Cansadas de soportar las prolongadas ausencias del hogar que la guerra impone a los varones y de la consiguiente escasez de relaciones sexuales, las mujeres de toda la Hélade, convocadas en Atenas por Lisístrata, deciden hacer que tan incómoda situación obre en su favor, llevándola a sus últimos extremos. Para conseguir la paz fuera de sus casas declararán la guerra dentro de ellas: forzarán a los hombres a concertar la paz, negándose por completo a mantener relaciones sexuales con ellos mientras dure la guerra.
Antonin Artaud desde su ser poeta, visionario, actor, algo de profeta y dejos de locura presenta en «Los Cenci» inspirada en Shelley y Sthendall, una tragedia magnánima que traspola los sentidos del lector hasta nacerlos en un grito desesperado para el rescate de sus protagonistas. Una obra de absoluta crudeza discursiva, despiadada, cruel, donde la naturaleza de la misma se acuña en el poder corrupto de una familia que se despliega y alimenta en el ritual, casi cotidiano, del sadismo, el abuso sexual del padre para con sus hijos, el abandono en el discurso del sentido de familia y el entrecruzamiento de diálogos donde el asesinato simula ser una metáfora de salvación.
Un gato con atributos de perro; una mona que no quiere balancearse entre dos lianas porque considera ridículo divertir a otros; un a jirafa que atribuye su dulce melancolía a la tristeza del mundo; una hormiga que lamenta la exagerada subjetividad de los humanos; un perro insomne que, cuando se duerme, sueña que es pájaro. Salvajes o domésticos, los animales de estos relatos logran eludir la clasificación humana, la representación fácil, las formas consabidas. El narrador se asoma a cada uno de esos universos «nostálgicos de aquel paraíso común» y los interpela con extrema delicadeza, como si quisiera disolver una vieja ofensa o acceder a sus secretos, franqueando esa frontera irrisoria y soberbia que levantamos frente a ellos. Pero no lo hace con actitud paternalista o concesiva: todo lo contrario, admira el enigma que celosamente esconde cada especie. Con destellos de humor y un lenguaje refinado y austero, Griselda Gambaro indaga el mundo animal, su condición luminosa u oscura, vulnerable o invencible, y logra contagiarnos inquietud y zozobra: ese reino y el de los seres humanos se parecen tanto, que bestialidad y humanidad emergen de allí gratamente confundidas.
En el libro que aquí presentamos se recoge en un único volumen la obra teatral de Antonio Tabucchi, «Los diálogos frustrados», compuestos por dos obras teatrales «Señor Pirandello le llaman por teléfono» y «El tiempo apremia», que no son ajenas a su trayectoria, sino que son consecuencia del intento del escritor por «tratar de eliminar casi completamente la narración, explorando hasta el fondo la voz narrativa».
Sobre el escenario una habitación casi vacía, una ventana, unas escaleras, seis personajes entre los que la comunicación es imposible, y un ruido ensordecedor que los persigue. Una familia huye de habitación en habitación, siempre hacia un piso superior, mientras las estancias se hacen cada vez más pequeñas y claustrofóbicas.El patetismo de la incomunicación entre los seres, la sensación de soledad, de la muerte, la angustia ante el paso del tiempo. Humor negro y mordaz, y un constante juego del lenguaje, sin un argumento real que contribuye a remarcar más el absurdo de la existencia de unos seres que se van muriendo.En «Los forjadores de imperio» Vian ha conseguido un magnífico retrato del burgués, de su moral digestiva y de su negativa rabiosa a rendirse ante la evidencia que lo condena. Ha descrito la agonía de una conciencia cerrada que, pasado su ciclo histórico, ya no es operativa, y cuya destructividad, falta de aplicación, revierte sobre sí misma.
En Los físicos —obra fundamental en la historia del teatro del siglo XX—, el pesimismo del autor se une a lo cómico, a lo sarcástico, a lo humorístico, para hacer desaparecer o, mejor dicho, anular espiritualmente al tradicional héroe positivo. Möbius, el físico nuclear creado por Dürrenmatt, descubridor de la terrible fórmula, cae en la cuenta de que ha creado un arma mortífera y se pregunta cómo proteger al mundo de su saber y el saber del control del Poder. Opta, pues, por la mejor forma de encubrimiento: el teatro, la mascarada. En lugar de convertirse en el símbolo del conocimiento humano de nuestra era, abandona a su familia y se refugia en un manicomio, donde se hace pasar por un loco, sobre todo para poder presentar sus descubrimientos como producto de su locura. Y, parafraseando al crítico alemán que, en su momento, aplaudió la obra de Dürrenmatt, «la mascarada pasa a ser un acto moral».
En una noche de lluvia y frío, un caballero, D. Raimundo y su chófer Gregorio, sufren una avería en el coche en el que viajan por un páramo desolado. El único refugio posible es una casa solariega cercana, plagada de criaturas extrañas y fantasmagóricas, que pondrán a prueba el temple de los protagonistas. Una banda de estafadores y dos hermanas secuestradas —una de ellas, ex prometida de Raimundo— complican aún más la trama.
Tanto el planteamiento teatral de «Los intereses creados» como el diseño de caracteres han sido manejados con una habilidad nada común. Quizá el mayor acierto de Benavente fue el de dar forma de farsa guiñolesca a su pieza y encuadrarla en la tradición de la «commedia dell’arte». El acopio de fuentes literarias extranjeras y, sobre todo, españolas ha servido en este caso para crear una obra de carácter universal.
Drama estrenado en 1949, «Los justos» desarrolla, en el ámbito histórico de la Rusia zarista, algunos de los temas que obsesionaron a Albert Camus (1913-1960) a lo largo de su vida y que atraviesan como hilo conductor toda su obra. La contraposición entre el idealista Ivan Kaliayev y el implacable Stepan Fedorov arroja luz sobre el dilema moral implícito en todo terrorismo y permite al autor, a través de unos diálogos de gran belleza literaria y densidad ideológica, indagar en la dialéctica del fin y los medios, así como mostrar la opresión y el despotismo que la utilización de cualquier violencia lleva aparejados.
La obra narra las peripecias de un robo de guante blanco en una casa burguesa de la España de mediados del siglo XX. Los propietarios son una pareja recién casados, Daniel y Herminia. El problema es que el marido es un antiguo ladrón. Daniel se había enamorado de Herminia cuando preparaban el golpe en su hogar paterno. La operación se aborta y ambos contraen matrimonio. Tres meses después, el robo es planeado por los ex compinches de Daniel para vengarse de la traición. A lo largo de la función entran y salen nuevos personajes, todos ellos con algún oscuro secreto que ocultar: los padres de la novia, el mayordomo, los criados…
Los persas es una tragedia de la Antigua Grecia escrita en el 472 a. C. por Esquilo. Está ambientada en la Batalla de Salamina, correspondiente a las Guerras Médicas. Es la obra teatral más antigua que se conserva. También destaca por ser la única tragedia griega basada en hechos contemporáneos. Se produjo en 472 a. C. junto a otras tres obras, que no sobreviven, pero que probablemente se relacionaban también con las Guerras Médicas. La primera obra, Fineo, se dedicaba aparentemente a la figura mitológica Fineo, quien ayudó a Jasón y los Argonautas a pasar a Asia. Los persas era la segunda parte. La obra destaca especialmente al ser la única tragedia griega que se conserva que se basó en auténticos hechos históricos, básicamente, la Batalla de Salamina. Esa batalla tuvo lugar en el año 480 a. C., sólo ocho años antes de que se representara Los persas. Esquilo había participado en la batalla, y es muy probable que la mayor parte de su público ateniense también participase o se viera afectado directamente por ella. Glauco Potnieo, la tercera parte, parece haber tenido como tema la batalla de Platea de 479 a. C. La cuarta obra, un drama satírico, podía haberse referido a Prometeo.
Antón Arrufat recibió el premio José Antonio Ramos en 1968 por su obra de teatro Los siete contra Tebas, que, paradójicamente, le supuso un bloqueo editorial en Cuba que duró catorce años.
Los siete contra Tebas, presentada el 467 a.C., se basa en una leyenda tebana: el conflicto entre los dos hijos de Edipo, Eteocles, y Polinices, por el trono de Tebas. Se cree que es la tercera obra de una trilogía, y que las dos primeras son Layo y Edipo. El ejército de Argos ( en el que milita Polinices) cerca la ciudad de Tebas, gobernada injustamente por el hermano de Polinices: Etéocles. Un mensajero informa al gobernante de Tebas que la ciudad es asediada por siete capitanes cada uno de los cuales está situada en una de las siete puertas de la ciudad. Etéocles dispone otros 7 capitanes de Tebas para salvaguardar la ciudad. Los dos hermanos, militantes de bandos contrarios, se enfrentarán en la séptima puerta dándose muerte mutuamente. Los magistrados de Tebas decidirán no dar honras fúnebres al cadáver de Polinices por haber luchando contra su patria y dejar su cadáver a la intemperie para que sea devorado por las aves. Pero Antígona, también hija de Edipo e Yocasta y hermana de Polinices y Etéocles, se pronunciará contra esta decisión de los magistrados. Etéocles se alza como el defensor de la patria. Cuando se dirige a luchar contra su hermano, Etéocles es consciente de la desgracia que se le avecina, pero acepta su sino ya que nada se puede hacer contra el designio divino, es por esto que a Etéocles se le ha considerado el personaje más logrado del teatro griego, en su grandeza. Polinices, por el contrario, se alza como el traidor, a pesar de lo cual su hermana, Antígona, pretenderá enterrar a su hermano dignamente.
La ópera-ballet: «Los siete pecados capitales», con guión de Bertolt Brecht y música de Kurt Weill, escrita en 1933, fue estrenada en París el 7 de junio del mismo año en el Teatro de los Campos Elíseos, con coreografía de Georges Balanchine y decorados de Caspar Neher.
Don Cristóbal es un adinerado bruto y malencarado, siempre con la cachiporra en mano, que busca una chica joven y guapa para desposarla. Sus deseos coinciden con los del padre de Doña Rosita, que aspira a encontrar un buen pretendiente para su hija. Llegados a ese punto, ambos acuerdan llevar a término sus fines, para desgracia del resto de personajes. Rosita, sin embargo, logra engañar a su ya marido y tiene encuentros con sus amantes, hasta dar a luz a cinco hijos, que reclama que son de Don Cristóbal. Éste, enfurecido, la emprende a golpe de porra con padre e hija. Pero ese será solo el principio de una larga trama de despropósitos, cachiporrazos y gritos.
El señor Balboa (abuelo) tenía un nieto desalmado al que, en su día, tuvo que echar de casa (hecho que ocultó a su esposa). Desde entonces él mismo se hacía llegar cartas que en teoría se las mandaba su nieto a la abuela (su esposa). El nieto real decide volver a su hogar (en busca de dinero) pero el barco en el que venía naufraga. Balboa contrata a un imitador y hacedor de ilusiones benéficas (Mauricio) en conjunto con una linda muchacha (Isabel), para que finja ser el nieto perdido y «su feliz esposa» ante la abuela; los alecciona y logra que den el pego. Pero… llega por sorpresa el malvado y verdadero nieto, que no ha muerto como se creía. Por fin, la abuela se entera del engaño, pero decide no comentarlo al imitador ni a la muchacha, como agradecimiento por los días felices que le han hecho vivir y, en definitiva, con el mismo objetivo que la pareja y la institución de Mauricio habían ido a realizar allí: hacer realidad ilusiones.
Escrito en su exilio escandinavo en el fatídico año de 1939, Brecht tuvo el acierto de levantar este magnífico retablo de la miseria de la guerra justo antes de que comenzara la más miserable de todas. Sin tener la seguridad todavía de lo que iba a pasar, «Madre Coraje»… forma parte, por lo tanto, del conjunto de piezas dramáticas que el dramaturgo alemán dirigió contra el expansionismo belicista del III Reich y, más en concreto, contra la sociedad germana que había favorecido el ascenso de Hitler. Hay que relacionarla, por lo tanto, con obras como «Terror y miseria del Tercer Reich» (1938) y «La resistible ascensión de Arturo Ui» (1941). Sin embargo, mientras que en esas obras el autor se centra sin apenas disimulo en la descripción y crítica del tenebroso mundo del nacionalsocialismo, «Madre Coraje»… tiene la ambición de superar el marco histórico concreto de los años 30 y se presenta como un alegato atemporal y permanente contra el mercado de la guerra.
«Magia», pieza teatral que Chesterton escribió a partir de un relato que hoy anda perdido, se estrenó en noviembre de 1913 en el Little Theatre de Londres. La obra entonces alcanzó las 165 representaciones. Bernard Shaw fue sin duda el principal impulsor para que Chesterton se decidiera a escribir teatro y fue quien posteriormente lo elogió hasta el punto de situar a su amigo dentro de la tradición prestigiosa de Shakespeare. En Magia, en palabras de Felipe Benítez Reyes, encontramos a un Chesterton en toda la pureza de su método: un arranque misterioso, el desenmascaramiento, digamos, de ese falso misterio, una situación trivial, y de repente, el ascenso a un mundo especulativo, abstracto y paradójico en el que se enredan los dogmas y las dudas, la esencia y la apariencia, lo real y lo extraordinario, de modo que la trama se aleja de la linealidad y deriva en espiral, con todas las asimetrías de un discurso que crece en torno a sí mismo satisfecho de sí mismo, orgulloso de su poder. Desde el principio de la obra las palabras comienzan a tejer una tela de araña, territorio verbal, donde van quedando atrapados los sofismas, las tergiversaciones y los sinsentidos, los axiomas paradójicos, todo lo que siempre y sólo es ya propio y único de Chesterton.
Mariana Pineda es una obra de teatro del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca basado en la vida de Mariana de Pineda Muñoz, figura relevante de la resistencia a la restauración absolutista en España del siglo XIX.
Friedrich Schiller, animado por su característico espíritu romántico, escribió «María Estuardo» en el año 1800, uno de los pocos textos clásicos donde las protagonistas son mujeres. Es una tragedia en cinco actos que narra el enfrentamiento entre dos mujeres poderosas: María Estuardo, católica y Reina de Escocia e Isabel Tudor, protestante y Reina de Inglaterra. El conflicto se desata cuando María, legítima heredera, reclama el derecho al trono de Inglaterra ocupado por su prima Isabel que ha sido declarada bastarda. Isabel reacciona acusándola de conspirar contra la corona y la mantiene cautiva, durante diecinueve años, en el Castillo de Fotheringhay. El juicio a la Reina de Escocia y su condena a muerte, son el eje de la historia en la que ambas mujeres expondrán todas sus rivalidades femeninas, políticas y religiosas, desnudando las intrigas, la ambición y las miserias del poder en un feroz y apasionado combate. La verdad histórica asegura que las dos reinas nunca llegaron a encontrarse cara a cara pero la imaginación de Schiller, se atrevió a enfrentarlas en una dramática y memorable escena del tercer acto de su «María Estuardo», un clásico universal siempre vigente.