Menú



Buscar





Bolsilibros - Rodeo 1ª época 49. Río brumoso, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Río Brumoso, no era un caudal de agua tan importante como el que arrastra el Colorado o el Green River, para figurar en los mapas con un rojo trazo indicando su recorrido. Haciéndole un gran honor, se le concedía el nombre de río porque en invierno, cuando las grandes lluvias descendían desde las montañas de la divisoria de Nebraska con Oklahoma, las torrenteras convergían en un profundo corte oscuro y nebuloso y formaban una espesa cinta de agua, que sólo entonces daba al río Brumoso categoría de río. El despeñadero de los «Cóndores» era su verdadero álveo. Allí recogía la poca o mucha linfa que nutría su cauce y lentamente, recorriendo un terreno sinuoso entre barrancos, peñascales y quebradas, se abría paso hasta el llano, para después recorrer pacíficamente unas cuantas millas e ir a fundirse en el Illinois. La única importancia estratégica que como rio poseía, era la de formar una especie de frontera acuática entre Gentry y Siloam Spring, dos pueblos casi limítrofes, a los que les separaba únicamente este modesto rio, no por su cauce, sino porque al deslizarse entre ambos pueblos lo hacía por una profunda cortada, la que sólo se podía salvar mediante un rústico, pero sólido puente tendido con troncos de árboles unidos y entramados, obra de los indígenas de ambos poblados.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 52. Contrabando amarillo, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La diligencia, procedente de la divisoria de California, se detuvo con un feroz estrépito de ejes mal engrasados y juramentos bien entonados del mayoral. La Casa de Postas se alzaba en un esquinazo de la plaza protegida su entrada por una pequeña marquesina de madera inclinada, que se afianzaba en el vacío por dos recios soportes también de madera. Dewell, el jefe de la Casa de Postas, salió a recibir al pesado vehículo, preguntando: —¿Qué hay, Law? ¿Buen viaje? —No ha sido malo, señor Dewell. Parece que esta vez los salteadores de diligencias tenían mucho que hacer por algún otro lado y ni se molestaron en asomarse al camino para ver lo que traíamos. —Quizá les interesase poco. Los viajes de venida son poco interesantes. Los de regreso a Sacramento tienen más alicientes.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 54. Mike lovo, de Fidel Prado

Relato, Aventuras

Mike Lovo empujó ásperamente la puerta del almacén de Tony Jake, y con un gesto huraño, penetró avanzando hasta cerca del mostrador, ante el que se quedó plantado con sus poderosas piernas, un poco estevadas, firmes en la apisonada tierra y un rictus de dureza en sus groseros labios que no presagiaba nada bueno. Mike era un tipo alto, tosco de formas, algo así como si le hubiesen tallado de un grueso tronco de árbol a fuerza de desiguales hachazos. Sus piernas eran largas y recias, sus brazos poderosos, rematados por manos anchas y abiertas, en las que se señalaban las venas rugosas como sarmientos bajo la tostada piel. Su pecho poderoso, que se marcaba briosamente bajo la camisa de un color rojizo escandaloso, sobresalía en una curva pronunciada que parecía un desafío de fortaleza, y el cuello, rojizo, venoso, ancho como el de un toro, sostenía como remate una cabeza de tipo irlandés, a la que no le faltaba la aureola rojiza de una cabellera crespa y enmarañada, repartida en rebeldes rizos.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 57. Un hombre de cuerpo entero, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Lennie Randle, con el sombrero en la mano, dejando al descubierto su hermosa cabeza de pelo negro y brillante un poco rizado, su ancho y recio cuello tostado por el sol, y mostrando erguido el busto firme, derecho, bien construido, miraba a Alan Jackson, su patrón, que tras la mesa de su despacho contaba algunos billetes de cinco dólares y le echaba miradas furtivas, como si tratase de leer en sus ojos claros y brillantes algo que le estaba preocupando íntimamente. Jackson era un ranchero de los más destacados de la región de Colorado. Cierto que al morir su padre heredó un rancho bastante aceptable, pero su tesón, su voluntad, su energía y su vista para los negocios, le habían llevado a colocarse a la cabeza de sus compañeros, y su rancho, sus reses, su cuenta corriente con el Banco Ganadero de Denver y su crédito eran algo que se cotizaba muy alto en Colorado.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 60. ¿Quién mató a los Moore?, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

El tribunal había sido improvisado en el amplio almacén de Carl Harrison, casi a la salida del poblado. Era una construcción de madera larga y destartalada, oliendo a heno húmedo y a grano, de paredes deslucidas, con dos amplias puertas en la fachada y unas altas y enrejadas ventanas construidas sabiamente para que nadie pudiese filtrarse por ellas. El almacén era casi un edificio histórico en Stanley, del Estado de Wyoming. Cuando algún acontecimiento de destacada importancia sacudía la calma de los habitantes del poblado y les obligaba a reunirse, el almacén de Carl era el punto obligado para tales reuniones. Lo mismo daba que se tratara de organizar un baile, un mitin para ensalzar las virtudes del candidato a juez o sheriff, o un tribunal popular para llevar a un hombre a la horca. Allí se daban cita las masas y allí se resolvía la diversión, el tema político o la vida y la muerte de un hombre.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 63. En este pueblo de hombres, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Treinta años recién cumplidos, ciento treinta libras de peso, uno setenta de estatura, un cuerpo duro y flexible, dos puños como mazas de acero, un rostro simpático, unos ojos negros y brillantes, una sonrisa atractiva e irónica, diez años de servicio y seis cicatrices bien repartidas por todo el cuerpo, constituían el activo y el pasivo del sargento Kit Montana, de la división K en los Batidores de Texas. Su amplia hoja de servicios podía haber rebasado con exceso las páginas en blanco que le quedaban para justificar con creces un bien merecido ascenso y ya estaría gozándole, si él hubiese mostrado empeño en que fuesen reconocidos sus servicios y si su capitán, el inflexible Bill London, no hubiese mostrado particular empeño en no perder en su división el hombre más útil, activo, arrojado y listo de cuantos servían a sus órdenes. London, con una franqueza brutal, había dicho muchas veces a su subordinado: —Kit, usted posee un terrible vicio que le resta posibilidades para ascender. Es usted demasiado útil en mi división, para que yo le deje marchar de ella. Sé que no obro con usted lealmente oponiéndome a su ascenso, pero si cree que lesiono con ello sus, legítimos intereses, dígamelo con la misma franqueza y le abonaré de mi bolsillo la diferencia de paga. Es cuanto puedo hacer para compensarle.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 67. Los tres Casidy, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Gen Coburn, medio acodado sobre el estaño del mostrado, con los ojos fijos en el vano de la puerta por el que entraba a oleadas la lumbrarada de un sol ardiente propio de Texas en pleno julio, apenas si prestaba oídos a algo que estaba barbotando un individuo de media estatura, cuadrado de cuerpo, estevado de piernas y feo de rostro. Le había echado una mirada de curiosidad cuando entró en la taberna y según su impresión, aquel tipo era el hombre más parecido al mono que había contemplado en sus veintiséis años exuberantes de vida emocionante y andariega. Tenía los ojos redondos y hundidos debajo de una piel rugosa de pobladas cejas, que se unían formando una curva en el centro de la unión. Eran dos ojos pequeños, negros como carbunclos y malignos de luces. Su nariz era ancha y aplastada, los pómulos salientes, la boca hundida hacia dentro y la barbilla saliente. Una cabellera lacia y polvorienta que se escapaba por debajo de su sombrero vaquero, acababa de completar la estampa y Gene se había preguntado qué clase de encantos habría visto su padre en aquel tipo, para sentirse satisfecho de haberle echado al mundo.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 69. El guapo de Anaconda, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Cuando Cherry M. Camerón detuvo su caballo a la puerta de «El cuerno de Oro», aquella taberna grande y espaciosa del poblado ganadero de Anaconda, en el Estado de Montana, no pudo sospechar ni remotamente la extraña aventura de que iba a ser protagonista al dejarse llevar de sus indomables nervios, ni las dramáticas consecuencias que para él iba a tener después aquel acto impulsivo, que como todos los suyos, careció de meditación Debido a que era el atardecer de un sábado, el establecimiento se hallaba concurridísimo. La mayor parte de los clientes, peones de los ranchos de los alrededores del poblado, gozaban del asueto semanal y bebían y discutían con calor, comentando la jornada cotidiana y los acontecimientos más salientes de la semana. A Cherry no le interesaban poco ni mucho los problemas locales. Su estancia en el poblado era accidental. Iba de paso hacia Drumond, donde tenía el proyecto de aceptar trabajo en alguno de los ranchos de aquella localidad, en la que Buttle, su antiguo compañero de equipo, había encontrado un buen empleo y le había animado a trasladarse allí.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 72. Tierra sin ley, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Simón Irish, desde la cima de una pequeña duna, vio cómo el viejo y medio desvencijado carricoche avanzaba lentamente arrastrado por dos esqueléticos caballos. Era un paisaje brusco, entregado a la salvaje naturaleza representada por los mezquites, la salvia, algunos cactus ariscos creciendo a capricho en los trozos de terreno arenoso, mientras el suelo, árido y hosco, se mostraba desigual formando pequeños repechos, baches, sendas retorcidas entre plantas parásitas, algo que por estar abandonado de la mano de Dios y de los hombres, parecía un rincón del mundo a miles de millas de la civilización. Y, sin embargo, no muy lejos de allí, se deslizaba rápido y tortuoso el Nueces, el río clásico de los indeseables, que como una barrera de agua y plantas salvajes en celestinaje con un terreno quebrado, servía de refugio a cuantos, teniendo cuentas pendientes con los rurales, buscaban zonas de relativa seguridad para hurtar sus cuellos a la corbata de cáñamo o a las frías rejas de un presidio.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 75. Kik el entrometido, de Fidel Prado

Relato, Aventuras

Sín disputa alguna, aquel forastero que tomaba el sol plácidamente a la puerta del llamado Hotel Cimarrón era el ser más estrafalario que los habitantes de Búffalo, el pequeño pueblo situado en la cuenca que encerraba los ríos Cimarrón y Beaver Creeck, habían contemplado en toda su vida. Largo como un abeto, delgado en demasía, de rostro a tono con su estatura, se destacaba más de una cuarta sobre el más alto de los vecinos del poblado. Recostado sobre los soportes del sombrajo que daba penumbra a la puerta del hotel, parecía una carátula allí plantada para llamar la atención, por el dueño del hotel, un texano de aire socarrón y palabra cáustica, que siempre estaba inventando cosas para que los forasteros —muy escasos por cierto— fijasen su atención en el hotel y le hiciesen objeto de su preferencia, en lucha despiadada con el dueño del Atlantic City, otro albergue instalado en la misma calle principal, varias barracas más abajo y que si no era mejor que el Cimarrón Hotel tampoco tenía nada que envidiarle a no ser la cazurrería y carácter jocoso de su propietario. El forastero, no queriendo desentonar con los habitantes del poblado, se había procurado un atuendo a tono con el vestir general, pero un tuerto hubiese adivinado desde el primer momento que aquel atuendo era un disfraz para ocultar su cédula personal, extendida a muchas millas de aquella parte del Oeste. Se componía su vestuario de una camisa azul con cuadros rojizos, dotada de cuatro bolsillos, dos a los lados y otros dos a la altura de los pectorales, que debían constituir su suplemento de maleta porque abultaban en fuerza de introducir en ellos objetos adecuados a la cabida, unos pantalones grises muy ajustados de rodilla para abajo, con refuerzos en la entrepierna, construidos con cueros, lo que parecía denunciarle como un apasionado caballista (el caballo del forastero no le había visto nadie en el pueblo), unas botas de altos leguis muy lustradas, con espuelas de Chihuahua, un cinto mexicano con la funda del revólver flácida y vacía por falta de arma y un precioso sombrero gris-perla, muy alto de copa, sabiamente abollado en su parte delantera y atado a la barbilla por una cinta negra que oficiaba de barboquejo; pero en la forma de calarse aquel genérico adminículo se adivinaba que era la primera vez que se lo había puesto. Como signo destacado de elegancia y más que de elegancia de pedantería, calzaba sus manos con dos guantes de manopla que casi le llegaban a los codos, y era de ver los ridículos esfuerzos que tenía que realizar cada vez que pretendía cargar la negra pipa, o encender un fósforo, o acaso sonarse la nariz sin despojarse de aquellos punteados guantes, que de vez en vez contemplaba con cariño, como si ellos le convirtiesen en el árbitro de la elegancia de Búffalo.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 78. Ames el peleador, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Ames Dunn aceptó el asiento que ceremoniosamente le había ofrecido George McGuire junto a su mesa y después de sentarse un poco de costado para poder contemplar a su gusto a su interlocutor, estiró las largas y musculosas piernas, calzadas con botas de tacón alto y altos leguis, y luego de aflojarse un poco el cinto, con un movimiento brusco que McGuire no acertó a captar por lo veloz, desenfundó el revólver y lo colocó sobre el tablero de la mesa, diciendo risueño: —¡Ajajá! Ahora espero que podamos discutir razonablemente. McGuire tensionó con violencia todos sus músculos y una oleada de sangre cubrió por un momento su rostro frío y sin expresión, pero el arrebato pasó raudamente e inclinándose estiró la mano y también de modo brusco tomó el revólver que descansaba sobre el fondo de un entreabierto cajón y lo colocó a su lado, diciendo: —Yo también espero que nuestra discusión sea razonable.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 79. Pony Express, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El joven que espoleaba al caballo conocía perfectamente el terreno y, aunque empezaba a anochecer, sabía que los disparos se los hacían desde lo más alto de los farallones, donde existían las ruinas de lo que fue Pueblo Bonito, una de las reliquias de civilización pretéritas de las varias que conserva Nuevo Méjico. Los disparos continuaban, y cuando estaba llegando a las ruinas de las extrañas viviendas, oyó como el galope seco en una pared que estuviera próxima y segundos después rodaba por el suelo. El caballo había sido alcanzado en el pecho, indicio éste que descubría un segundo enemigo.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 80. Eran dos valientes, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Free era uno de los innumerables poblados del suroeste de Texas que, hasta aquella fecha, habían pasado desapercibidos en el mapa del dilatado Estado Texano. Nada sobresaliente sucedió en él durante el período turbulento en que los indeseables se corrían hacia aquella parte de la región, tratando de burlar a los rurales y quizá hubiese quedado fuera de la historia a no ser por un hecho trivial que debía hacer célebres a dos de sus vecinos. Free estaba situado en el centro de una elipse imperfecta que formaban por el este, el rio Pecos; por el sur, con tendencia a subir al norte, la línea del Sud Pacific y por el norte, inclinándose hacia el sur para unirse a dicha línea, el K.C. M. & O. que subía hasta Waco. Free quedaba aislado en el centro del vano. Carecía de trazado ferroviario, del que le separaban sesenta millas de una línea a otra, y otras tantas del famoso rio de los cuatreros y pistoleros de Texas.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 83. El pueblo de los hombres malos, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Cierto que no podía olvidar la grandiosidad del espectáculo que se desplegó ante él cuando desde los altos y rojizos picachos de la ingente cadena del Gran Cañón, contempló fascinado y con síntomas de vértigo el bermejo río deslizándose, bravo e impetuoso, a cientos de pies de profundidad por gargantas y cañones de una majestad impresionante; pero ahora, al recordarlo un poco alejado de su retina, le parecía que aunque grandioso y apocalíptico, aquello era demasiado frío y estatuó comparado con lo que estaba admirando. Cuando tras mil fatigas consiguió dejar a su espalda la ingente mole del Gran Cañón, para enfocar las reservas indias de Hualpai—terreno seco, amarillo, repelente y agotador— se internó por un terreno llano, verdegueante, salpicado de pequeños y umbrosos bosques y cortado por arroyos cristalinos que parecían reptiles de plata buscando su madriguera en la pradera ubérrima que se dilataba como una inmensa sábana de esmeralda, hasta que la silueta de un ingente monte atrajo su atención y decidió coronarlo sólo por el placer de subir de nuevo muy alto, para después experimentar la sensación agradable de descender de las nubes.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 84. Pólvora en las venas, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Van Champe y Tom Rodney, apoyados en la jamba de la puerta de la taberna titulada El Cimarrón, título sugerí do porque el famoso río cruzaba por el poblado, se enderezaron al unísono abandonando su actitud indolente y abúlica. Acababan de ver avanzar hacia la taberna a Roger Ferguson y el corazón les decía que si Roger pasaba de la puerta iba a haber fuego de revólver en profusión. Dentro del local, bastante cargados de alcohol y siempre dispuestos a la pelea, estaban los hermanos Abraham y Andrew Taft y como entre los hermanos Taft y Ferguson se abría un abismo de odio, difícil de llenar el encuentro en semejantes condiciones podía provocar un día de luto en Togo. No solamente eran peligrosos ambos hermanos, con serlo mucho, sino que Ferguson acaso resultase más duro y violento que ellos. Todos coincidían en afirmar que había nacido con pólvora en lugar de sangre en las venas y esto, en una región tan áspera y bronca como Oklahoma, a los pocos meses de ser repartida la tierra entre los más broncos y audaces de todo el Oeste, significaba mucho.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 87. Tres indeseables, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Pocos minutos había tardado el jurado en deliberar y dictar su fallo. Se condenaba a Zachary Mac Kinley a Grovens Wilkie y a Woodron Coo-lidge a sesenta dólares de multa por cabeza y a ser expulsados del poblado si no justificaban en un plazo de veinticuatro horas que poseían un empleo honrado donde trabajar. La multa se les aplicaba por poseerse indicios de que habían intentado abollar unas reses descarriadas en las cortadas. Caso de no satisfacer los sesenta dólares en el acto, cumplirían un día de cárcel por cada dólar de multa y una vez cumplido el arresto, serían puestos al otro límite del poblado, bajo la amenaza de un año de cárcel si volvían a penetrar en Merwin. Los tres condenados a tan dura pena, se miraron con consternación al oír la sentencia. Ninguno poseía arriba de veinte centavos en el bolsillo y era para ellos muy áspero convertirse en huéspedes de aquel fiero sheriff, que les había detenido apenas pisaron el poblado, conduciéndoles a sus oficinas sin darles tiempo a echar una inquisitiva mirada por los aledaños de Merwin.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 91. El placer de la venganza, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Señores, un poco de formalidad! —gritó Stanley Stuart, golpeando con el martillo sobre el cajón que tenía delante a modo de mesa—. Estamos subastando los efectos pertenecientes a nuestro convecino Irving Yauk y yo espero de todos que, en atención a la dramática necesidad que obliga a esta subasta, pujen con formalidad y honradez los efectos que piensen adquirir. Tengan en cuenta, señores, que lo poco que pueda quedarles después de cubrir la deuda, será de lo que dispongan para su vida futura, que no se les presentará muy brillante. Señora Wolfe, ¿no le da a usted vergüenza ofrecer diez centavos por esta cafetera que costó cinco dólares? Vamos, sea un poco más generosa y puje con seriedad. La vieja Wolfe, con voz chillona, gruñó: —¡Pero si la compro sin necesidad, por ayudarles! Yo no necesito la cafetera para nada. —Pues deje que puje otro a ver si le es más necesaria. ¿Hay quien dé más de diez centavos? —Un dólar—gritó una voz de las últimas filas del corro.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 93. Oregón Dandy, de M. L. Bertel

Aventuras, Novela

El bosque hablase llenado de ruidos en los últimos meses, empujando la caza hacia las crestas de las montañas, en huida desesperada de aquella perturbación, a sus atávicas costumbres. 
Los grupos de leñadores pasaban las semanas derribando árboles, llegando a emplear con los troncos de ocho a diez metros de diámetro, cartuchos de dinamita que hacían caer con estrépito y grandes destrozos en los árboles vecinos, a aquellos gigantes coníferos. 
Entre la espesa niebla que cubría el monte Hood, de 11.225 pies de altura, abríase paso con dificultad, frotando las manos entre sí, combatiendo el frío reinante en tal altitud, un hombre joven cubierto con un traje de gamuza y colgando del hombro derecho un Winchester de repetición. La estatura de este joven armonizaba con la vegetación que le rodeaba. Ésta se elevaba sobre los vecinos y él había de destacar al lado de otros seres, pues no todos alcanzan los seis y medio pies, que no tendría menos el cazador.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 95. Soy un proscrito, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Nap Turpin empujó con el codo las puertas movibles del saloon El Infierno y por un momento quedó tenso en la jamba destacando su firme busto a la resplandeciente claridad rojiza de las lámparas que alumbraban profusamente el salón. Tuvo que parpadear un tanto para asimilarle aquel reflejo recio e hiriente, en contraste con la oscuridad que reinaba en la calzada. Acababa de hacer su acostumbrada ronda por el poblado solitario y silencioso en sus calles y callejas y ahora, al penetrar en el turbulento local, el más frecuentado y también el más bronco de Arkalon, casi en la raya de Texas, quedó como deslumbrado. Al poblado, hasta pocos meses atrás, pudo considerársele como una pequeña balsa de aceite. Poseía sus tipos un tanto rudos y peleadores, sus vicios, sus pequeñas pasiones y sus rencillas locales, como todos los pueblos del Oeste; pero de poco tiempo atrás se había convertido en algo demasiado bronco por culpa de aquel maldito traficante, egoísta y acometedor llamado Jeff Morke, que, en su afán de ser el verdadero y omnipotente dueño del poblado y de algo más, había abierto un canal de inmigración de reses, de las que subían a Wichita y al adquirir cientos de astados para un negocio de gran envergadura que estaba iniciando, llevó con el negocio una ola de locura, de vicio y de pelea, encarnada en los rudos peones que conducían hasta allí los hatajos que adquiría y que estaban encerrando Arkalon en un fiero cerco de bramantes y astadas testuces.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 100. La mano del destino, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

¿Cuántas millas llevaba recorridas durante los quince días de ininterrumpido éxodo que arrastraba a sus espaldas? No las podía calcular, pero eran muchas, muchísimas, casi más de las que podía aguantar su envarado cuerpo, pero el instinto de salvación le advertía que su odisea aún no había terminado y que Dios sabía cuánto tiempo debía durar aún esto, en el caso favorable de que no fuese alcanzado o descubierto por algún sheriff, amigo de meter la nariz en los asuntos ajenos.