Es éste el primero de los cuatro volúmenes que forman la serie destinada al estudio de la historia contemporánea de Alemania. La obra estudia de forma sucinta, pero rigurosa, el curso de Alemania a lo largo del siglo XIX, señalando los grandes rasgos de la evolución política y las transformaciones económicas y sociales, hasta el comienzo de la consecución de la unidad alemana del II Reich. Sin duda, el profesor Droz, conocido especialista en este campo ha sabido dotar a su obra de una gran claridad, por lo que ha de constituir un valioso instrumento para el estudiante.
La figura de MANETON es, sin lugar a dudas, una de las más sugerentes entre las que integran el conjunto de autores egipcios que utilizaron el griego como lengua escrita. A esta visión contribuyen tanto el tema de sus escritos, centrados en la historia y la religión del Antiguo Egipto, como el enigma ligado indisolublemente a su obra más importante. Porque la Historia de Egipto o "Crónica egipcia" de Manetón ha llegado hasta nosotros a través de diversos fragmentos insertos en la obra de diversos autores, generalmente de no escaso relieve, y que pueden clasificarse en dos grupos bien definidos: el primero el transmitido a través de la obra de Flavio Josefo y el segundo constituido por las referencias a la obra de Manetón que se encuentran en la literatura patrística. Una de las fuentes históricas más importantes con respecto al Egipto de los faraones y, desde luego, la más relevante en lengua griega, la Crónica egipcia de Manetón, reviste una importancia fundamental para el conocimiento de uno de los aspectos más interesantes de la historia de la Antigüedad.
El propósito del libro de Jacques Heers, profesor de la Universidad de París, es el de proseguir en la línea rigurosa de perspectiva histórica que el ya famoso manual de Historia Antigua, de Petit había iniciado. Como obra de referencia básica, que permita orientarse por el entramado medieval, las páginas de Heers conjugan la puntualidad informativa imprescindible y el nervio expresivo característico de una experiencia de enseñante que sabe plantear las cuestiones de verdadera proyección sobre la historia entendida como proceso. Se satisfacen así los intereses del estudiante, pero también se enriquece y amplía el gusto por la historia, signo característico del lector contemporáneo. La vastedad de los programas universitarios, y la necesaria tendencia a la especialización sobre épocas o problemas determinados, obliga precisamente a la frecuente consulta de una obra del carácter que presentamos. Este libro es el plano metódico que permite distinguir, en su perspectiva justa, los accidentes del terreno. Dentro de las limitaciones cronológicas establecidas, se estudian las cristiandades griega y latina y sus respectivas expansiones. Tanto sus interferencias recíprocas como la proyección oriental y africana de la cultura árabe (y la expansión occidental de las cruzadas que crea en el cercano oriente un eje de tensión de tres culturas), iluminan y perfilan el juego de intereses en pugna. Las indicaciones bibliográficas cumplen la función de mencionar los textos inevitables o complementarios para una mejor visión del panorama que tan ejemplarmente considera el profesor Heers.
En la filosofía griega asistimos al planteamiento inicial de problemas que aún conservan toda su relevancia para nosotros. Representa un punto de arranque que sigue siendo el de referencia obligada para todo el pensamiento occidental hasta la fecha. Roma fue el primer eslabón que, aunque parezca pobre en comparación con la filosofía de los griegos, abrió ríos caudalosos que luego han ido elaborando y profundizando sus aguas generación tras generación.
El contenido de este volumen abarca desde los primeros escritores cristianos hasta los grandes sistemas del siglo XIII. La revalorización de la filosofía medieval desde comienzos de nuestro siglo promovió múltiples investigaciones y obras de síntesis que han renovado la visión de una época olvidada o denostada durante varios siglos. La tarea de Frederick Copleston, en la parte dedicada a este período en su «Historia de la filosofía», ha consistido en recoger y reelaborar los resultados de la investigación para ofrecer una exposición precisa y sugestiva del desarrollo del pensamiento medieval. El estudio de la dialéctica interna que determina su evolución, la estructura de los sistemas y el contexto cultural y social que condiciona su elaboración, constituyen los puntos de partida de su método interpretativo. La patrística, el renacimiento carolingio y Escoto Eriúgena, el problema de los universales, San Anselmo, la escuela de Chartres y los victorinos, la filosofía islámica, y los grandes sistemas del siglo XIII son los temas centrales del presente volumen, el cual se extiende especialmente en la exposición del pensamiento de san Agustín, en la primera parte, y de san Buenaventura, santo Tomás, y Duns Scoto, en la última. Es difícilmente superable como introducción al pensamiento de los autores estudiados. Un apéndice bibliográfico, resultado de una cuidadosa selección, sirve de adecuado complemento a la obra.
La transición del pensamiento medieval a la Edad Moderna determina los límites del período tratado en el presente volumen. En el siglo XIV, Ockham y los ockhamistas, el movimiento científico, Marsilio de Padua y el misticismo de Eckhart o Tauler contribuyen a la destrucción crítica de las síntesis constructivas y armónicas del siglo XIII. Copleston logra dar, en la primera parte, un sentido unitario a esas diversas actitudes con referencia a lo que se ha denominado via moderna en contraposición a la via antiqua.Después de exponer las posiciones filosóficas que condicionan la nueva concepción humanista, Copleston dedica su segunda parte al pensamiento renacentista. El ámbito se amplía aquí considerablemente, ya, además de las direcciones estrictamente filosóficas, son objeto de estudio el movimiento científico, la filosofía política y las concepciones místicas. En la tercera parte, hace una exposición exhaustiva del pensamiento de Suárez junto con una visión general de la escolástica del Renacimiento. En este volumen el autor ha conseguido explicar el paso del pensamiento medieval al moderno con gran rigor y precisión. Pero, al mismo tiempo, comunica al lector la impresión dramática que produce el conocimiento profundo de esta fase de crisis y ruptura.
Lo mismo que en los volúmenes anteriores, he dividido la materia por filósofos individuales, en lugar de ir siguiendo sucesivamente y por separado el desarrollo de los distintos problemas filosóficos. Además, he concedido a algunos filósofos una extensión considerable. Y, aunque creo que la división por filósofos es la más conveniente para los lectores a los que principalmente me dirijo, el método tiene indudablemente sus desventajas. Al tener que enfrentarse con numerosos pensadores diferentes, y con descripciones más o menos detalladas de las ideas de éstos, el lector se expone a no captar el cuadro completo, en sus líneas generales. Por otra parte, aun cuando yo creo que la antigua división en racionalismo continental y empirismo británico está justificada (siempre que se añadan ciertas cualificaciones), una adhesión rígida a ese esquema podría dar la impresión de que la filosofía continental y la filosofía británica en los siglos XVII y XVIII se movieron a lo largo de dos rectas paralelas, desarrollándose cada una de ellas con entera independencia de la otra; y ésa sería una impresión errónea. Descartes ejerció una modesta influencia en el pensamiento británico; Berkeley estuvo influido por Malebranche; las ideas políticas de Spinoza deben algo a Hobbes; y la filosofía de Locke, autor del siglo XVII, ejerció una gran influencia en el pensamiento de la Ilustración francesa del siglo XVIII.
En este volumen V de su «Historia de la filosofía» expone Copleston el desarrollo de la filosofía británica de los siglos XVII y XVIII. Aunque se centra en los grandes pensadores de este período —Hobbes, Locke, Berkeley, Hume—, trata también con amplitud otras corrientes del pensamiento filosófico que aparecen fuera de la línea empirista y tienden a quedar en segundo plano en la mayoría de las obras de historia de la filosofía, a pesar de la influencia que han tenido en alguna de las corrientes filosóficas posteriores. Los platónicos de Cambridge, los moralistas —Shaftesbury, Mandeville—, los deístas y la filosofía escocesa del sentido común son objeto de un análisis expositivo y crítico, valorando su aportación en el ámbito de una problemática que en muchos aspectos ha quedado excluida de los planteamientos de los filósofos más representativos de esta época, tanto en la dirección racionalista continental como en el empirismo inglés.
Mi intención inicial era la de incluir la filosofía de los siglos XVII y XVIII en un solo volumen titulado De Descartes a Kant, Pero el proyecto resultó inviable. Al final he dividido la materia en tres volúmenes. El IV de esta Historia, De Descartes a Leibniz, estudia los grandes sistemas racionalistas del continente, y en el volumen V, De Hobbes a Hume, he esbozado el desarrollo del pensamiento filosófico británico hasta la filosofía escocesa del sentido común inclusive. En el presente volumen considero la Ilustración francesa y alemana, el nacimiento de la filosofía de la historia y el sistema de Kant. Más, a pesar de haber finalmente dedicado tres volúmenes a la filosofía de los siglos XVII y XVIII, he conservado el plan inicial en el sentido de que el conjunto se abre con un capítulo introductorio común y cuenta con un resumen conclusivo también común. El primero se encuentra, como es natural, al principio del volumen cuarto. No se repetirán aquí las observaciones introductorias referentes al tema del presente volumen. En cuanto al resumen conclusivo, es el último capítulo de este libro. Adoptando un punto de vista no meramente histórico, sino también filosófico, he intentado discutir en él la naturaleza, la importada y el valor de los varios estilos de filosofar en los siglos XVII y XVIII. De este modo los volúmenes IV, V y VI de esta «Historia de la Filosofía» forman una trilogía.
A partir de este volumen el autor introduce variaciones en los esquemas seguidos en los anteriores. Expone separadamente la filosofía alemana del siglo XIX, a la que dedica el presente tomo, y la británica y francesa, que forman el contenido de los dos siguientes: el VIII y IX. La visión que presenta el autor en este volumen VII del idealismo poskantiano es, a la vez, fiel y clara, a pesar de las dificultades que ofrece la explicación del pensamiento de sus tres grandes figuras —Fichte, Schelling y Hegel—, exponentes de uno de los más extraordinarios florecimientos de la especulación metafísica de la filosofía occidental. Su tratamiento del materialismo histórico es objetivo y crítico. Los capítulos que dedica a Kierkegaard, Schopenhauer y Nietzsche constituyen una introducción sugerente a unas concepciones del mundo que aún influyen en algunas corrientes del pensamiento actual. Las demás direcciones filosóficas de carácter marginal se tratan esquemáticamente. El último capítulo, aparte de consideraciones reflexivas y críticas, contiene anticipaciones de la filosofía de la primera mitad del siglo XX. Como en los demás volúmenes de su «Historia de la filosofía», se pone de manifiesto en el presente la capacidad excepcional de F. Copleston para plantear la problemática de cada uno de los sistemas filosóficos y explicar coherentemente su punto de partida y su estructura.
En el presente volumen, a diferencia de los inmediatamenteanteriores, dedicados a la filosofía alemana e inglesa, el autor no se halimitado a estudiar el pensamiento filosófico en Francia durante el siglo XIX,sino que extiende su exposición a gran parte del siglo XX. Abarca, pues, desdelas corrientes de pensamiento inmediatamente posterior a la Revolución —eltradicionalismo, los ideólogos y el eclecticismo— hasta Bergson y Sartre, a losque dedica extensos capítulos. En la última parte analiza el personalismo deMounier, la fenomenología de Merleau-Ponty y expone esquemáticamente elestructuralismo de Lévy-Strauss. Se presta mayor atención que en otrashistorias de la filosofía contemporánea a la corriente espiritualista que seorigina en Maine de Biran y a la filosofía científica francesa de este período.Unalúcida caracterización de la filosofía francesa ayuda al lector a valorar lasobras de escritores que, según advierte el autor en el prólogo, pueden serfilósofos profesionales o literatos cuyas obras tienen significaciónfilosófica.
El propósito de esta obra es sacar del olvido los valores del pensamiento español y testimoniar con ello la vigencia que en aspectos decisivos sigue teniendo. La irradiación de este pensamiento en el mundo ha sido inferior a la influencia que ha ejercido lo español en otros aspectos culturales. ¿Cuáles son las causas de la infravaloración de nuestra aportación a la historia de las ideas? ¿Se debe ello a la escasa calidad de nuestros filósofos o a factores exógenos como el desconocimiento, silenciamiento o deformación de la cultura teórica creada por nuestros grandes pensadores? El libro que el lector tiene ahora en sus manos no es una apología de la Filosofía española. Intenta ser un análisis objetivo de lo que ha aportado ésta a la «Philosophia perennis»; se consignan por tanto las limitaciones, pero también las virtudes, de nuestra filosofía. En las páginas que siguen Heleno Saña intentará demostrar que la realidad del pensamiento de los filósofos españoles es muy distinta, y sobre todo mucho más importante, a la que sobre él decretaron Hegel y sus seguidores.
Bertrand Russell se guió en esta obra por el más ajustado sentido de la unidad histórica y estudió a cada filósofo en relación con el medio en que actuó, teniendo siempre en cuenta las circunstancias sociales y políticas de su época. En esta obra se analizan la filosofía presocrática, las aportaciones de Sócrates, Platón y Aristóteles, la filosofía helenística y a los Padres de la primera filosofía católica. Completa el análisis de la filosofía medieval con el estudio de los escolásticos y traza una panorámica en profundidad de la filosofía renacentista y la trayectoria de los principales filósofos del mundo moderno desde la Reforma protestante hasta el siglo XX. Jesús Mosterín analiza en su Prólogo la trayectoria biográfica y la evolución del pensamiento de este gran filósofo: su rebelión contra el idealismo vigente; el desarrollo del logicismo aplicado a las matemáticas y al conocimiento empírico; su faceta de filósofo práctico y su trabajo en la historia de la filosofía que tendrá como resultado esta obra.
Esta Historia de la Literatura Universal pretende acercarnos a las diversas producciones literarias mediante una exposición clara pero rigurosa de sus correspondientes tradiciones. Habiendo optado por el estudio a través de las literaturas nacionales, al lector se le ofrece, al tiempo que mayor amenidad y variedad, una estructuración más acorde con los criterios de divulgación que presiden la obra. No se olvida, por otra parte, agrupar las diferentes tendencias literarias, como menos aún, insertarlas decididamente en su determinante momento histórico. En la Literatura en la Antigüedad se estudian las más antiguas producciones de la Literatura Universal: desde las arcaicas inscripciones funerarias de las pirámides egipcias hasta los más refinados textos del clasicismo grecorromano; desde las manifestaciones de más profundo pensamiento indio a las primeras exposiciones de la doctrina y la filosofía cristiana. Todo ello pasa por la utilización de una lengua deliberadamente artística, mediante la cual los primeros autores de la humanidad comienzan a interpretar la realidad circundante. Nos encontramos, en unos casos, ante tímidos tanteos de una literatura balbuciente; en otros, ante las primeras obras maestras de la Literatura Universal, que se ganaron inmediatamente el apelativo de “clásicas”.
Esta Historia de la Literatura Universal pretende acercarnos a las diversas producciones literarias mediante una exposición clara pero rigurosa de sus correspondientes tradiciones. Habiendo optado por el estudio a través de las literaturas nacionales, al lector se le ofrece, al tiempo que mayor amenidad y variedad, una estructuración más acorde con los criterios de divulgación que presiden la obra. No se olvida, por otra parte, agrupar las diferentes tendencias literarias, como menos aún, insertarlas decididamente en su determinante momento histórico. La Literatura en la Edad Media comprende el estudio de las diversas culturas que durante siglos lograron convivir en todos los rincones del planeta: casi mil años de Literatura en un período del cual seguimos ignorando ricas producciones en todo distintas a las europeas. Porque la Edad Media no sólo contempla el nacimiento de las lenguas romances y de su correspondiente expresión literaria, sino, además, la floreciente supervivencia de lo grecorromano durante siglos y su posterior agonía; el surgimiento de una nueva cultura: el Islam, que conoce su clasicismo poco después de haberse conformado; o, en el Norte, la expresión literaria de pueblos de magnífica tradición a los cuales, inexplicablemente, todavía seguimos identificando como «bárbaros».
Esta Historia de la Literatura Universal pretende acercarnos a las diversas producciones literarias mediante una exposición clara pero rigurosa de sus correspondientes tradiciones. Habiendo optado por el estudio a través de las literaturas nacionales, al lector se le ofrece, al tiempo que mayor amenidad y variedad, una estructuración más acorde con los criterios de divulgación que presiden la obra. No se olvida, por otra parte, agrupar las diferentes tendencias literarias, como menos aún, insertarlas decididamente en su determinante momento histórico. En el caso de las Literaturas en el Renacimiento europeo, se ha atendido cumplidamente a tal marco socio-histórico, evitándose la fácil tentación de contemplar la Historia como un «continuum» hacia el progreso humano. En este breve período nos encontramos ante las primeras producciones literarias modernas y con algunas de las mayores figuras de la Literatura Universal; pero todo ello en determinante relación con su contexto: nacionalismos, imperios, descubrimientos, crisis religiosas y guerras configuraron una renovada visión del mundo cuya complejidad entrevemos en la producción literaria. Si el Renacimiento cultural respondió a la «modernidad» con sus propios medios, uno de ellos, la Literatura, encontró un magistral equilibrio en su contradictorio retorno a la Antigüedad grecorromana.
Esta Historia de la Literatura Universal pretende acercarnos a las diversas producciones literarias mediante una exposición clara pero rigurosa de sus correspondientes tradiciones. Habiendo optado por el estudio a través de las literaturas nacionales, al lector se le ofrece, al tiempo que mayor amenidad y variedad, una estructuración más acorde con los criterios de divulgación que presiden la obra. No se olvida, por otra parte, agrupar las diferentes tendencias literarias, como menos aún, insertarlas decididamente en su determinante momento histórico. El estudio de la Literatura en el siglo XVII parte de la base de la configuración del Barroco y del Clasicismo a partir de idénticas premisas estéticas: la imposibilidad de seguir transitando por los caminos del clasicismo renacentista. El análisis de las correspondientes producciones literarias nacionales europeas da cumplida cuenta de lo que de superación estilística suponen ambos: si el uno se confía al formalismo basado en la imitación de los clásicos, el otro se equipara a ellos para hacerse «clásico» él mismo. Tras la primera centuria de la Edad Moderna europea, caracterizada por el idealismo, Barroco y Clasicismo se constituyen en respuesta válida, desengañada y madura, a un mundo que se va abriendo lentamente, a golpes de escepticismo y descreimiento, a cierto racionalismo materialista.
Esta Historia de la Literatura Universal pretende acercarnos a las diversas producciones literarias mediante una exposición clara pero rigurosa de sus correspondientes tradiciones. Habiendo optado por el estudio a través de las literaturas nacionales, al lector se le ofrece, al tiempo que mayor amenidad y variedad, una estructuración más acorde con los criterios de divulgación que presiden la obra. No se olvida, por otra parte, agrupar las diferentes tendencias como, menos aún, insertarlas decididamente en su determinante marco histórico. Con el desarrollo de la Literatura durante el siglo XVIII en Europa, entramos ya de lleno en la consideración de los autores y las producciones contemporáneas. Tras un largo período de interpretación clasicista, la Literatura Universal sabe superar sus propios modelos para dar forma a moldes totalmente renovados y, en muchos casos, completamente originales; la irrupción y difusión de la ideología burguesa, que llevó a cabo una labor de Ilustración en todos los órganos de difusión culturales, determinó la puesta al día de una nueva sensibilidad cuya novedad revolucionó la Historia Universal. Por ello, frente a lo que muchas veces se ha dicho, el máximo logro del siglo XVIII no fue la actualización de los postulados racionalistas, sino, por el contrario, la disgregación de éstos en el irracionalismo que anegará, hasta nuestros días, la literatura contemporánea.
Esta Historia de la Literatura Universal pretende acercarnos a las diversas producciones literarias mediante una exposición clara pero rigurosa de sus correspondientes tradiciones. Habiendo optado por el estudio a través de las literaturas nacionales, al lector se le ofrece, al tiempo que mayor amenidad y variedad, una estructuración más acorde con los criterios de divulgación que presiden la obra. No se olvida, por otra parte, agrupar las diferentes tendencias como, menos aún, insertarlas decididamente en su determinante marco histórico. El idealismo individualista que había comenzado a expresarse en la Literatura del siglo XVIII eclosionó en la primera mitad del XIX en el posiblemente primer movimiento literario con conciencia de tal: el Romanticismo. Muchos tópicos quedan aún por desterrar sobre este período, especialmente idealizado tanto por su propia naturaleza como, sobre todo, por informar aún, querámoslo o no, nuestra misma sociedad y la idea que en ella nos hacemos de la Cultura. Con el Romanticismo, el Arte -todo Arte- será Verdad, y la carencia de toda norma y medida la única regla a seguir, en un decidido avance de los presupuestos de la Literatura de nuestro siglo XX.
Esta Historia de la Literatura Universal pretende acercarnos a las diversas producciones literarias mediante una exposición clara pero rigurosa de sus correspondientes tradiciones. Habiendo optado por el estudio a través de las literaturas nacionales, al lector se le ofrece, al tiempo que mayor amenidad y variedad, una estructuración más acorde con los criterios de divulgación que presiden la obra. No se olvida, por otra parte, agrupar las diferentes tendencias como, menos aún, insertarlas decididamente en su determinante marco histórico. Las artes de la segunda mitad del siglo XIX —y, con ellas, la literatura— dan cuenta de la crisis en la que han entrado definitivamente el idealismo y el individualismo característicos de la ideología burguesa contemporánea. El Realismo y el Posromanticismo suponen, cada uno a su manera, una decidida toma de postura del escritor ante un mundo en crisis. Progresismo y reaccionarismo, espiritualismo y materialismo, subjetivismo y objetivismo se dan la mano y se enfrentan en una producción literaria cuyas formas se diversifican enormemente en su intento bien de perpetuar la vigencia de los antiguos valores, bien de solventar su crisis mediante su superación en nuevas formas artísticas.