«Ejemplo de científico con método y talla internacionales, químico, botánico, jurista y economista, es un destacado ejemplo de la Ilustración española y aragonesa. Si el patriotismo, en su sentido más depurado y escueto, consiste en poner al servicio de la comunidad eficientes instrumentos para su mejora y engrandecimiento, desde la generosidad personal y el respeto al rigor del pensamiento científico, pocos patriotas mejores que Asso tuvo Aragón en el siglo XVIII. »Ignacio Jordán Claudio de Asso y del Río nació en Zaragoza, de Onofre y María Antonia, el 4 de junio de 1742 y en ella moriría casi setenta y tres años después. Doctor en Derecho por Zaragoza, conocedor del griego, del latín y del árabe, profesor universitario, abogado al servicio de la corona en Madrid, cónsul de carrera con ejercicio en Dunquerque, Amsterdam y Burdeos, nunca dejó de amar profundamente a Aragón ni de trabajar por él. Aunque sin holguras económicas, pudo estudiar y publicar no sólo muy notables libros sobre la fauna y la flora aragonesa (editados en Amsterdam y elogiados en los medios científicos europeos) o sobre el derecho castellano (siete veces se reimprimió su Instituciones del Derecho Civil de Castilla, desde1771, texto obligado en las universidades españolas), sino, sobre todo, su Historia de la Economía Política de Aragón. Cuatro años (1794-1798) tardó en componer la obra, estudiando con gran esfuerzo personal en viejos archivos para poner a las autoridades aragonesas en condiciones de realizar planes de saneamiento económico y ciudadano, desde un enfoque extraordinariamente moderno y perspicaz. »Asesor, en su ancianidad, de Palafox durante los Sitios, hubo de huir de Zaragoza para no ser fusilado por los franceses. Fue uno de los más notables miembros de la Real Sociedad Económica. Escribió más de cuarenta obras y murió, amado de su ciudad y respetado por la ciencia europea, en 1814.»
Las sociedades tradicionales disponían con frecuencia de instituciones y valores comunitarios: concejos, gremios, trabajos colectivos en el campo, cofradías de todo tipo... hasta las auténticas repúblicas colectivistas que eran monasterios y conventos. Pero las transformaciones sociales, económicas y de pensamiento que culminaron en la revolución industrial y en el liberalismo, pusieron el acento en el individuo, al que se intentó desvincular de aquellas agrupaciones próximas que eran vistas como reaccionarias. Las identidades colectivas se hicieron más abstractas (la nación, el pueblo, la humanidad), y promovieron una participación más sentimental que real y, por tanto, quedaron vital y prácticamente más alejadas de las personas. Los que rechazaron este nuevo estado de cosas condenaban su individualismo desde dos posturas opuestas: un tradicionalismo a ultranza que idealizaba el viejo mundo en trance de desaparecer, y un socialismo que quería crear un mundo nuevo. Estos primeros socialistas eran empresarios, intelectuales y políticos que proponían soluciones dispares para superar los abundantes ángulos oscuros de la boyante sociedad capitalista. Más tarde, y de modo despectivo, Marx los motejará de utópicos para así descalificarlos. Entre todos ellos destacó el francés Charles Fourier (1772-1837). Agente de comercio (un trabajo que no le resultaba grato), dedicó un ingente esfuerzo a analizar la sociedad desde presupuestos ilustrados. Rechazaba el industrialismo, el crecimiento urbano y de la población, y el capitalismo comercial, y propuso la que consideró una solución armoniosa: el falansterio. Es una colectividad no excesivamente grande, erigida en en el campo y autosuficiente, que englobaría todas las actividades productivas: agricultura, industria... Ahora bien, lo verdaderamente peculiar es el rechazo absoluto a la especialización, que desde su punto de vista provocaba el hastío ante trabajos deshumanizadores, y hacía inevitable la aparición de clases sociales y jerarquías. Para evitarlo, todos los miembros del falansterio deberían dedicar no más de una hora y media seguida a cada una de las treinta o cuarenta tareas diferenciadas en las que deberían rotar. Fourier detalló hasta un grado de precisión llamativo los más nimios detalles de su falansterio: su arquitectura y decoración, el número y horario de las comidas, los repartos de beneficios y remuneraciones (que nunca son por el trabajo concreto hecho, sino como miembros de la comunidad), hasta las cinco horas de sueño para los pobres, y cinco y media para los ricos (pues ambos subsisten, aunque tiendan a homogeneizarse)... Es posible que nos llame la atención saber que los zapatos durarán diez años, que el trabajo será gratificante, que el comedor colectivo servirá mejores platos que los mejores restaurantes de su tiempo, y que la sana emulación entre los distintos equipos de trabajo será suficiente para lograr la eficiencia. Ahora bien, cuando descubrimos las tareas que les serán encomendadas a los niños, quizás nos preguntemos si, en lugar de una Utopía nos encontramos ante el anuncio de las Distopías que el siglo XX va a llevar a la práctica...
En la España de mediados del siglo XIX, a rebufo de las revoluciones europeas del 48, se dan a conocer los llamados demócratas. Son un grupo de políticos e intelectuales que, desde las posturas entonces consideradas más avanzadas, someten a una crítica profunda el sistema liberal vigente, caracterizado por el predominio de los moderados; pero su crítica alcanza también a los progresistas. Hacen bandera del sufragio universal masculino, de la república, y de una novedosa preocupación social por las clases populares (especialmente por las urbanas). Pues bien, la revolución de 1854 les va a conceder protagonismo en los levantamientos de diversas ciudades, y aunque pronto se desencantarán del nuevo régimen que se establece y quedarán relegados, les permitirá incrementar la propagación de sus ideales. La obra que presentamos es uno de los mejores ejemplos de ello. El joven Francisco Pi y Margall (1824-1901) se ha movilizado en el Madrid revolucionario, ha publicado el correspondiente panfleto (incluido como apéndice en esta obra) e, incluso, ha sido brevemente detenido. Y en los meses posteriores emprenderá la composición de una completa exposición de su pensamiento político, La reacción y la revolución. Reaprovecha textos publicados con anterioridad, y elabora el primer intento serio de dotar al liberalismo radical español de una fundamentación filosófica y científica. Partiendo de Hegel (sobre todo de su metodología) y de Proudhon (del que traducirá más tarde varias obras; pero lo interpreta desde los presupuestos liberales individualistas), analiza las sociedades y su historia. Rechaza el cristianismo (al que sustituye con un panteísmo idealista de carácter ateo), la monarquía (con la necesaria alternativa de la república), el sufragio censitario (a sustituir por el universal), el estado unitario (que obstaculiza el más consecuente sistema federal). la interpretación convencional de muchos principios liberales, como el de la soberanía popular, insiste en la necesidad de una auténtica mejora de las condiciones sociales y económicas, y no teme proclamarse socialista y anarquista: «Abjuremos ya toda esperanza en los gobiernos. Convenzámonos de que su intervención es y ha de ser siempre perniciosa, de que hasta su protección nos es funesta. Parecidos al caballo de Atila, donde sientan el pie no crece más la hierba. Abominémoslos. Solamente la libertad puede darnos lo que ansiamos, vivificar esta tierra, abrasada por la acción gubernamental de siglos.» Y en otro lugar: «La revolución social y la política son a mis ojos una. Yo no puedo nunca separarlas.» La crítica a fondo del régimen liberal en el que vive (tanto el previo como el posterior a la Vicalvarada), desvelando su carácter de farsa, de tergiversación de los principios liberales que supuestamente les orientan, y que son conculcados en la práctica, pueden resultarnos muy actuales. También la denuncia de la corrupción, de las decisiones tomadas por motivos exclusivamente partidistas. Asimismo la obsesión por atacar a sus vecinos ideológicos más próximos, los progresistas. Ahora bien, cuando en la segunda parte comienza a enumerar de formar exhaustiva sus propuestas políticas y de administración, es cuando nos retrotrae a la época original de la obra. Es la época en la que lo revolucionario y extremista es el desmantelamiento del estado, al que se le debe impedir inmiscuirse en la vida de los individuos y de los pueblos; en la que se rechaza la red educativa pública erigida en la década anterior; en la que se opone la libre iniciativa de los individuos, a los intentos de planificación gubernamental de obras públicas; en la que se condena la regulación administrativa de las actividades productivas y profesionales; en la que, por tanto, se aboga por la disminución de los empleados públicos, que pueden llegar a ser innecesarios y perjudiciales... Una última observación. La reacción y la revolución muestra el convencimiento con que su joven autor defiende posiciones y planteamientos. Es una auténtica cosmovisión, en la que su aguda curiosidad intelectual le lleva a pontificar sobre cualquier aspecto de la realidad, sin dejar resquicio alguno a la duda... Quizás por ello resulta inquietante y premonitorio el leitmotiv que recorre la obra «la revolución es la paz, la reacción la guerra».
El patriotismo, el amor a la tierra en la que se ha nacido y al pueblo del que se forma parte, es una constante de la historia de la Humanidad, y tiñe en mayor o menor medida las obras de los historiadores de cualquier época o lugar. Lo hemos visto en en los antiguos griegos y romanos, por más que algunos se propongan elaborar sus libros sine ira et studio. Está presenta en el Laus Spaniae de san Isidoro, el lamento por su ruina en la Crónica de 754... y por su pérdida en la Albeldense... Y así hasta la construcción de los primeros estados modernos (monarquías compuestas pero que se quieren nacionales); ejemplo de ello es la espléndida Historia de Juan de Mariana, que descubre españoles desde los tiempos míticos Túbal... En cualquier caso, las nacionales son unas identidades más, a veces múltiples (locales, regionales, nacionales), que coexisten en el individuo junto a otras identidades religiosas, sociales, políticas y culturales. Pero en el siglo XIX, la cosa cambia: a partir del patriotismo tradicional y de nuevas corrientes idealistas y románticas cristaliza una nueva concepción de la nación, a la que ahora se percibe como una realidad externa, totalizadora y preexistente (cuando no eterna) a los individuos que la componen. Es una concepción orgánica que Renan, en sus Diálogos filosóficos, describía así: «Las naciones, como Francia, Alemania, Inglaterra..., actúan como personas que tienen carácter, espíritu, intereses determinados; se puede razonar acerca de ellas como de una persona; tienen, como los seres vivos, un instinto secreto, un sentimiento de su esencia y de su conservación, al punto que, independientemente de la reflexión de los políticos, una nación, una ciudad, pueden compararse a los animales, tan ingeniosos y profundos cuando se trata de salvar su ser y de asegurar la perpetuidad de su especie.» Es el origen de una nueva ideología, el nacionalismo, que hace predominar la identidad nacional sobre cualquier otra, que impone la supeditación del individuo a la nación, hasta el sacrificio de la propia vida, que se esfuerza por nacionalizar a las sociedades, y que va a superponerse por igual a todas las contradictorias propuestas políticas de la época: tradicionalismos y legitismos, liberalismos varios y radicalismos, e incluso y paradójicamente, en los internacionalismos obreristas (como se comprobará ya en el siglo XX). Enrich Prat de la Riba (1870-1917) es un excelente ejemplo de ello. Abogado y periodista, es uno de los responsables de la transformación del catalanismo en un movimiento nacionalista, de lo que es representativa la conferencia que el autor pronunció en 1897 en lo que podemos considerar su puesta de largo, en el Ateneo de Barcelona y que se incluye en la parte central de este libro, publicado en 1906. Ya entonces se ha convertido en un influyente político, en vísperas de presidir la Diputación provincial de Barcelona y, más tarde, la Mancomunidad Catalana. La nacionalidad catalana, a pesar de su carácter meramente propagandístico (o quizás por ello) resulta una excelente muestra de los planteamientos nacionalistas, y de su plasmación concreta en Cataluña. Los presupuestos (para el autor, indiscutibles) y las interpretaciones de los hechos sociales e históricos sobre los que se basa, los argumentos en que se apoya, las propuestas que plantea, describen perfectamente una creencia (en el mejor sentido de la palabra) todavía hoy viva y actuante. Veamos algunos ejemplos: «El Estado es una entidad artificial, que hace y deshace a voluntad de los hombres, mientras que la patria es una comunidad natural, necesaria, anterior y superior a la voluntad de los hombres, que no pueden deshacerla ni modificarla.» «El pueblo es, por tanto, un principio espiritual, una unidad fundamental de los espíritus, un tipo de ambiente moral que se apodera de los hombres y les penetra y les modela y les trabaja desde que nacen hasta que mueren. Poned bajo la acción del espíritu nacional a gente extraña, gentes de otras naciones y razas, y veréis como suavemente, poco a poco, se van recubriendo de ligeras pero continuas capas de barniz nacional, y modifican sus maneras, sus instintos, sus aficiones, infundiendo ideas nuevas a su entendimiento y acaba por variar poco o mucho sus sentimientos. Y si, en lugar de hombres hechos, le lleváis niños recién nacidos, la asimilación será radical y perfecta.» Pero Prat de la Riba pertenece, como todos, a su época. Su nacionalismo se convierte en los últimos capítulos de esta obra en una defensa del imperialismo. La expansión territorial, los imperios, son el resultado natural de la evolución de una nacionalidad: «Los pueblos civilizados o en vías de alcanzar por su propio esfuerzo la civilización plena, tienen derecho a desarrollarse de conformidad a sus propias tendencias, esto es, con autonomía. Los pueblos bárbaros, o los que van en sentido contrario a la civilización, han de someterse de grado o por la fuerza a la dirección y al poder de las naciones civilizadas. Las potencias cultas tienen el deber de expandirse sobre las poblaciones atrasadas. Francia impone su autoridad en Argelia, Inglaterra en Egipto, Rusia en los Kamotos, han sustituido el combate bárbaro y degradante que dominaba en aquellos pueblos, con la ley y el orden justo. La mayor ganancia ha sido para la civilización y para estas tierras desgraciadas, más que para los pueblos que han intervenido en ellas. Los que dedicaban sus versos al Mahdi contra Inglaterra, a Aguinaldo contra los americanos, o a Argel y sus piratas que combaten a Francia, son pobres de espíritu que no son capaces de percibir la elevadísima misión educadora de la humanidad que ejercitan las naciones civilizadas en estas costosas empresas.»
En 1882 Renan ofrece una conferencia en la Sorbona. Estamos en la Francia de la Tercera República, que todavía lame las heridas de su orgullo perdido y de la pérdida de la Alsacia y la Lorena tras la guerra franco prusiana. El prestigioso y polémico Ernest Renan (1823-1892) ha anunciado el tema de su exposición, el concepto de nacionalismo. Indagará en búsqueda de los principios últimos y decisivos de las naciones, su origen y razón de ser. Y, tras rechazar en este sentido a la raza, la lengua, la religión, la economía y la geografía, los hallará (en sintonía con la tradición liberal francesa) en el consentimiento ciudadano, el asentimiento civil y político de una sociedad a la pertenencia a su nación: «La existencia de una nación es (perdonadme esta metáfora) un plebiscito cotidiano». Su planteamiento se opone, pues, al nacionalismo étnico e incluso racial, con sus componentes de irracionalismo romántico, a la existencia eterna de las naciones, al medio que modela de un modo mágico a los pueblos, siempre escogidos. Renan sitúa en el centro al individuo que, libremente decide su pertenencia a la nación. Y por tanto enuncia el carácter contingente de las naciones: «Las naciones no son algo eterno. Han comenzado, terminarán. La confederación europea, probablemente, las reemplazará.» Sin embargo... nuestro autor no puede escapar a su tiempo, y va a conservar los componentes más íntimos del nacionalismo: el organicismo idealista que reconoce en la nación una esencia, existencia y personalidad más real y viva que la de los individuos; el sentimentalismo que propicia la identificación con los antepasados, que «nos han hecho lo que somos. Un pasado heroico, grandes hombres, la gloria (se entiende, la verdadera), he ahí el capital social sobre el cual se asienta una idea nacional.» Por tanto, «una nación es, pues, una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de aquellos que todavía se está dispuesto a hacer.» El consentimiento tácito y expreso de la sociedad caracterizará el nacionalismo francés, pero no por ello dejará de ser un nacionalismo: «Me digo a menudo que un individuo que tuviera los defectos considerados como cualidades en las naciones —que se alimentara de vanagloria, que fuera a propósito celoso, egoísta, pendenciero, que no pudiera soportar nada sin desenvainar la espada— sería el más insoportable de los hombres.» Las limitaciones de este nacionalismo más racional, comprensivo y humanitario saltan a la vista, en cuanto se examinan las actuaciones prácticas de los sucesivos gobiernos republicanos, y de las mentalidades y valores que se generalizan en la sociedad francesa. Bien se comprobará pocos años después cuando toda Europa entre en la vorágine sangrienta de la Gran Guerra. Gustave Hervé, a pesar de que ya ha comenzado su particular evolución del socialismo al socialismo nacional, levantará en 1919 la voz contra los planes de francesizar a los habitantes germanos del Sarre ocupado: «Nos apoderamos de la propiedad de las minas del Sarre, y para no ser molestados en la explotación de estos depósitos de carbón, constituimos un pequeño Estado distinto para los 600.000 alemanes que habitan esta cuenca carbonífera, y a los quince años lograremos, por un plebiscito, que declaren que quieren ser franceses. Ya sabemos lo que esto significa. Durante quince años vamos a actuar sobre ellos, a atacarlos por todos lados, hasta que obtengamos de ellos una declaración de amor. Es, sin duda, un procedimiento menos brutal que el golpe de fuerza que nos arrancó nuestros alsacianos y loreneses; pero si es menos brutal, es más hipócrita.» (La Victoire —la antigua La Guerre Sociale— de 31 de mayo de 1919. Cit. por Keynes en Las consecuencias económicas de la paz.)
La concentración del poder político en los reyes fue un proceso lento que se refuerza desde que Europa, aparentemente debilitada y diezmada, emerge de las graves crisis concatenadas del siglo XIV. El resultado serán estados cada vez más complejos y multiformes, con gran diversidad de instituciones, fueros y organismos, pero que parecen reclamar la reunión de las atribuciones últimas jurisdiccionales y de gobierno en una única persona que, por lo mismo, resultará cada vez más mitificada y sacralizada. Han nacido los estados modernos, las monarquías autoritarias y, finalmente el absolutismo. Este último constituirá el modelo dominante y más generalizado y será promovido en obras tan significativas como el Discurso sobre la Historia Universal de Bossuet. Pero a lo largo de este proceso secular no faltarán las voces que, en distintos grados y desde diferentes presupuestos, se opondrán a lo que consideran excesos contraproducentes. Un ejemplo de ello es la obra de Juan de Mariana Del rey y de la institución de la dignidad real. Por otra parte a fines del XVII surgirá definitivamente la monarquía parlamentaria como alternativa a la absoluta. Si inicialmente pudo ser considerada poco moderna, pronto atraerá la atención de los posteriores críticos del absolutismo, los ilustrados. François de Salignac de la Mothe, Fénelon (1651-1715), arzobispo de Cambrai y preceptor del nieto de Luis XIV, estuvo implicado en numerosos acontecimientos de la Francia del rey Sol: el edicto de Nantes y el acercamiento a las hugonotes, jansenismo y pietismos varios, junto a un galicanismo cada vez más dominante... Pero también es un buen ejemplo de estas críticas al absolutismo desde posturas religiosas y sociales, lo que finalmente provocará su extrañamiento de la Corte. Presentamos una breve selección de textos: la conocida Carta a Luis XIV, fragmentos de Las aventuras de Telémaco (quizás su obra más destacada) y de los Diálogos de los muertos antiguos y modernos, y el Examen de conciencia sobre los deberes de la dignidad real. Para calibrar la considerable influencia póstuma de sus escritos, incluimos otros fragmentos del Ensayo filosófico sobre el gobierno civil según los principios de Fénelon, del escocés Ramsay (1721). Este interés, sin embargo, conducirá a un cierto equívoco: se le querrá percibir como antecedente de la Ilustración e incluso del liberalismo, lo que objetivamente no parece que se pueda afirmar: Fénelon mantiene su admiración hacia el monarca virtuoso que tiene je en sais quoi de divin. Dale K. van Kley, en su sugestivo (y por tanto discutible) Los orígenes religiosos de la revolución francesa (1996), comenta: «En las postrimerías del siglo XVII surgía otra novedad: la asociación cada vez más explícita entre la guerra y el lujo como elementos de la política de Estado denominada mercantilismo. La manufactura y la exportación de objetos de lujo artesanales eran medios ordinarios utilizados por el Estado para la obtención de beneficios económicos, mientras que la guerra era la continuación de esa misma política por otros medios. Fénelon oponía al mercantilismo los principios humanistas de la paz y la unidad de toda la humanidad ―la raza humana, sostenía Fénelon, constituía una sola familia― y daba especial preferencia a la agricultura y al libre comercio. Rothkrug (Opposittion to Louis XIV) ha puesto de manifiesto que la oposición devota de fines del XVII al absolutismo y al mercantilismo de Luis XIV fue una de las fuentes de la fisiocracia dieciochesca, del partido de los economistas, o de los que él mismo llama el agrarianismo cristiano.»
La presente obra —sucesora en el siglo XX del ensayo de John Stuart Mill Sobre la libertad , en palabras de Hazlitt en Newsweek — es una de las más importantes de F. A. Hayek. Dedicada a analizar la constitución; o estructuración de la libertad y el sentido que esta tiene en la sociedad contemporánea es fruto de una minuciosa investigación en los campos de la Filosofía política, el Derecho y la Economía. La obra se divide en tres partes. En la primera muestra por qué queremos la libertad y lo que esta trae consigo. Se trata de una discusión principalmente teórica y filosófica que envuelve un examen de los factores que determinan el progreso de la civilización. La segunda parte es un examen de las instituciones que Occidente ha desarrollado para asegurar la libertad individual, abordando estos problemas con sentido histórico en orden a facilitar, a la luz de un ideal solo parcialmente realizado, la solución de los problemas de nuestros días. La tercera parte es una aplicación práctica a algunas críticas situaciones económicas y sociales de hoy, fijándose, sobre todo, en aquellas materias en las que una falsa elección entre las distintas soluciones posibles daña más a la libertad.
La lengua española está en constante proceso de cambio: usos nuevos o que hoy se consideran impropios terminarán siendo mayoritariamente aceptados y formando parte de la norma.Los cambios surgen como usos impropios que se ponen de moda en el habla de la calle, entre los políticos o en el lenguaje de los medios de comunicación. Unas veces pasan como simples modas, pero otras ganan aceptación y terminan formando parte de la lengua y siendo aceptados por la Academia (casos como las tan criticadas «almóndiga», «vagamundo» o «madalena»). También el lenguaje de los jóvenes es muy rico en estos neologismos. Si bien la mayoría son perecederos, algunos son verdaderos aciertos que calan en el habla general y pasan a formar parte del vocabulario común.
Aunque el discurso político y mediático al uso da la espalda a cualquier debate relativo a un eventual colapso del sistema que padecemos, esa posibilidad está ahí. En esta obra se examina, de forma pedagógica, el concepto de colapso, se estudian las posibles causas y consecuencias de este último, se sopesan dos respuestas diferentes –los movimientos por la transición y el ecofascismo– y se analizan las distintas percepciones populares que el fenómeno suscita. El escenario del colapso puede suscitar respuestas varias que discurran desde el individualismo más extremo hasta la reaparición de proyectos de cariz colectivista o comunista… Los movimientos que me interesan […] que identificaré genéricamente como movimientos por la transición ecosocial, tienen una vocación colectiva y altruista [...] No hablo de comunidades aisladas y cerradas […], sino que tengo en mente, en muchos ámbitos, el renacimiento, interconectado, de formas de propiedad colectiva que constituyan una respuesta, tanto a la situación actual como a la propia del colapso. Esos grupos procurarán esquivar, para sus integrantes, la condición de víctimas con la vista puesta en convertirlos en supervivientes. O, por decirlo de otra manera, buscarán hacer de la necesidad virtud, de tal suerte que un proceso de transición forzado exhiba muchos elementos de voluntariedad y deseabilidad. Y es que, al cabo, parece lícito imaginar que muchas personas concluirán que el tipo de sociedad que preconizan los movimientos empeñados en los cambios que aquí me interesan no sólo no debe producir rechazo, sino que, antes bien, dibuja un horizonte más acariciable, en muchos terrenos, del que tenemos hoy. Carlos Taibo es profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. Entre sus últimos libros se cuentan ¿Por qué el decrecimiento? Un ensayo sobre la antesala del colapso (Los Libros del Lince, 2014) y La parabola del pescador mexicano. Sobre trabajo, necesidades, decrecimiento y felicidad (Los Libros de la Catarata, 2016).
Después de su ya clásico Armas, gérmenes y acero , Jared Diamond se pregunta en Colapso cómo unas sociedades han desaparecido sin apenas dejar huella de su evolución mientras que otras, adaptadas al medio y gracias a unas condiciones especiales de crecimiento, han alcanzado una próspera civilización material y cultural. A través de sus amplios conocimientos en sociología, economía, lingüística, biología o antropología Diamond trata de explicar la desaparición de sociedades del pasado y se pregunta si podemos aprender la lección y evitar desastres parecidos en el futuro.
Crónica, Arte, Ciencias sociales, Historia, Memorias
Fruto de su colaboración asidua en la prensa italiana, los escritos reunidos bajo el título ‘Colección de arena’ ofrecen otra dimensión narrativa de Italo Calvino, que se asoma entre las líneas de estos artículos como un observador que intenta describir y examinar lo que ve, que elige con cuidado objetos capaces de estimular una reflexión y que, con tal fin, se da una vuelta por museos y lugares de exposición parisinos, visita excavaciones arqueológicas en Toscana, jardines zen en Kioto, monumentos en Palenque y Persépolis. Un turista de la cultura que recorre con su mirada el espectáculo de la realidad elegida, pero que jamás se queda en ninguna, fiel a su vocación de curioso e inquieto comentarista de un universo visual; un coleccionista que selecciona, descompone y reelabora en un esfuerzo por dar un sentido unitario a una realidad múltiple y dispersa.
La corrupción se ha convertido en uno de los problemas más importantes en todo el planeta. Afecta al crecimiento económico, genera desigualdad, deslegitima instituciones públicas. Pero aun así es un fenómeno mal conocido por la ciudadanía, confundido con otros fenómenos criminales y usado políticamente con excesiva alegría. Este texto pretende aportar los conocimientos básicos sobre esta lacra social de cara a favorecer la eficaz movilización cívica contra la misma y la rigurosa toma de responsabilidades por los poderes públicos para afrontar el problema. Cuarto título de la serie de cultura política 'Más Democracia', con la que la Editorial Gedisa consolida su apuesta por la producción de pensamiento crítico sobre asuntos de políticas contemporáneas, ofreciendo una plataforma de edición a las diferentes voces que, desde múltiples disciplinas -filosofía, historia, sociología, derecho, etc.- contribuyan al enriquecimiento de la cultura democrática.
Las tendencias globales actuales no son sostenibles. Así lo ha venido advirtiendo durante largo tiempo el Club de Roma, uno de los laboratorios de ideas más respetados y vibrantes del mundo. Cuando se publicó, hace casi cincuenta años, Los límites del crecimiento, su llamada de atención sobre la falsa convicción de que la economía puede crecer de manera infinita a costa del planeta causó conmoción y, aún hoy, sus conclusiones siguen siendo válidas. Sin embargo, gran parte de las medidas políticas que la gente está dispuesta a asumir tienden a empeorar las cosas. Parece, pues, que nos hallamos ante una crisis filosófica, una crisis de la que depende el futuro de nuestro hogar común. Partiendo de un gran trabajo de análisis, este libro aborda la necesidad de una «nueva Ilustración». Una Ilustración que no sólo se base en la doctrina, sino que aborde un equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza, así como entre los mercados y el Estado, y el corto y el largo plazo. Para hacerlo, tenemos que dejar de trabajar en «silos» y favorecer un enfoque más sistemático, lo cual nos exigirá repensar cómo organizamos la ciencia y la educación. Pero debemos actuar ahora. El mundo no puede esperar a que esta nueva Ilustración llegue a los 7.700 millones de personas que habitan el planeta. Come on! aborda numerosos casos de estudio y optimistas propuestas políticas que pueden devolvernos a una trayectoria sostenible.
«La independencia de Cataluña es inevitable e irreversible» dice Alfred Bosch, «porque la gente lo quiere; lo único que podemos decidir es cómo se produce. Si hacemos caso de Adam Smith, la libertad nacional de Cataluña multiplicará y estimulará el libre comercio con España. La emancipación de Cataluña es la mejor oportunidad para los españoles de reaccionar y activar una segunda transición. Aplastar la voluntad mayoritaria de los catalanes degradaría y ahogaría a la democracia española». Éstas y otras ideas se contienen en este polémico libro, que por primera vez intenta convencer a los españoles de las bondades de una república catalana independiente.
Comprender Portugal es una introducción a la historia y a la cultura de un país tan cercano como ignorado. Sus páginas —ahora revisadas, con motivo de esta segunda edición— acogen una reflexión sobre por qué Portugal existe como instancia independiente, una consideración general de la historia del país, una aproximación a la literatura portuguesa, una reflexión sobre la relación de Portugal y Galicia a través de la lengua y una miscelánea en la que se sopesan elementos varios como las relaciones de Portugal con Brasil, la cocina portuguesa, el fado, el fútbol y, en fin, la arquitectura manuelina.
Carlos Fernández Liria (profesor titular de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid) y Luis Alegre Zahonero (investigador en formación en esa misma universidad) emprenden en este libro una tarea cuya enorme importancia.Lo que ha ocurrido y está ocurriendo en Venezuela tiene una inmensa importancia por razones muy distintas. Una de ellas, y no la menor, es la de haber dejado en evidencia a la gran mayoría de los intelectuales del mundo, de los que habría sido lógico esperar que lo entendieran y lo explicaran. Pocas veces se ha demostrado una nulidad tan tozuda o una mala fe tan insistente en tantos filósofos, académicos, periodistas, columnistas o comentaristas. No se entiende lo que se está demostrando en Venezuela y, cuando se entiende, no se entiende suficientemente. Y no es extraño. Porque los acontecimientos de la revolución bolivariana tienen algo de insólito, algo que a muchos intelectuales bienintencionados de izquierda les ha venido demasiado grande y que al resto, a los intelectuales orgánicos de todo el planeta, neoliberales o progresistas, les resulta hartamente peligroso. Tan peligroso, en efecto, que en Venezuela se están desenmascarando las mentiras más incuestionadas y más exitosas de todo el siglo XX, la gran mentira con la que, en el fondo, todos ellos se ganan la vida.“¡De pronto, alguna vez, hay un resplandor en el panorama oscuro y mediocre de la cultura española! Este libro de Carlos Fernández Liria y Luis Alegre es por lo menos eso: un resplandor, pero tan intenso que corre el feliz riesgo de orientar un capítulo muy importante en la construcción de “un socialismo para el siglo XXI”, tal como se llama, con alegría creadora, en Venezuela el proceso revolucionario que está en el origen, y es la inspiración, de este insólito libro”.Alfonso Sastre
Subtitulado: Lo que Usted y sus hijos no aprendieron en la escuela sobre como hacer crecer su dinero. ¿Le gustaría saber cómo salir de sus deudas más rápido, guardar más dinero y aprender cómo hacerlo crecer hasta un millón? Con este libro descubrirá lo fácil que es: •Enseñar a sus hijos sobre el dinero. •Cuánto le cuesta estar endeudado. •Cómo y por qué debe ahorrar. •Qué hace desaparecer su dinero. •Cual es la octava maravilla del mundo. •Aprenda como duplicar su dinero. •Aprenda a ahorrar de 30 a 50% en sus impuestos.
«Comunidades imaginadas» es ya una obra de referencia obligada para los estudiosos de las identidades nacionales y de los procesos de construcción de una nación. Anderson ha replanteado las bases para el estudio de la identidad nacional con un estudio teórico y empírico sistemático y profundo. Aquí Anderson plantea a las comunidades nacionales como el producto de un proceso de construcción política, social y cultural que tiene como resultado la generación de un vínculo imaginario de los ciudadanos con sus semejantes en los contornos del estado-nación. La recuperación del concepto de imaginación lo deslinda de las acepciones peyorativas del término, que lo oponían a la realidad (imaginación vs realidad). Anderson estudia las bases materiales de la imaginación para comprender cómo se conforma una comunidad nacional. Tiene un papel clave la imprenta, que posibilita la difusión masiva a través de los medios de comunicación permite establecer relaciones entre grupos y personas situadas a la distancia. Pero no sólo permite establecer relaciones, sino que habilita además para imaginar relaciones y para figurarse una comunidad abarcadora dentro de los límites del estado nacional. La circulación de los periódicos, y más adelante de la televisión, tienen un papel constituyente de los imaginarios nacionales. Anderson estudia el proceso de construcción de las naciones europeas, para continuar luego con el proceso histórico de las naciones de América Latina. Esta obra clave ha planteado un programa de investigación sobre los estados-nación, pero además es recuperada por cientistas sociales como modelo para la construcción de estudios sobre las identidades y los procesos sociales contemporáneos.
El fenómeno totalitario, propio del siglo XX, se encarna en el comunismo y el nazismo. Aunque ambos regímenes ya pertenecen al pasado, la cuestión de su identidad sigue estando candente y suscitando vivas polémicas. En este ensayo, Alain de Benoist compara las dos ideologías totalitarias, lo cual no significa asimilarlas, sino pensarlas conjuntamente, como dos especies distintas de un mismo género, dos casos singulares dentro de una misma categoría. Comunismo y nazismo: el loco sueño de un mundo puro, sin diversidad ni contradicciones Más allá del balance de sus crímenes, más allá de los parecidos formales de sus regímenes, comunismo y nazismo expresaron sobre todo la misma esperanza de un mundo purificado de su diversidad y de las contradicciones que se derivan de ella. Tal anhelo sigue estando presente en nuestro horizonte, en el de estas postrimerías de una modernidad caracterizada por la movilización total de los hombres y las cosas, por la dominación que ejercer la razón instrumental, por la voluntad de establecer una sociedad universal plenamente transparente a sí misma, por la sumisión de los individuos atomizados a unos poderes que ni controlan ni eligen. Frente a estas nuevas amenazas, la lucidez, la libertad y la clarividencia del espíritu crítico son más indispensables que nunca. Suponen, en particular, que el nazismo y el comunismo se midan no con la vara de una memoria selectiva y traumática, sino con la mirada de una historia que prosigue su andar.
Bot Ruso pasó los últimos años de su trayectoria profesional al servicio de una agencia dedicada al astroturfing, con un equipo de trols a su cargo y operando en distintas misiones cuyo objetivo era manipular la conversación en la red. Ahora que ya no trabaja allí, se ha decidido a contar detalles sobre cómo se preparan y funcionan hoy las célebres campañas de bots y trols para empresas, partidos políticos o clubes deportivos. Con un enfoque divertido, irónico y muy didáctico, este libro nos abre los ojos y nos da las herramientas para reconocer este tipo de prácticas, evitar caer en la red de bulos y desenmascarar el modus operandi de los que mueven este negocio oscuro y poco ético. Los secretos que partidos políticos, multinacionales y organizaciones mundiales no quieren que conozcamos, contados desde dentro. Me he pasado bastantes años insultándote en redes sociales porque alguien me pagaba. Ahora que ya no estoy en nómina quiero contarte cómo lo hacía.