Dorothy Parker escribió una vez que lo suyo era tomarse un Martini, dos como mucho. Después del tercero, ya estaba debajo de la mesa, y al cuarto… debajo de su anfitrión. Con esas premisas, y haciendo gala de un humor que arañaba los buenos hábitos de la burguesía de entonces, cabe entender que la misma Dorothy se convirtiese en personaje y que su obra se leyera a menudo como la alegre guarnición de una vida dedicada al chiste ingenioso. Los años fueron pasando, y el tiempo ha revelado que esta protagonista indiscutible de las tertulias más animadas del Nueva York de entreguerras, esposa infiel y amante solícita, fue además una escritora de primer orden, capaz de resumir en pocas páginas la hipocresía de una sociedad que crecía a la sombra de un dinero recién estrenado y de unas costumbres que se caían de viejas. Así lo muestran las mujeres y los hombres que deambulan por sus cuentos, seres patéticos que lloran en habitaciones exquisitamente decoradas, flirtean con un empeño digno de mejores causas, o ríen sin ganas en la barra de un bar para olvidar que alguna vez fueron felices. Es más, basta con acercarnos un poco a esas parejas desesperadas y tiernas para darnos cuenta de que la prosa de Dorothy Parker no ha muerto. Al contrario, su protesta es más actual que nunca, su sonrisa aún nos acompaña, su amor por Nueva York cala hondo, y su ironía es el mejor de los regalos en una época de tanta perplejidad. De ahí el placer de poder publicar por primera vez en castellano la narrativa completa de una señora que supo vivir y escribir a la altura de su talento.
Esta antología que reúne la historia de la Doncella Teodor, la historia de Flores y Blancaflor y la historia de París y Viana tiene una doble significación. Por un lado, viene a cubrir la inexistencia actual de ediciones de estas obras y, por otro, da a conocer al público de hoy unos textos de enorme difusión y popularidad en la cultura medieval española y europea. El innegable atractivo de estas historias queda patente en su amplia divulgación lectora a través de los siglos. Con numerosas ediciones y versiones que actualizaban y difundían el relato para un público interesado en su consumo, aparecen, pues, como un crisol de tradiciones folclóricas, literarias y sociales que se condensan en la ficción literaria de un género narrativo sugestivo y singular.
Lessing creó al personaje de Nathan el Sabio a imagen de su amigo el filósofo judío Moses Mendelssohn. «Nathan el Sabio» es una obra de teatro escrita por Gotthold Ephraim Lessing y publicada en 1779. La obra es un fervoroso llamamiento a la tolerancia religiosa y, como tal, su representación fue prohibida por la Iglesia en vida de Lessing junto con otra de sus obras, «Los judíos». Los nazis también prohibieron su puesta en escena. La obra transcurre en Jerusalén, durante la Tercera Cruzada, y describe cómo el sabio judío Nathan, el sultán ilustrado Saladino, y un Templario (inicialmente anónimo) salvan las diferencias existentes entre el Judaísmo, el Islam y el Cristianismo. Sus principales temas son la amistad, la tolerancia, el relativismo de Dios, un rechazo rotundo a los milagros y la necesidad de comunicación entre distintos credos. La obra demuestra que no sólo los parientes cercanos de las tres religiones, sino todos los hombres, son hermanos, y que la verdad se encuentra en los lazos fraternales que unen a los hombres, y no en sus luchas e intrigas.
Año 2655… Una terrible amenaza gravita sobre la Tierra. Todos los Gobiernos y sabios del planeta unen sus fuerzas para combatir el peligro. Un cometa rodeado de una pesada atmósfera de gases mortíferos se acerca a nuestro globo, y puede aniquilar a todos los seres. Se preparan febrilmente naves espaciales dotadas de poderosas armas atómicas para detener su avance. Los más valerosos pilotos salen a su encuentro pero fracasan. Paul Rogers y Héctor Gálvez parten de sus respectivos países, Francia y España, para realizar un esfuerzo desesperado. Consiguen desviar el curso del astro amenazador y son arrastrados tras él. Así empieza la más extraordinaria aventura imaginable. Dos hombres penetran en la cuarta dimensión y vuelven a la Tierra 10 000 años después; un planeta al que no llega la luz del Sol, habitado por seres humanos que han creado una super-civilización entre los hielos. En otro lugar del sistema planetario, una antigua colonia hostil decide romper la capa que rodea la antigua habitación humana para que el calor sol la transforme de nuevo en lugar habitable. Esto amenaza exterminar a los moradores de los hielos. Estalla una lucha interplanetaria en la que Gálvez y Rogers participan.
Campo de concentración de Natzweiler-Struthof sobre los Vosgos. El hombre que acaba de llegar junto a un grupo de turistas una tarde de verano no es un visitante cualquiera: es un ex deportado que con la distancia de los años ha regresado al lugar donde fue encerrado. De pronto, frente al barracón y el alambre de espino transformados ahora en museo, el flujo de la memoria comienza a discurrir y los recuerdos afloran cargados de dolor y de emoción. Regresan el sufrimiento por el hambre y el frío, la humillación por los golpes y los insultos, la profunda pena por cuantos, los más, no sobrevivieron. Y como los fotogramas de una película, impresa en el cuerpo y en el alma, se descuelgan las infinitas vicisitudes que hablan de un horror que de ningún modo se puede explicar, pero que va unido a la solidaridad entre prisioneros, a una humanidad nunca del todo derrotada, a un deseo de vivir que incluso en circunstancias tan dramáticas nunca se pierde completamente. Escrito con un lenguaje crudo que no cede a la autocompasión, Necrópolis es un libro autobiográfico intenso y escalofriante. Y si Boris Pahor nos cuenta su experiencia para que la memoria no se pierda y la historia no haya sucedido en vano, lo que nos regala no es sólo el fiel testimonio de la atrocidad de los campos de concentración nazis, sino también un emocionante documento sobre la capacidad de resistencia y la generosidad del individuo. «Necrópolis, considerada desde hace décadas una de las obras maestras de la literatura del Holocausto, es un libro excepcional que logra combinar el absoluto del horror -siempre aquí y ahora, presente y ardiente, eterno ante Dios- con las complejidades de la historia, de la relatividad de las situaciones y de los límites de la inteligencia y la comprensión humanas» (Claudio Magris). «Un libro impactante, la visita a un campo de la muerte y el resurgimiento de imágenes intolerables descritas con una precisión deslumbrante y una excepcional agudeza de análisis» (Le Monde). «Más eficaz que una película, desgarradora y límpida como sólo un testimonio directo puede ser, Necrópolis es una obra maestra absoluta de la literatura del siglo XX. Debería enseñar a no dejar de sentir vergüenza delante de los campos de concentración. Delante de la indiferencia por el dolor de los otros. Delante de la incapacidad de respetar los derechos aun de quien no piensa como nosotros» (Alessandro Mezzena Lona, Il Piccolo). «No hay modo de evitar la mirada valiente y directa de Boris Pahor. Su nombre ha estado justamente relacionado con los de Primo Levi, Imre Kertész y Robert Antelme» (Süddeutsche Zeitung)
Cuando Hu Jintao, entonces vicepresidente de China, fue a visitar la Bolsa de Valores de Nueva York y la Zona Cero en 2002, le pidió a Henry Paulson que fuera su guía. Fue un testimonio del papel fundamental que Goldman Sachs jugó en ayudar a China a experimentar con la empresa privada.
Asimismo, tuvo acceso sin precedentes tanto a los líderes políticos como empresariales de la China moderna para responder a varias preguntas clave: ¿Cómo llegó a China a convertirse en una superpotencia económica tan rápidamente? ¿Quién realmente tiene el poder China? ¿Cómo se hacen negocios allí? ¿Cuál es la fórmula para que las empresas occidentales y los líderes políticos puedan participar, competir y ganar a China? ¿Cómo pueden los inversores occidentales generar ganancias en China?
Una «falsa novela», en palabras del propio autor, Negra espalda del tiempo comienza con la historia de la publicación de su novela Todas las almas, un libro que consiguió que sus lectores se empeñaran en confundir lo ficticio con lo real. En Negra espalda, Marías decidió convertir lo real en ficticio, creando un mundo en el que todo cabe: lo impensable y lo que trae el destino, la inverosimilitud y la gracia, la aventura y el infortunio, una bala perdida en México y una maldición en La Habana, un niño zurdo que escribe su nombre al revés, un piloto mercenario y tuerto al que la muerte siempre pasaba de largo, y los velados recuerdos de un narrador que se hace más misterioso cuanto más reflexiona y cuenta. La voz de Marías es aquí más impresionante que nunca, como si fuera «la voz del tiempo cuando aún no ha pasado ni se ha perdido y quizá por eso ni siquiera es tiempo».
Un hombre que no habla, porque ha decidido no hacerlo, llega a un pueblo muy alejado del resto de la sociedad como si buscara un retiro donde convalecer de no se sabe qué males. Enseguida los lugareños lo bautizan como Nemo. El encargado por tradición de escribir lo ocurrido en el pueblo y los demás asistentes a la bodega donde matan las horas conversando, ante el silencio de Nemo, especulan sobre el posible origen de su mudez voluntaria, pero acaban experimentando las consecuencias de su actitud expectante. Todo en la comunidad se trastoca, e incluso el propio narrador desiste de escribir y deja que los rumores, los niños completen esta historia de la progresiva extinción del lenguaje.
Sinaí Ferreira no debió haber interferido en los secretos de los Frey; por desgracia, se obsesionó locamente con uno de ellos, y haría cualquier cosa para conseguirlo. Ruso. Peligrosamente atractivo. Un prodigio. Adicto a revivir personas. Axer Frey era el último chico que una «nerd» intentaría alcanzar. Menos ella. Entre secretos, jugadas de ajedrez y una intensa tensión sexual, Sinaí descenderá al fondo de un abismo del que no querrá salir.
En Paracelso, la ninfa se presenta como una criatura de carne y hueso, creada a imagen del hombre, pero que, a diferencia de las otras criaturas no adánicas de su estirpe, puede recibir un alma si se une carnalmente con él, haciéndose así verdaderamente humana. En Boccaccio, la conjunción amorosa con la imagen, símbolo del conocimiento perfecto, aparece ya como imposible unión sexual con una imago transformada en criatura que “come y bebe”… A partir de estas sugerencias, Giorgio Agamben se abre paso, con ayuda de un rico y preciso material erudito, en el territorio de la naturaleza misteriosa y dual de las ninfas, en una indagación que le da pie para llevar a cabo breves incursiones, cargadas de potencialidades teóricas, en los ámbitos de la literatura, el cine, la historia del arte, la antropología, la filosofía, la política o el erotismo.
En Ninguna eternidad como la mía, Ángeles Mastretta nos tralada al México posrevolucionario de la segunda década del siglo XX para narrarnos la historia de Isabel Arango, una joven que emigra a México D.F. para estudiar danza.Mastretta construye con maestría un personaje lleno de pasión por el amor y la vida; una adolescente en busca de la autenticidad en un escenario pleno de seducciones pero también de peligros; una época en la que los volcanes y los gallos aún estaban al alcance de nuestros sentidos. La danza, el amor y la ciudad: tres elementos con los que la autora traza un amplio y fascinante relato en cuyo curso la escritura baila sin parar.
Antonio, ese niño humilde que con ocho años empezaba a trabajar de hormiguilla en las salinas de San Fernando, se hace adulto y se enamora de María, esa chica de la alta sociedad isleña a la que conoce en el despesque de un estero siendo aún niños. Un noviazgo que comenzó contra viento y marea. Justo el día que se declaran su amor acaece en España un alzamiento militar que terminó en una guerra civil que duró tres años y que le trajo muchos problemas a la joven pareja. Pasado ese tiempo, Antonio es obligado a engancharse en la División Azul para purgar penas. A partir de ese momento empieza un largo viaje en tren, un tren que lo llevará hasta un infierno helado del que no sabemos si podrá volver para cumplir la promesa que le hizo a María. La historia está ambientada en la posguerra española y en la segunda guerra mundial, una época dura y cruel para toda la población, especialmente para La Isla y de manera más específica para su barrio, el de Las Callejuelas. Una aventura que no le dejará indiferente, donde la hambruna, la intriga y la limpia que lleva a cabo el nuevo régimen dictatorial, le pone muy complicado el futuro a esta pareja valiente que siempre tiene que navegar contra viento y marea.
Una Gran Bretaña como nunca se ha contado. De Newcastle a Cornualles, desde las mujeres de principio del siglo veinte hasta las adolescentes del veintiuno, seguimos a un reparto interconectado de doce personajes en sus viajes personales por este país y sus últimos cien años de vida. Todas están enfrascadas en una búsqueda: un pasado compartido, un futuro inesperado, un lugar al que llamar hogar, un sitio donde encajar, una amante, una madre desaparecida, un padre perdido, e incluso, lisa y llanamente, un rayo de esperanza.Gozosamente polifónica y vibrantemente contemporánea, este es un tipo de historia gloriosamente nuevo, una novela de nuestro tiempo: festiva, siempre dinámica y absolutamente irresistible. Un rompedor estilo literario entre la poesía y la prosa que la autora define como «literatura fusión». Un texto escrito al margen de las convenciones literarias y las reglas habituales de puntuación que, sin embargo, sorprende por su fluidez y facilidad de lectura.
«No callar» aborda desde los asuntos candentes y definitorios del momento histórico en que nos encontramos (populismos, posverdad y falsas noticias, construcción del relato, capitalismo de la vigilancia, amenazas a la democracia, nuevos autoritarismos…) hasta su repercusión en el ámbito español (relectura de la Transición y la Guerra Civil, desorientación de las izquierdas, desprestigio de las instituciones, partitocracia, falta de consensos, etc.) y las manifestaciones locales de todo ello, como el secesionismo catalán. Estas «lecturas del presente», que demuestran la conciencia cívica y el compromiso de Javier Cercas, se complementan con inteligentes reflexiones sobre el valor del periodismo, la vida literaria española e internacional e inolvidables semblanzas dedicadas a personajes del cine, la música, el deporte y la literatura. El volumen es por tanto un magnífico diagnóstico del presente y a la vez un manifiesto personal sobre las cuestiones que más nos importan, escrito por uno de los autores europeos más relevantes.
«Esto no es un juicio, porque no se puede juzgar a los muertos, y Santiago Dulong murió hace diez años. Ni es la defensa imposible de una víctima, porque no se pueden reparar las ofensas a los muertos. Ni es un ensayo sobre la justicia. Sólo escribo sobre las palabras: sobre lo que apareció en los periódicos, sobre lo que reflejó la sentencia, sobre documentos legales de libre acceso, y sobre los recuerdos de las palabras que guardo de Santiago Dulong, nublados por el tiempo y por el mal olor.»
Escribí Noche en Opwijk en una capital europea de segunda línea, una de esas ciudades-pañuelo que la proa del tren ya ha dejado atrás cuando la amenaza jovial del guarda recién hace vibrar la popa aletargada en la que uno viaja. El cuento —un testimonio de su experiencia en la ciudad, por favor— fue la única contraprestación solicitada —con los modales irreprochables de siempre— por los responsables de la residencia para artistas que me habían invitado. Fue escrito, pues, en esa condición un poco límbica, puro desapego y aventura, que es la del «escritor en residencia», en un departamento céntrico que pagaban otros, bendecido por un estipendio generoso y el privilegio, casi el milagro, de no tener que hablar con nadie durante la mayor parte del día. En los ’80 eran las becas; los escritores —ciertos escritores, en especial los que manejaban con destreza la secreta guía Michelin de las universidades norteamericanas— vivían bastante agradablemente saltando de campus en campus, exhibiéndose como mascotas de un sistema educativo ávido por pavonear «creatividad». Ahora la cosa son las residencias para escritores, rubro más geriátrico pero también menos elitista. Todos los escritores pueden acceder ya a esa brochette de paréntesis que resuelve todos los dramas del escritor —dinero, tiempo, las intercepciones de la familia y la vida cotidiana— y lo enfrenta con el único imperativo para el que acaso carezca de antídoto —¡escriba!—, que los evolucionados cerebros de estas mezclas de reality show y grupo de autoayuda ya saben que deben formular, en caso de que se animen a formularlo, con extrema prudencia. Porque ¿cómo escribir cuando no hay coartada, queja ni pretexto que valgan, cuando no hay más remedio que escribir? ¿Cómo escribir cuando una combinación de filántropo naïf y de psicópata nos sirve en bandeja todo lo que siempre dijimos necesitar para escribir y nos deja a solas, como Robinson en su isla, con el deseo feroz, la supuesta pulsión que siempre acusamos al mundo de forzarnos a posponer? Algunos escritores reaccionan con pragmatismo y van y escriben. Escriben hasta por los codos, y cuando vuelven —con dos novelas listas y dos en camino— no hacen más que hablar de lo que comieron, vieron, conocieron. De lo que escribieron, ni una palabra. Otros, más tortuosos, luchan cuerpo a cuerpo con la nostalgia de la privación y su reverso, la angustia del deseo realizado, y se vuelven con una libretita cargada de forcejeos brillantes. Otros, modestos o impostores, aprovechan esos trances en que la única salida es escribir para asomarse a un vértigo delicioso, el único temblor que quizá valga la pena: dejar de escribir de una vez por todas.
En esta obra, Heine explota los temas preferidos del romanticismo —sueños, aparecidos, monstruos— pero sin la retórica engolada blandida por sus cultivadores alemanes, aportándoles un lenguaje más conciso y vital, siempre administrado con elegante tino; él y Nietzsche fueron «los primeros artistas en lengua alemana», a juicio poco modesto del segundo.
En Noches insomnes una mujer repasa su vida —la galería de personajes, los variados telones de fondo de los lugares— y elabora un cuaderno de recuerdos, reflexiones, retratos, cartas y sueños. En una vivificante fusión de hechos y ficciones, este libro lírico, endurecido y perfectamente construido, no es sólo una de las mejores obras de Elizabeth Hardwick sino una de las grandes contribuciones a la literatura estadounidense de los últimos cincuenta años.
Relaciones prohibidas, fantasías ocultas, sueños inalcanzables, lazos difíciles de romper, despertares azarosos, pasiones arrolladoras y amores sin barreras. Noches y días es una colección de nueve relatos que giran alrededor de las pasiones y los sentimientos, de la soledad y de la compañía. Los protagonistas de los relatos afrontan amores y desencuentros, tristezas y alegrías, pasiones y derrotas, pero a pesar de los fracasos la esperanza sigue allí y la sonrisa está muchas veces a la vuelta de la esquina o en la persona inesperada que descansa apoyada en la otra almohada. Los relatos se centran en esos instantes fugaces clave que en pocas horas definen, transforman y a veces redimen una vida entera.