Gilda teme a la muerte, lo normal. Solo que también le da miedo seguir viva, y lo que eso supone. Lidiar con una familia excesiva. Pagar facturas. Dar un paso adelante en su relación con Eleanor. Cuando empieza a trabajar de secretaria en la iglesia St. Rigobert (un poco por error), encuentra una nueva perspectiva acerca de la muerte y la supervivencia. Allí conocerá al párroco Jeff, quien llora a escondidas tras cada funeral, al coach motivacional profundamente desmotivado Giuseppe, que la llama todas las noches para pedirle una cita. A una anciana amante de los gatos, con quien intercambia correos. Gente a la que la vida no se le da excesivamente mejor que a ella, y sin embargo sigue intentándolo. Porque vamos a morir todos. Pero no hoy.
¿Qué relación puede haber entre un par de billetes falsos y una obra maestra de la literatura? Varamo encuentra esa relación y conduce a sus lectores hacia el mayor disparate mediante pistas lógicas que van dejando en evidencia el circuito de la producción literaria. Un día de 1923, en la ciudad de Colón (Panamá), un escribiente de tercera advierte que le han pagado su sueldo con dos billetes falsos. Esta catástrofe culminará, en menos de doce horas, en la escritura de un poema clave de la literatura centroamericana: «El canto del niño virgen» por parte de este oficinista que jamás escribió ni leyó poema alguno. César Aíra ha escrito, una vez más, uno de los delirios más racionales de la literatura argentina.
Esta novela retrata la industria musical, la noche, los conciertos, las giras, camerinos y poblados de un Madrid de inicios de siglo XXI que huele a rock, miedo y alto voltaje. El joven protagonista de esta aventura se embarca en un enloquecido viaje a la sombra de su ídolo del rock mientras se busca a sí mismo y descubre a qué sabe el vértigo, el miedo y sobre todo, la pasión: «Comenzaba a tener una sensación salvaje, de inseguridad, de algo que no veía venir. No podía compararse con ningún otro problema de calle, que percibes débilmente, pero que ves aproximarse. En esta ocasión, el miedo llegaba por detrás, sin dejarse ver. Era el miedo, sí». «“Vatio” consigue trasladar de forma brillante al papel la emoción de lo vivido […], tiene la esencia de las buenas novelas de tránsito a la madurez, de iniciación, o como dicen los norteamericanos, de pérdida de la inocencia. […] La superficie, el fondo, los ambientes, los personajes y sus matices, su planteamiento, nudo y desenlace, todo aquello que a la postre hace que un libro viva o muera, está aquí bellamente logrado.» Ray Loriga.
Con la publicación en 1992 de Velocidad de los jardines, que cumple su vigésimo quinto aniversario, nació un libro que ha trascendido a diferentes generaciones como lectura indispensable del cuento contemporáneo. Su autor subrayaba las existencias de unos personajes que se debaten entre la banalidad y el prodigio; constituyen el pretexto para levantar una escritura cargada de sabores y olores, allí donde la memoria de cada cual inventa sus jardines, trafica sensaciones, protagoniza sombras, puesto que en este libro rápido y lento, el lector no encontrará otra velocidad que la que el tiempo impulsa ni viaje más difícil que el regreso a los pupitres. Veinticinco años después, un mismo pero renovado Eloy Tizón confiesa en el prólogo: «Con este libro ha sucedido algo extraño. Lo tenía todo para ser olvidado y sin embargo, ya ves, no lo ha sido. Intentaste construirlo con materiales nobles, para que dure. Es una conspiración de los lectores; todo el mérito es suyo, de su constancia e interés. Has tenido mucha suerte, otros no han tenido tanta. Ahora lo ves lleno de tiempo. Pletórico de tiempo, otra vez nuevo».
Cuando una tiene «nazis en el jardín y judíos en la cocina», lo mejor es ponerse a escribir una novela. Eso hizo Karen Blixen (más conocida como Isak Dinesen, autora de «Memorias de África») en 1944, con su país ocupado por los alemanes, y de ello resultó «Vengadoras angelicales». En su momento, el libro se leyó como una alegoría política. Hoy sabemos que su contenido era mucho más ancho y más profundo. Una reflexión sobre la fuerza de la maldad, la potencia del amor, el significado y la necesidad del coraje. Y también una lúcida visión del papel contradictorio de la mujer en el mundo: adorada y ultrajada, apenas libre, objeto de comercio infame, manipulada hasta todos los abusos. Lectura amena y reveladora, «Vengadoras angelicales» es el más ambicioso y completo trabajo narrativo de Isak Dinesen.
Después de dejar a su marido ingresado en un hospital psiquiátrico en el norte, una mujer regresa en tren a Madrid. En el vagón, un desconocido, para amenizar el viaje, le pregunta de pronto: «¿Le apetece que le cuente mi vida?». Se trata de Ángel Sanagustín, psiquiatra que trabaja en la misma clínica y estudioso de los trastornos de la personalidad a través de los relatos y los escritos de los pacientes. Esos textos son los que guarda en una carpeta roja que lleva consigo. Hay casos de esquizofrenia, de dobles vidas, de paranoicos convencidos del control gubernamental a los ciudadanos mediante la clasificación de sus desperdicios. Cuando el psiquiatra baja un momento en una de las paradas en busca de un refresco y pierde el tren, la mujer tiene en sus manos la carpeta con los escritos. Irresistiblemente, querremos leerlos con ella.
Gente extraordinaria y variada habita esta colección de cuentos. Algunos son gente real: Jeanne Duval, la musa desganada de Baudelaire, que nunca pidió que la llamaran la Venus Negra, atrapada en el hastío terminal de la pasión del poeta… Edgar Allan Poe, con cara de actor trágico, que demuestra en todo lo que hace y piensa cuánta razón tienen sus amigos cuando dicen que «El hombre que bebe antes del desayuno no tiene remedio»… Y Lizzie Borden, tendida en cama en una cálida noche de verano soñando con un parricidio… Otros personajes son completamente imaginarios, como la prostituta del siglo diecisiete que, a pesar de sí misma, se transforma entre los indios en una buena mujer, o la niña, criada por lobos, indiferente y extraña, que no tolera la compañía de los seres humanos. El «prodigioso niño de las sartenes» es un infante cocinero que aprende francés en libros de cocina, y en la obertura y música incidental para El Sueño de una Noche de Verano, examina la ambigua naturaleza del príncipe, que ha provocado tantos problemas entre Oberón y Titania.
Muchos son los lectores de poesía que esperaban un nuevo libro de Guillermo Carnero desde que en 1990 publicó «Divisibilidad indefinida». Nueve años después, probablemente nueve años de reflexión, vuelve a la poesía con este esperado y hermoso «Verano inglés», en el que mantiene las características distintivas de su obra, iniciada en 1967 con «Dibujo de la Muerte»: la equivalencia de la motivación biográfica y la cultural, entrelazadas en una síntesis mutuamente iluminadora; la riqueza y la precisión de un lenguaje forjado en la tradición barroca y simbolista; el enfoque tanto emocional como reflexivo de un discurso que vuelve sobre sí mismo para interrogarse sobre su propia naturaleza y razón de ser. Si «Divisibilidad indefinida» introducía en la trayectoria de su autor una novedad destacable, el intimismo directo con que algunos de sus poemas exponían su meditación sobre la soledad y el desengaño, «Verano inglés» prolonga esa evolución, que ha dado a la poesía de Guillermo Carnero mayor capacidad de comunicación y ha hecho más accesible su verdad emocional. Este nuevo libro relata una historia de amor, con los matices que el más radical de los sentimientos adquiere en esa edad mediana que está a un paso de la vejez: la iluminación por unas ilusiones que pueden ser las últimas, la plenitud intelectual y física compartida, el inevitable fracaso y la renuncia. Comienza en un ambiente de pintura erótica de los siglos XVIII y XIX, y termina con la sobriedad ascética de un Zurbarán sin Dios, y sin más consuelo que la belleza inanimada del arte y la triste hazaña de la escritura.
En 1946 Boris Vian publicó tres novelas. La que más se vendió fue «Vercoquin y el plancton». En ese entonces Vian organizaba locas «surprise-parties» y de día trabajaba en la Asociación Francesa de Normalización. Por eso Vercoquin empieza con una «surprise-party» y termina con otra, por eso en la parte central se recorren hasta el marco las estupideces y repeticiones de las oficinas del C.N.U. (Consortium Nacional de la Unificación). Nada menos parecido sin embargo a la mala costumbre de la autobiografía. El lenguaje burbujea con la velocidad del chiste o la genialidad. El sexo es diversión. Las masacres son de dibujo animado. Se demuestra además que Vian fue el Otro Lado del existencialismo: si bien conversaba en los cafés con Sartre, entre el Ser y la Nada, no elegía nada.
SinopsisLa alteración de la realidad se produce sin que apenas nos demos cuenta. No hay más que mirar a nuestro alrededor para descubrir que todo aparece deformado, exagerado, transformado en una inmensa fiesta plagada de luces que distorsionan nuestra visión. Nos empeñamos en representar el papel que hemos asumido como «propio», y el afán con que nos aferramos a él nos conduce a la caricatura. Éstas son las «verdades alteradas» de las que nos habla Boris Izaguirre. Él mismo se desdibuja en su doble faceta de personaje espectáculo y de polemista alterado casualmente en la televisión, pretendiendo aproximarse a la confusión reinante a través de su peculiar y mordaz sentido del humor y del deporte más sincero de la sociedad actual: la observación. Verdades alteradas analiza el absurdo que acompaña a la fama con una sorprendente y brutal lucidez: un amplio mosaico de figuras famosas, algunas antiguas y otras recién llegadas, se pasea por estás páginas mostrando su distorsión, todas ellas en busca de un instante de protagonismo que no es más que una alteración permanente. Y es que la vida se ha convertido en "la acumulación de múltiples verdades, instantes o flashes que poseen el don de perdurar en nuestro consciente y subconsciente mucho más tiempo que las ideologías de antaño".
Verso a verso fui creciendo" son los poemas que he ido escribiendo a lo largo de mi adolescencia. Han constituido mi diario, mi caminar de cada día, mis latidos, mis parpadeos, mi respiración… Aquí tenéis algunos retales de mí que he ido hilando día a día. Son auténticos, son sinceros, son mi terapia, son mi caminar de cada día, son parte de mí, de mi evolución. He crecido con ellos. Hoy quiero compartir ese camino contigo. ¿Me acompañas en este viaje?
El rumor de los recuerdos, los perfumes del fondo de la memoria, la música que nos transporta a una estancia íntima… un relato sentimental en el que Vicent reconstruye una habitación confortable aprovechando los materiales de su propio derribo. «Me gustaría que se leyera este libro como se entra en una habitación íntima, en una tarde de lluvia, y uno se pone cómodo, se sirve un te o una copa y se siente a gusto sin necesidad de ir a otra parte. Esta habitación unas veces será luminosa con la ventana abierta por donde llegan los perfumes desde el fondo de la memoria; otras, podrá ser cálida y confortable, y bastará con observar el pavimento de madera, los cuadros, los muebles, las fotos amarillas que se guardan en el álbum, mientras suena una música de jazz. Si el lector, al terminar el libro, cree que ha pasado la tarde en el mejor lugar de la propia casa que le duele abandonar, podre imaginar que he escrito lo que quería. Vendería el alma al diablo antes que refugiarme en la nostalgia. Éste sólo es un espejo interior donde se refleja el tiempo vivido». (Manuel Vicent).
AMOR, ORGULLO, PERFECCIÓN, PROFUNDIDAD… Son algunos de todos los VESTIGIOS que hoy están delante de ti, solo debes ir por ellos, los cuales te esperan DETRÁS DE UN PAREDÓN. Cuando los tengas en tus manos, míralos, revísalos y consúmelos leyéndolos cual poemas caídos del cielo, cual versos enterrados en el alma. Sin apuro, como desenterrando un fósil. En la playa, en el campo, en la casa o en la montaña disfruta este libro de poesía que fue escrito para ti, y no casualmente, también fue escrito en medio de dichos lugares… y otros más. Buena compañía te darán aquellos versos que descubrirás entre línea y espacio, entre idea y silencio: sonrisas e ironías, cavilaciones y teorías, simplicidad con algo de alegoría. ¡Te he ofrecido mi interior, mi pasión y mis anhelos, imaginando el día que nos conozcamos y toda la noche conversemos!
A veces lo sobrenatural está ante nosotros, pero no entendemos. Los hospitales psiquiátricos están llenos de personas que vieron lo oculto, por lo que fueron tratados como locos y hospitalizados. Fueron dopados con medicina, pero lo único que tenían de manera diferente era el poder de ver y sentir lo sobrenatural. Este regalo que nace con muchos a veces puede causar locura, porque la persona comienza a ver y sentir lo oculto y no puede dominar el regalo y, por lo tanto, termina loca. Pero si pudiéramos ver lo invisible y entender lo que les está sucediendo a estas personas, se resolverían muchos casos y estas personas realmente no se volverían locas por no poder dominar su don o estar atascadas con medicamentos.
En julio de 1925, André Gide emprendió un viaje a las posesiones francesas de África ecuatorial como enviado especial del Ministerio para las Colonias. De aquella estancia, que duró aproximadamente un año, surgió este Viaje al Congo, una dura crítica de la política colonial del Elíseo que tenía muy poco que ver con otras obras contemporáneas escritas al dictado de determinados intereses políticos o comerciales. El libro, que provocó una verdadera convulsión social en Francia, no es tan sólo un testimonio vivo de una de las actuaciones más infamantes del hombre blanco en el continente negro, sino uno de los grandes exponentes de la literatura de viajes de todos los tiempos.
Viajes es la biografía itinerante de una mujer muy joven que tuvo la suerte de encontrar lugares, personas o situaciones extraordinarias, inesperadas, fuera de todo programa. Beatriz Sarlo ha traicionado su promesa de silencio biográfico y ha escrito los lejanos capítulos de una aventura latinoamericana. Los viajes de Sarlo no son los de la intelectual culta en las grandes capitales del mundo, sino el itinerario, ciertamente utópico pero nunca ilusorio, de la joven latinoamericana. Su relato capta la inmediatez de raras experiencias tal como fueron vividas. Sin saber bien por dónde avanzaba ni de quién eran las selvas y los ríos, llegó a una aldea en la Amazonia donde nadie hablaba español. Décadas después supo que había compartido la comida y bebida que le ofrecieron los hospitalarios miembros de una etnia jíbara. Con sus amigos de entonces, recorrió la puna para descubrir santos coloniales en iglesitas jujeñas y atravesó el altiplano de Bolivia en la caja de un camión que corría en la noche helada; bajó a la mina en Oruro; bailó en fiestas patronales y en bautismos. Peregrinó hacia la modernidad de Brasilia, de una capital que ya adoraba antes de conocer. Finalmente, cuarenta años después, hace un último viaje: las Malvinas. Y antes, al principio de todo, estuvieron los viajes de la infancia, el deslumbramiento profundo de los relatos y las costumbres. En Viajes, la autora modula una escritura íntima y portátil sobre las posibilidades de la memoria, el pulso autobiográfico y la recreación palpitante de América Latina.
Leyendo a Álvaro Cunqueiro todo se resuelve en viajar, pues él es amable guía, propicio siempre a conducirnos por los inabarcables territorios de su sabiduría e imaginación. «Viajamos con nuestras imaginaciones y recuerdos», escribe, «y lo que vamos creando o soñando son memorias y nostalgias. Quizá sea verdad que el fin último de toda cultura es la invención y la melancolía». Si así fuera, tendríamos que reconocer en Cunqueiro al hombre culto por excelencia, incomparable en el arte de fundir un insólito caudal de conocimientos a un talante cordial y humanístico, que hace de sus artículos piezas ejemplares de precisión y amenidad. El viaje entendido como recorrido de la fantasía, el viaje entendido como experiencia intelectual, cobra en el gran polígrafo gallego una envergadura extrovertida, deliciosamente extravagante, y ello sin caer nunca en la erudición, pues, como el propio Cunqueiro escribe, «yo no soy un erudito, por eso pido perdón si alguna vez me encuentran como tal; a mí lo que me gusta es contar llano y seguido, fantástico y sentimental a la vez; lo que pasa es que a veces está uno distraído».
En 1881, sin hablar una palabra de inglés y con cuarenta mil dólares procedentes de una estafa de valores, el arquitecto valenciano Rafael Guastavino viaja a Nueva York con intención de patentar allí la técnica medieval de la bóveda tabicada. Pero ese accidentado viaje –que culmina en su participación en edificios tan emblemáticos como Grand Central Station, la catedral de Saint John the Divine o el puente de Queensboro– es algo más que la enésima versión del cliché del «sueño americano». Guastavino es la demostración palpable de hasta qué punto una identidad arquitectónica nacional puede nacer de un modo completamente aleatorio e inesperado.Andrés Barba recupera aquí toda la audacia y libertad narrativa de maestros del género biográfico como Aubrey, De Quincey, Schwob o Borges en una obra de no ficción especulativa acerca de la identidad, las dificultades de la paternidad y, sobre todo, de los difusos límites entre la narración histórica y la mera ficción a la hora de construir nuestros ídolos nacionales.
Vida de una cortesana (conocido también por Vida de una mujer galante) no es sólo el relato erótico de las aventuras amorosas de una mujer, sino el retrato más completo de la vida japonesa de su época (s. XVII). La protagonista, víctima de la ninfomanía, busca la multiplicación de sus experiencias sexuales con varios amantes, movida por la avidez carnal, experimentando, incluso, un interludio de amor lésbico con una mujer de edad, que la requiere en amores, aunque esto no le cause placer.
Un niño napolitano que mira por la ventana y fantasea con ser poeta, una niña de pelo de color azabache que baila en el balcón de enfrente y un amigo con el que batirse en duelo: así comienza la historia de tres personajes cuyos destinos quedan inextricablemente unidos para siempre. Los dos chicos, enamorados al instante de la Milanesa, como se refieren a la misteriosa muchacha, se embarcan en una batalla a muerte por su atención. Años más tarde, ya en la universidad y alejados del mundo de la infancia, los caminos de los dos compañeros se vuelven a cruzar. Nuestro narrador, aquel muchacho soñador, debe enfrentarse a su memoria y lanzarse en busca de la verdadera identidad de la Milanesa.