La vida del mercenario Maximilian Cornell da un giro radical cuando un desconocido deja un extraño mensaje en su puerta. Katty, la hija de quien había sido su querido mentor, desaparece misteriosamente en la ciudad de Hong Kong. Este hecho no se da aisladamente, sino que forma parte de una serie de crímenes y aparentes secuestros de estudiantes universitarias, que se vienen sucediendo en los últimos meses, sin despertar preocupación alguna por parte de las autoridades locales. Ante esta situación, Max no tendrá más opción que volver a la acción y trabajar duramente para sacar a la luz todo lo oculto detrás de estos oscuros episodios. Mujeres desaparecidas, estudiantes involucrados en cuestiones turbias, mafia china y grupos de mercenarios sin escrúpulos habitan las calles hostiles de Hong Kong en esta gran novela de Adrián y Miguel Aragón, que nos atrapa en una trama rodeada de misterio, acción y suspenso.
La Sociedad Atón de París, integrada por importantes personalidades del mundo de la política y las altas finanzas, se presenta como un grupo dedicado a la promoción de estudios científicos y avances tecnológicos con fines humanitarios. Sin embargo, numerosas sospechas indican que, detrás de esta cara benefactora, se ocultan actividades ilegales y oscuros objetivos. Escondido bajo el disfraz de un prestigioso político inglés, Max Cornell se adentrará en el seno de la Sociedad Atón para investigar las verdaderas tareas que este grupo lleva a cabo. Un decisivo encuentro se dará entre los lúgubres laberintos de las catacumbas de París. Max se reunirá con Klaus Fablet, el enigmático líder de la Sociedad; pero los hechos tomarán un giro inesperado cuando Max descubra que, como prueba de lealtad, deberá asesinar a la mujer que Klaus tiene secuestrada allí: nada menos que a Solange Dufort, la hija del primer ministro.
Max Cornell ha recibido un nuevo encargo de la SCLI. En esta ocasión los miembros del equipo deberán dispersarse por los cinco continentes en búsqueda de sus objetivos: sicarios tan expertos en el arte de la guerra como ellos. La integridad de la capital inglesa está en juego. Todo va bien hasta que uno de los objetivos se resiste a aceptar su destino. A cambio de su vida, ofrece información: detalles sobre la muerte de Arcángel que Max no podrá ignorar. Las consecuencias de estos nuevos datos son imprevisibles.
Max Cornell continúa con su vida en Londres. Hace ya tiempo que no sabe nada de la SCLI cuando, de repente, su contacto, Nefilim hace una nueva aparición. El Gobierno de España ha solicitado sus servicios. En esta ocasión Max contará con la ayuda de sus compañeros y además con la de una atractiva agente española, Ana Martínez. Juntos, tendrán que desmantelar una trama financiera que ha puesto en jaque la economía española y quizá también la europea.
Max Cornell trabaja en esta ocasión como infiltrado para la DEA. ¿Su misión? Descubrir quién es el topo que impide que la operación Oro Rojo tenga éxito. Para ello debe hacerse pasar por un esbirro del Tuerto, el mayor traficante de drogas colombiano del momento. Max viajará a Miami, donde caerá bajo el hechizo de Malena, la sobrina del Tuerto. Asesinatos sin explicación, lluvias torrenciales, escenas llenas de acción y una trama urdida para engañarle, harán que Max se encuentre a un solo paso de la muerte.
Max Cornell es reclutado para infiltrarse y desactivar una red ciber-terrorista llamada «La Furia», conformada por víctimas de la estafa hipotecaria del 2008 y hackers antisistema. Se sospecha que la banda es liderada por Randall Groove, un joven superdotado cuyo padre se suicidó después de perder su casa en esa funesta crisis del 2008. Max contará con la ayuda de un hacker «converso» apodado Samus, y de su habitual colaborador Dylan. Las autoridades europeas y norteamericanas tendrán 48 horas para cumplir con las exigencias de «La Furia», o colapsará su sistema financiero.
Su padre ha desaparecido. Él es el blanco de un asesino. Alguien quiere que muera. ¿Por qué? Sólo tiene una pista, y una intuición. No hay tiempo para más. Debe actuar. Él es MAX GORDON y está a punto de iniciar una peligrosa aventura que le llevará a recorrer medio mundo.
A dos mil metros de altura en las cumbres heladas de la montaña, Max Gordon forcejea con la muerte. Su lucha por ganar una competición de deportes extremos de aventura, se convierte en una carrera por la supervivencia. Max es testigo de los últimos minutos de vida de un misterioso monje vasco, que le transmite, antes de morir, un críptico mensaje. Al parecer se trata de una profecía que predice un cataclismo ecológico que destruirá Europa. Sin embargo, pronto se convierte en el principal sospechoso… ¿Cómo podrá probar su inocencia si nadie cree en él y no le queda nadie en quien confiar?
En el metro de Londres, un tren cruza por encima de un cuerpo sin verlo. Días más tarde, en los desolados parajes de Dartmoor, Max Gordon se entera de la muerte de su compañero de estudios, Danny Maguire. Y lo que aún le sorprende más es que, en el momento de morir, éste llevaba un sobre a su nombre con información sobre la muerte de la madre de Max. Las pistas conducen a Max a la selva tropical de América Central, donde deberá escapar no sólo de las fauces de mortíferos cocodrilos y de pirañas carnívoras, sino también de un asesino implacable. La verdad que Max intenta descubrir desesperadamente se esconde en lo más profundo del corazón de la selva. Si es que consigue mantenerse vivo para descubrirla.
Colección de 20 cuadernillos titulada "Max Pogge contra el inspector Graven", editada por Ediciones Marisal.
Fue escrita por Dn. Fidel Prado en el año 1942.
El protagonista por parte de "la justicia" es el inspector Joe Graven. Este policía ya había sido protagonista en otra colección, editada por la editorial Pluma.
Posteriormente, apareció este personaje en novelas sueltas en "Iris", "La novela Argos", "La novela Aventura", "La novela Quincenal", "Servicio Secreto" ... Tratamos de conseguirlas todas.
Aquel anochecer de finales de diciembre, el inspector Graven, de Scotland Yard, se aburría en su despacho sin tener a la vista nada de interés en que ocuparse. Acababa de intervenir con éxito ruidoso en el llamado «suceso de la caja de caudales», cuyo brillante colofón había sido el encarcelamiento del astuto ropavejero Mr. Price, taimado autor del ingenioso crimen, y desde entonces nada había surgido que mereciese la pena de emplear su privilegiado talento.
Aquella mañana del mes de mayo de 1936 los diarios de Londres, sin excepción, publicaron una noticia de gran interés para los joyeros ingleses y para cuantos traficaban en piedras preciosas.
Había gran cantidad de gente en la cantina. Muchos de los espectadores contemplaban la partida, en la que se habían cruzado fuertes sumas de dinero hasta entonces. Sobre la mesa abundaban los billetes y las monedas, de oro principalmente.
El inspector Graven, de Scotland Yard, se aburría grandemente sin ningún asunto interesante que resolver. Londres parecía gozar de un período de paz en lo que a sucesos criminales se refería, y el inspector, todo dinamismo, no se avenía con aquella calma, tan contraria a sus actividades.
Max Pogge era un peligro para la tranquilidad pública y los intereses colectivos. Dotado de talento excepcional, de audacia enorme y de un ingenio fértil, y contando con la ayuda de elementos valiosos, estaba sembrando el terror en la capital londinense, sin que bastasen para atajar el mal aquel plantel de hombres intrépidos y abnegados que en ocasiones diversas habían resuelto problemas muy arduos y habían realizado servicios inestimables.
Graven, mientras preparaba sus maletas, sonrió con ironía al leer el suelto. Ahora, después de haber sido objeto de mil burlas y acres censuras por parte de la prensa, se le reconocían méritos y se lamentaba su baja en la Yard. El hecho le producía indignación, pues demostraba de qué mísero barro estamos hechos los humanos mortales.
El proceso de Max Pogge no terminó el día del juicio con la condena del procesado y de sus cómplices a trabajos forzados. La Prensa, sin otra clase de noticias sensacionales que comentar, se dedicó a exprimir el limón, como se dice en términos periodísticos, y siguió publicando relatos, más o menos fantásticos, todos ellos de sucesos relacionados con Pogge, aunque seguramente algunos se los adjudicaban caprichosamente.
Míster Benson, director de la cárcel de Pentoville, después de leer estupefacto la carta que tenía delante se quitó los lentes, los limpió con sumo cuidado, se restregó los ojos por si un fenómeno visual se los había empañado, se rascó la cabeza con aire perplejo y terminó por tirarse suavemente de su blanca barbita «tic» nervioso, muy propio en él cuando se encontraba ante un conflicto.
El inspector Jergenson se dirigió desde la Presidencia al Hotel Majestic, dispuesto a conocer al misterioso señor Alew. Este se encontraba en sus habitaciones, que eran de las más lujosas y caras del suntuoso hotel. Jergenson se hizo anunciar como enviado del Ministerio de Estado, siendo recibido inmediatamente.
Aquel sábado de principios de septiembre encontrábanse reunidos en una preciosa villa de Coney Island, pasando el fin de semana tres jóvenes de porte elegante y atildado, muy conocidos en el barrio aristocrático por sus magníficos coches «Mercedes» y sobre todo por su carácter atractivo.