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Bolsilibros - U.S. Marshal 417. Un infierno llamado Nogales, de Black Moran

Aventuras, Novela

DARRY Trawer contempló la senda polvorienta que se extendía ante él. Al otro lado del altozano se levantaba la ciudad de Nogales que debido a su posición fronteriza, a menos de medio centenar de millas del límite suroccidental de Arizona, había tenido un gran desarrollo en los últimos años.


Bolsilibros - U.S. Marshal 449. Un hombre cabalga solo, de Adam Surray

Aventuras, Novela

La canción era muy conocida en todo Texas. La letra, aunque poco edificante, tenía la virtud de enrojecer a un viejo cazador de búfalos. «Vuelve mañana, Johnny» era la melodía más solicitada en los «saloons» de Abilene y Dallas. También era la preferida para los vaqueros de la zona del río Pecos. Las burlas y engaños de la coqueta Kitty hacia su novio Johnny eran en síntesis el tema de la popular Aseguran que su autor fue un buscador de oro que comenzó a delirar berreando el nombre de su amada Kitty. Un día de ardiente sol, su caluriento cerebro compuso la canción. El buscador de oro volvió a la civilización yendo al encuentro de su prometida Kitty. Esta le rechazó por haber servido de inspiración a tan atrevida canción; aunque la verdadera causa fue el ver a su novio sin una mala pepita de oro en los bolsillos. El pobre hombre, en venganza, se dedicó a cantar el «Vuelve mañana, Johnny» por todos los rincones de Texas.


Bolsilibros - U.S. Marshal 489. Bajo la piel de la noche, de Gerard Woren

Novela, Aventuras

Gerard Woren seudónimo del escritor Gerardo Moreno Espinosa


Bolsilibros - Vaquero 41. Un chantaje peligroso, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Babe Thorpe se presentó en Sponako como contratista de obras para ofrecer sus servicios a la Empresa que construía la importante presa sobre el Grand Coulee, obra que debía proporcionar beneficios a toda la región. Pero alguien no parecía dispuesto a permitir que las obras de la presa llegaran a feliz término. El desconocido personaje, utilizando el anónimo, exigió fuertes cantidades en metálico para permitir que los trabajos se desarrollaran normalmente, con volar todo lo construido hasta entonces. El Consejo de Ad ministraaón de la Compañía encargada de los trabajos, se negó a entregar el dinero y la réplica inmediata fueron una serie de sabotajes. hábilmente preparados, que causaron importantes bajas en los obreros, mermando, a la vez. la reserva de materiales de que se disponía. Por eso estaba allí Sabe Thorpe. el falso contratista de obras, agente federal en realidad. cuya presencia había solicitado con carácter particular el director de la Empresa.


Bolsilibros - Vaquero 45. La última baza, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Doc Fleming, el sheriff de aquel pequeño poblado llamado Federal, a escasas millas de la divisoria de Colorado, en el Estado de Kansas, tomaba el fresco en mangas de camisa sentado bajo el rameado porche de su bonita casa, en la que tenía instaladas las oficinas de su cargo. 
Doc era un hombre cincuentón, de pelo canoso y rebelde, de barba también algo canosa, pero muy tupida sobre la dura piel de su rostro bronceado; era un hombre de anchos hombros, recia humanidad, con poca grasa, aunque sí con bastante peso y como nota característica de su persona y aún de su recia personalidad, mostraba dos detalles sobresalientes: unos ojos negros, brillantes, con reflejos metálicos, y una cicatriz en la mejilla derecha, cicatriz que según había explicado muchas veces se la había marcado el cuchillo de un mejicano en una fiera pelea que tuvo con él en las minas de Picacho, cuando muchos años atrás, trabajó en ellas.


Bolsilibros - Vaquero 54. Una jugada peligrosa, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

—¿Cuánto has perdido, Chas? 
—Lo suficiente para pegarme un tiro. 
—No digas tonterías. Si cada vez que yo o éste nos hemos quedado sin un centavo hubiésemos apelado al revólver, ni con las vidas de un gato hubiésemos tenido suficiente. 
—Cada uno tiene un modo de ver las cosas. 
—Las cosas hay que verlas a la luz de la realidad y no de una manera absurda como tú has querido verlas, Chas. Creo que va siendo hora de que te dejes de fantasías. Boyce sigue necesitando hombres y tú… podrías ganar un buen sueldo a su lado. 
—¿Como vosotros?


Bolsilibros - Vaquero 75. Un premio para un valiente, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

El día acababa de romper, indeciso, opaco, sombrío, con un cielo plomizo que se oponía tenaz a que la luz de la mañana se esparciera por el valle, en tanto la densa y devastadora cortina de agua que había caído durante toda la noche, producto de una de las escasas tormentas que se desarrollaban en aquella parte del sudeste de Texas, seguía descendiendo implacable, como si todo el agua que estaba destinada al Estado durante el año la hubiesen enviado desde las nubes aquella noche, para desolación y desesperación de muchos habitantes de la comarca.


Bolsilibros - Vaquero 76. Un revólver para ti, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

Solly North era demasiado impulsivo. Allyson Craig se lo había dicho muchas veces. Y también el veterano Thomas Graven, su compañero de trabajo. Y tantos otros, fueran del Little Southwest Railway o ajenos a la empresa ferroviaria. Incluso se lo estaba diciendo ahora aquel mejicano de grandes mostachos, amplio sombrero ribeteado con blancos arabescos en torno a la enorme ala, y sonrisa suave, como la de una cobra, si sonriesen las cobras.


Bolsilibros - Vaquero 102. Ha vuelto un pistolero, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Aquella mañana hubo mucho movimiento en el Banco rural de Medicine Lodge, poblado del Sur de Kansas junto al rio del mismo nombre y a muy pocas millas de la divisoria con Oklahoma. 
Aquel día, era considerado como festivo en el poblado por tradición. Todos los años, desde 1857, se celebraba una gran cabalgata muy pintoresca, en la que figuraban indios de cinco tribus, los cuales, serios y rígidos, acompañados de sus magos y “graciosos” de las tribus, acudían a conmemorar en unión de los hombres blancos, la firma del célebre tratado de paz que el Gobierno de los Estados Unidos firmó con dichas tribus y que había sido respetado lealmente por unos y otros, contribuyendo así no solo a que reinase la paz y el orden entre ambos bandos, sino a que se estableciese una mayor camaradería entre los dos elementos antiguamente antagónicos.


Bolsilibros - Vaquero 106. Pasarse de listo, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

En el interior del vagón hacía un calor asfixiante; un calor producto de una atmósfera harto reseca, que había agudizado su presión con el presagio de una fuerte tormenta que podía ser de agua o de viento, pero que envolvía toda aquella parte del sudoeste de Colorado, desde Durango hasta quizá la misma divisoria de Utah. Violentas ráfagas de aire soplaban mugientes a espaldas del tren, quebrándose en el furgón de cola y golpeando en él fieramente con las enormes oleadas de polvo y tierra que el huracán levantaba al rastrear el reseco piso y lamerle con su potente ímpetu, como si fuese una colosal lima que todo lo fuese devastando a su paso.


Bolsilibros - Vaquero 111. Nido de chacales, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Aquella noche “El Filón de Oro” estaba atestado hasta la puerta de un público áspero y vocinglero, que atronaba el local y no dejaba entenderse a nadie. 
“El Filón de Oro” era uno de los muchos bares-garitos que habían surgido en Tombstone de la noche a la mañana, al amparo de la explosión, de plata y oro, surgida en aquel hasta muy poco tiempo atrás ignorado lugar del Sudeste de Arizona. 
Construido a toda prisa con gruesos tablones de madera a falta de mejor material, era amplísimo, para poder dar cabida a las constantes oleadas de aventureros que llegaban a diario, atraídos por el brillo del codiciado metal, y había sido dividido en tres partes.


Bolsilibros - Vaquero 115. Oro y muerte, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Lemmy Ritti se hallaba recostado en el quicio de la puerta de la única y no muy suntuosa posada del poblado de Oroville, en el Noroeste de California, sobre el curso del río Sacramento. 
Oroville había sido hasta hacía muy poco tiempo un trozo casi ignorado de tierra en la geografía del Estado, ya que su composición demográfica no excedía de un centenar de vecinos, cuya vida se desarrollaba míseramente; pero un día, en los montes Qunnoy, que se extendían como una larga y estrecha espina de Norte a Sur, alguien había descubierto una veta aurífera y había bastado que se corriese la noticia, para que en muy poco tiempo algunos cientos de buscadores marchasen a aquella parte de California, buscando lo que la cuenca alta del Sacramento aún guardaba celosamente en sus entrañas y no había ofrecido a los codiciosos destripaterrones.


Bolsilibros - Vaquero 135. «Colt huracÁn», de A. Rolcest

Relato, Aventuras

—¡Con dos horas de retraso, pero apareces! —No es culpa mía que la diligencia pierda una rueda como quien pierde un guante —replicó el recién llegado, de muy mal humor. Se sentó frente a los dos individuos. Uno de éstos le llenó un vaso, que rechazó con un gesto. —He de irme en seguida. He hecho amistad con algunos viajeros y me esperan en el hotel —miró a las mesas y a las paredes, y todo le pareció sucio, miserable. Hizo una mueca antes de decir: —¡Se pudo escoger un sitio más adecuado!…


Bolsilibros - Vaquero 136. Con la sonrisa en los labios, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Una chirriante carreta cubierta con gruesas lonas atadas sólidamente, penetraba en la calle principal de Carson City junto con cuatro jinetes que armados hasta los dientes la rodeaban precedidos por otro que iba en vanguardia. 
Atados a la trasera de la carreta, marchaban dos caballos más con unos bultos atravesados en las sillas. Los bultos aparecían cubiertos por trozos grandes de arpillera que impedían ver lo que ocultaban, pero, por la forma, parecían dos estrechos y largos sacos colgando por los flancos de las cabalgaduras.


Bolsilibros - Vaquero 165. Todo o nada, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Jason Bloom detuvo su caballo en el centro de la calzada, mitad movido por la curiosidad, mitad porque no le hubiese sido fácil pasar al lado contrario sin obstáculos, ya que la amplia vía se encontraba obstruida por un compacto grupo de hombres y mujeres que se apiñaban frente a un establecimiento situado hacia la mitad de la calle. 
Desde lo alto del caballo le fue fácil descubrir la clase de establecimiento que era. Se trataba de la farmacia del poblado y el hecho de que ante ella se aglomerase tanto público, parecía indicar que algo grave había sucedido.


Bolsilibros - Vaquero 170. Un tipo duro, de Alf Regaldie

Aventuras, Novela

El veterano Joseph Turner se dirigió a Bing Sterling, al tiempo que señalaba hacia una especie de cantina casi solitaria, situada en el cruce de dos caminos. —Si tenemos un poco de suerte, es posible encontremos allí alguna habitación libre y buena comida. —Y buena bebida —señaló Bing en tono humorístico. —De eso no estés tan seguro. A toda esta gente la debieran colgar por los pies porque en lugar de whisky sirven auténtico matarratas. No obstante, en lo que a bebida se refiere, el pulque mataría a un búfalo y la cerveza, casi lo mismo.


Bolsilibros - Vaquero 188. El último tirano, de Alf Regaldie

Aventuras, Novela

Jimmy Hondo, al llegar a lo alto de la “Red Hill”, detuvo su caballo, cesó de tocar su guitarra y dirigió su asombrada mirada en dirección al “Arroyo Amarillo”, que vertía sus aguas a pocas millas del nacimiento del río Grande. —Si la vista no me engaña, ese tipo repulsivo es Ephrain Everett. ¿Qué diablos se le habrá perdido por aquí a esa alimaña? Y el que está con él es esa sabandija de Curt Baker. Siempre se ha dicho que a tal amo, tal criado… Pese a sus palabras, no era la presencia de los dos hombres lo que había llamado la atención de Jimmy. Y contra su normal forma de ser, el joven hizo marchar a su caballo al galope, metiéndolo por terreno blando para amortiguar en lo posible el ruido de la marcha y procurando permanecer oculto a las miradas de los dos hombres que había citado y a las de Vera Ellis, que se hallaba discutiendo con ellos.


Bolsilibros - Vaquero 201. Amenaza latente, de Alf Regaldie

Aventuras, Novela

Dan Crosby vaciaba sin prisas su jarra de buena cerveza, observando al propio tiempo a los cinco hombres que jugaban a los naipes en una mesa cercana. De los cinco hombres le habían llamado particularmente la atención dos de ellos. Uno joven, muy joven, moreno, de ojos claros y rostro aniñado, al cual llamaban Ted o Teddy, indistintamente. El otro era muy recio, dando en grueso, rubio, no mal parecido, aunque sus facciones resultaban un tanto bestiales. En una ocasión en que se levantó, pareció dominar a todos con su estatura que rebasaba los seis pies y medio.


Bolsilibros - Vaquero 267. El clan de los papagos, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

En la indecisa luz del amanecer, dos hombres rifle en mano, con todos sus sentidos alerta y deteniéndose a cada momento para escuchar o aspirar el aire, pues parecían dotados del sentido del olfato para ventear el peligro, registraban con sumo cuidado las estribaciones del monte Surhuarita, en cuyo interior, los indios papago tenían establecido su campamento. 
Uno de los rastreadores se llamaba Lafayette Funk y era uno de los cazadores más experimentados, más duchos y más populares de todo el sudeste de Arizona.


Bolsilibros - Vaqueros indómitos 3. La calavera asesina, de Donald Curtis

Novela, Aventuras

Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.