino tan trágico y autodestructivo como el del propio movimiento. La existencia de John Belushi fue tan corta y meteórica como la del punk, pero antes de que las drogas y los excesos le borrasen de la faz de la tierra, nos dejó una serie de creaciones irrepetibles (sketches, discos, películas...), es hora de recordarlas.
Después del anticipo del mes pasado, aquí está el No Me Judas dedicado íntegramente a Saturday Night Live que os prometí. Para algunos, esas palabras, “Saturday-Night-Live”, no significarán nada, pero me consta por las cartas que recibo que muchos otros lo seguís como podéis a distancia. El que desee introducirse en el mundo de SNL puede adquirir casi 15 videos recopilatorios que abarcan todas las épocas del programa (en Inglaterra venden algunos). Los que poseáis antena parabólica sólo tenéis que sentaros los sábados a las nueve de la noche frente a la MTV y contemplar los resúmenes de los programas que emiten (reducen los 90 minutos de cada programa a 30, pero menos es nada). En Canal + han programado ya tres de esas cintas que se pueden encontrar a la venta (“The Best of John Belushi”, “The Best of Dan Aykroyd” y “Saturday Night Live Goes Comercial”) y es posible que en el futuro emitan más. Para el que se extrañe al ver tres páginas del Popu dedicadas a un programa de la televisión americana, tan sólo un par de aclaraciones: SNL es la mayor cantera de humoristas americanos de los últimos veinte años, y ha servido de escenario para algunas de las actuaciones rockeras más importantes de la historia de la televisión. Merece estas tres páginas.
Traci, divina Traci, la Diosa del porno sin lugar a dudas. La actriz más excitante del universo X, la única que consiguió engañar a los propios buitres de la industria debutando cuando todavía era una teenager, y la primera en dar el gran salto al cine convencional. Marilyn Chambers fracasó en su intento y Ginger Lynn todavía no ha logrado un papel que la dé a conocer mas allá del cine de Serie B, pero Traci Lords ya se ha introducido no sólo en el cine standard, sino también en la moda y en el mundillo rockero. Un caso único en la historia del porno, sin duda. Hacía tiempo que deseaba dedicarle un No Me Judas, y por fin aquí está. A la espera de que caiga del cielo una biografía oficial que nos aclare muchas dudas, consolémonos recordando algunas anécdotas y sus films más incendiarios.
Casi sin darnos cuenta hemos consumido diez años desde el nacimiento de un movimiento que a nadie parece importarle ahora, pero que en su día le alegró la vida a mucha gente, especialmente a aquellos que no conectaban con el pop de la época ni con el heavy más arquetípico. Hablo del Glam de los 80. Si echáis la vista atrás recordaréis que fue más o menos entre finales del 83 y principios del 84 cuando se dieron a conocer a nivel internacional todos aquellos grupos: Hanoi Rocks, Twisted Sister, Motley Crue, W.A.S.P., Wratchild, Ratt, etc. Y por lo que parece no llueven los homenajes. Kurt Cobain no ha mostrado un especial interés en intervenir en el Lp de despedida de W.A.S.P., y Perry Farrell definitivamente no tiene previsto reunir a Twisted Sister para incluirlos en su próximo Lollapalooza. La credibilidad de aquella pandilla de encantadores pintones está por los suelos estos días. Hanoi Rocks es el único grupo glammy de los 80 que goza del respeto y la admiración de las nuevas generaciones, los demás son sólo un mal recuerdo del pasado para la mayoría. Y es una lástima, porque salieron cosas muy buenas de aquello. Un puñado de discos que conservan su fuerza, una actitud juerguista y cachonda que no abunda precisamente en la actualidad, y un sentido del humor que se echa en falta en estos tiempos de confrontaciones raciales y dramas existencialistas que vivimos. Sin olvidar algo importantísimo que poca gente ha tenido en cuenta a la hora de referirse a aquel movimiento: si ahora podemos disfrutar de unos Aerosmith rejuvenecidos y de un auge del Rock duro es en parte gracias a aquellos grupos que son despreciados por media humanidad. Ni recuerdo la cantidad de veces que Ratt y Mötley Crüe alabaron a Aerosmith en las entrevistas. Los consideraban sus maestros, a pesar de lo mal que quedaba hablar de ellos en esos tiempos, y animados por la admiración que les profesaban los nuevos grupos glammys, Steven Tyler y Joe Perry pusieron la maquinaria de la Aeroforce de nuevo en marcha (no exagero, ellos mismos lo reconocieron en su momento). La aportación musical de aquellos grupos puede ser más o menos discutible, pero lo que nadie puede negar es que jugaron un papel importantísimo en el retorno de Aerosmith y en el nacimiento de otro movimiento: el hard rock callejero angelino de finales de los 80. Así que para celebrar que un buen día todos aquellos tipos decidiesen maquillarse como putones baratos y recuperar la esencia del glam menos sofisticado, rendiremos homenaje a la banda más camorrera del universo Twisted Fuckin’ Sister.
Las televisiones de nuestro país son un misterio. Cuando definitivamente decides no volver a conectar jamás con uno de esos malditos canales y alimentarte sólo de emisiones extranjeras, te sorprenden con una docena de films terroríficos de Serie B. Paradójicamente la 2 de TVE ha sido el canal que nos ha brindado más aberraciones de un tiempo a esta parte: Ultraman, Russ Meyer, ciencia ficción de los 50’s… y no hace mucho ¡cuatro pelis seguidas del grandioso Jonh Waters! Ese pseudo ciclo dedicado al maestro de la escatología y lo desagradable ha excitado, como es lógico, a los lectores del Popu, y desde hace varios meses llegan a la redacción continuamente extrañas misivas de viejos seguidores del cine de Waters, y de nuevos fans que acaban de descubrirle y desean saberlo absolutamente todo sobre él. Los listados de preguntas son interminables: ¿era realmente un hombre Divine?, ¿es auténtica la escena de la mierda de perro de “Pink Flamingos”?, ¿de dónde diablos salió la mujer-huevo de “Pink…”?, ¿son reales las secuencias de Divine exhibiéndose por la calle en “Female Trouble” y “Pink Flamingos”?, ¿formaban una especie de comuna los actores habituales de Waters?… Demasiadas cuestiones para ser respondidas en el Correo y el Apéndice, de modo que, tal como hice meses atrás con T. Rex, utilizaré el No Me Judas para desvelar todas esas dudas de golpe. Los viejos admiradores del director podéis recrearos rememorando aquella primera vez que penetrásteis en el cine de este hombre, y quienes acabáis de descubrirle encontraréis aquí las respuestas a vuestras preguntas.
Algunos años quedan grabados en nuestra memoria a causa de unos pocos acontecimientos históricos. En el caso de aquellos que vivimos para la música y el cine, los datos que nos vienen a la cabeza cuando se habla de un año en particular, por lo general sólo tienen relación con esos dos mundos. Lo habitual es recordar la muerte de alguna celebridad, el estreno de un film-fetiche, un concierto, la publicación de un disco... tal vez no nos venga a la memoria quién gobernaba en tal país o donde se produjo aquél desastre natural, pero ¿discos? ¿películas? ¿conciertos? eso está controlado. Y 1954 significa para mí, entre otras cosas el estreno de "The Wild One" y "On the Waterfront" de Brando, la boda de Marilyn con Joe di Maggio, el debut de la inolvidable Patsy Cline, la polémica grabación de un tema ("The Man I Love") que unió a los geniales Miles Davis y Thelonious Monk, el rodaje de "Al Este del Edén" de James Dean, etc. Pero, por encima de todo, 1954 fue el año en que el mundo conoció a dos monstruos con poder atómico: Elvis Presley ("The Atomic Powered Singer") y... ¡¡¡Godzilla!!! Del primero ya os he hablado largo y tendido en esta sección, de modo que esta vez le toca el turno a la gigantesca criatura nipona, que pronto volverá a sembrar la tierra de destrucción.
Quienes piensan que el Rock’n’Roll no es más que un fenómeno “musical”, jamás entenderán por qué diablos nos ocupamos de ciertos personajes en una revista que a su juicio debería estar dedicada exclusivamente a la actualidad musical. Ven mujeres con cuerpos desproporcionados, anfibios con poder atómico y cineastas sucios, y no comprenden nada. Desearían que el Popu fuese un frío catálogo de discos y conciertos. Se quejan porque no encuentran a Mike Oldfield por aquí y me preguntan qué pintan Jayne Mansfield y Blaze Starr en una revista de Rock’n’Roll; por Dios, eso es lo que yo entiendo por una pregunta estúpida, ¡ellas son el Rock’n’Roll!, el que estaría fuera de lugar en las páginas del Popu en todo caso sería el malnacido de Oldfield, y con eso no quiero decir que este individuo esté vetado en la revista, ni mucho menos, es posible que cualquier día vuelva a asomarse por estas páginas, pero es evidente que Mansfield, Godzilla o John Waters encajan más en el Popu que muermos como él. Y bien, especialmente dedicado con todo mi cariño a aquellos que hayan invertido más de cinco minutos de su triste existencia a buscar la esencia del R’N’R entre los surcos del apestoso “Tubular Bells”, ahí van otras cuatro páginas malgastadas, en donde la música va a quedar relegada a un segundo plano, y la ACTITUD va a dominar el relato. El protagonista: James Dean.
Parece inevitable, cuando un fenómeno masivo se apaga, es necesario dejar pasar diez o quince años para que las masas vuelvan a interesarse por el tema. En la pasada década todo lo que tenía que ver con los 70 se miraba con recelo. Vimos nacer y morir a un grupo ya legendario como Hanoi Rocks y a casi nadie le importó: su error: llegar demasiado pronto, faltaban todavía unos cuantos años para que el mundo volviese a aceptar a bandas influenciadas por Alice Cooper y New York Dolls. Tampoco quedaba demasiado bien hablar de Cheap Trick, los pobres Kiss subsistían arrinconados en el ghetto heavy, Travolta se veía obligado a rodar películas de aerobic, la música de Zeppelin se consideró una anticualla del pasado hasta casi finales de la década, Aerosmith perdieron gran parte de aquellos años humillados por la prensa y al borde de la autodestrucción… en fin, los ejemplos serían incontables. Y con la entrada en los 90, lo inimaginable, ¡todo es 70’s! El director del momento (Tarantino) se declara fan de Tony Manero y devuelve a Travolta a la cima de la industria, el Grunge recupera parte de la estética y el sonido de los 70, nadie se atreve a poner en duda la importancia histórica de Kiss, Sabbath, Zep y Aerosmith, los nuevos grupos versionean otra vez a Cheap Trick en los conciertos (Terrorvision el mes pasado en Zeleste 2 sin ir más lejos, con la clásica “Surrender”), se habla constantemente de Parliament-Funkadelic, por fin pueden encontrarse camisetas de “Starsky y Hutch” y hasta vuelve la fiebre “Star Wars”, con más juguetes, libros, cómics y la cuarta parte de la serie en el horizonte. Quienes amamos aquella inolvidable década tenemos motivos para sentirnos felices. Y entre todas estas inesperadas recuperaciones, destaca el retorno de una de las pesadillas de los cinéfilos serios y sesudos, un género que parecía muerto y enterrado pero que ha resurgido de sus cenizas con más fuerza que nunca: la Blaxploitation. Temblad fans de Wenders y Kieslowski, que los negrazos con gabardinas de cuero hasta el suelo y peinados afro de medio metro vuelven a reinar en la pantalla.