La figura de Hipólito Yrigoyen está indisolublemente ligada a una etapa de profunda transformación de la realidad argentina. La historia reconoce en él al protagonista del proceso de quiebra del monopolio del poder que ejercía la minoría oligárquica consolidada al compás del auge económico de las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del XX, proceso que condujo a una efectiva democratización de la base política del Estado. Félix Luna recrea en su libro las circunstancias personales y políticas del líder radical: su militancia inicial en el autonomismo, su paso por la docencia, influido por el ideario krausista, su participación en la revolución del Noventa, todavía bajo la sombra de Alem, los fallidos intentos revolucionarios de 1893 y 1905, la paciente labor de organización que le permitiría alcanzar la presidencia de la Nación y entrar en el tiempo de las grandes realizaciones, aquellas que, en palabras del autor, hacen que Yrigoyen viva, «como viven los personajes cuyo quehacer no lo fue para un momento, sino para siempre».
La revolución del 6 de septiembre de 1930 puede ser vista como un intento de restauración de la Argentina conservadora, como una revancha de los viejos sectores dirigentes desplazados del gobierno en 1916 por el radicalismo; no cabe duda de que lo fue en buena medida. Pero también es posible abordar el ciclo histórico abierto con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen desde otro punto de vista, para descubrir en él tendencias más profundas y persistentes, entre ellas una muy significativa, el ocaso de las prácticas políticas tradicionales. Se trata, dice Alberto Ciria, de «un proceso dinámico», el de «la declinación de los partidos políticos frente a otras fuerzas que cubrían sus claros». No es casual, por lo tanto, que en Partidos y poder en la Argentina moderna, además de realizar una cuidadosa descripción de los acontecimientos más relevantes del período 1930-1946, Ciria dedique singular atención al estudio de los llamados factores de poder y grupos de presión —fuerzas armadas, Iglesia, sindicatos, grupos económicos—, cuya creciente influencia en los mecanismos de decisión pasaría a convertirse en un dato irreversible de la estructura política argentina.
La actividad ganadera fue durante largo tiempo la principal fuente de riqueza del país y prácticamente la única en generar bienes exportables; determinó las modalidades de apropiación de la tierra y los patrones de asentamiento de la población en la región pampeana, y a su calor se constituyó una clase terrateniente que ha venido jugando un papel decisivo en la historia argentina.El libro del ingeniero Giberti vio la luz en 1954, convirtiéndose rápidamente en un clásico; la presente versión, revisada y actualizada, se publicó por primera vez en 1981. Las distintas etapas atravesadas por la ganadería en nuestro país —las vaquerías, el saladero, el ciclo del lanar, el frigorífico— son objeto de un clarificador análisis, que no sólo ilumina las bases económicas y técnicas en las que se ha ido asentando sucesivamente el sector, sino que aporta elementos fundamentales para la comprensión del complejo entramado social y político que se fue articulando en cada momento histórico en torno a este elemento clave de la economía nacional.
Al estudiar las actividades de los jesuitas en el Río de la Plata, el investigador sueco Magnus Mörner se coloca en el centro de una trama sumamente compleja: en efecto, el análisis del funcionamiento del Estado misionero administrado por la Orden remite de inmediato a cuestiones más generales, relacionadas no sólo con el papel de la Compañía en el ordenamiento colonial, sino con el esquema global de implantación española en la región.Desfilan por la obra de Mörner acontecimientos que dejaron una duradera impronta en la historia rioplatense: los comienzos de la organización de la provincia jesuítica Paracuaria, en los albores del siglo XVII, las tensas relaciones con los encomenderos españoles, los choques militares con las bandeiras portuguesas, el período de consolidación del Estado misionero. El post-scriptum, especialmente escrito para la edición española, examina la colisión de los jesuitas con el remozado aparato administrativo borbónico, proceso que remataría en 1767 con la expulsión de la Compañía de los dominios del rey de España.
La primera edición de la Radiografía de la pampa, ensayo histórico-sociológico, según la definición del propio autor, data de 1933. Una fecha muy significativa, momento en el que el hundimiento de las esperanzas en el progreso económico indefinido que habían dado el tono a cinco decenios y la quiebra del proyecto democratizador impulsado por el yrigoyenismo constituían un acicate para la indagación sobre las raíces profundas del drama argentino.Implacable cuestionamiento de una serie de postulados que poco tiempo atrás hubieran parecido inatacables, y a su vez objeto de severas criticas por parte de generaciones posteriores de intelectuales —«subjetivismo», «irracionalismo», «fatalismo telúrico» han sido algunos de los calificativos que se han esgrimido contra el pensamiento de Martínez Estrada—, la Radiografía de la pampa representa un hito que no se puede ignorar en la reflexión de los argentinos acerca de su identidad como pueblo y como nación.
Un período de nuestro pasado caracterizado por la rápida modernización de la economía y la concentración de la autoridad política, el que se abre con el ascenso de Nicolás Avellaneda a la presidencia, en 1874, y se cierra en 1916 con la victoria electoral del radicalismo, constituye el tema del presente volumen, publicado originalmente como parte de la Historia argentina que dirigió Tulio Halperín Donghi. Ezequiel Gallo examina las etapas iniciales del proceso de consolidación política, enmarcadas en una economía que transita de la fase depresiva iniciada en 1873 a otra de expansión que se extiende a lo largo de la década del ochenta, consolidación y expansión resultarán gravemente amenazadas por la crisis de 1890. Roberto Cortés Conde estudia la rápida recuperación y el vertiginoso crecimiento posterior, apoyado fundamentalmente en el auge de la agricultura cerealera. En el orden político, por su parte, se hará necesario ensayar esquemas de creciente complejidad para absorber las presiones de los grupos que no se conforman con la perpetuación de un sistema autoritariamente dirigido desde su cúspide.
La figura de Marcelo T. de Alvear ha quedado claramente vinculada, en la visión de las generaciones actuales, a algunos de los momentos más bajos de la trayectoria histórica del radicalismo. Su mandato presidencial representó un freno para el impulso reformista que Yrigoyen había dado al país; su actuación posterior estuvo signada por una actitud claudicante ante el rumbo antidemocrático que tomó la política nacional en los años treinta.Colocándose frente al personaje en una actitud francamente critica, Félix Luna no deja por ello de presentarnos una imagen matizada. En la década de 1930, ha dicho, «Alvear centró la lucha del radicalismo contra el fraude electoral. Pero esta lucha implicaba el cuestionamiento de la concepción del país impuesta por las fuerzas conservadoras; y es aquí donde Alvear padeció una serie de contradicciones derivadas de la insuficiencia de su ideología, así como de las raíces de su propia personalidad. Lo que este libro intenta describir, en consecuencia no es solamente una etapa de nuestra historia contemporánea, sino también el drama de un personaje, admirable por muchos motivos, pero cuya acción fue condenada al fracaso por las limitaciones que lo neutralizaron».
El tema central de este libro, que el abogado y periodista Álvaro Abós escribió en España entre 1978 y 1980, es el de los vínculos que las organizaciones obreras han mantenido con el peronismo en el período que va de 1946 a 1976. Una cuestión a todas luces fundamental para la comprensión de nuestro pasado inmediato y nuestra realidad actual: en efecto, las características y el significado de la acción de los sindicatos resultan ininteligibles si no se focaliza la atención en los lazos que asocian al gremialismo con el movimiento peronista.Partiendo de este núcleo fundamental, Abós pasa revista a la evolución histórica del sindicalismo argentino, a las diversas formas de organización gremial, a las múltiples funciones que los sindicatos desempeñan en relación con la sociedad en su conjunto y en el ámbito más restringido de las empresas, a los problemas de la legislación sindical. En su último tramo, el texto se interna en el análisis de aspectos sumamente polémicos, tales como la burocratización de los cuadros sindicales y las relaciones del movimiento obrero con el Estado.
Hasta no demasiado tiempo atrás, la mayor parte de los trabajos especializados y de divulgación acerca de temas sindicales coincidían en presentar al peronismo como un fenómeno que dividía la historia del movimiento obrero argentino en dos fases casi diametralmente opuestas. Por mucho que pudieran diferir los juicios valorativos sobre los sindicalismos preperonista y peronista, pocos dudaban de que entre ambos mediara una profunda brecha. Hiroshi Matsushita, docente de la universidad de Tokyo que ha vivido e investigado durante varios años en nuestro país, se coloca en una perspectiva distinta. Aunque, en su opinión, hacia 1944 se produjo un viraje radical en la relación que venían manteniendo sindicatos y gobierno, le interesa resaltar los elementos de continuidad que se perciben entre ciertas orientaciones obreras emergentes en la década del treinta, en particular en torno al problema nacional y a los vínculos entre sindicalismo y política, y las que prevalecieron desde los comienzos de la era peronista. Un enfoque que avala con gran acopio de información y un cuidadoso tratamiento de la misma, dando, además, un brillante ejemplo de la capacidad de algunos estudiosos extranjeros para lograr una percepción ajustada de una realidad a la que, en principio, pudieran parecer totalmente ajenos.
Dado por primera vez a imprenta en 1942, reeditado —en una versión considerablemente ampliada, la que ahora se incluye en esta colección— casi tres décadas más tarde, el estudio de Adolfo Dorfman sobre la evolución de la industria argentina se ha convertido en un clásico, punto de referencia indispensable tanto para los especialistas en historia económica como para los lectores deseosos de acercarse al tema. El tratamiento claro y preciso, apoyado en una abundante documentación, que Dorfman hace de una cuestión clave, la de la industrialización de nuestro país, en una etapa decisiva, la que se extiende hasta los años treinta del presente siglo, explica el gran interés que reviste la obra. Un interés que, como el propio autor lo señala, no se agota en la información acerca de hechos pretéritos: «El objeto último de todo estudio histórico no puede limitarse al mero conocimiento del pasado… Conocer para actualizar y vitalizar el presente, conocer para obrar, modelar, dirigir el futuro; he ahí las razones esenciales de todo conocimiento humano. Y la historia del desenvolvimiento industrial argentino, mero jirón de la magnífica tela de la historia, no puede escapar a esa ley ineludible».
Interrogarse acerca del peronismo es una tarea que no remite solamente al estricto ámbito cronológico de su surgimiento y evolución sino que se vincula con ciertas claves profundas del último siglo de nuestra historia. De allí que, en palabras del autor, el punto de arranque del libro no sea resultado de una arbitrariedad, puesto que «1880 es el comienzo de la moderna historia nacional; antes de esa frontera, la patria no era un acontecimiento suficientemente cristalizado. Allí cobró su perfil definitivo… Y el peronismo es, antes que otra cosa, una suerte de resumen fortísimo de ese perfil». Mas allá de ello, captar el sentido del peronismo a través de sus transformaciones constituye el objeto central del trabajo de Horowicz. «El primer sentido —dice— está dado por la falta de unidad… por la existencia encadenada (política y cronológicamente) de sucesivos peronismos. Nosotros contabilizamos cuatro: el primero surge el 17 de octubre de 1945 y cae el 16 de setiembre de 1955; el segundo abreva en las luchas de la resistencia y culmina con el retorno del general Perón el 17 de noviembre de 1972, el tercero cristaliza con la victoria electoral del doctor Héctor J. Cámpora y concluye con la muerte de su fundador el cuarto es el resultado del gobierno isabelino y de algún modo sobrevive, herido de muerte y de vida, hasta hoy».
¿Por qué la Argentina gozó durante las tres primeras décadas del siglo de una estabilidad institucional poco común en Latinoamérica y porqué la frecuencia de la intervención del ejército en la escena política a partir de 1930? La búsqueda de modelos interpretativos adecuados para comprender estos fenómenos remite a un campo de problemas de suma complejidad. El investigador francés Alain Rouquié considera, al respecto, que ninguna teoría sobre el militarismo en general o acerca del militarismo latinoamericano en particular puede por si sola proporcionar las respuestas correctas para el caso argentino. Partiendo de esta premisa su ensayo se interna en un terreno histórico concreto: las fuerzas armadas, con la composición social, estructuras organizativas y sistemas de valores que les son propios, son analizadas en su interacción con la sociedad global en cada coyuntura particular. De tal modo, el presente libro rebasa el marco específico del estudio del problema militar para convertirse en una importante contribución al conocimiento de la Argentina contemporánea y de sus recurrentes crisis políticas.
Las transformaciones producidas en las dos últimas décadas del siglo XIX y las primeras del actual imprimieron a la Argentina características tan perdurables que muchas de ellas pueden reconocerse todavía en el país de hoy. «Varios estudios de carácter predominantemente descriptivo —dice Alfredo Pucciarelli— ya han destacado los rasgos más notorios del crecimiento económico operado en aquella época. Otros han intentado profundizar el análisis, pasando los datos empíricos por el tamiz de las concepciones económicas desarrollistas o… las teorías funcionalistas sobre el proceso de modernización. Sin embargo, tanto unas como otras han mostrado en el plano teórico explicativo… signos definitivos de agotamiento». El presente ensayo procura situar el problema sobre bases distintas, partiendo del estudio de la naturaleza y evolución de las clases y fracciones de clase en el ámbito agrario para «redefinir tanto el perfil estructural de la sociedad argentina en la etapa examinada como las fuerzas sociales que su dinámica pone en movimiento». Ello, espera el autor, permitirá en el futuro estudiar desde otra perspectiva la historia del período y reconceptualizar la relación establecida entre las principales fuerzas sociales y los movimientos políticos.
El nombre de La Forestal, con el que habitualmente se conoce a la empresa que en 1906 inició sus actividades en nuestro país como «Compañía de tierras, maderas y ferrocarriles La Forestal Ltda.» continuándola más tarde bajo sucesivas denominaciones, sintetiza por sí solo un largo capítulo de la historia del norte santafesino. Una trayectoria que arranca de las primeras cesiones de tierras, en los albores de la década de 1880, y el comienzo de la explotación del quebracho colorado, que continúa con la formación de la compañía y la expansión de sus propiedades hasta constituir un latifundio de cerca de dos millones de hectáreas, que incluía una constelación de pueblos cuya vida entera giraba en torno a la fábrica de tanino y estaba sometida al arbitrio de la empresa; y remata, en los años cincuenta y sesenta del presente siglo, con la crisis del sector, el cierre de fábricas y el vaciamiento económico y humano de la región. Algo más que la historia de una empresa, entonces, pues ella se convirtió, en palabras del autor «en obsesionante símbolo de exterminio de riqueza forestal y de bárbara explotación del hombre» y también algo más que un episodio aislado, dada su íntima vinculación con «el drama general de la tierra argentina».
A lo largo de la última década y, en particular, bajo el régimen militar que rigió el país entre 1976 y 1983, el capitalismo argentino experimentó una profunda reestructuración. Algunos de sus aspectos son relativamente bien conocidos: los mecanismos Financieros adquirieron un papel privilegiado en el proceso de acumulación, la industria dejó de ser el factor dinamizador de la actividad económica, las pequeñas y medianas empresas perdieron posiciones en beneficio de las grandes firmas oligopólicas, los asalariados se vieron sometidos a un acentuado deterioro de su nivel de ingresos. Menos claridad existe, en cambio, acerca de la estructura del nuevo poder económico que ha emergido de este proceso, y en tal sentido se orienta el presente estudio de los economistas Daniel Azpiazu y Eduardo M. Basualdo y el sociólogo Miguel Khavisse. El análisis, que se apoya en un cuidadoso estudio de casos, destaca ciertos cambios sumamente significativos que se han producido dentro de los propios sectores oligopólicos, en especial el avance de grupos ampliamente diversificados que controlan un gran número de empresas industriales y no industriales. Se trata, a juicio de los autores, de la instalación de un nuevo bloque social hegemónico, cuyos intereses definen hoy el rumbo de la economía argentina.
Nacido en Buenos Aires en 1834, Ángel Justiniano Carranza cursó estudios de derecho, graduándose con una tesis sobre La libre navegación de los ríos. Desempeñó a lo largo de su vida numerosos cargos públicos y comisiones oficiales: relator del tribunal supremo de justicia, juez de primera instancia en lo criminal, miembro de la comisión clasificadora de la deuda de la Confederación, presidente de la comisión liquidadora de la deuda de la Independencia y del Brasil, miembro de la comisión científica exploradora del Chaco Austral, auditor de guerra de la campaña militar del Chaco, jefe de la comisión científica de reconocimiento del río Juramento, auditor general de Marina de la Nación, entre otros. Murió en Rosario en 1899. Entre sus trabajos cabe destacar Las campañas navales de la República Argentina en cuatro volúmenes, El general Lavalle ante la justicia póstuma, Campaña del Chaco Austral y Cuestiones de limites en América. La primera parte de La revolución del 39 en el sud de Buenos Aires fue dada a conocer en 1880; la publicación de la segunda finalizó más tarde en la Revista Nacional. A pesar de que la muerte del autor dejó trunca la obra y del tono por momentos muy poco objetivo, apasionadamente antirrosista, que el texto exhibe, La revolución del 39 reviste gran interés para quienes deseen aproximarse a la historia de los «Libres del Sur».
Florentino Vezga (1833-1890) fue el secretario de la Sociedad de Naturalistas Neogranadinos, institución que, durante algún tiempo, se dedicó a estudiar y a recoger información sobre la flora y fauna de la geografía nacional. Los jóvenes pertenecientes a esta sociedad, animados por el espíritu de la Expedición Botánica, continuaron la labor iniciada en el siglo XVIII por Mutis y sus colegas. Por ese motivo, Vezga escribe esta obra en la que da cuenta de la historia de la empresa científica de Mutis y su labor alentada por el propósito de: «descubrir el virreinato bajo todos sus aspectos físicos y sociales y difundir buenas ideas en la masa del pueblo». En este título, Vezga relata la historia de la Expedición desde sus inicios, con la concesión de la cédula real y la organización del grupo de trabajo, hasta el fallecimiento de Mutis y posterior disolución de la empresa. El autor analiza el impacto de la Expedición en el estudio la botánica dentro de los territorios americanos y, paralelamente, expone las circunstancias que afectaron el funcionamiento de la misma: el carácter de los integrantes de la Expedición y sus formas de relación dentro y fuera de la academia; la política y la influencia de las luchas independentistas en el retraso de las labores investigativas, y finalmente, el legado de los principales académicos –como Caldas y el propio Mutis– tanto en el campo de la ciencia como en periodismo y otras áreas del conocimiento.
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Big three. La mayor rivalidad de la historia del deporte. Big Three es el único libro que narra la mayor rivalidad deportiva de la historia, la que enfrenta a los tres mejores tenistas de todos los tiempos: Roger Federer, Rafa Nadal y Novak Djokovic. Durante dos décadas, los protagonistas de este libro han dominado con gran autoridad el circuito ATP, disputándose los Grand Slams, las grandes competiciones y el número uno del ranking mundial. En una batalla física y psicológica sin precedentes, han deleitado a los aficionados con duelos inolvidables que será difícil que volvamos a vivir. Carlos Báidez analiza en Big Three los entresijos de la ya legendaria rivalidad de los tres mayores genios de la raqueta. Un recorrido detallado desde su infancia hasta su lucha actual por ser el mejor tenista de siempre. En el camino, nos muestra el rostro más humano de Federer, Nadal y Djokovic, además de permitirnos revivir sus momentos de mayor gloria y sus derrotas más sonadas. Una obra imprescindible para cualquier aficionado al deporte, que aporta innumerables argumentos y datos para que el lector pueda decidir quién es, en su opinión, el mejor tenista de la historia.