Había jurado que la mantendría a salvo, pero ella amenazaba todas sus barreras.
Niall Pedersen decidió ayudar a Lola Suárez cuando un acosador comenzó a amenazarla. Niall, un magnate hecho a sí mismo y el mejor amigo del hermano de ella, le ofreció un lugar para ocultarse, que resultó ser su retiro privado en la costa australiana. Aunque Lola fuera terreno prohibido, la mutua y apasionada atracción venció la resistencia de Niall. Pero, cuando comenzó a acostarse con la virginal Lola, no pudo negarse a reconocer la verdad: ella se merecía una relación duradera y feliz. Precisamente lo que él, marcado por un trágico pasado, no podía ofrecerle.
Un secreto de cuatro años… ¡producto de una noche inolvidable!
La vida de Lacey Carstairs cambió radicalmente tras una apasionada noche con el presidente de Cade Inc., Brandon Cade. Tanto, que incluso tuvo que cambiar de nombre. Pero cuando la periodista Lacey recibió el encargo de entrevistar a Brandon, le resultó asombroso que no la recordara… ni remotamente.
Pero lo que acabó por desconcertarla -y, aún más, tentarla- fue que la invitara a acompañarlo a un baile de gala en París. Y cuando finalmente llegó el momento en el que Brandon la reconoció, el pasado y el presente se encontraron… Empezando por el secreto mejor guardado de Lacey… ¡La hija que tenían en común!
Revelación en Bahamas: ¡iba a tener un heredero!
La mentora de Kaya, que había sido como una madre para ella, había fallecido recientemente, y fue una tremenda sorpresa descubrir que no le había legado su casa. En su lugar, había ido a parar al hijo secreto que había dado en adopción, y cuando Leo se presentó a reclamar lo que era suyo, descubrió que era tan guapo como irritante.
Lo único que Leo quería era vender la propiedad y volver al imperio millonario que había construido de la nada. Sin embargo, luchar contra el lazo familiar que le unía a su familia biológica le había dejado indefenso, igual que su enloquecedor deseo por Kaya, un deseo cuyas consecuencias iba a unirlos para siempre.
Con los pies hinchados y aquella enorme tripa, Ryanne Rieger no esperaba llamar la atención del cowboy más sexy de la ciudad. A Tom Hunnicutt no parecía importarle lo más mínimo el hecho de que ella hubiera vuelto a la ciudad a punto de convertirse en madre soltera. ¿Por qué demonios estaba tan pendiente de ella? Por algún motivo, Tom no conseguía quitarse a Ryanne de la cabeza; había algo tremendamente molesto, a la vez que poderosamente atrayente, en esa mujer que parecía no tener miedo de nada. Lo último que necesitaba Tom en aquellos momentos de crisis era implicarse con Ryanne... Sin embargo, eso fue precisamente lo que hizo.
Bryce Kellerman, un apuesto millonario australiano, sintió una instantánea atracción por Lara. Ella era totalmente diferente a las afectadas cazafortunas con las que tenía que enfrentarse a diario. Pero, claro, Lara creía que él no tenía ni un céntimo. Ella pertenecía a una familia pobre y ya se había casado una vez con el fin de conseguir cierta estabilidad económica... ¡Y había resultado un auténtico desastre! Ahora lo único que buscaba en un hombre era que fuera sincero. ¿Cómo iba entonces Bryce a revelarle su secreto?
Max Logan creía que Gabriella se había casado con él solo por su dinero y, por su parte, todo había acabado entre ellos. Fue entonces cuando los acontecimientos los obligaron a llegar a un acuerdo. Durante dos semanas tenían que fingir ser un matrimonio feliz... y eso significaba compartir casa... y cama. Gabriella seguía enamorada de su marido, ¿sería aquella su última oportunidad de demostrarle que se había casado con él porque lo amaba y no por su dinero?
¡Un reencuentro explosivo! La prima ballerina Anya Ilyushin bailaba todas las noches para Roman Zverev, el hombre que le robó una vez el corazón antes de hacérselo añicos. Anya había enterrado los pedazos detrás de un muro impenetrable, pero, cuando Roman se presentó en su camerino como si no hubiese pasado nada, su atracción descontrolada se reavivó... Un desenfreno indómito se escondía detrás de la riqueza y sofisticación de Roman, no sentía nada civilizado hacia Anya. Se marchó antes de que el anhelo pudiera aniquilarlos a los dos, pero los recuerdos estaban grabados en su alma. Había vuelto y estaba decidido a que Anya fuese suya.
El gusto de lo prohibido. Durante toda su vida, la chef de repostería Grace Blake había sido un ejemplo de amabilidad. Sin embargo, un día después de ser contratada por su enigmático jefe argentino, César Navarro, se olvidó de las buenas maneras y el sentido común. César tenía a su volcánica chef justo donde la quería: en su apartamento, a sus órdenes. Él sabía que sus empleadas deberían ser intocables, pero Grace había tentado su hastiado paladar y se encontró pidiendo algo nuevo en la carta: un sabor prohibido… Tentación ilícita. Beth Blake disfrutaba de una vida normal en Londres hasta que salió a la luz un secreto de su pasado, convirtiéndola en una famosa heredera, y se encontró en Argentina bajo la atenta mirada del experto en seguridad Rafael Córdoba. Arrogante y arrebatadoramente sexy, Rafael Córdoba resultaba insufrible para una persona tan independiente como ella. Proteger a Beth debería ser tarea fácil para Rafael mientras recordase la regla de oro: no tocar a una clienta, especialmente si esa clienta era la hermana de su mejor amigo. Pero la combativa Beth requería una atención especial y, por eso, la ilícita tentación resultaba aún más seductora…
LA MUJER A LA QUE AMABA ESTABA EN PELIGRO Y ÉL ESTABA DISPUESTO A HACER CUALQUIER COSA La juez Laurel Patrick prefería echarle la culpa de todo a la pasión que se respiraba en la paradisíaca isla de St. Thomas. ¿Por qué si no iba ella a hacer el amor con un completo desconocido? Laurel deseaba a Sean Gannon tanto como él a ella; la química que había entre ellos era irresistible y la pasión demasiado intensa... Entonces la realidad irrumpió de nuevo en la vida de Laurel y la obligó a marcharse sin darle ninguna explicación a Sean... sin tan siquiera despedirse de él. El instinto de Sean le decía que algo no iba bien. De vuelta en los Estados Unidos y cara a cara con Laurel, comprobó que en sus ojos había un temor que no podía ocultar. Sean sabía que Laurel estaba intentando protegerlo, pero no iba a ser tan fácil alejarlo de ella.
Bianca e Bianca; Una historia intensa y profunda de amor incondicional, que te ira envolviendo de forma muy sutil hasta llevarte a la esencia de la propia historia. Bianca es una mujer, fuerte, exitosa, sensible, sentimental, romántica, enamorada, con ganas de vivir la vida a plenitud, que ha sabido cruzar tiempos y épocas, con la única finalidad de hacer realidad su sueño de amor, el cual, una vez lo perdió, en el momento más importante de su vida. Bianca desea con toda su alma amar y ser amada intensamente. Bianca cree en el amor tan es así que regresa del pasado para tratar de cumplir su gran sueño, que dejo pendiente en algún momento de su existencia.
A pesar de las dudas y dificultades que planean sobre la figura de Petronio, refinado aristócrata del tiempo de Nerón muerto en 65 d. C., «El Satiricón» (que vendría a traducirse como «historias de sátiros») continúa siendo una de las composiciones de la Antigüedad que mayor interés despiertan en el lector moderno. Una vez superada la sensación de desconcierto que produce el estado fragmentario en que nos ha llegado y las dificultades para reconstruir el argumento central, este único testimonio (junto con «El asno de oro») del género novelesco en Roma nos depara la cautivadora y dinámica narración en primera persona de las peripecias del joven Encolpio, un pobre diablo que se busca la vida junto a sus amorales amigos en un mundo corrupto y libertino, en los bajos fondos de las ciudades semigriegas del sur de Italia. Marcado por un realismo directo y sin ornato, «El Satiricón» refleja el lenguaje popular de la época, y divierte con su humorismo descarado. De ser cierto que Petronio fue la persona a quien se refiere Tácito en «Anales», 16.18, hay que situarlo en el círculo de Nerón, que le habría nombrado «árbitro de la elegancia»; acusado de participar en una conspiración contra el emperador, habría sido obligado a suicidarse.
Las dos obras de este volumen constituyen dos hitos históricos, puesto que son las primeras novelas completas conservadas, y modelan y prefiguran el que, con el tiempo, será el más popular de todos los géneros literarios. Calírroe o Quéreas y Calírroe es el primero de una serie de relatos románticos de amor y aventuras que concluye con las Etiópicas de Heliodoro (también publicadas en Biblioteca Clásica Gredos). En efecto, la de Caritón es la primera novela completa que conservamos: debió de escribirse hacia el siglo I d. C., y representa muy bien el prototipo de este género, surgido en el crepúsculo de la literatura helenística: género de intención popular, dirigido a un público amplio, que no obtuvo la sanción ni el respeto de preceptistas y retóricos; de hecho, ni siquiera tuvo nombre propio en la Antiguedad. Calírroe contiene ya muchos elementos que caracterizaran a la novela romántica: entramado folletinesco (pareja de amantes acuciados), viajes por escenarios célebres (Siracusa, Mileto, Jonia, Persia, Babilonia), suspense y final feliz, en una trama liberada del trasfondo mítico. Es una narración de buen estilo y notable calidad poética. Las Efesíacas de Jenofonte de Éfeso, el segundo novelista griego, siguen la línea iniciada por su ilustre antecesor y consolida el surgimiento de este genero en la Antiguedad tardía. La narración romántica de amor y aventuras esta exenta de pretensiones retóricas y cuenta con una trama sencilla y un estilo directo. Los escenarios también son exóticos (Éfeso, costa Jonia, Egipto, Sicilia, Rodas) y se impone el final feliz. Su elemento más novedoso es el trasfondo religioso, con la intervención de la diosa Isis y Apolo-Helios.
Como en el caso de la mayoría de los autores que cultivaron la novela griega, prácticamente nada se sabe con seguridad de la vida de Heliodoro, autor de las Etiópicas, también conocida como Teágenes y Clariclea. Heliodoro vivió en el siglo IV a. C., era originario de Emesa y quizá asumió algún cargo eclesiástico, aunque con toda seguridad aun no lo ejercía cuando escribió esta curiosa novela de amor. Su obra explica, como suele ser habitual en la narrativa griega antigua, las peripecias de dos amantes que acumulan todas las perfecciones pero que durante un largo periplo que les lleva por Grecia, Egipto y Etiopía, se encuentran innumerables obstáculos para alcanzar la felicidad. Sin embargo, las Etiópicas eluden caer en la previsibilidad y el aburrimiento. Heliodoro se revela como un escritor de talento poco común, que muestra una preocupación especial por atrapar al lector en su historia, levantando las Etiópicas sobre una cuidada estructura temporal, que toma como referencia la Odisea y que va desvelando los misterios de la trama en los momentos adecuados. El esmero que puso Heliodoro en su novela hizo de ella un texto de referencia durante cientos de años.
Los que acechan en el abismo es la historia de un investigador de lo oculto, Titus Crow, y de su inseparable amigo, Henri De Marigny, quienes se ven inmensos, no tan casualmente, en un caso sobrenatural que involucra a una terrible raza de seres subterráneos, los Cthonians, responsables de terremotos y diversos movimientos sísmicos en toda la Tierra. Investigando el caso que los involucra, Titus y De Marigny se adentraran en un sin fin de peligros y amenazas, de las que solo saldrán airosos con la ayuda y aparición de un profesor de la mítica Universidad de Miskatonic, en la ciudad de Arkham, ciudad inventada por Lovecraft en sus escritos y uno de sus centros neurálgicos de las rarezas de su universo de ficción. Junto a él, Crow y De Marigny harán frente a los Horrores del ciclo de Cthulhu, apoyados por la enigmática y fabulosa Fundación Wilmarth, un grupo internacional de investigadores de lo paranormal de escala global, cuyo único fin es encontrar y destruir a las deidades primigenias. Acabar con los Grandes Antiguos.
Cuando Buck Taylor abandonó su celda de la prisión de Flagstaff para acudir a la llamada del jefe de la cárcel, se llevó ambas manos a la cintura tratando de contener el peso de sus pantalones, que se le escurrían por las estrechas caderas y pasándose la mano por la boca reseca, avanzó por el pasillo, mirando con curiosidad a todos lados y preguntándose qué diablos le querría Pete Harrison para requerir su presencia cuando se encontraba en plena digestión.
Aquella tarde de principios de primavera, Cherri Stuart, después de franquear el Río Nueces, en su confluencia con el Pecos, caminaba por un pino y estrecho sendero bordeado de setos espinosos, que le obligaban a renegar a media voz de tan inhóspito paisaje, pues “King”, su magnífico caballo ruano, un soberbio animal de patas finas pero poderosas, ancho y dilatado pecho y cabeza coronada por una espléndida mata de crin, veíase precisado a caminar con precaución para proteger sus brillantes flancos y no dejar parte de la piel en aquel traicionero mar de espinos.
Caía la tarde en un, apoteosis dorado de rayos de sol, que irisaban entre oleadas de polvo reseco, cuando el sargento Turley, seguido de cuatro rurales, todos montados sobre unos caballos fibrosos, delgados y cubiertos de mugre, se detenía ante el cuartelillo de policía de San Pablo y echaba pie a tierra con gesto mohíno y cansado.
El teniente Omalley, que leía una novela de aventuras sentado en un estrecho banquillo a la puerta del puesto, se levantó con viveza al descubrir a su subordinado y acercándose a él, preguntó con vehemencia:
—¿Qué noticias, trae usted, Turley?
La mañana había amanecido fría y áspera. El cielo, de un gris plomizo, extendía su denso manto de nubes sobre las cresterías de la Meseta Negra y un viento crudo y cortante arrastraba a las veces, agudos copos de nieve arrancados de la sierra, donde la masa blanca caía espesa, formando como un velo tupido que cortaba bruscamente la inmensidad del paisaje.
Por la estrecha y accidentada garganta del “Cañón de Kams”, en la parte Norte de Arizona, casi rayando con la divisoria de Utah, avanzaban dos jinetes reciamente envueltos en sus mantas de viaje y con la amplia ala de sus sombreros caída hacia los ojos, para resguardarlos de las tolvaneras de polvo y arena que como un invisible látigo flagelaba el fondo del cañón.
En la tarde azul plena de luz, bajo la caricia de un sol de oro que pintaba rosetones de fuego amarillo en el verdor de las hojas de los pinos y encendía el aire en el que flotaba un polvillo áureo que velaba la inmensidad desierta del paisaje, dos jinetes inclinados anhelantes sobre los cuellos de sus monturas para facilitar a éstas una más veloz carrera, galopaban por la seca y amarillenta llanura en dirección sudeste, buscando en una línea tangente una mancha gris, árida, que se distinguía a algunas millas de distancia.
Cuando el sargento Ned Jasper de la Real Policía Montada penetró en Ottawa luciendo su empolvado y descolorido uniforme, en el que la guerrera roja parecía amarilla en fuerza de haber absorbido el sol y la lluvia, y los azules pantalones semejaban haber sido grises para convertirse en pardos, respiró como si le acabasen de quitar del pecho una enorme losa, mientras sus ojos, que habían perdido la costumbre de captar la vida y el movimiento tumultuoso de las capitales, se cerraban para evitar a su cerebro la vorágine de un marco que le obligase a caer del caballo.