Se reúnen en este volumen por primera vez las crónicas que Ernest Hemingway escribió entre 1937 y 1938, cuando se trasladó a España para informar sobre los acontecimientos de la guerra civil española. Se publican ahora tal como Hemingway las escribió, es decir, sin los posteriores retoques periodísticos. Los originales de los despachos los enviaba el editor a una agencia de noticias y reportajes llamada North American Newspaper Alliance (NANA), que le pagaba el entonces elevadísimo precio de 500 dólares, diez veces más que a cualquier periodista. Estos textos constituyen uno de los mejores ejemplos de la economía de lenguaje, precisión y ritmo narrativos que hicieron del escritor el creador de un género literario a caballo entre la novela y el periodismo, precursor del moderno periodismo que se inició en los setenta. Los despachos demuestran asimismo que, en palabras del profesor William Watson, que ha localizado estas crónicas en la biblioteca Kennedy de Boston y en la biblioteca de la Universidad de Texas y ha supervisado la edición norteamericana, «Hemingway no era un simple turista de la guerra española, sino un corresponsal que trabajaba mucho, corría riesgos y que intentó, y en gran medida lo logró, convertirse en el reportero profesional y el testigo que la violencia y la complejidad de la guerra exigían». El propio Hemingway dijo que era «el trabajo más duro y peligroso que nadie haya tenido».
«La historia de Ana Frank es la de una chica que llegó a todo el mundo con la simple humanidad de su diario. Mi historia es diferente. También fui víctima de la persecución nazi y me enviaron a un campo de concentración pero, a diferencia de Ana, yo sobreviví». Eva Schloss era muy diferente a Ana Frank, pero eran grandes amigas. Después se convertirían en hermanastras, ya que el padre de Ana, Otto Frank, se casó con la madre de Eva. Eva, como Ana, vivió el horror de Auschwitz, aunque ella consiguió sobrevivir. Sesenta años después de Auschwitz, algo la obligó a contar con una sinceridad apabullante su vida antes y después del campo. Un emocionantísimo relato sobre lo que nadie había contado hasta ahora: sobre todo lo que sucede cuando uno sobrevive una tragedia a la que uno jamás pensó que sobreviviría.
Bill Sloan, que en «Okinawa» nos ha dejado un memorable relato de la última batalla de la Guerra del Pacífico, nos descubre ahora la primera. El 8 de diciembre de 1941, cinco horas después del bombardeo a Pearl Harbor, los aviones japoneses atacaron Wake, una remota y desierta isla del Pacífico de gran valor estratégico donde había una pequeña guarnición militar norteamericana y un gran número de trabajadores civiles ocupados en la construcción de una base. Era el comienzo de dieciséis terribles días de bombardeos y de combates cuerpo a cuerpo en que este pequeño grupo de resistentes consiguió repeler un primer intento de desembarco japonés, para sucumbir más tarde ante un enemigo muy superior en número. Sloan ha reconstruido esta dramática batalla a partir de sus entrevistas a unos cuarenta norteamericanos que sobrevivieron a los combates y al cautiverio y a dos japoneses que aportan una visión distinta de los hechos.
«En 100 años o más, cuando los hechos y protagonistas de hoy sólo sean memoria, todo aquel que quiera conocer lo que sucedió en Colombia desde mediados del siglo XX al presente tendrá que leer al sociólogo, periodista y escritor Alfredo Molano Bravo». Jorge Cardona Alzate «Cuando mataron a Jaime Garzón admití que no podía regresar pronto, conseguí una mesa de trabajo grande, alé la pluma y comencé a escribir este libro. Al terminarlo comprendí agachando la cabeza en señal de profundo respeto que el drama de mi exilio, a pesar de sus dolores, es un pálido reflejo de la auténtica tragedia que viven a diario millones de colombianos desterrados, exiliados en su propio país. Creo, con ellos, que sólo un acuerdo político profundo permitirá echar las bases de una verdadera democracia; la guerra no tendría resultado distinto a la dictadura de los vencedores». Alfredo Molano
El libro se basa en más de 14 millones de datos estadísticos que se derivan de los partes de guerra de las guerrillas colombianas, partes de batallas de las fuerzas militares y la Policía Nacional, al igual que de una base de datos de la Fiscalía General de la Nación de la sección de justicia y paz, donde se consignan años de investigación en el marco de la desmovilización paramilitar. Además, se realizaron más de 100 entrevistas a actores que estuvieron en la guerra y analizaron decenas de informes oficiales y de centro de investigación. Por último, se revisaron más de 10.000 notas de prensa en el periodo de estudio. El resultado es el cruce, interpretación y la validación concurrente de las diferentes versiones sobre la estrategia y la táctica militar en la guerra en Colombia.
Después de doce años de trabajo, Malcolm Lowry presenta la versión final de su segunda novela, «Bajo el volcán», a su editor Jonathan Cape. La recepción fue entusiasta pero el escritor recibe una carta en la que Cape, siguiendo lo que el lector William Plomer sugiere en su informe, pide a Lowry cambios drásticos en su novela. «Detrás del volcán» es la larga carta que Lowry escribe a su editor defendiendo en cuerpo y alma su obra. Un ejercicio de orgullo apasionado. El libro se complementa con la carta inédita hasta el momento que da pie a la apasionada contestación de Lowry y con parte de la correspondencia que testimonia el largo camino hacia la publicación de «Bajo el volcán», obra maestra del siglo XX. Una curiosidad: William Plomer nunca permitió que se publicara su informe.
Maravillosa evocación de su infancia en el shtetl de Lentshin, cerca de Varsovia, De un mundo que ya no está narra las peripecias de Singer en una comunidad fuertemente marcada por la doctrina y las ceremonias religiosas, y poblada por fascinantes personajes a los que el genial autor dota de vida en este emotivo ejercicio de memoria. Escrito por uno de los grandes maestros de la literatura yiddish , este libro constituye un testimonio de inmenso valor histórico, además de un auténtico réquiem por las comunidades judías de la Polonia de principios del siglo XX.
Esta obra explora de forma realista y razonable la situación actual de la enseñanza secundaria en las escuelas e institutos de España, sin recurrir a tópicos. Basándose en su propia experiencia como profesor de lengua y literatura castellanas, Andreu Navarra expone abiertamente los escenarios a menudo dramáticos y no pocas veces violentos a que diariamente se enfrentan la mayoría de docentes en nuestro país: desmotivación, creciente indisciplina, planes de reforma absurdos y una grave precariedad social y vital de gran parte del alumnado. Todo ello asociado a una gran desorientación colectiva y un injusto abandono de la juventud. Pero más allá de la queja y el lamento, incluso a veces desde la ironía y el humor, el autor indaga en las razones del enorme desamparo institucional en que se encuentran profesores y alumnos ante la trascendental tarea de educar y educarse. El analfabetismo funcional de los futuros ciudadanos, la ausencia de pensamiento crítico ante los abusos del sistema y el narcisismo vacuo de las redes sociales se perfilan como un horizonte político preocupante contra el que Andreu Navarra propone una serie de respuestas tan sensatas como polémicas, en un intento por empezar a perfilar una reacción consecuente con nuestra salud democrática.
En el verano de 1957, Gabriel García Márquez, periodista colombiano y joven escritor, se embarca en un viaje de tres meses por los países de la Cortina de Hierro. De ese viaje surgieron escritos sobre los países visitados, que fueron publicados en Colombia y Venezuela al año siguiente. Su aventura la realiza por países que acaban de sufrir (o acaban de liberarse) de la figura de Josef Stalin (había muerto hacía 4 años), en especial la Unión Soviética, de quien era jefe de gobierno, y a dos años del triunfo futuro de la Revolución Cubana. Reunido en Francfort con una amiga francesa y un periodista italiano, los tres deciden en el aburrimiento en que se encuentran cruzar a Alemania Oriental. Toman un vehículo y recorren Alemania Occidental hasta la frontera. Al cruzar hacia el otro lado, pareciera como si hubieran llegado a la versión bizarra de los germanos: la edad de piedra hacía imperio entre ellos. Gente gris, sombría, sorprendida sobremanera por la presencia de extranjeros, a quienes miran como si fueran extraterrestres. Comenzando por los soldados que los reciben en la aduana, en donde deben tomar sus nombres con una pluma y un tintero, como hombres anteriores a la Primera guerra. Continúan su camino, rodando por una tierra silenciosa sobremanera, hasta llegar a Berlín. El impacto es sobrecogedor. Las diferencias entre el capitalismo histérico del lado Occidental y el comunismo deprimente del Oriental son demasiado abismales. Y hablamos de un Berlín en donde el paso entre ambas zonas aún se puede hacer por metro, por debajo, a manera de paso de catacumba, pero se puede hacer. Estamos a algunos años aún del levantamiento del Muro, de las fugas suicidas (como los que huyen de Cuba flotando en tablas). La burocracia reina en la ciudad, así como la ausencia de asideros. Se ha calculado que si estalla una guerra Berlín durará 20 minutos. Pero si no estalla, dentro de cincuenta, cien años, cuando uno de los dos sistemas haya prevalecido sobre el otro, las dos Berlines serán una sola ciudad. Una monstruosa feria comercial hecha con las muestras gratis de los dos sistemas, dice García Márquez. En menos de cuarenta ocurrió la profecía del colombiano. De Berlín se marchan a Leipzig, en donde lo decrépito, lo viejo, cubre todo. El alcoholismo, el desespero, el horror, la lástima. Hablamos de una Alemania que en unos cuantos años será la primera potencia de Europa del Este, en lo económico y deportivo. Pero ésta es la Alemania que quedó después de la guerra y la ocupación de los rusos. Es la no experiencia socialista: el socialismo no se impone, y además, ya la historia nos enseña, debe gestarse en términos democráticos reales.
Aristócrata, cosmopolita, con dominio completo del alemán, el inglés y el francés, admirador de las vanguardias, mecenas, crítico de arte, editor, político, Harry Kessler creía que la cultura era el verdadero lugar donde las personas pueden mejorar y entenderse, desarrollar una vida verdadera, sin atender a fronteras ni prejuicios de ningún tipo. Todo ello con una característica diferencial: conocía a todo el mundo y todo el mundo lo conocía. Un mundo que era Europa, en concreto sus principales ciudades (Berlín, París, Londres, Zurich…), en realidad una red cuyos nodos eran las personas más importantes de la cultura y la política entre finales del siglo XIX y los años treinta del XX. Los detalles de una vida así hubieran quedado sumidos en el olvido si desde los 12 años Kessler no hubiera registrado minuciosamente por escrito cada encuentro, cada experiencia cultural, cada hecho relevante que vivió, incluida su participación en el frente durante la Gran Guerra, en un diario que ha sido la sensación en Europa en los últimos años, cuando poco a poco se ha ido recuperando y editando hasta completar por ahora ocho volúmenes que suman más de 8000 páginas y que incluyen a más de 20 000 nombres.
Manuel Orozco y Berra describe este diario, escrito entre los años 1648 y 1664 por don Gregorio Martín de Guijo en la Nueva España, así: «Día por día están consignados los hechos notables, así del gobierno como de los particulares, dándose puntual noticia de los fenómenos naturales, de las acciones públicas y aun de lo que corresponde a los individuos de más viso. Apuntamientos formados a la hora misma y bajo la impresión de los sucesos, es como un boletín de la ciudad y de la Nueva España, y viene a desempeñar el papel de esa multitud de párrafos que hoy acostumbran nuestros periódicos, para poner al corriente a nuestros suscriptores de cuanto se susurra en la ciudad y en los Estados».
«Uno de esos libros que persiguen al lector hasta su último suspiro. La ardiente empatía de Hélène Berr es digna de la filósofa Simone Weil, y aparece como precursora de los trabajos de Hannah Arendt en su análisis del engranaje del exterminio, las responsabilidades colectivas y las responsabilidades individuales» (Antoine Perraud, La Croix). «El Diario de Hélène Berres a la vez el diario de una joven judía bajo la Ocupación, de una sensibilidad y una calidad literaria excepcionales, y un poderoso documento histórico» (S. Veil, L’Express). «Este texto es uno de esos testimonios que sobrevivieron milagrosamente a su autor. Dedicado a su prometido y conservado actualmente en el Memorial del Holocausto, se trata de un documento excepcional sobre el día a día de una estudiante judía en el París de la Ocupación. Por la profundidad del análisis, la calidad literaria y la sombría lucidez…, la respuesta de Hélène al tema de la deportación es una de las más desgarradoras que se puedan leer» (Thomas Wieder, Le Monde).
Un estremecedor alegato sobre la destrucción de un mundo Diario de 1920 es una obra íntima, sincera y precisa, que revela la evolución personal de un joven convencido de la bondad de la revolución que descubre horrorizado como sus ideales se desmoronan ante la brutalidad de la guerra y el antisemitismo. Un testimonio extraordinario de uno de los conflictos capitales del siglo XX.
«Si esto se prolonga un mes más, no creo que ni uno de nosotros logre salvarse». Con estas palabras termina el diario que Hanna Lévy-Hass empezó a escribir un día de agosto de 1944 en el campo de concentración de Bergen-Belsen. Ella, una humilde maestra en quien coexistían sentimientos y vivencias en tanto que yugoslava, judía y comunista, alguien para quien cualquier lucha por la libertad era sentida como algo muy cercano y principal, en definitiva, una mujer que creía que el proceso histórico, la voluntad de las personas y la actividad consciente de éstas conducirían finalmente a una sociedad justa e igualitaria, había sido despojada de todo, humillada y vejada como ser humano. Y, aun cuando era consciente de cómo la bestia nazi intentaba reducirla día tras día a un estado animal, rodeada de rostros en los que podía leer el terror, el hambre y un miedo cerval, sacó fuerzas de flaqueza para no sucumbir a la desazón y conservar la dignidad que le permitiera seguir siendo ella misma. Consiguiendo pedazos de papel aquí y de allá, Hanna Lévy escribió el Diario de Bergen-Belsen cuando, según las palabras de su hija Amira Hass —la única periodista israelí que reside en Gaza y Cisjordania y que ha prologado la versión castellana delDiario—, «todavía tenía la esperanza de que el mundo futuro sería un mundo mejor. Aquella escritura tenía sentido como testimonio y memoria para la construcción de “un mundo que sería bueno”».
En 1492, el mundo se desdobló: Cristóbal Colón realizó un viaje que desembocaría en el descubrimiento de América. Durante su travesía, el Almirante asumió el papel de cronista y redactó un puntual libro de bitácora, de méritos más notariales que literarios. Este documento, capítulo esencial de la memoria de la humanidad, se encuentra perdido. Por fortuna, conocemos su contenido, gracias a las copias que de él hicieron Hernando Colón, hijo del descubridor, y fray Bartolomé de las Casas. Ambas versiones, juntas por primera vez en un mismo libro, constituyen el relato de una epopeya, pero también de un misterio. ¿En verdad Colón, como se ha repetido tantas veces, buscaba una nueva ruta para llegar a las Indias y murió convencido de haberla encontrado? ¿Cómo pudo encontrar, sin titubeos, la ruta de regreso; seguía acaso indicaciones previas? ¿Por qué las referencias a Asia sólo aparecen en la versión de Las Casas? ¿Por qué, a lo largo de su diario, se empeña en describir las islas descubiertas como si fueran una extensión de España? ¿A qué se debe la parquedad de su tono, la evidente y desconcertante falta de sorpresa? Christian Duverger plantea y despeja estas interrogantes en esta edición del Diario de a bordo, que, además de las versiones de Hernando y Bartolomé de las Casas, incluye la carta de Colón a Luis de Santángel, primer texto impreso en dar noticia del descubrimiento. El historiador nos advierte que esta crónica es un ejercicio de aproximación al otro, así como el autorretrato de un hombre que quiso ser el demiurgo de un mundo que no lo había esperado.
«Este es el verano más hermoso de mi vida», escribe una joven en su diario en junio de 1945, apenas terminada la Segunda Guerra Mundial. No se trata de una joven cualquiera, y tampoco es un verano cualquiera. Ingeborg Bachmann consigna en él su experiencia del final de la guerra en Carintia (Austria) y la liberación del régimen nacionalsocialista. Su euforia no sólo viene motivada por la tan deseada llegada de la paz, sino también por la relación con un soldado británico de origen judío de nombre Jack Hamesh. El encuentro y las conversaciones con aquel joven nacido en Viena que en 1938, con 18 años, tuvo que abandonar su ciudad natal, la marcaron profundamente. Al contenido del diario propiamente dicho se unen, en esta edición, las cartas que él le escribió en 1946 y 1947, tras su retorno a Palestina, en el momento en que el Estado de Israel empieza a configurarse. En ellas le revela cómo ella le devolvió la fe en el ser humano. El resultado es un testimonio único y conmovedor del diálogo entre los hijos de las víctimas y de los verdugos.
«A falta de algo mejor, he hojeado mis diarios. Mi vida es una novela peculiar. Hay una indudable coherencia. Por otra parte, si bien estos apuntes revelan una forma de vida bastante digna de atención en medio del derrumbamiento centroeuropeo, precisamente las circunstancias centroeuropeas los inutilizan totalmente como documento de una forma de vida merecedora de atención: resultan inútiles porque no sirven (no pueden ni quieren servir) de consuelo para seguir viviendo».
Considerada un clásico, Diario del gueto constituye un inestimable testimonio autobiográfico. Janusz Korczak, pediatra de éxito y autor de fama mundial que en su ciudad natal, Varsovia, renuncia a una brillante carrera científica para dedicarse al cuidado de los huérfanos. Tras la ocupación nazi de Polonia Korczak, como tantos otros judíos, es enviado al gueto de Varsovia. Allí se hace cargo de un orfanato que hospedará a doscientos niños. Aun teniendo la oportunidad de huir del gueto, Korczak decide no abandonar a los muchachos e incluso viajará con ellos en el tren que los transportará hasta el campo de exterminio de Treblinka. Janusz Korczak es una de las figuras legendarias que han emergido de la tragedia del Holocausto. Escritor, médico, activista social y educador, se licenció en Medicina y, tras ejercer durante un tiempo en un hospital pediátrico, dirigió el asilo de huérfanos judíos de Varsovia de 1912 a 1942. Murió junto a los niños en las cámaras de gas de Treblinka en 1942.
A los 22 años Charles Darwin tuvo la oportunidad de unirse a la segunda expedición del «Beagle» por la solicitud del capitán Fitz Roy de tener un acompañante de una posición social e intereses similares. El viaje constituyó para él, según sus propias palabras, «con mucho, el acontecimiento más importante de mi vida y determinó toda mi carrera; sin embargo, dependió de una circunstancia tan nimia como que mi tío se brindara a llevarme en coche los 48 kilómetros que me separaban de Shrewsbury —cosa que pocos tíos habrían hecho— y de una trivialidad como la forma de mi nariz. Siempre he pensado que debo a aquel viaje mi primera formación o educación intelectual auténtica. Tuve que fijarme atentamente en varios campos de la historia natural, con lo cual mejoró mi capacidad de observación, aunque ya estaba bastante desarrollada. […] Volviendo la vista atrás puedo percibir ahora cómo mi amor por la ciencia se impuso gradualmente a cualquier otro gusto. […] Descubrí, aunque de manera inconsciente e irreflexiva, que el placer de observar y razonar era muy superior al de las destrezas y habilidades deportivas. […] Un comentario de mi padre, que era el observador más perspicaz y escéptico que he conocido y no creía, ni mucho menos, en la frenología, me hace pensar en la probabilidad de que mi inteligencia se desarrollara gracias a mis actividades durante el viaje. Al verme por primera vez tras mi regreso, se volvió hacia mis hermanas y exclamó: “Fijaos: la forma de su cabeza ha cambiado completamente”».
Hace referencia a la segunda expedición del HMS Beagle , que zarpó de Plymouth el 25 de diciembre de 1831 al mando del capitán Robert FitzRoy. Aunque se calculó que el barco regresaría a los dos años, el HMS Beagle no volvió a tocar la costa de Inglaterra hasta el 2 de octubre de 1836, casi cinco años después. Darwin pasó la mayor parte de ese tiempo explorando la tierra firme, un total de tres años y tres meses. Los 18 meses restantes los pasó en el mar.
El libro, que también ha sido conocido como Diario de Investigaciones , reúne sus memorias de viaje, así como anotaciones de índole científica relativas a la biología , la geología y la antropología que prueban la extraordinaria capacidad de observación de su autor. Aunque el trayecto del HMS Beagle pasó en ocasiones por los mismos lugares, Darwin ordenó las referencias científicas por lugares, en lugar de hacerlo cronológicamente. Este diario representa las primeras anotaciones que sugieren las ideas que más tarde le llevarían a escribir su teoría de la evolución por la selección natural.