Menú



Buscar





Bolsilibros - Rodeo 1ª época 194. La fuerza del destino, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Su contrincante, Phillis Foster, un individuo seco y tieso, de tez pálida, ojos brillantes, nariz afilada y fino bigote, en el que las hebras de plata predominaban sobre la primitiva negrura del pelo, extendió sus manos finas y bien cuidadas y barrió hacia su pecho el montón de billetes que había servido de apuesta. A simple vista, podía calcularse que el montón de dinero que había acumulado delante de él ascendería a unos veinte mil dólares. Sus cartas estaban boca arriba sobre la mesa. Un póker de ases servido que le valió aquella baza decisiva en la que se cruzaba mucho dinero.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 197. Guerra en el Panhandle, de W. Martyn

Aventuras, Novela

La colosal empresa explotadora del célebre rancho, luchó, murió y terminó por quebrar con pérdida de muchos millones de dólares; pero la semilla de sus teorías quedó tan arraigada, que cuando no hace muchos años liquidaba sus últimas reses y ponía a la venta por parcelas sus enormes terrenos, los métodos y las costumbres ganaderas en Texas habían cambiado tan radicalmente, que la realidad terminó por darles la razón.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 201. Un aprendiz de sheriff, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La poca importancia que el poblado tenía se la debía a dos hechos inevitables—al menos uno—: que estaba situado junto al río Nueces o río de los Ladrones, como le llamaban por ser su cauce el alcahuete mejor para los abigeos y por aquel pequeño aparato de telegrafía que para los salteadores era más peligroso que dos docenas de batidores pisándoles los talones. Sin estas dos cosas, al parecer tan vulgares, Beeville no hubiese pasado a la posteridad en la historia de Texas, pero nadie podía cambiar el curso del río, aunque sí podía destruir en cualquier momento aquel demonio de zumbador que corría con más velocidad que los mejores caballos y transmitía las noticias a centenares de millas en cuestión de pocos minutos.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 205. Un hombre de coraje, de Fidel Prado

Novela, Aventuras

Yoder, un tanto jadeante y arrebolado a pesar del tono tostado de su rostro, se sentía molesto e inquieto. Su última escena con Ana había sido harto edificante para que no pudiese costarle un disgusto serio con el viejo Raymond Maisel su patrón, y padre de la muchacha o con el duro y flexible Gregory Wallace, capataz del equipo, quien a pesar de su carácter hosco y agresivo y de su intolerancia para admitir que nadie osase salirse de la línea recta de sus ideas, sentía un afecto particular por la joven. Pero Yoder no se había sentido capaz de dominar sus salvajes impulsos, mucho más ponderando que su compañero Eric Walworth, el primer peón del rancho, también se sentía inclinado por Ana.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 206. Un rincón para morir, de W. Martyn

Aventuras, Novela

OWEN Hipckin se sentía morir sobre la silla del caballo. En un esfuerzo heroico que agotó sus ya escasas fuerzas había salvado sobre su montura más de cuarenta millas de un camino áspero y hostil, ansioso de dejar atrás Provo, el poblado de perdición que había contribuido a hundirle definitivamente, mientras sus ojos, cansados, turbios y enrojecidos por el polvo que el aire levantaba, buscaban con ansia la espina rocosa del sistema montañoso de los Wasatch, que se dilataba de norte a sur como un apocalíptico monstruo reptando sobre la llanura de la tierra.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 210. Kerry, el fracasado, de W. Martyn

Aventuras, Novela

En aquella fecha, Baker era un pueblo más de los muchos del Oeste. Una calle central anchísima, polvorienta en verano y cenagosa en invierno, que servía tanto como calle como senda hacia el norte y hacia el sur. Donde acababa el sendero empezaba el poblado y donde terminaba el poblado volvía a aparecer el sendero. A ambos lados de dicha calzada, se desarrollaba el poblado de casas bajas de adobe con un solo piso, pero de altas fachadas falsas y aparentes que no ocultaban nada detrás.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 215. Siguiendo el rastro, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

FRISCO era un pequeño y apacible poblado del oeste de Nuevo México, junto al río San Francisco. Un poblado situado en aquella zona, casi vana de vecindad, a unas veinte millas de la divisoria de Arizona y a más de treinta del curso del Gila. Las comunicaciones eran escasas y pesadas. Nadie en Frisco había oído jamás el silbido de un tren, por la razón de que el ferrocarril más próximo moría en Silver City, por el sur, a casi ochenta millas de distancia y el sudferrocarril que corría en muchas ocasiones paralelo al río Grande, se encontraba a doble distancia que el de Silver City.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 217. Sam, «El paciente», de W. Martyn

Aventuras, Novela

La comarca no podía ser más mísera. El terreno, áspero y hosco, sólo ofrecía una hierba amarillenta y corta creciendo, entre pedregales o accidentes del terreno que no servía para mantener astados, pero que, en cambio, el ganado lanar aprovechaba muy bien para su manutención; por esto, los habitantes de aquella pobre y dilatada zona se dedicaban a cuidar rebaños de ovejas, la única industria posible en semejante lugar.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 223. La carrera de la muerte (4ª Ed.), de W. Martyn

Aventuras, Novela

EL hotel Boston, de Saint Louis del Missouri, hallábase aquel día concurridísimo. Lugar estratégico de la zona, afluían a la tan importante ciudad toda clase de elementos a quienes sus negocios llevaban allí imperiosamente y así podían verse confundidos, madereros, traficantes en pieles, comerciantes, banqueros y hombres de negocios, algunos rancheros adinerados de aquella parte del Estado y elementos que sin actividades definidas encontraban en Saint Louis ancho campo a sus actividades y diversiones.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 225. El rescoldo de una hoguera (2ª Ed.), de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La Guerra de Secesión había terminado. Tras tres interminables años de lucha entre un sentimentalismo humano y un egoísmo mal entendido, el Norte se había impuesto al Sur aplastándole en sus aspiraciones de eternos esclavistas. Los hombres generosos que entendían que la opresión del hombre contra el hombre, no tenía razón de ser, habían triunfado tras un derroche de sangre y de oro que costaría mucho tiempo y muchos sacrificios enjugar, pero se sentían contentos del triunfo, porque éste les recordaba la iniciación de su propia independencia.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 231. El paso del yermo (2ª Ed.), de Fidel Prado

Aventuras, Novela

TODA la energía, el tesón, la voluntad, la astucia y el dominio de sus nervios, estaba reflejada en el rostro de Daniel Boone, un rostro terso, curtido por el aire y el sol, de nariz grande y achatada de amplias aletas que parecían hechas para olfatear los peligros, de ojos negros, duros y brillantes, dotados de una luz extraña, de labios sensuales abultados en una boca espaciosa y de mentón casi cuadrado un tanto prominente que se adelantaba sobre él como la boca de un lobo. Su edad justa era la de cuarenta y un años.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 234. Este pueblo es muy tranquilo, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

El viejo zapatero, que antiguamente fue peón de rancho y más tarde, a causa de un accidente que le dejó medio cojo, se vio obligado a aprender un nuevo oficio, cortó con su aguda navaja un trozo de la apretada pastilla de tabaco de mascar y repuso cachazudo: —Creo que se lo he dicho ya antes, pero si está usted fatigado del viaje y no asimila bien, lo repetiré. Le decía que este pueblo de Santa Cruz es muy tranquilo. Los vecinos que no estamos gordos es porque padecemos del estómago o no asimilamos bien las comidas; pero por lo demás, la tranquilidad es tan absoluta que, merecíamos estar como cerdos de obesos.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 236. Whisy City, de W. Martyn

Aventuras, Novela

Dodley, hombre duro, muy corrido en todo el Oeste y fracasado en el bien y el mal, se vio rayando con la cincuentena sin haber resuelto el problema de su existencia de ninguna manera y eso que lo había intentado muchas y solo le cabía el recurso de enderezar los avatares del destino, entrando al galope, en el terreno virgen de los indios, aposentarse de una buena parcela de tierra junto al Cimarrón o el Creek Beaver y fundar una granja con aquel terreno gratuito que a él se le antojaba feraz y generoso y que el Gobierno regalaba a los colonos que llegasen a tiempo de acotarlo.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 239. Un vaquero original (2ª Ed.), de Fidel Prado

Aventuras, Novela

INCLINADO sobre el mostrador del almacén de Goliat, en Los Olivos, un pueblo bastante importante próximo a la costa salvaje, se hallaba Sol Holt. La postura de Sol, vista desde fuera, resultaba un poco ridícula, porque para acodar sus brazos en el tablero del mostrador y apoyar en las palmas de sus grandes manos el saliente y firme mentón, se había visto precisado a formar un pronunciado arco con su cuerpo, única forma de adoptar aquella postura contemplativa.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 240. Diamantes en Montana, de W. Martyn

Aventuras, Novela

PASE, señor Forrestal—dijo el jefe de la Policía de Helena, aludiendo a un visitante que acababa de serle anunciado. Este era un hombre relativamente joven, pues no excedería de los treinta y cuatro años. Era alto, fibroso, escurrido de caderas, pero bien conformado. Su rostro era de facciones finas, sus ojos negros y profundos, su nariz recta y sus labios suaves y sonrientes. Vestía un pantalón ajustado de media pierna para abajo, unos altos leguis con espuelas plateadas, una camisa cruda de tono crema, con bolsillos a los lados del pecho y una corbata rojiza. Sobre la camisa, la chaqueta color marrón y en la cabeza de negro pelo, el sombrero stanton completaban su tocado.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 243. Santa Cruz de la Esperanza (2ª Ed.), de Fidel Prado

Aventuras, Novela

NORMA Groot detuvo con un grito estridente y autoritario el cansino paso de los bueyes de su carreta, la primera de la fila, y saltó a tierra con el rostro tenso y los ojos brillantes. Ante su actitud decidida, los guías de las seis carretas que seguían a la suya se detuvieron también y clavaron en ella sus ojos enrojecidos por el polvo de los caminos y el fiero sol tejano que les venía abrasando hacía muchos días.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 246. Cinco balazos (2ª Ed.), de Fidel Prado

Aventuras, Novela

EN la noche azul, el panorama caótico del tendido de la línea férrea se difuminaba confusamente al resplandor lunar que surgía tras la mole sombría de los montes lejanos. Todo el aparato bullicioso y atrabiliario de aquel campo ferroviario, en plena vorágine de trabajo, se aplastaba en las sombras difusas, desvaneciéndose como avergonzado del caos y la confusión que reinaba en él.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 248. Persecución implacable (3ª Ed.), de W. Martyn

Aventuras, Novela

UNA gran carreta tirada por los dos recios y pacientes bueyes que la habían arrastrado más de un centenar de millas, se detuvo en lo alto de la meseta enfrentándose con la senda áspera, tortuosa, en un bravo declive que por brusco imponía respeto. Deslizarse por aquella rampa en la que el vehículo forzosamente tenía que inclinar su peso contra la yunta haciendo más comprometida su marcha, era un terrible peligro. Bertrand Woolloott, su propietario, no sólo lo comprendía así, sino que lo había estado ponderando todo el viaje, pero no existía otra solución si no quería renunciar al vehículo tan precioso para él, e incluso a todo lo que portaba.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 251. Llegar a tiempo, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

HUDSON Cox habíase quedado dormido plácidamente en un pequeño vano cubierto de fresca hierba detrás de un montículo que le ocultaba a la vista de cualquier indiscreto, aunque a tales horas de la noche, alumbrado solamente por el puntear de las metálicas estrellas y en aquella parte del Panhandle Texano a bastantes millas de Tascosa, el poblado objeto de su meta, era muy difícil que nadie pudiese importunarle.


Bolsilibros - Rodeo 1ª época 257. La hija del senador (2ª Ed.), de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La mañana era espléndida. Un sol hermoso y suave caldeaba el ambiente poniendo en él la alegría de su dorada luz en las empolvadas y mal trazadas calles de Chicago, aquel Chicago de principios de 1871, con sus casas bajas, casi todas de madera, sus calles tortuosas y lóbregas, con su podrido corazón repleto de garitos, salones, tugurios y demás lepra que corrompía la ciudad, amenazando con convertirla en el mayor nido de indeseables de todo el Este, recibían el halago del sol, borrando con ello en parte su triste y perniciosa fisonomía.