El estruendo de las batallas fugaces y devastadoras era ya solamente olvido y mutismo. Velos de silencio, como jirones espesos de nieblas eternas, flotaban sobre aquel lugar. Y sobre todos los lugares. Sobre aquellas cosas. Y sobre todas las cosas. Sobre aquellas aguas y aquellas cumbres, sobre aquellos llanos y aquellos desfiladeros, lo mismo que sobre todas las aguas, todos los llanos, todas las cumbres y todos los desfiladeros del mundo.Era el Silencio.
Hoy en día, el sabio reinado de la Dinastía Urh permitía una larga y próspera paz a los pueblos de Ikkar. Los ejércitos habían sido virtualmente licenciados, salvo unos escasos y seleccionados cuerpos de milicia como era la Guardia Real, a la que el joven Garko pertenecía.Cierto que la misión tenía, cuando menos, un aspecto fascinante y hasta poco tranquilizador para Garko y sus hombres. El lugar a explorar no era precisamente uno de los más conocidos de Ikkar. Por el contrario, se trataba de un paraje solitario y poco recomendable, por una serie de razones históricas y geográficas.
Omicrón-2 se desperezó inesperadamente. Y terminó un sueño de siglos. Omicrón-2 no notó cansancio. Tampoco advirtió aturdimiento o torpeza en sus reacciones internas más elementales. No notó nada, para ser exactos. Era como si hubiera despertado de un simple letargo de horas. Una siesta, como le llamaban allá, en algunos lugares más al sur de donde él naciera. —El sueño ha terminado —dijo, casi con monotonía—. Hay que tomar el desayuno. Y como Omicrón-2 era eminentemente práctico y servicial, no se limitó a exponer una necesidad, sino que procedió a resolverla del modo más adecuado posible. Sencillamente, preparó el desayuno. Un momento después, estaba servido.
El proyecto había sido un absoluto fracaso que costó muchos millones de dólares a la administración norteamericana y sus resultados distaron mucho de ser lo halagüeños que la NASA y el Gobierno esperaban.Realmente, se habían perdido casi todas las esperanzas de que regresara alguno de ellos, cuando se detectó el retorno a la Tierra de la cápsula Z-ll, única que regresaba de todas las enviadas para culminar aquel ambicioso proyecto.
El gran edificio blanco ocupaba la colina.A sus alrededores, grandes extensiones de tierra aparecían acotadas por las vallas metálicas que impedían el paso a toda persona ajena a la instalación. Un sendero asfaltado, serpenteando entre los bosques de la zona, conducía hasta la entrada al recinto. Allí, una puerta accionada electrónicamente y vigilada por miembros de la Policía Militar, impedía el paso a cualquier visitante.
La historia había empezado hacía ya mucho, muchísimo tiempo. Pero eso, nadie o casi nadie lo sabía. Y los que se atrevieron a mencionarlo alguna vez, fueron tachados de locos o de visionarios.Sin embargo, un día, ocurrió lo peor. Y ese día, los incrédulos supieron que aquellos pocos tuvieron razón. Pero ya era tarde. Porque ese día, el horror llegó del mar… y el horror era la destrucción y el caos.
La primera persona en intuir la verdad fue una mujer.Las mujeres han tenido siempre una rara sensibilidad para captar aquello que los hombres, habitualmente, tardan mucho más en advertir. Ese caso no fue una excepción. Pero debe admitirse que la mujer que dio el primer paso en el camino de una serie de hechos alucinantes, no todo se lo debió a su imaginación o su sensible naturaleza.
Pero yo, cuando tomé el sobre con el sello color plata, no podía ni imaginar lo que ello significaría en mi vida… y en la de otras personas.Aparentemente, era una carta como todas las demás que acababa de entregarme mi secretaria. El sobre algo más alargado, quizá, y el color del papel de una tonalidad gris azulada. Más que de papel, parecía hecho de un material ligero, semejante a un plástico metalizado. Pero lo cierto es que se abrió con la misma facilidad al impulso de mi cortapapeles.
Todavía hoy, en muchas ocasiones, me despierto bruscamente, bañado en helado sudor, convulso, saliendo de alguna de las aterradoras pesadillas que me asaltan desde que todo aquello quedó atrás en mi vida. Y me pregunto, por unos instantes, estremecido y angustiado, si será posible que haya quedado todo en el pasado, que ya, por fortuna para mí, no pueda volver a aferrarme aquel terror dantesco entre sus heladas zarpas.
Iris miró atrás, con ojos en los que se expresaba claramente el miedo. Sus pupilas violáceas, jaspeadas y hermosas, brillaban con un fulgor cristalino, dilatadas y temerosas.Sin embargo, no había nadie tras ella. Sólo la noche. La inmensa noche cuajada de astros, nebulosas y constelaciones radiantes, destacando como hacinamiento de diamantes sobre el negro terciopelo del infinito. Allí todo se mostraba tranquilo, pacífico.Ella sabía lo engañoso que podía ser todo ello. Lo falso de esas apariencias de sosiego y paz. Detrás de esa mentira se ocultaba un horror sin límites. Algo que podía alcanzarla a ella en cualquier momento.
El comandante consultó su cuaderno de bitácora electrónico en la pantalla tridimensional.Día cinco mil seiscientos doce del período Postnuclear, centuria treinta, sector temporal boreal. Vuelo intergaláctico Cero Uno, con rumbo desconocido. Incidencias a bordo: ninguna. Nacimientos: dos. Defunciones: ninguna. Funcionamiento de la nave: normal. Situación de ruta: Cuadrante vigesimoctavo de la elipse cósmica doce. Velocidad y rumbo previstos.
Había sido un error.Un grave error. Un imperdonable y terrible error. Pero no podía acusar de ello a nadie. No podía enfurecerse con nadie, porque todo y todos estaban demasiado lejos de él para semejante expansión natural.
Rebeldes en Dhanga.
El nuevo oficial de la armada imperial, Gresh Lemmy, hijo del admirado héroe del mismo nombre, renuncia a una vida cómoda en la Tierra y se embarca en una aventura guerrera en la que confía emular las proezas de su padre.
Sin embargo, Gresh ignora que su valedor en la academia, ahora su jefe en una expedición punitiva enviada a Dhanga, tiene unos planes muy distintos; no sólo sofocar la rebelión que han iniciado sus habitantes, y el joven oficial se verá involucrado en una extraña aventura, en la que sus creencias no tardarán en tambalearse.
Los brujos de Lero.
Arh Manara, Señor de la Guerra, recurre a los fabricantes de cybors para reunir un pequeño pero invencible ejército y exterminar al irreductible pueblo cricdo de Lero, refugiado en las innacesibles montañas. Los cricdos, considerados brujos por las demás etnias del planeta, han sobrevivido gracias a sus poderes paranormales; pero sus líderes saben que no podrán enfrentarse a los nuevos guerreros de su secular enemigo, y para vencerlos recurren a la ayuda del científico terrestre Burt Corrigan.
Huida a las estrellas.
Uno de los poderes del Imperio se basa en la comunicación instantánea, imprescindible para mantener un férreo dominio en mil mundos y contener el avance de sus enemigos de más allá del Borde.
Un grupo de descontentos técnicos del Centro de Comunicaciones urde un plan para debilitar al Imperio. Paul Jordans, uno de los conspiradores, sueña con la libertad que él y sus compañeros sólo podrán alcanzar en un mundo distante, alejado de las influencias del Imperio y del Borde.
Intriga Galáctica.
Tras las cruentas guerras contra los humanoides de Neuj, Kent Lachman, un agente a las ordenes de Kanaan, Visitador Imperial de las Marca de los Gemelos, es obligado a infiltrarse en la comunidad de Lorgan, un mundo perteneciente al protectorado de Faye, en apariencia sin valor estratégico; pero guarda un secreto que podría debilitar aún más los ya tambaleantes pilares del poder absoluto que emana de la Tierra.
Motín en el espacio.
La paz y la tranquilidad de aquel mundo agrícola, habitado por una pequeña comunidad humana, se ven perturbadas por la llegada de un poderoso acorazado del Imperio, el Visnú, al mando del comandante Regan. La capitana Garh, jefe de las tropas de asalto, necesita cubrir las bajas que han sufrido en un enfrentamiento con los insurrectos de un mundo hostil al Imperio, y para ello no duda en secuestrar a unas docenas de aborígenes, entre los que se encuentra Lars Nolan.
Esclavo del Imperio.
Lorena, hija del mercader Lagnon, conoce la triste historia de Lan Dioh, liberado del planeta Ergol por un hombre llamado Volkar, quien pide al padre de Lorena que los lleve en secreto hasta la Tierra. Según Volkar, Lan es hijo de su hermano, un importante personaje de la Corte Imperial. Lan, con la ayuda de Lorena, irá descubriendo que alrededor de él se ha montado una compleja intriga palaciega, cuyo fin no es otro que el derrocamiento del actual Emperador.
Cita en el futuro
Sólo tenía como nombre unas letras y unos números, pero se consideraba un hombre libre, aunque fuera un soldado de las temibles brigadas IRE que iban de un mundo a otro con la misión de afianzar el dominio, ya tambaleante, de un imperio decadente.
Un extraño accidente le convierte en un avatar, cuando es proyectado a un mundo que no reconoce, en un futuro extraño, y en él descubrirá que vuelve a ser un hombre cuyo destino puede controlar.
Traición en Urlanka
Los humanos arganes y los humanoides ghaloritas constituyen dos naciones que mantienen una guerra sin cuartel por el control del planeta Urlanka. La aparición de una amenaza común, el comienzo de la invasión del planeta por los lankeis, que ya han establecido una cabeza de puente en la fértil y disputada zona de Erdho, justificará la alianza de las dos naciones en guerra. El recién ascendido a general del ejército de Arga, Dhal Darkes, tendrá que hacer frente casi en solitario a los múltiples peligros que acechan a su pueblo.
El mercenario Cristian Falcón, junto con algunos de sus compañeros, recibe en la Roma actual una propuesta fabulosa para participar en una misión secreta en un lugar indeterminado. Una vez aceptada son trasladados al futuro de la Tierra, en el momento en que el Imperio se encuentra en absoluta decadencia. Aparentemente la mayor parte de los datos y claves de la misión son ignorados incluso por el Consejo Terrestre, que ha sido quién ha contratado a los mercenarios. La misión tiene un primer destino en el planeta llamado Lamurnia, donde ha desaparecido un grupo enviado anteriormente y que estaba capitaneado por Juárez, antiguo jefe de Cristian.
Los guerreros del tiempo II
Laya, miembro del Consejo Terrestre, y jefe de la misión de los mercenarios a Ertigia, parece saber más de lo que reconoce sobre el secreto que guarda ese planeta.
El descubrimiento del secreto, que constituye para ella una verdadera obsesión, y la alianza con los rebeldes danghanitas, de la que es la principal valedora, son los elementos con los que cuenta para la realización de sus ambiciosos proyectos.
Los mercenarios de las estrellas
Durante los siglos de la Edad Oscura, Nebelet, un Mundo Olvidado, había estado aislado; ahora, a punto de ser abierto a la galaxia, paso previo a su incorporación al Orden Estelar, iba a cambiar su forma de vida, y cesaría la guerra entre las dos naciones. Pero antes el mercenario Mat Delmont ofrecerá sus servicios a Dagmahal, líder de una de las facciones en lucha, sin que por ello esté dispuesto a renunciar a sus propósitos ocultos.
El Poder Estelar
En un mundo olvidado que se debate en la más oscura de las edades tras la caída del Imperio, un caballero llamado Dole de Taran y un extraño objeto caído de los cielos, un cilindro que contiene una mujer de increíble belleza, inconsciente o muerta, componen el escenario del inicio de una sorprendente aventura en la que rufianes y hombres con honor pelearán por desentrañar los misterios del Poder Estelar.
Mercaderes del espacio
La misión de Dan Cuertes no podía ser más peligrosa. Tenía que descubrir las intenciones de los jefes de las organizaciones comerciales, y desbaratar sus intrigas con la ayuda de los observadores que vigilaban el planeta Corinha. Nada iba a ser fácil en aquel Mundo Olvidado sumido en el atraso, las supersticiones y las ambiciones de quienes pretendían continuar gobernándolo con el mismo despotismo que durante la era imperial lo hicieron sus antecesores.
El protagonista es Gresh Lemmy, un joven teniente recién graduado en la Academia Imperial de la Tierra, hijo de un militar fallecido heroicamente en defensa del imperio. Esta circunstancia le concede el privilegio de elegir su destino, lo cual hace optando no por un puesto cómodo en las proximidades de la corte, sino por uno en el remoto planeta Dangha. En realidad desconoce todo acerca de este planeta, salvo que en él podrá servir lealmente al emperador al igual que lo hiciera su padre. Pero, ¿por qué precisamente Dangha? Pues porque ha sido incitado a ello por un ex-profesor suyo que, renunciando a su cargo, ha solicitado asimismo destino en este planeta, ofreciéndole su protección...