Un autor consagrado, completamente integrado al medio burgués que tanto criticó en sus años estudiantiles, busca el perdido trato con Kornél Esti, su gran amigo de juventud. Al contrario de lo que le ha sucedido a nuestro escritor, Kornél Esti no ha triunfado, sigue siendo un bohemio, un iconoclasta y un rebelde. Y, también al contrario de lo que le ocurre a nuestro narrador, prefiere vivir a escribir; prefiere la experiencia a la escritura. Tales diferencias son la base del trato que se establece entre ambos amigos: uno vivirá y el otro escribirá lo que el primero le cuente. Las vivencias de Kornél Esti, que procuran al protagonista el conocimiento de la belleza y de la crueldad, de lo terrible y de lo banal, de la grandeza del hombre y de sus la miserias, están narradas en un tono grotesco, no exento en ocasiones de comicidad, que acentúa la profundidad de la visión que Dezsö Kosztolányi tenía del alma humana, y, a la vez, nos muestra la modernidad de la obra de este gran clásico de las letras húngaras del siglo XX.
Bartleby es más que un artificio o un ocio de la imaginación onírica; es, fundamentalmente, un libro triste y verdadero que nos muestra esa inutilidad esencial, que es una de las cotidianas ironías del universo.
La elaboración, en Kafka, es menos admirable que la invocación. El argumento y el ambiente son lo esencial; no las evoluciones de la fábula ni la penetración psicológica. De ahí la primacía de sus cuentos sobre sus novelas; de ahí el derecho de afirmar que esta compilación de relatos nos da íntegramente la medida de tan singular escritor.
Dick Young, el narrador de esta novela, es un hombre desencantado con su vida y su trabajo, casado con una viuda estadounidense que tiene dos hijos y quiere llevárselo a Nueva York a dirigir una editorial. Un compañero suyo de la universidad, profesor de biofísica, les presta su casa de Cornualles para que pasen el verano, pero en realidad la invitación tiene segundas intenciones: quiere que su amigo sea un conejillo de Indias para una nueva droga que ha inventado y que tiene el extrañísimo efecto de propiciar viajes al pasado. Así, al tomarla, Dick se encuentra de pronto en el siglo XIV, testigo invisible de una serie de intrigas y amoríos en una cruel comunidad feudal. Después de la primera conmoción, la atracción de ese otro mundo se muestra irresistible y disfruta de convertirse en «un intruso en el tiempo» y de deshacerse de las responsabilidades del presente. Fascinado por lady Isolda Carminowe, una dama que cae en desgracia, no ve el momento de volver junto a ella, pero la doble vida que lleva no tarda en causar sus estragos: no solo tiene que ocultar sus viajes, sino que empieza a confundir ostensiblemente ensoñación y realidad.
La Casa de la Orilla esboza con todo detalle no solo una trama histórica sino la experiencia de un hombre que se evade y se reafirma al mismo tiempo, con dramáticas consecuencias. Es quizá una de las novelas más imaginativas y misteriosas de Daphne du Maurier.
«Vivo de verdad no está nadie, ésas son ilusiones de los tontos. Día con día nos estamos muriendo todos de a poquito. Vivir es morirse. Y morirse, en mi modesta opinión, no es más que acabarse de morir». Novela en que el pasado y el presente se funden en el futuro de la muerte, La Rambla paralela palpita con el pulso de un relato alucinado. En su desesperación por rescatar lo que sólo existe en su memoria de muerto, el cadáver ambulante que la cuenta nos lleva de la mano por una Barcelona abrasada en el calor que a veces es Medellín y a veces México. Vallejo es un excelente narrador que nos arrastra de una frase a otra cortándonos el aliento. Para él no existen las leyes del tiempo y el espacio, y en esta incontenible narración palpitan la verdad y la fuerza de un poeta de voz honda e inolvidable. A pesar de su rabia y su furia, este libro tiene una ternura nostálgica que nos deja entrever que aunque el paraíso alguna vez existió ya lo hemos perdido para siempre.
Peter Sinclair se encuentra en una situación caótica. Recientemente ha perdido su empleo y, en consecuencia, su vivienda. Además, ha dejado a su novia «de toda la vida». Un amigo de su padre le hace un ofrecimiento: podrá habitar en una casita en las afueras con la condición de arreglarla para que sus propietarios puedan ocuparla pasados unos meses. Allí encerrado y sumido en un estado de desorientación vital, Peter decide comenzar a narrar su vida para aclarar así sus ideas. De esta manera empieza su obra, una obra dentro de la obra. Poco a poco tal narración va adoptando tintes ficcionales hasta que, poco a poco, comienza a transitar en un mundo totalmente imaginario. Christopher Priest nos narra, a dos bandas, la vida «real» del joven y la vida del ser de ficción que Peter Sinclair está creando con su narración. Con el avance de la trama veremos al protagonista perder el norte, comenzar a confundir su identidad real con la identidad creada y así empezaremos, incluso, a sospechar de su propia narración. Veladamente asistimos a un galopante trastorno mental, yo diría esquizofrenia, del protagonista. Sin embargo, el autor prefiere abordar estos padecimientos desde la perspectiva existencial y omitir toda referencia al trastorno desde la perspectiva patológica. Actitud muy sabia, por cierto. «La afirmación», que contiene un sutil desenlace, es una interesante indagación sobre la identidad, la memoria que la solidifica y la perspectiva desde la que asistimos a nuestra propia existencia. La obra de Priest, para muchos la mejor de su abundante producción, es una joya en lo que a brillantez narrativa se refiere y presenta problemas que no son ajenos al mundo de la filosofía.
Un hombre agoniza completamente solo en un hospital de terminales. En el trance de la muerte rememora toda su existencia. Ha sido una vida dura pero él no ha sido ningún inocente. La intriga hace de hilo conductor y de excusa para entrar de lleno en muchos aspectos del alma humana: el amor, el sexo, el sentimiento de culpa, las relaciones familiares, la religión, el afán de poder… El autor ha realizado una profunda investigación buceando en las entrañas de una de las instituciones históricas y universales más poderosas y, a la vez, de las más desprestigiadas de nuestro tiempo, y ha tejido una trama imaginaria pero posible en la que retrata fielmente el ambiente real de una parte de la misma. Arnau de la Torre nos recuerda y advierte en las primeras páginas que “hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece”. No es una advertencia vana. Asistimos al descenso imparable del anti-héroe a la degradación más infrahumana y al escándalo que ello supone. La maestría narrativa del autor combina su conocimiento exhaustivo de los entresijos eclesiásticos y del mundo gay para ofrecernos el retrato de una persona que podría vivir a nuestro lado. Este libro tiene varios niveles de lectura: el superficial de quien se queda en la mera anécdota, el nivel medio de quien analiza la personalidad del protagonista, y el superior de quién aparte de fijarse en todo lo anterior se plantea preguntas teológicas y morales.
Zenobia y Edward se conocen en un congreso en Viena. Pero siempre queda un misterio en Zenobia que no quiere desvelar de su pasado. Es precisamente la lejanía el motivo que más puede aproximar a las personas, con la paradoja de que nadie es exclusivo. Por la fuerza de la distancia ella desarrolla una personalidad dual, un abismo blanco, como flotar en el vacío, porque descubre que si cae en la tentación de sincerarse acabaría por perderle.
En esta obra se narra la historia de Virgínia, su vida en la Granja Quieta donde ha nacido, su relación particular con sus padres, su hermana mayor Esmeralda pero, sobre todo, con su hermano Daniel, a quien admira y ama y con quien lo une un juego de poder y sumisión. El pasaje de la Granja a la ciudad, la transformación de niña a mujer y el descubrimiento del amor y la sexualidad, el vacío en su vida, el regreso a la Granja… todo narrado desde un punto de vista exterior a Virgínia, pero tan íntimo y tan concentrado en sus sensaciones que parece por momentos una primera persona muy bien lograda. Clarice Lispector definió a ‘La araña’ como «un libro triste, un libro triste que me dio un placer enorme escribir». Publicada en 1946, ésta, su segunda novela, confirma a la excepcional narradora que ya se había anunciado en su primer libro, ‘Cerca del corazón salvaje’.
Detrás de la puerta, ella lo ve todo.
Todos los días friego la preciosa casa de los Winchester de arriba abajo. Recojo a su hija del colegio y preparo deliciosas comidas para toda la familia antes de subir a cenar sola en mi minúscula habitación del piso superior.
Intento no prestar atención a Nina cuando lo ensucia todo simplemente para ver cómo lo limpio. A las extrañas mentiras que cuenta sobre su propia hija. A su marido, que cada día parece más abatido. Pero cuando miro a Andrew a los ojos, castaños, encantadores y llenos de dolor, no me resulta difícil imaginar cómo sería vivir en la piel de Nina. El gran vestidor, el coche de lujo, el esposo perfecto.
Hasta que un día no me resisto a probarme uno de sus maravillosos vestidos blancos. Solo quiero saber qué se siente. Pero ella pronto lo descubre, y cuando me doy cuenta de que la puerta de mi habitación solo se cierra por fuera ya es demasiado tarde.
Algo me reconforta: los Winchester no saben quién soy en realidad.
Martín Tregua escribe sus memorias a Beatriz, quien para él simboliza el ideal de belleza interior, y a la que exalta como lo hiciera Dante con su amada. Martín es escritor y no sólo cuenta los hechos y las circunstancias de su vida como tales, pues, además del aspecto puramente anecdótico, presenta lo que interiormente significa cada uno de los seres encontrados en su recorrido por diferentes lugares y épocas.
Unos jóvenes cubanos han fundado “El Club de los Suicidas”, para entrar hay que haberse cortado las venas al menos una vez. Las actividades del grupo son estrictamente secretas.Los vecinos los miran con la sospecha empozada en los ojos y los profesores intentarán averiguar de qué tratan sus reuniones.La sección masculina se deleita con otras actividades aún más secretas que las de “Los Suicidas”.
Sofía y Rosario son dos compañeras de colegio que abren a través de sus relatos, la historia de una clase, de una cultura, de una religiosidad, de una noción de familia y de un país fracturado socialmente. La buena educación es una narración que explora dos perspectivas de lo femenino y la sexualidad, y que se sumerge en lo más profundo del espíritu que anima la relación de dos amigas a través del tiempo. Amanda Teillery construye una novela emotiva y profunda, llena de detalles que revelan cómo la frágil belleza de los momentos pasados es una suerte de esperanza para superar cualquier ridícula imposición moral.
La convivencia de un grupo de personas que deciden llevar a cabo una experiencia de vida comunitaria permite a Iris Murdoch hacer una exploración filosófica sobre el origen de la moralidad y de los comportamientos humanos a través de la confrontación entre los impulsos carnales y los religiosos. A la sombra y amparo de un convento habitado por una pequeña comunidad de monjas, cuya superiora ejerce una omnipresente función de orientación y control de vidas ajenas, un grupo de homosexuales, esquizofrénicos y alcohólicos enfrentan sus represiones, sus miedos y sus culpas con la inocencia de la juventud. Iris Murdoch desarrolla armoniosamente el pasado y el presente de los personajes, dejando patente su sensibilidad y talento para crear tipos humanos en un ambiente opresivo y enfermizo. Trata sus problemáticas con un humor distante que permite asistir a los conflictos de conciencia sin caer nunca en el tópico. «La campana» se sitúa a medio camino entre la novela de tesis y la figuración simbólica. Comparada en su día con Virginia Woolf, el mundo literario de Iris Murdoch está animado fundamentalmente por el deseo de recuperar una concepción humanista de la novela mediante la plasmación de personajes autónomos, distantes del autor y no reducibles a simples categorías sociológicas o a tipos psicológicos determinados. El amor, la culpa, la responsabilidad, las posibilidades de hallar la felicidad en la sociedad contemporánea, nuevamente aparecen en «La campana» con la dimensión filosófica que adquieren en el resto de la obra de Iris Murdoch.
Amigo Jiménez, no olvide que el aparato psiconirinductor le permitirá observar directamente su problemática psicológica mediante la exploración de la cara oscura de su inconsciente... Así que prepárese porque en pocos minutos usted descubrirá por qué nuestros valores dicotómicos son esencialmente ilusorios, incluyendo el bien y el mal, lo moral y lo amoral, el progreso y el retroceso, la creación y el exterminio, la virtud y el pecado, el cielo y el averno y, por supuesto, lo que usted concibe como Deus y El Maligno...
Hay algo perturbador en la mirada de Justine Dalvik, algo que delata cierto desequilibrio mental. En su hogar, situado junto a un lago a las afueras de una pequeña población sueca, Justine vive obsesionada por una idea: su vida habría sido mucho mejor de no ser por la nefasta influencia que, en su infancia, tuvieron una serie de personas. Su madre murió joven y el padre decidió al poco casarse con Flora, una mujer severa que jamás se esforzó por comprenderla. En la escuela, las cosas no fueron más fáciles: sus crueles compañeros le hicieron la vida imposible. Entonces no había nadie que la entendiera; ahora, tampoco parece tener más suerte. Sin embargo, recluida en su casa con un pájaro por toda compañía, Justine es feliz. Todo va por buen camino ahora se siente una mujer fuerte, dispuesta a dejar atrás el pasado, a ser implacable con todos aquellos que tan injustamente la trataron. Inger Frimansson recrea con gran perspicacia la desequilibrada trayectoria vital de Justine Dalvik. La Justine que el lector conoce al inicio de la novela es sólo una mujer peculiar; la que descubre al cerrar el libro es otra Justine. Una progresiva transformación que se traduce en un inquietante suspense psicológico.
«La casa de las dos Palmas» es el último duelo a muerte entre el poeta y el contador de historias, que no son de personas, sino un sola y que habitan en los más hondo de Manuel Mejía Vallejo. A veces, el poeta coge la guitarra y se sienta en el corredor del viejo caserón levantado en la montaña, junto a los farallones, para darle albergue a una familia condenada a vivir bajo una maldición. Y la historia se eleva y hay que celebrar el poderío de la luna llena y oír hablar a un hombre con los árboles del monte. Una familia signada por un hado funesto. Un padre autoritario y tenaz. Un grupo que se debate entre su sino y sus respectivas individualidades. Un país que apenas deja su carácter rural para entrar a una modernidad que no siempre se presenta signada por el progreso y el bienestar. La casa de las dos palmas relata la vida de la excéntrica estirpe de los Herreros «monstruosos», excesivos, sentenciosos, corajudos, contradictorios, crueles y tiernos, obsesionados hasta más allá de la muerte por sus delirios y sus ilusiones.
Seis personas se sientan a la mesa en la casa de Mike Schofield, un corredor de bolsa londinense: Mike, su esposa e hija, un narrador sin nombre y su esposa, y un famoso gastrónomo, Richard Pratt. Pratt suele hacer pequeñas apuestas con Schofield con el fin de adivinar el vino que se está sirviendo en la mesa, pero esta noche la apuesta será mayor… Cuando Schofield sirve el segundo vino de la cena comenta que será imposible adivinar cuál es, lo que Pratt toma como un reto. Iban Barrenetxea ha realizado un magnífico trabajo gráfico para invitarnos a esta misteriosa velada. El vino está servido. Empieza la cata.
Un joven caballero es invitado al viejo caserón de un amigo de la infancia, Roderick Usher, artista enfermizo y excéntrico que vive completamente recluido en compañía de su hermana, Lady Madeline, también delicada de salud.
Usher vive preso de una enfermedad indefinible, lo que hace a todos temer por su vida. La que acaba muriendo es su hermana.
Sus restos mortales son depositados en una cripta, pero no tardan en producirse terribles acontecimientos que desembocarán en un trágico final.
A Michael Storrs le aburre la vida convencional de Nueva York, por lo cual se expone al peligro físico: como paracaidista, surfista, esquiador, volando en ala delta y lanzándose en caída libre desde un avión. Pronto abandona la ciudad y se traslada a una estación de esquí en Vermont donde buscara tener una existencia mas pura, primitiva y emocionante; y será allí donde encontrara la tan ansiada vida plagada de emociones y conocerá personas que le cambiaran su forma de pensar y de vivir...