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Bolsilibros - Rodeo 1ª época 103. Cuando un hombre quiere, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

De vez en vez, un pequeño montículo, la nota aislada de una granja o una casita, los palos del telégrafo que parecían dar vueltas en torno al tren jugando a un corro imaginario, o la movible silueta de un carro cruzando por las estrechas veredas abiertas entre los trigales era cuanto se le ofrecía a sus ojos de viajero cansado y aburrido. No era mucho para quien acababa de cambiar el panorama dinámico y urbano de una gran ciudad, por aquel otro bucólico y campesino, muy interesante para agricultores y ganaderos, pero, aburridísimo, para quien como él no había nacido más que para la vida muelle encerrada dentro de los arrabales de una capital.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 105. La muerte de Jim Mescall, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La hoguera bien cebada de reseca grama, ardía alegremente retorciéndose en rojizas y amarillentas saetas que se diluían en un humo denso, al pretender ganar la altura. El humo, en brazos de una brisa cálida y pegajosa que solamente la pureza del ambiente hacía agradable, ascendía casi rectamente hasta formar una velada cortina por debajo de las verdes hojas de los enebros, para después irse diluyendo mansamente, hundida en las sombras un poco azuladas de la noche. Olía a tocino frito. Éste chirriaba en la pequeña y ennegrecida sartén puesta a las llamas, mientras Hack Mescall, inclinado sobre la hoguera, cuidaba atentamente de su modesto condumio. El bosque en sombras, casi diluía su atlética silueta. A no ser por el cortante reflejo de las llamas que silueteaban su rostro y parte de su busto, hubiese parecido una sombra buida flotando por la densidad de los enebros y encinas que lujuriosamente se apiñaban como si les faltase espacio donde dilatarse. Un zumbido sordo como el murmullo de una nutrida conversación sostenida en tono pianísimo, zumbaba en torno a la hoguera. Era la brisa montañera rezongando al rozar los espesos ramajes por los que se filtraba suavemente en un aleteo imperceptible. La voz eterna de los bosques cuya conversación era un secreto sólo descifrable para los árboles a quienes iba dedicada.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 107. El matón de Boquillas, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Si se hubiese producido una pertinaz sequía que durase todo un año, si hubiese estallado una horrible tormenta acompañada de piedra, vertiendo del cielo la devastación durante dos días o hubiese estallado una horrible peste sin medios para combatirla, seguramente que ninguna de estas tremendas calamidades hubiese producido más estragos y sobresaltos en Boquillas, el pequeño poblado del sur de Texas, junto al río Tornillo, casi en la divisoria de Texas, que amenazaba con producir la llegada a él de Helen Brudna, hermana de Alice Brudna, la exmaestra del poblado, que acababa de cesar en su cargo de desasnar traviesas criaturas, para contraer matrimonio con Robert Joy, no mal acomodado granjero y dueño de dos importantes molinos instalados en la orilla del río. Al cesar Alice en sus funciones de maestra y pasar a regentar su hogar, lo hizo con alegría, pero sintiendo un grave disgusto por dejar abandonados de toda enseñanza a aquellos traviesos gorriones, a los que se había acostumbrado y los que le hacían mucha gracia, pese a sus travesuras y a la poca afición que sentían a verse encerrados media docena de horas al día, deletreando los alfabetos colgados de la pared de la pequeña escuela y aprendiendo una geografía complicada que ellos no creían necesitar para alcanzar nidos en los árboles y encontrar las márgenes del río sin necesidad de apelar a ninguna clase de mapas. Pero ella, con paciencia infinita y algunos caramelos repartidos con sabiduría, les había ido encauzando poco a poco, y si bien no acudían a clase por amor al estudio, lo hacían atraídos por las golosinas y porque Alice, con calma infinita y bondad sobrada, sabía granjearse su simpatía y sujetarles medianamente, consiguiendo lo que nadie en su puesto hubiese logrado.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 109. Los pozos del «Lago Muerto», de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Yuma había estado un tanto apagada desde que las minas de oro de Picacho, al otro lado del río, dejaran de dar el producto exuberante que durante algún tiempo rindieron a los aventureros de todas las castas, pero ahora, con el ferrocarril, la vida áspera volvía a animarla y cada día entraban en el poblado grandes grupos de aventureros, que acudían como las moscas atraídas por el olor de la miel. Para aquella clase de gente, su emplazamiento era ideal. Río arriba, afluían las barcazas, que después de doblar el Golfo, desembarcaban materiales y víveres para el interior de Arizona y California. Por otra parte, la frontera mejicana era un salvoconducto en un bolsillo para poder eludir en muy escaso tiempo cualquier cuenta a rendir ante las autoridades de una y otra zona.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 111. Lucha eterna, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Sami era un chaval de unos quince años, delgado y espigadillo, eterno gorrión de las praderas, que se pasaba la vida recorriendo los contornos de Mohave City, desdeñando olímpicamente los esfuerzos de la señorita Traex, la maestra de escuela. Era una pugna entre ambos, en la que la maestra salía siempre perdiendo, pues no conseguía verle una hora en su clase en toda la semana. Pero, en cambio, se conocía mejor que los lagartos todos los recovecos en veinte millas a la redonda y siempre estaba en todos los sitios donde no hacía falta. Hijo de peón de rancho, llevaba en la sangre, sin darse cuenta de ello, el amor a los astados, y así, cuando se comentaba en todo el pueblo la pugna existente entre ganaderos y ovejeros, sus simpatías estaban del lado de los primeros, y parecía un espía destacado vigilando todos los movimientos que los rebaños de rumiantes hacían desde la salida del sol a la puesta.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 113. La senda de los mártires, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Finales del año 1885. Todo el norte de Dakota se hallaba asolado por una de las más terribles sequías que registraba la historia de los Estados Unidos. Ganaderos y agricultores, batidos por la desgracia, veían cómo sus tierras y sus rebaños se agostaban, resecaban, agrietaban o morían víctimas de la más espantosa sed. Arroyos, manantiales y ríos se habían secado hasta los límites; encontrar una gota de agua, aun para las necesidades más primordiales, era un tesoro incitador para los hombres, torvos, huraños, hiperestésicos, deambulaban como sombras, con los ojos fijos en el abrasador cielo, maldiciéndole y escupiéndole cuando la saliva brotaba de sus resecas gargantas. Cualquier incidente, cualquier roce sin importancia, provocaba una discusión, una pelea o una muerte. Se peleaba por nada, por desfogar la rabia y la desesperación y, a veces, cuando un hombre caía abrasado a tiros, como si ya tuviese poco fuego en su sangre, el matador le contemplaba estúpidamente y se preguntaba si no hubiese sido mejor para él ocupar el lugar del muerto, acabando así todos sus tormentos y angustias.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 115. Geoffrey el tahúr, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

A figura de Geoffrey Happy, uno de los seis tahúres cuyas mesas atraían como el imán a aquellos demonios de mineros del campo de Clinton, en muy escasas semanas se había convertido en el hombre más popular de toda la cuenca aurífera. ¿Existía alguna razón especial para ello? Quizá ninguna destacable, y esto hacía el caso más desconcertante. Happy había llegado al poblado con el garito de Bill Lavery, aquel excepcional hombre alto y fibroso, de ojos hundidos y pelo azafranado, que explotaba el garito más lujoso e importante que rodara por los quebrados terrenos de California y Nevada.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 117. 24 horas de plazo, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Tienes veinticuatro horas para salir del poblado, Riby—dijo Ralph Hurter balanceando su enorme corpachón con petulancia, mientras su pesado colt, a causa del vaivén, parecía un siniestro péndulo flagelándole las duras caderas—Cuando un hombre quiere presumir de serlo y no sabe, no tiene cabida donde hay hombres de verdad dispuestos a demostrarlo. Supongo que sabrás lo que esto quiere decir. O sales de aquí, o tendrás que oponerte con el revólver en la mano a que te eche a patadas. Son veinticuatro horas las que te doy para pensarlo—y de modo despreciativo, se volvió de espaldas a su rival para dirigirse a la barra del mostrador, donde pidió un whisky. Un silencio oprimente se había impuesto en la taberna durante el breve incidente. Todos tenían sus ojos pendientes más que en Ralph Hurter, que era el que había lanzado la angustiosa amenaza, en Charles Riby, un joven delgado y flexible, de ojos azules, pelo rubio ensortijado y cuerpo demasiado delgado para competir con la maciza humanidad de su retador.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 119. Guarida de foragidos, de W. Martyn

Aventuras, Novela

Francis Lao, uno de los dos comisarios a las órdenes del sheriff Merrit Lasky, penetró, rojo como una artemisa, en el despacho de su jefe. Las piernas le temblaban como dos muelles recién saltados, su pecho jadeaba de algún esfuerzo demasiado violento y en sus ojos ardía una luz siniestra de rabia y cólera mal contenidas que le ahogaban. Lao era un hombre de estatura media, metido en carnes, rayando una edad que más se inclinaba a pasar de los cuarenta que a mantenerse en la treintena, pero a pesar de ello demostraba vigor y fortaleza. Su rostro era abultado, sus carrillos grasientos y salientes, sus ojos casi redondos y su cabellera crespa y rebelde.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 123. Con su propio cuchillo, de W. Martyn

Aventuras, Novela

Las sombras empezaban a desdibujar el paisaje y Anton miró a derecha e izquierda con desconfianza. No eran aquellos lugares muy seguros para nadie a horas tan propicias para las emboscadas. Hacía algún tiempo que se venían desarrollando sucesos muy confusos en aquel lado de Nebraska, rayando con Dakota del Sur...


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 124. Era todo un hombre, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

DESDE la ventana del pequeño comedor de su bonita choza, instalada en lo alto de una eminencia en lo que poco antes eran los arrabales de Coolville a muy escasas millas del río Ohio, Bud Andrews, acodado sobre la jamba contemplaba con éxtasis el reducido, pero riente panorama que se desarrollaba por debajo de él. A su lado, Irene, su esposa, se apretaba contra él para ocupar una parte de la estrecha ventana y seguía con mirada complacida y riente la trayectoria de la de su esposo. Irene era una mujer de belleza sencilla, pero espléndida, y frisando en los veintisiete, pero que a simple vista parecía no exceder de los veinticinco.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 127. Salem Saloon, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

SIDNEY, sin borrar de sus labios la sardónica sonrisa que adquiriera a la salida del Salem Saloon, se dirigió a la posada del río, un edificio de adobe y ladrillo de dos pisos, próximo al Villamette. Se trataba de una posada bastante tranquila, con ventanas bajas a la parte del río, por su fachada posterior. El enigmático joven había estado horas antes eligiendo habitación. La que más fue de su agrado, la encontró en el primer piso, con una amplia ventana a la parte trasera, a unos dos metros y medio de altura del piso...


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 129. Rufianes en Omaha, de W. Martyn

Aventuras, Novela

DEMASIADO densa era la atmósfera que reinaba aquella noche en El Ancla de Plata, la enorme y sórdida taberna instalada frente a los muelles en la parte más bronca y atrabiliaria de los arrabales de Omaha, el importantísimo poblado ribereño junto al Missouri, centro neurálgico en aquellos momentos de toda la vida activa de Nebraska.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 130. La vuelta del exiliado (2ª Ed.), de Fidel Prado

Aventuras, Novela

UNAS horas durmió Zoltan hasta la caída de la noche. Estaba rendido de un largo viaje sin apenas abandonar la silla más que las horas imprescindibles para el descanso y sentía cierto temor a exhibirse por el poblado; no un temor físico, sino moral. Su padre se lo había advertido, pero no necesitaba que lo hiciera. Sabía la mucha hostilidad que su presencia en el poblado despertaría y retrasaba adrede el momento de ponerla a prueba.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 133. California street, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Es curioso observar cómo en todos los pueblos del Oeste, al ser elegidos los vecinos como si respetasen una sagrada tradición que nadie podía romper, lo primero que se cuidaban era de alinear más mal o más bien los edificios a los lados de una ancha vía, que invariablemente cortaba el poblado en dos. Fuera de esta calle, todo lo demás era abigarrado, antiestético, estrecho y casi siempre sucio. Las casas se amontonaban sin orden ni concierto, formaban vanos absurdos, callejas infectas, que las más de las veces sólo servían de vertederos, rincones oscuros y peligrosos, recovecos y ángulos caprichosos, pero la calle principal, que siempre era bautizada con un nombre pomposo, esa debía ser espaciosa, gigantesca y tan larga como espacio habitado reuniese el pueblo.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 134. Una herencia peligrosa, de W. Martyn

Aventuras, Novela

AUSTIN McLean se iba al infierno de cabeza. Él lo sabía, pero no parecía muy preocupado por ello. Había dado demasiada guerra en el mundo y se creía compensado de haber ganado un buen lugar en los dominios de Pedro Botero, donde seguiría guerreando con todos los conocidos que, habiendo partido por delante de él, estuviesen allí esperando su llegada.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 136. La presa del Saimon, de Fidel Prado

Aventuras, Relato

MORGAN Witney, un cincuentón, gordo como un tonel, de cuello ancho y hundido entre sus amplios hombros, con una cabeza de toro, en la que el pelo cano y rebelde formaba un casco abultado, unas mejillas grasientas, adornadas por unas amplias patillas grises en forma de hacha y un vientre que se desbordaba sobre el borde del tablero de la espejeante mesa del salón de reuniones, extendió el brazo olímpicamente y señalando un mapa del Estado de Idaho que se hallaba extendido sobre la mesa, dijo a sus cinco huéspedes...


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 140. Aquí acaba la ley, de W. Martyn

Aventuras, Relato

LA clientela, que casi llenaba el bar del hotel White en Fortyth, junto al río del mismo nombre, era en extremo bulliciosa y vocinglera. El lugar, a escasas millas de la divisoria de Arkansas, resultaba un punto estratégico para el paso de un Estado a otro a lo largo del río, e infinidad de tratantes en ganado, rancheros y marchantes, fluctuaban constantemente en el poblado, recalando casi todos en el bar del hotel, ya que este era el mejor y más cómodo de la localidad.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 142. El degradado, de Fidel Prado

Aventuras, Relato

Un ranger que se duerme en pleno servicio y se deja desarmar, deshonra nuestra policía montada. Jamás se dio semejante caso y todo hombre afecto a nuestro cuerpo, primero se dejó matar que quitar un solo cartucho. Como le digo, mi deber implacable era ese, pero soy humano y no puedo olvidar que ha prestado usted muy excelentes servicios a la causa de la justicia...


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 146. Pueblo minero, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

MERY Dunn se afanaba trabajando activamente en el pequeño y tosco horno de yeso que había construido con sus propias manos en el interior de aquella mísera barraca de mal unidas tablas, que formaba su modesto establecimiento en el corazón de la turbulenta ciudad minera de Unionville en Nevada. Era una barraca construida con tablas de cajones de botellas de whisky que había recogido pacientemente en los garitos del poblado, y la cual se elevó gracias a la habilidad y energía de Jules Floyd, quien con bastante maña pudo conseguir levantar aquel modesto cuadrado recubriendo su parte alta con trozos de latas de conservas, para formar un techo que le preservase de la lluvia cuando las nubes derramaban pródigamente su caudal...