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Bolsilibros - 3 Centellas 2. El desertor, de J. Greison

Aventuras, Novela

Las llamas de la fogata, rojizas y amarillas, al retorcerse cara al infinito, iluminaban la noche fantásticamente en la orilla derecha del río Savannah, donde tres hombres, sentados en el suelo, permanecían pensativos, consumiendo, quizá, sus recuerdos en las llamas del pasado, en la evocación de unas vidas con calor de hoguera. El Mayor Richard O’Mara, grave el semblante, removió la lumbre con un palo y multitud de chispas se alzaron en el aire, inigualables fuegos de artificio. En su alma agigantábanse tres nombres: Mary, Thomas y George, su esposa y dos hijos asesinados por una mano criminal.


Bolsilibros - 3 Centellas 3. Flecha de oro, de J. Greison

Aventuras, Novela

En el atepelt reinaba el confusionismo. Guerreros, niños y mujeres mezclábanse, entre gritos de alborozo, rodeando varias cajas; unas largas, estrechas, y otras más pequeñas, que acababan de ser transportadas al campamento de las estribaciones de los montes Apataches por Flecha de Oro, el Gran Sakem, y un grupo de escogidos hombres rojos. Los que regresaban portando tan valiosa mercancía, llevaban en sus cinturas, junto a los tomahawk, sangrantes cabelleras que algunos, al penetrar en el poblado indígena, levantaron en sus manos como símbolo de victoria, de lucha.


Bolsilibros - 3 Centellas 4. El renegado, de J. Greison

Aventuras, Novela

Bob Cameron, relajados los músculos, los brazos a lo largo del cuerpo y las piernas levemente arqueadas, miró con fijeza a su antagonista, quien llevaba en el lado izquierdo del pecho una estrella de latón dorado de cinco puntas, símbolo de autoridad. El sheriff de Griffin, Elmer Littauer, era un joven de veinte años, sin apenas barba. Un leve bigote daba a su rostro infantil ironía, en contraste con las facciones duras, crueles de su antagonista, diez años mayor que él y con una historia turbulenta que se reflejaba en todos sus ademanes, serenos, casi solemnes, cara a la muerte.


Bolsilibros - 3 Centellas 5. Ira, de J. Greison

Aventuras, Novela

En el patio de la cárcel de Atlanta hubo un movimiento de curiosidad en torno a Spiffer al que, por vez primera, después de dos semanas de incomunicación, se le permitía reunirse con los demás reclusos. En el pecho y en la espalda del penado objeto de la general atención había un número, el 322, cifra con la que en lo sucesivo iba a ser conocido entre sus compañeros de cautiverio y entre el personal del presidio.


Bolsilibros - 3 Centellas 6. El llanero, de J. Greison

Aventuras, Novela

El temporal de agua y viento obligó a los tres hombres a ocultarse en una caverna de las estribaciones de los montes Apataches. La gruta era lo bastante amplia y profunda como para que en ella pudieran permanecer también los caballos. Uno de los militares dijo, mirando las numerosas retamas que crecían junto a las rocas, en zona aún no alcanzada por la lluvia, debido a la dirección del viento.


Bolsilibros - 3 Centellas 7. Trío de ases, de J. Greison

Aventuras, Novela

El hombre alto, recio sin caer en la obesidad, con un rostro duro y una mirada inquisitiva en sus ojos negros, de desconcertante frialdad, se acarició las puntas del bigote en un gesto fanfarrón para, a seguido, acariciar las fichas de varios colores que se amontonaban ante él en la mesa de póker. Al ponerse en pie en el reservado de la taberna, sus labios finos, repulsivos, esbozaron una sonrisa.


Bolsilibros - 3 Centellas 8. Sangre en Bull-run, de J. Greison

Aventuras, Novela

Wallace Guilfoyle, teniente de la Confederación, en alto el sable y junto a una de las piezas artilleras que hacían fuego contra las tropas del Norte, mandadas por el general McDowell, terminó de rechazar, en unión de los hombres a sus órdenes, al grupo de enemigos que, a la desesperada, intentaban apoderarse del cañón. Por las sienes del bravo oficial deslizábanse gotas de sudor, y el uniforme, desgarrado en las mangas, evidenciaba que la terrible batalla de Bull-Run era dura y que en no pocas ocasiones los infantes emplearon las bayonetas y los sables para defender vidas y posiciones.


Bolsilibros - 3 Centellas 9. Caravana maldita, de J. Greison

Aventuras, Novela

El teniente Archibald Manchester, que iba a la cabeza de la caravana formada por tres galeras de toldo y veinticuatro soldados, incluyendo a los tres mayorales que conducían los carromatos, alzó el brazo derecho ordenando alto y todos se detuvieron con visible satisfacción, pues la jornada había sido de extraordinaria dureza. Hombres y animales llevaban más de diez horas sin concederse el menor descanso.


Bolsilibros - 3 Centellas 10. Ajusticiado, de J. Greison

Aventuras, Novela

Burke, con la serenidad del hombre que no teme a la muerte por haberse enfrentado a ella en no pocas ocasiones, se volvió a los que contemplaban cómo James Duncan se disponía a disparar.


Bolsilibros - 3 Centellas 11. Traidor, de J. Greison

Aventuras, Novela

La sonrisa de Dimas Burke, una sonrisa en la que se mezclaban encontrados sentimientos, predominando la ironía, consiguió irritar a Wallace Guilfoyle, el teniente del Ejército de la Confederación que, en Richmond, se ocupaba con los demás jefes y oficiales de reorganizar las fuerzas para, según la frase popular, «dar la batalla definitiva a los malditos yanquis, demostrándoles que no eran capaces de vencer al gobierno de Jefferson Davis».


Bolsilibros - 3 Centellas 12. Gringos, de J. Greison

Aventuras, Novela

La noche era oscura. Un viento cálido, procedente de las llanuras de Texas, azotaba los rostros de los que, con las alas de los sombreros sobre los ojos y empuñadas firmemente las riendas, avanzaban por la gran faja de terreno que, de Norte a Sur, forman los ríos San Antonio y Nueces en las proximidades del golfo de Méjico. Varias nubes ocultaban la luna, impidiendo que su luz descendiera sobre la tierra.


Bolsilibros - Alaska 18. Los chacales de Río Kalvik, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

En la tarde suave y templada de finales de mayo, la silueta grácil y afilada de una goleta de tres palos y amplio velamen, se recortó sobre las aguas un tanto cenagosas del río Kalvik, remontando la bronca corriente en busca del estuario donde poder anclar. 
Se trataba de una goleta pintada de blanco con una doble franja azul a lo largo del casco, y sobre cubierta se podía distinguir, desde el poblado indio, un pasaje abigarrado que se agitaba junto a la borda como si se tratase de un hormiguero humano.


Bolsilibros - Arizona (Ed. Cies) 2. Desperdicios humanos, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Estos salieron del local y recorrieron otros que estaban en un reducido espacio. En menos de una hora se había formado un grupo de unos quince. Y marcharon al saloon de Dominic. Los dueños de los otros locales se alegraron al saber lo que Gordon proponía y estuvieron de acuerdo en el acto. Con motivo del debut de la cantante, apenas si había más clientes en sus casas que los cow-boys o granjeros, que bebían un par de vasos de whisky a lo sumo por todo gasto.


Bolsilibros - Arizona (Ed. Cies) 11. Sorpresa en Crownking, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

La joven maestra le miró sonriente. Avisó al muchacho y Alan se retiró con él. Durante más de media hora le estuvo hablando, haciéndole comprender que lo del manejo de las armas había sido una broma, y al mismo tiempo le prometió que si se aplicaba en la escuela, le enseñaría a manejarlas cuando tuviera unos años más. Se mostró muy contento el muchacho, dándose cuenta Alan que había sido un gran estímulo lo que acababa de decirle. Bobby prometió aplicarse. Habló después con la joven maestra, diciendo ésta: —Ya lo veremos… Más vale que no te equivoques.


Bolsilibros - Arizona (Ed. Cies) 13. Amigo o enemigo, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

—¿Cómo hablas así de Cow? No le conoces apenas y hasta ahora su actitud no puede ser más correcta. El hecho de usar pistoleras bajas y calibre 38 no quiere decir que sea un gun-man. Recuerdo que en el río Salmón, en el campamento de Goldmich, había un minero que siempre que entraba en algún saloon o bar se encorvaba, colocaba las manos junto a los “Colt” que pendían de dos bajas pistoleras fijas por abajo a las piernas. Eran calibre 38. Su actitud, su rostro, tenían asustados a la mayoría de los mineros, y entre ellos a mí; pero un día se demostró que no sabía manejar las armas. Murió víctima de su presunción. Le creyeron un hombre rápido y murió con rapidez. No digo que con Cow suceda lo mismo, pero lo refiero para demostrar que el uso de ese calibre no indica que sea un pistolero. —Pues yo aseguro que Cow sabe lo que son armas. —También nosotros. Tú no eres de plomo. —Pero no uso el 38. Es un calibre que precisa una gran habilidad. —Depende del hábito. —¡Cuidado! ¡Ahí viene Cow!


Bolsilibros - Arizona (Ed. Cies) 68. Primero el colt, de M. L. Estefanía

Relato, Aventuras

La muchacha iba tan preocupada que no se fijó en el camino que el caballo llevaba. El animal caminaba al paso que se le antojaba. Y para protegerse del violento viento que se había levantado, se encaminó hacíala montaña. Cuando ella quiso darse cuenta, estaba al pie de la misma, y los primeros copos de nieve hicieron que reaccionara. No había llegado nunca hasta esa montaña, y buscó en ella algún refugio donde poder esperar a que pasara la tormenta, por lo menos en su parte más aguda. Sabía, eso sí, que era la Montaña de las Minas.


Bolsilibros - Arizona (Toray) 12. Un tejano en Nueva York, de E. L. Retamosa

Aventuras, Novela

NO has visto lo guapo que se ha puesto Bill? 
Con los ojos inyectados en sangre y las pupilas brillando peligrosamente con la luz que en ellas había puesto el alcohol, Donald se volvió lentamente, con el cuerpo medio torcido, sin dejar de apoyar su codo sobre el sucio mostrador del «saloon». 
Sus ojillos se clavaron en la alta y esbelta silueta del hombre que acababa de entrar, acompañado de un verdadero coloso; un tipo que debía estar muy cerca de los ciento veinte kilos, con una cara de pan y una sonrisa infantil en los labios.


Bolsilibros - Arizona (Toray) 274. ¡Arriba las manos, gringo!, de E. L. Retamosa

Aventuras, Novela

PINTADA por el rojizo fulgor de los incendios, la ciudad de Atlanta ofrecía un aspecto verdaderamente impresionante. El cañoneo a que había estado sometida desde las primeras horas de la tarde, redujo a escombros gran número de edificios y provocó todas aquellas hogueras que, al atardecer, daban una nota de tragedia al reflejar en el cielo altas y sinuosas llamas que todo lo consumían. Una indescriptible confusión reinaba por doquier. Las tropas nordistas, que todavía no habían penetrado del todo en la ciudad, y que ocupaban solo algunos barrios, disparaban contra todo lo que veían, obligando así a la población civil a meterse en sus domicilios, con las puertas cerradas a piedra y lodo. Patrullas sudistas se retiraban por doquier, intentando llevarse la mayor parte del material bélico que poseían, mientras los heridos yacían amontonados junto a los muertos, y nadie se ocupaba ni de unos ni de otros.


Bolsilibros - Arizona 7. Mike, el traidor, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

EL detenido miraba con terror la rama transversal de la encina, a cuyo tronco había sido atado. En lo alto de la rama, un vaquero estaba preparando una sólida cuerda con nudo corredizo, que no tardando mucho se ajustaría al cuello del prisionero, para de modo inmediato izarle con brutalidad trágica y dejarle suspendido de la rama. 
El condenado era un joven de unos veinticuatro años, alto, flexible, de cabello rubio, con los ojos azules y la boca pequeña y de finos labios. Era bastante guapo y sus facciones adquirían más atracción de líneas debido al tinte moreno que el sol y, el aire habían curtido sobre la piel algo blanca.


Bolsilibros - Arizona 11. La muerte juega a las damas, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

AQUELLA tarde dominguera de últimos del mes de mayo, la taberna de Jack Carey, en Yermo, del Estado de California, estaba atestada hasta la puerta. Como de ordinario, Sol Totter y Doc Blair, ambos peones de dos equipos distintos de la cuenca, estaban jugando su acostumbrada partida de damas, una partida que ya se iba haciendo interminable, porque cada domingo, tras un derroche de facultades, de tanteos, de jugadas efectistas y de ataques violentos, solían terminar en tablas.