LA sala de fumadores del Club Carilon era de tan vastas proporciones, que empequeñecía a los socios. Únicamente el más grande de ellos. llamado Patrick Dawlish, retrepado en un enorme sillón, con la rubia cabeza apoyada en el respaldo y las piernas estiradas, resultaba colosal.
Tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta, por hallarse en el delicioso estado que no es vigilia ni sueño. En la enorme estancia de marmóreas columnas, ventanas arqueadas y retratos al óleo de los miembros distinguidos que descansaban con sus antepasados, no se percibían sino dos ruidos
El general Charters era un fatuo. De no haberlo sido no parece que existiese razón alguna que le hubiese impedido llegar al menos a los setenta años y morir en su lecho. Pero fue quitado de en medio sin ceremonias, antes de haber cumplido los sesenta.
Comienza con Jane y Dagobert Brown vendiendo sus muebles en preparación para vivir más en la carretera y viajar. A instancias de Dagobert, los dos planean asesinatos ficticios para sus vecinos que viven en los otros pisos, en particular Jack Nicholson y su hijo, Apollinaire, con quienes a veces no es fácil llevarse bien. Las fiestas nocturnas y los incidentes que involucran a los bomberos agravan esta dificultad y ahora Jack parece estar entrando en su apartamento y dañando los muebles. La mente de Jane no permanece en este extraño comportamiento por mucho tiempo, ya que parece que Dagobert ha estado recibiendo cartas de amor. Él afirma no saber quién es 'Lilith', pero Jane todavía no está muy impresionada, dadas las referencias poco entusiastas que se hacen sobre ella en estas epístolas. También está el problema del último inquilino al que Jane y Dagobert subarrendaron su piso, que no ha pagado las facturas ni ha devuelto la llave del piso. Con todas estas circunstancias inusuales burbujeando bajo la superficie, se celebra una fiesta de despedida para los Brown en el piso de Nicholson, a la que asisten principalmente otros propietarios del piso, pero también un par de forasteros. Si bien poco sucedió en la fiesta, mucho había sucedido en el resto del edificio, incluido un asesinato y luego lo que la policía asumió que era un suicidio. Ames elige cuidadosamente sus cadáveres y las coartadas son escasas para el resto de los invitados a la fiesta. Aunque la policía está satisfecha con el caso, los Brown gradualmente se convencen de que no se ha encontrado la verdadera solución y se preguntan cómo encajan las otras circunstancias extrañas antes de las muertes. Supongo que en una forma de suspenso, se encuentran cada vez más. evidencia, a medida que se revela más y más información sobre los invitados a la fiesta y sus relaciones entre sí. Como los Brown han estado viajando principalmente durante los últimos años, su conocimiento de sus vecinos es mínimo, por decir lo mínimo, y Ames esconde una gran cantidad de secretos detrás de fachadas respetables.
ERA maravillosa delicia contemplar los bien cuidados arriates del Parque de Battersea en aquella radiante mañana de mediados de abril, exageradamente espléndida para la época y para Londres.
Empero, el muchacho con uniforme de botones que se hallaba sentado en uno de los bancos públicos, teniendo un olvidado paquete junto a sí, no denotaba conceder la menor importancia al alarde de vistosas corolas y suaves fragancias pródigamente desplegado por jacintos, alhelíes, geranios, rosas y una multitud más de flores de muy variados matices y aromas. No parecía tener ojos más que para devorar ávidamente la terrorífica lectura del libro de cubierta chillona que tenía entre sus manos, hasta tal punto absorto, que no se acordaba de chupar el grueso caramelo arrinconado en un lado de su boca, el cual hacía proyectarse hacia fuera la mejilla correspondiente, simulando un gran flemón.
HOMBRE, 30 años, perseguido por la desgracia, dispuesto para todo, aceptaría trabajo aunque fuera peligroso. David Farrow. Sur 27287.» El encargado de los anuncios económicos del Next Morning levantó la vista y me contempló. Luego dijo:
—Un dólar sesenta.
Tuve la impresión de que había compasión en su mirada. Siempre he detestado inspirar conmiseración. Pagué y me apresuré a abandonar aquellas oficinas.
Serie: Mark Brand 01.
Todos los domingos en Radio Ardennes, el Consejero tenía su hora. Su voz clara, expresiva y comprensiva, respondía a una selección de las consultas que abarrotaban su bolsa de correos.
'Solo haz una pregunta' era su lema. Pero ni siquiera él esperaba que Wallace Whatgift le pidiera ayuda para resolver la misteriosa desaparición de una joven.
J.J. Connington , seudónimo de Alfred Walter Steward (1880-1947) , químico y escritor inglés que escribió diecisiete novelas de detectives y una obra de ciencia ficción entre 1923 y 1947. Tras estudiar química en la Universidad de Glasgow trabajó en el campo de la investigación y la docencia desarrollando una prestigiosa vida académica en distintas universidades con publicaciones de renombre en el campo de la química orgánica e inorgánica. En 1923 escribió una novela de ciencia ficción, Nordenholt's Million, que ha llegado a ser un clásico en el género. Algunos de sus personajes que dieron origen a series son: Sir Clinton Driffield, Squire Wendover y Mark Brand.
EL superintendente Stevens, conocido por los funcionarios del Departamento de Investigación Criminal por el nombre de Bill Bill, asió el teléfono. Escuchó no más de diez segundos y anunció:
—En seguida.
Se dirigió al despacho de Mather, jefe del Departamento. Mather no perdió el tiempo con rodeos.
—¿Está muy atareado?
—No gran cosa.
—¿Le gustaría encargarse de un caso?
La historia comienza en el puerto de Sydney, Australia, pocos días antes del estallido de la II GM. El Capitán Karl Ehrlich, un veterano lobo de mar de ideas antinazis, planea zarpar con su barco, el vetusto carguero Ergenstrasse, con rumbo a Alemania antes del comienzo de las hostilidades, para evitar el internamiento. A la tripulación se le unirá un inesperado pasajero, la atractiva agente del servicio secreto Elsa Keller (Lana Turner), que se había prometido al oficial británico Jeff Napier, amigo personal de Ehrlich, quien será el encargado de encabezar la búsqueda y captura del Ergenstrasse./p>
El mundo de los libros raros es despiadado en la ciudad de Nueva York de la década de 1930, doblemente cuando uno de los comerciantes aparece muerto. Joel Glass, comerciante de libros raros y detective a tiempo parcial, se une a los profesionales de la aplicación de la ley para resolver el caso.
El detective Dawlish, recibe en su domicilio la visita de una joven, que dice la sigue un hombre, con la intención de asesinarla, pero todo parecen fantasías de la muchacha.
La cosa se complica durante un viaje del detective con su esposa, en un crucero que ha de interrumpir al ser encontrado, el cadáver de la joven en el maletero de su coche, vendrá la detención, y, su huida de la cárcel, intentando recabar información de la hermana de la fallecida, por medio esta una herencia, y, habrá otras muertes.
La escena del crimen es un pequeño vapor que navega rumbo a las Indias occidentales. Súbitamente, comienzan a producirse una serie de “accidentes fatales ” Es obvio que alguien está reduciendo la lista de pasajeros. La variada lista de pasajeros incluye un comandante alcohólico, un donjuanesco barítono, un arquitecto, una pianista mediocre, una maestra de Barbados, un jugador de cricket… y un director de orquesta cuarentón, Edgar Cantrell, que es el encargado de encontrar la inexorablemente lógica solución del misterio. Todo ello culmina en un desenlace tan sorprendente como inesperado.
Bruce Hamilton (1900-1974) novelista y escritor inglés, fue hermano del novelista y dramaturgo Patrick Hamilton, sobre el que escribió una biografía en 1972. Escribió principalmente novelas de intriga centradas especialmente en la psicología de los personajes. Escribió seis novelas en los años treinta y cuatro novelas más en los siguientes treinta años. A diferencia de otros escritores del género prefería variar en cada novela y no hacer series con el mismo protagonista. Se trasladó a Barbados en 1938 para dedicarse a la enseñanza, donde permaneció hasta su muerte.
Entre sus novelas de intriga están To Be Hanged: A Story of Murder (1930); Hue and Cry (1931); The Spring Term, etc. (1933); Middle Class Murder (1936); The Brighton Murder Trial: Rex v Rhodes (1937); Traitor's Way (1939); Pro: An English Tragedy (1946); Let Him Have Judgment (1948); So Sad, So Fresh (1952) y Too Much of Water (1958)
Serie: Steve Silk 12. Profesión del protagonista: Ex boxeador y Detective privado
Steve Silk era generoso en la apreciación de la belleza femenina. Su ilimitado entusiasmo le conducía frecuentemente ante inesperados peligros. Tomemos, por ejemplo, su encuentro con Brigid Monkton en el bar “Oasis” de un club nocturno...
Brigid era indudablemente una atractiva proposición. No podía decirse lo mismo de su padre. Steve, contratado por Charles Monkton como guardaespaldas no tarda en comprobar que su empleador merece el despido que tanto temió. Desgraciadamente no puede desentenderse de una situación en que se mezclan peligrosos chantajistas y estafadores que finaliza en asesinato.
James Brendan O'Sullivan (1919-1971) escritor irlandés que, después de varios años en los EE. UU., donde trabajó como reportero de crímenes, disc jockey, redactor, dramaturgo y guionista, regresó a Dublín en la década de los cincuenta. El afirmaba haber sido boxeador, corredor de campo a través y mago aficionado con el hábito de tragar hojas de afeitar. Autor de muchas novelas policiales, su serie de detectives es protagonizada por un detective privado llamado "Steve Silk". Steve Silk es un ex boxeador convertido en investigador privado sin licencia, que trabaja en lo que parece ser la ciudad de Nueva York. Rápido con una broma y más rápido con los puños, se viste bien y persigue a las mujeres con vigor. Según la propaganda de la contraportada de un libro en rústica, Steve es un detective muy privado con "sólo tres puntos débiles: rubias, morenas y pelirrojas". Es un tipo de gran corazón, pero hay mucho espacio para eso en su pecho, ya que solo tiene un pulmón. Sus novelas policiacas incluyen I Die Possessed (1953), Nerve-Beat (1953), Don't Hang Me Too High (1954), y The Stuffed Man (1955).
Grant Garfíeld, que puede parangonarse en estilo británico, con Ferry Masón, acude a Brighton, para defender a Mary Ferguson, acusada del asesinato de su tío John Lincoln.
Las averiguaciones en representación de su cliente le llevan al centro de una curiosa y extraña historia. Varias son las influencias en la ciudad, algunas poderosas, otras despreciables, pero todas ellas siniestras, las que tratan de disuadirle de que convenza a su cliente a declararse culpable.
De excelente técnica narrativa, tiene una acción ulterior que la dota de un gran atractivo, la intriga, sabiamente dosificada, mantiene el interés hasta las últimas páginas.
Charles Franklin, era el seudónimo de Frank Hugh Usher, (1909 - 1976), escritor británico de novelas de misterio y espías. También escribió bajo los seudónimos de Frank Usher y Frank Lester. Publicó su primera novela, Exit Without Permit, en 1946, con su protagonista más famoso, Grant Garfield, un abogado joven e intrépido, a veces asistido en sus doce investigaciones por su encantadora secretaria Barbara Wenthworth. Tras abandonar a Garfield, escribió tres novelas protagonizadas por el inspector Jim Burgess y otras tres por la espía Maxine Dangerfield, una especie de James Bond femenino. Con su nombre publicó otra serie protagonizada por la fotógrafa de la policía Daye Smith. Bajo el nombre de Charles Franklin escribió también obras históricas que tratan sobre famosos casos legales o criminales.
En los autos: Alec era inocente de asesinato, absuelto por un jurado, protegido por la ley no escrita que liberta al hombre que mata a la esposa que le traiciona. Fuera de los autos: todo el mundo creía en su culpabilidad. Solo tres personas sabían que era inocente: La víctima: y ésta no podía hablar. El asesino: y los asesinos no hablan y Alec: que casi enloquecía de decírselo a si mismo. ¿Cómo podría librarse de esa carga de culpabilidad por un crimen que no había cometido? Su única arma era su peregrina actitud para el póker. La esgrimió bien, para ganar la apuesta y enfrentar al asesino.
Para cualquier persona, la tarea del espionaje semeja un excitante desafío, algo así como un recio juego de capa y espada. Pero a los ojos de Slater, el experto espía, era sinónimo de miedo, un miedo al desnudo y sin restricción, cuya meta era la muerte o la ausencia de agradecimiento si, por milagro, salía airoso de su cometido. Lo malo es que tenían excesiva confianza en sus prodigiosas dotes, pero... sabía demasiado y cada misión le acercaba más y más a la muerte. Aquélla tenía que ser su última actuación, y por eso era preciso ganar, perder o desertar. Pero también era preciso conservar la vida para poder renunciar.
Durante la cena, el Comisario Gilles está preocupado.
Comparte una carta con su esposa que lo intriga sobre un caso del que sabe poco. Pero su mujer, aficionada a las noticias, le da algunos datos: Madame Delmars, que se ha denunciado a sí misma, está en la cárcel por haber envenenado a su marido, pero ella no quería matarlo.
Poco después, el comisario fue a visitar a Irène Audrac, la autora de la carta, que estaba paralizada. Ella le explica que vivía con los Delmar una señora de la limpieza, Clémentine Bellue, un ser maligno...
En Orleans en 1957, Berthe y Blanche Bodin, dos hermanas y ancianas, viven en un apartamento ultramoderno -que odian- frente a los grandes almacenes más grandes de la región, el Bazar du Châtelet. Unos años antes, su casa familiar tuvo que ser demolida para dar paso a la construcción de este establecimiento.
A pesar de que las dos hermanas han sido realojadas por los dueños de la tierra y los jefes del Bazar, la familia Lavelle, ahora desarraigada y ociosa, todavía tienen un odio feroz dentro de ellas.
Tanto es así que se embarcaron en una empresa de sabotaje contra la tienda: cola derramada, intercambio de etiquetas, inundación, salazón de dulces...
Si bien no todos estos incidentes son muy graves, tienen el mérito de comprometer la reputación del Bazar.
Una serie de asesinatos ensangrentará repentinamente las filas del personal. Toda la ciudad está sumida en el caos. La policía pensó inmediatamente que los "ataques" y los asesinatos estaban relacionados...
Atrapadas a pesar de sí mismas como en una espiral que las alcanza y con el fin de evitar una fuerte acusación que las amenaza, las dos pobres hermanas ancianas solo tienen una solución: descubrir al asesino por su cuenta.
Cuando George Gay, editor de una cadena de magazines detectivescos, es apuñalado por la espalda, encontramos un caso con demasiados sospechosos sin que exista una simple coartada entre ellos. Además de lo cual hay una cierta ausencia de móvil para el crimen, aparte, claro es, la impopularidad del muerto en las Publicaciones Moeran.
El escenario del misterio está encuadrado en una casa editorial de Chicago, y los sospechosos son los directores de sus secciones y un detective aficionado se ve forzado a aplicar sus conocimientos de la ficción literaria del crimen a un crimen de la vida real. En esta experiencia encuentra por fin el motivo vital que le conduce, tras dramáticas situaciones, a desenmascarar al asesino.
J.K. Baxter es uno de los sinónimos de Sydney James Bounds (1920-2006) escritor británico. Fue uno de los primeros fanáticos de la ciencia ficción y más tarde se diversificó en otros campos: novelas policiales, westerns, historias de guerra y otros. Gran parte de su ficción de misterio se escribió anónimamente bajo firmas de las editoriales como Brett Diamond, Rick Madison, Desmond Reid, Peter Saxon, Max Storm, J.K. Baxter, George Sydney, Maxwell Chance y V. L. Scott. También publico bajo seudónimos como Clifford Wallace, James Marshall, Earl Ellison y Rex Marlowe. Una de sus novelas Murder Be My Mistress (1959), publicada con el seudónimo Max Storm, fue publicada en 1962, por la misma editorial, con el título The Set-Up y bajo el seudónimo de J.K. Baxter.
EN el diccionario de Terence O’Connor la palabra «desapareció» no tenía cabida a menos que se hablase de dinero. Ese sí, desaparecía. Y con demasiada facilidad. Pero un hombre no desaparece. Sin embargo. Charles Katz. el hombre con quien O Connor tenía que entrevistarse, lo había hecho.
Katz no estaba en su despacho y, aparte de salir por una ventana y caer desde una altura de veinte pisos a una acera de durísimo cemento, no había otra forma de escapar de aquellas oficinas que pasando por delante de la recepcionista, lo que no había efectuado, por supuesto.
Todo ladrón sueña con cometer el crimen perfecto. Cameron, Thorne y Gun están convencidos de que el robo de joyas que han planeado no puede salir mal, pero los celos, la desconfianza y el miedo condenan a la empresa desde el principio. Uno de ellos muere de una muerte lenta y espantosa; los otros dos descubren que han entrado en el infierno. Pronto, una hermosa mujer y dos hombres desesperados se encuentran atrapados por sus propias acciones. Y cuando el hilo de la tensión se rompe, aprenden que la muerte puede ser una amiga.
Donald MacKenzie nació en Ontario, Canadá, y se educó en Inglaterra, Canadá y Suiza. Durante veinticinco años, MacKenzie vivió del crimen en muchos países. "Fui a la cárcel", escribió, "si no con una regularidad deprimente, con demasiada frecuencia para mi gusto". Sus últimas condenas fueron de cinco años en Estados Unidos y tres años en Inglaterra, de forma consecutiva. Comenzó a escribir y vender historias cuando estaba en la cárcel estadounidense. "Trato de hacer exactamente lo que me gusta tan a menudo como sea posible y no creo que sea un psicópata, un chico descarriado, un problema de nuestro tiempo, un pícaro encantador. O alguna vez lo fue. Tenía una esposa, Estrela, y una hija, y dividían su tiempo entre Inglaterra, Portugal, España y Austria.