Bolsilibro de la colección ESPACIO EL MUNDO FUTURO de la editorial TORAY. Un pueblo al que todos creían extinto, el constructor de las enigmáticas estatuas de la isla de Pascua, vive en realidad oculto en las entrañas de la Tierra, donde ha desarrollado una extraña cultura subterránea. Deseosos de vivir bajo la luz del Sol planean volver de nuevo a la superficie, pero se encuentran con un grave problema: ninguna nación aceptaría cederles parte de su territorio...
H.S. Thels fue uno de los muchos seudónimos del escritor español Enrique Sánchez Pascual. Otros seudónimos: Alan Star, Karl von Vereiter, Law Space y Alan Comet Nació en Madrid en agosto de 1918. Comenzó estudios de medicina, pero el inicio de la Guerra Civil le obligó a dejralos. Luchó en el bando republicano y, al terminar la guerra, se vio obligado a exiliarse a Francia, donde conoció a su esposa. Su regreso a España le costó cumplir condena en la cárcel de Figueras. En la posguerra trabajó como representante de unos laboratorios farmacéuticos hasta que, animado por un amigo escritor, decidió dedicarse a la literatura. Su trabajo para la editorial Bruguera le hizo trasladarse a Barcelona. Como era habitual en los escritores de posguerra, escribió en numerosos géneros además de la ciencia ficción, llegando a colaborar con Félix Rodríguez de la Fuente en una revista. Fuera de la ciencia ficción destacó como escritor de histroias bélicas, llegando a convertirse en un experto en la Segunda Guerra Mundial. En el género de la ciencia ficción su producción fue prolífica, llegando a escribir, literalmente, cientos de títulos para las editoriales Toray y Bruguera. Según su hijo escribía una novela por semana, si no más. Llegó, incluso, a crear su propia editorial, Mando, para la que escribió quince títulos bajo el pseudónimo de Alan Comet en una colección denominada Robot. Falleció el 11 de marzo de 1996, a los 77 años de edad, en Sant Pere de Ribes, localidad próxima a Sitges. A decir de su hijo, Sánchez Abulí, su padre era una persona profundamente vital que se entusiasmaba con todo aquello por lo que se interesaba, inflamándose con constantes ideas y proyectos.
Sobre sus cinco millares de tornillos, el colosal tubo del telescopio del observatorio de Monte Wilson, en pleno Estado de California y en el árido desierto de Mojave, se movía lentamente, por décimas de pulgada, como un fenomenal cañón interplanetario que siguiese la marcha de una presa lejana, perdida en el infinito de la distancia. Ningún ruido brotaba del mecanismo maravilloso del telescopio y los seres humanos que en la plataforma observaban, a través de las lentes, el misterioso espacio, permanecían en un silencio que parecía venir de fuera, por el casquete abierto de la cúpula metálica, de más allá del cielo californiano, de las regiones de lo infinitamente lejos.
La niña salió al encuentro de la Princesa Iridya y le ofreció un hermoso ramo de flores, atado con una monumental cinta negra, roja y plata, los colores de la Federación Siriana. La Princesa Iridya, muy bella y sonriente, se inclinó, besó a la niña y tuvo unas breves palabras de elogio para ella. Todo esto motivó los más entusiastas aplausos de la distinguida concurrencia que llenaba a rebosar el recinto, en tanto que las cámaras de los fotógrafos y las de cinematógrafos y TV se despachaban a su gusto.La Princesa Iridya se volvió y saludó, casi frente a la cámara, sonriendo con aquella sonrisa suya, tan peculiar, y que la había hecho tan popular como la más popular de nuestras estrellas de cine tridimensional. Vestía un soberbio traje blanco, recamado en oro y piedras preciosas, cuya confección hacía olvidar los materiales con que había sido confeccionado, que ya es decir, y su frente estaba ceñida por la más valiosa diadema que jamás vieran ojos humanos.Cuando empezó a hablar, pareció como si una fascinadora música de desconocidos tonos brotara de sus labios.
Se incluye al final un relato titulado ¡No estamos solos! Sobre el espaciódromo «Europa», el más grande de los cinco que el hombre había establecido en Júpiter, el gigante de los gigantes, la animación era ciertamente extraordinaria.Once colosales pilastras: los generadores del «ambiente Tierra», lanzaban chorros de oxígeno y demás elementos del aire normal; por otra parte, nueve helicópteros, gobernados por robots, inmovilizaban, merced a campos electromagnéticos, aquel ambiente que hacía posible que los humanos se paseasen tranquilamente en la superficie del más adverso de los mundos del Sistema Solar.Habían ya pasado, para siempre, las complicadas cúpulas de «ultra-plastic», que habían servido para establecer las primeras estaciones terrícolas en la Luna, en Marte, en Venus y en Mercurio. Coincidiendo con la conquista de Júpiter, en enero del 3035 — hacía solamente quince años — se descubrió la posibilidad de crear, sobre la superficie de cualquier mundo, por inhóspito que fuese, una falsa cúpula, electromagnética, capaz de mantener el ambiente generado por las «máquinas de ambiente Tierra», sin que una sola molécula de aire, o una fracción de gravedad se escapase de la zona.
El gran anfiteatro estaba lleno. Literalmente, no cabía ni un alma más. Quizá sea inexacto hablar de almas, refiriéndome a seres cuya morfología es totalmente distinta de la humana, pero, puesto que a fin de cuentas, todos cuantos allí estaban tenían inteligencia, la frase, más o menos, queda en su punto. El anfiteatro, enorme, colosalísimo, tenía una capacidad para dos millones de personas cuando menos. Era una inmensa y, a la vez, heterogénea masa, la que atestaba las dilatadas gradas de aquel colosal circo, en ansiosa espera de un espectáculo no visto durante largos años.
En esta primera novela de la saga, escrita a modo de memorias, se nos da a conocer a K.B. 000 459-3D5 -Kabé para los amigos-, el más avanzado robot de la galaxia, una máquina con el aspecto de un atractivo hombre joven, imposible de diferenciar a simple vista de un humano real, que vive en compañía del brillante profesor Crandon, al que sirve como ayudante en el observatorio del Monte Hadley, en la Luna. Kabé, que siente un gran aprecio por el profesor, está empeñado en convencer a su jefe de que trabaja demasiado, y que necesita casarse. Cuando está intentando convencerle para que se tome unas vacaciones en Cannes o en las playas de Mallorca, reciben órdenes de embarcarse en una misión para investigar la aparición de un décimo planeta en el Sistema Solar, y para ello zarpan desde la Luna en una nave comandada por otro robot de apariencia femenina llamado Eva, una fría y eficiente máquina cuya atractiva apariencia provocará cierta tensión a lo largo del viaje.
Se incluye al final un relato titulado El platillo volante. Alan tomó el silencioso ascensor que conducía a la cúpula del observatorio. Cuando pulsó el botón del aparato, la sonrisa que desde que llegó ante el edificio había aparecido en su rostro, se intensificó, como si desease — estaba seguro de ello — hacerla más perceptible y concreta.Sólo al pensar en todo el daño que iba a poder hacer a Clark le llenaba de extraño regocijo. Y la lástima era que, como de costumbre, cuando se había hecho más insinuante junto a la muchacha, confesándole su deseo de hacerla su esposa, ella, también como de costumbre, había cortado sus impulsos con una de aquellas carcajadas que parecían hechas para destrozar cualquier argumento serio que se le ocurriese.De todas formas, no importaba que el fracaso hubiese coronado su nueva intentona. La seguridad de que Clark tampoco obtendría el ansiado «sí» de los labios de la muchacha era motivo más que suficiente para considerar como un triunfo rotundo el haber pasado la tarde en su deliciosa compañía.Lo importante era haber de sufrir a aquel maldito compañero que el destino había colocado a su lado para fastidiarle a él.¡El destino!
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans. Su carrera se inició a mediados de los años cincuenta, en plena época de esplendor de la literatura popular. Como funcionario de prisiones, durante algún tiempo compaginó su trabajo con la creación literaria, hasta que en 1962, y en vista del gran éxito cosechado entre los lectores, solicitó y obtuvo la excedencia para dedicarse por completo a la escritura. Aunque publicó en varias editoriales, fue durante largos años el autor estrella de la barcelonesa Editorial Toray, para la que escribió novelas de guerra y, sobre todo, de ciencia ficción.
El quinto secretario recibió un mensaje cifrado y confidencial. Descifró el encabezamiento, y, sin pasar adelante, se levantó de su despacho y penetró en el inmediato. El cuarto secretario alzó una ceja. —¿Qué hay, señor Wetzel? —Este mensaje, señor. Urgente y confidencial. En él se indica que solamente puede ser descifrado por el secretario de asuntos espaciales en persona. —Bien, señor Wetzel. Démelo; yo lo llevaré a su destino.
David Navas es secuestrado en los Pirineos por una «espacionave» que, de camino a una prueba de resistencia de navegación estelar, pierde a uno de sus tripulantes y necesita enrolar a alguien urgentemente para cumplir con los requisitos que la competición exige.Desde ese momento, y haciendo honor a tan disparatado incidente, su vida se convierte en una sucesión de increíbles aventuras en las que conocerá a robinsones estelares, tendrá que vérselas con extraños seres de otros planetas y se enfrentará a un histriónico y despiadado aventurero epacial que alberga oscuros planes para el satélite terrestre.
El individuo no corría por no llamar la atención, pero su paso era muy vivo, apenas lo justo para no ser una carrera franca. Pero era evidente que tenía miedo. El miedo de Junius Harper, más conocido por «Manitas» en el inframundo del hampa, hubiera podido escribirse con mayúsculas, tan grande era. «Manitas» Harper no daba descanso a los músculos de sus piernas, moviéndolas rápida y rítmicamente, en su huida, porque «Manitas» Harper huía de quién le había provocado el miedo.
Se incluye al final un relato titulado Terror en tecnicolor. Escogieron la Universidad de Yale y, desde las primeras horas de la mañana de aquel día de agosto, los vehículos de todas clases y formas empezaron a convertir los lugares de aparcamiento en unas manchas cada vez más abigarradas y densas, como si sobre el suelo hubiesen surgido excrecencias multicolores y brillantes, en una curiosa y fantástica erupción.Parejas de uniformados agentes vigilaban las entradas del pabellón de Historia, que era el elegido para la sesión que iba a celebrarse. Y para los que pasaban ante las puertas era motivo de regocijo y hasta de bromas con los agentes policiacos, cuando leían los enormes carteles que proclamaban por todas partes la exclusividad de sexo de los asistentes a la reunión.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans. Su carrera se inició a mediados de los años cincuenta, en plena época de esplendor de la literatura popular. Como funcionario de prisiones, durante algún tiempo compaginó su trabajo con la creación literaria, hasta que en 1962, y en vista del gran éxito cosechado entre los lectores, solicitó y obtuvo la excedencia para dedicarse por completo a la escritura. Aunque publicó en varias editoriales, fue durante largos años el autor estrella de la barcelonesa Editorial Toray, para la que escribió novelas de guerra y, sobre todo, de ciencia ficción.
H.S. Thels fue uno de los muchos seudónimos del escritor español Enrique Sánchez Pascual. Otros seudónimos: Alan Star, Karl von Vereiter, Law Space y Alan Comet Nació en Madrid en agosto de 1918. Comenzó estudios de medicina, pero el inicio de la Guerra Civil le obligó a dejralos. Luchó en el bando republicano y, al terminar la guerra, se vio obligado a exiliarse a Francia, donde conoció a su esposa. Su regreso a España le costó cumplir condena en la cárcel de Figueras. En la posguerra trabajó como representante de unos laboratorios farmacéuticos hasta que, animado por un amigo escritor, decidió dedicarse a la literatura. Su trabajo para la editorial Bruguera le hizo trasladarse a Barcelona. Como era habitual en los escritores de posguerra, escribió en numerosos géneros además de la ciencia ficción, llegando a colaborar con Félix Rodríguez de la Fuente en una revista. Fuera de la ciencia ficción destacó como escritor de histroias bélicas, llegando a convertirse en un experto en la Segunda Guerra Mundial. En el género de la ciencia ficción su producción fue prolífica, llegando a escribir, literalmente, cientos de títulos para las editoriales Toray y Bruguera. Según su hijo escribía una novela por semana, si no más. Llegó, incluso, a crear su propia editorial, Mando, para la que escribió quince títulos bajo el pseudónimo de Alan Comet en una colección denominada Robot. Falleció el 11 de marzo de 1996, a los 77 años de edad, en Sant Pere de Ribes, localidad próxima a Sitges. A decir de su hijo, Sánchez Abulí, su padre era una persona profundamente vital que se entusiasmaba con todo aquello por lo que se interesaba, inflamándose con constantes ideas y proyectos.
H.S. Thels fue uno de los muchos seudónimos del escritor español Enrique Sánchez Pascual. Otros seudónimos: Alan Star, Karl von Vereiter, Law Space y Alan Comet Nació en Madrid en agosto de 1918. Comenzó estudios de medicina, pero el inicio de la Guerra Civil le obligó a dejralos. Luchó en el bando republicano y, al terminar la guerra, se vio obligado a exiliarse a Francia, donde conoció a su esposa. Su regreso a España le costó cumplir condena en la cárcel de Figueras. En la posguerra trabajó como representante de unos laboratorios farmacéuticos hasta que, animado por un amigo escritor, decidió dedicarse a la literatura. Su trabajo para la editorial Bruguera le hizo trasladarse a Barcelona. Como era habitual en los escritores de posguerra, escribió en numerosos géneros además de la ciencia ficción, llegando a colaborar con Félix Rodríguez de la Fuente en una revista. Fuera de la ciencia ficción destacó como escritor de histroias bélicas, llegando a convertirse en un experto en la Segunda Guerra Mundial. En el género de la ciencia ficción su producción fue prolífica, llegando a escribir, literalmente, cientos de títulos para las editoriales Toray y Bruguera. Según su hijo escribía una novela por semana, si no más. Llegó, incluso, a crear su propia editorial, Mando, para la que escribió quince títulos bajo el pseudónimo de Alan Comet en una colección denominada Robot. Falleció el 11 de marzo de 1996, a los 77 años de edad, en Sant Pere de Ribes, localidad próxima a Sitges. A decir de su hijo, Sánchez Abulí, su padre era una persona profundamente vital que se entusiasmaba con todo aquello por lo que se interesaba, inflamándose con constantes ideas y proyectos.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans. Su carrera se inició a mediados de los años cincuenta, en plena época de esplendor de la literatura popular. Como funcionario de prisiones, durante algún tiempo compaginó su trabajo con la creación literaria, hasta que en 1962, y en vista del gran éxito cosechado entre los lectores, solicitó y obtuvo la excedencia para dedicarse por completo a la escritura. Aunque publicó en varias editoriales, fue durante largos años el autor estrella de la barcelonesa Editorial Toray, para la que escribió novelas de guerra y, sobre todo, de ciencia ficción.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans. Su carrera se inició a mediados de los años cincuenta, en plena época de esplendor de la literatura popular. Como funcionario de prisiones, durante algún tiempo compaginó su trabajo con la creación literaria, hasta que en 1962, y en vista del gran éxito cosechado entre los lectores, solicitó y obtuvo la excedencia para dedicarse por completo a la escritura. Aunque publicó en varias editoriales, fue durante largos años el autor estrella de la barcelonesa Editorial Toray, para la que escribió novelas de guerra y, sobre todo, de ciencia ficción.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans. Su carrera se inició a mediados de los años cincuenta, en plena época de esplendor de la literatura popular. Como funcionario de prisiones, durante algún tiempo compaginó su trabajo con la creación literaria, hasta que en 1962, y en vista del gran éxito cosechado entre los lectores, solicitó y obtuvo la excedencia para dedicarse por completo a la escritura. Aunque publicó en varias editoriales, fue durante largos años el autor estrella de la barcelonesa Editorial Toray, para la que escribió novelas de guerra y, sobre todo, de ciencia ficción.