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Bolsilibros - Astri Far West 18. Calavera rota, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

El balazo de un borracho pendenciero y torpe, como Jules Normand, acabó con la vida más poderosa de toda la comarca en solo un segundo. Fue un suceso desgraciado y terrible para toda la comunidad de Skull County. Nadie había imaginado ni remotamente que el viejo, poderoso e inquebrantable Dudley Skull pudiera morir de un modo tan estúpido y sin sentido.


Bolsilibros - Astri Far West 40. El penal de los malditos, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

El hombre miró atrás, despavorido. Estaba agotado. Pero no podía detenerse. Por nada del mundo debía hacerlo. Ahora más que nunca, era preciso correr, correr sin descanso, hasta caer extenuado si era preciso.


Bolsilibros - Astri Oeste 11. El fuerte de los condenados, de Burt Winning

Aventuras, Novela

Rod Ferguson, el agente del Gobierno para la Reserva de los indios navajos, volvió la cara hacia la ventana. Hasta sus aguzados oídos acababa de llegar el inconfundible ruido de unos cascos de caballo golpeando el suelo. 
—El que viene lo hace al galope —murmuró frunciendo el ceño, con expresión preocupada—. Y se trata de un caballo sin herrar. ¿Quién puede ser? 
Rápidamente, Rod retiró la sartén del fuego y se dirigió hacia la puerta. Al mismo tiempo, un gesto instintivo le hizo bajar la diestra hasta la altura de la culata de su revólver. 
Hasta los oídos del agente del Gobierno habían llegado rumores preocupantes. Se hablaba de una posible rebelión india. Y en tales condiciones convenía ser precavido.


Bolsilibros - Astri Oeste 24. Drácula en el Oeste, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

La tormenta estaba en todo su apogeo. 
Lluvia, viento y fulgor de relámpagos, se unían formando un todo infernal, subrayado por el fragor sordo y profundo del trueno. Era como si toda la tierra se viese sometida a las iras de la Naturaleza, en una noche realmente dantesca. 
El velero logró penetrar en el puerto trabajosamente, luchando contra el fuerte oleaje y la furia de los elementos desencadenados. Sus velas estaban en parte rasgadas y un rayo había tronchado un palo del velamen, poniendo en grave trance a la embarcación y a sus escasos y amedrentados tripulantes.


Bolsilibros - Astri Oeste 67. Cazador de abigeos, de Dean O'Hara

Aventuras, Novela

Era una noche lluviosa de abril. El viento gemía agitando las copas de los pinos y susurraba entre el follaje. Era una de esas noches ingratas e inhóspitas durante las cuales no hay nada mejor que permanecer bajo techado, al lado de una panzuda estufa o delante de una buena chimenea, atiborrada de leña.


Bolsilibros - Astri Oeste 71. Muerte en los pantanos, de Fred Foreman

Aventuras, Novela

Jonah Baylot dejó el cubo de agua caliente junto a la bañera que debía llenar para el hijo del amo, el señor Price, y se sentó en el borde de mármol, incapaz de seguir en pie. Le faltaba el aire y parecía como si la sangre se paralizase en sus venas, resistiéndose a continuar regando su cuerpo.


Bolsilibros - Astri Oeste 72. El pistolero del alba, de Donald Meyer

Aventuras, Novela

Apenas tendría unos trece años, por lo que resultaba un tanto chocante que llevara en las manos aquella vieja escopeta de caza y que estuviera en aquellos parajes tan solitarios y agrestes, tan alejados de todo lugar habitado. Tom Bogart había llegado allí a caballo, pero ahora iba a pie y avanzaba penosamente a causa del dolor que sentía en la rodilla.


Bolsilibros - Astri Oeste 123. Larisa Antipova, de Frank Caudett

Aventuras, Novela

Él, estimulado por aquellas palabras roncas que nacían de lo más íntimo de su mujer, dobló la cabeza para depositar en la boca de Beverly un beso largo, apasionado, febril, que hizo de sus alientos uno solo. Después fue dejando que su boca resbalara por la tersa garganta de la hembra hasta llegar a la aureola de los pechos agrestes, erguidos, que se tambaleaban por la creciente excitación que volvía a estimularlos, hasta adueñarse por completo de ellos y dedicarles las más sutiles y encendidas caricias.


Bolsilibros - Astri Oeste 124. Una dama y seis tiros, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

La novia vestía de blanco. Estaba hermosa. Muy hermosa.Velda Kingsley era hermosa de por sí. Pero aún lo estaba más con su vestido de boda. Resultaba lógico. Ella y sus amigas habían trabajado duro para confeccionarlo durante varias semanas antes de la boda.A fin de cuentas, en Tucson no había demasiados establecimientos de ropa femenina donde adquirir un vestido para tal acontecimiento. Y pedirlo a Phoenix, la capital del territorio de Arizona, era largo, complicado y, posiblemente, no demasiado práctico a la larga. De modo que resolvieron hacerlo entre todas ellas, quitándole horas al sueño o al descanso.Y así llegó el gran día. La calle de Tucson donde vivían los Kingsley se engalanó de fiesta. No era para menos. Se casaba Velda, la hermana menor.


Bolsilibros - Astri Oeste 152. Lazos de sangre, de Gordon Lumas

Aventuras, Novela

Los cuatro miraron instintivamente hacia la puerta de la habitación, una pequeña puerta de hierro correspondiente a uno de los locutorios privados de la prisión federal de Oklahoma. Más allá estaban los pasillos largos y siniestros, y más allá todavía estaba el patio donde se había levantado el patíbulo. Los cuatro sabían eso.


Bolsilibros - Astri Oeste 155. Naipes mortales, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

Los disparos retumbaron en el nevado paisaje salpicado de abetos frondosos.Un caballo relinchó, asustado, encabritándose al oír las detonaciones, que despertaron después ecos dormidos en las montañas, de cimas cubiertas de hielo y nieve.El grito del hombre llegó luego. Y nuevos disparos se unieron a los que habían restallado ya momentos antes.El caballo sin jinete, con aire despavorido, echó a correr, hundiendo sus patas en el blanco elemento, la crin al frío aire de la mañana nubosa.De entre los abetos surgió una figura fantasmal, en extraño contraste con la nieve que blanqueaba el paraje. Sus ropas eran enteramente negras, y cubría su cabeza con un capuchón de tela de igual color, en el que sólo dos orificios permitían ver el duro brillo de unos ojos crueles. Su enguantada mano derecha empuñaba un voluminoso «Colt» calibre 45, cuyo largo cañón humeaba.


Bolsilibros - Astri Oeste 160. Casta de pistoleros, de Gordon Lumas

Aventuras, Novela

Larry Marlowe salió de la celda bostezando. El comisario volvió a cerrar la reja y gruñó: 
—Espero que haya tenido felices sueños, Marlowe. 
—Los habría tenido mejores con una cama más blanda… y no he visto el desayuno por ninguna parte. 
El comisario McClellan se echó a reír. 
—El municipio no puede permitirse esos lujos —cacareó—. ¿A dónde irá ahora?


Bolsilibros - Astri Oeste 163. California querida, de Frank Caudett

Aventuras, Novela

Glenn Kennedy miró con atención a su interlocutor: se trataba de don Fernando Yarza de Molinares, propietario de la hacienda más importante de Los Ángeles, denominada «Los Almendros», y se trataba al mismo tiempo de un genuino descendiente de los colonizadores españoles así como de una de las primeras fortunas de California. Yarza de Molinares había acudido al despacho del militar con la intención de advertirle de los graves riesgos que estaba corriendo dada su conducta y la de sus compatriotas, siempre en detrimento y desprecio, cuando no en deshonor, de los legítimos moradores de la ciudad.


Bolsilibros - Astri Oeste 172. Donde reina la muerte, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

Le iba empujando con la mano, mientras con la otra sostenía el «Colt» amartillado justo sobre la sien derecha del celador, que avanzaba con piernas temblorosas, convertido en un pastel de gelatina. Cruzaron el oscuro corredor que comunicaba las celdas con la puerta de hierro lateral. Ralston nunca hubiera imaginado que el recluso iba a escapar utilizando precisamente esa salida, la que no conducía directamente a la libertad, sino a las dependencias personales del alcaide de la penitenciaría, Nelson Hogan.


Bolsilibros - Astri Oeste 178. Remordimientos, de M. Bannister

Aventuras, Novela

Pamela Sue Scott, a sus cuarenta y dos años, cuando muchas mujeres a aquella edad se consideraban, sino viejas al menos «mayores», estaba quizá, físicamente hablando, en el mejor momento de su vida. Espléndida. Extraordinaria. Con un cuerpo sensacional cuyas curvas y recortes se encargaba de evidenciar ostensiblemente el ajustado vestido de terciopelo rojo que ceñía con afán sus voluptuosos encantos de entre los que destacaba la línea erguida, majestuosa y pujante de sus pechos todavía jóvenes y excitantes.r


Bolsilibros - Astri Oeste 181. La cobra negra, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

Otro hombre apostado junto a la puerta, volvió a reponer las balas en su revólver, mientras juraba obscenamente, con una ojeada dura, ominosa, dirigida al pequeño, al que con gran rapidez sujetó una de las mujeres, logrando amordazarle con su propia mano, en un intento desesperado de evitar males mayores. El hombre, tras una mirada malévola, se encogió de hombros, volviendo a su posición, mientras el llanto del pequeño era ahogado así a viva fuerza.


Bolsilibros - Astri Oeste 195. Allá en el rancho grande, de Frank Caudett

Aventuras, Novela

Lou Montoro era un tipo feo. Pero no vulgar. Más bien sobrecogedor. Si se le veía de espaldas, impresionaba muy gratamente. Era muy alto, ancho de hombros, fuerte; llevaba los cabellos muy largos, formando rizos rubios en la nuca. Pero cuando Lou se volvía y se le podía ver el rostro, hacían falta unos nervios muy bien templados para disimular el sobresalto.


Bolsilibros - Astri Oeste 201. Convoyes de la frontera, de Mac Gregor

Aventuras, Novela

¡Los indios! 
El grito de alarma surgió por doquier, desde las empalizadas y se fue repitiendo y corriendo, como reguero de pólvora, por las desiertas caballerizas, a través de la plazoleta y hasta las viviendas en las que habitaban las escasas mujeres que había en el fuerte. 
Fort West.


Bolsilibros - Astri Oeste 203. Charcas malditas, de Mac Gregor

Aventuras, Novela

Es rubia, con los ojos azules, la nariz respingona y los labios pulposos, que recuerdan con facilidad una apetitosa manzana madura. De lo demás, no le falta de nada. Tiene lo necesario e incluso un poquito más. Yo le estoy profundamente agradecido por haber puesto un poco de alegría a estos días que he pasado en St. Louis. Pero, con las mujeres, hay que hacer como con las judías: Tomarlas con cuidado. Un exceso y ¡patatá! Ya tenemos el cólico encima.


Bolsilibros - Astri Oeste 204. Doce condenados, de Fred Foreman

Aventuras, Novela

Se levantó cuando aún quedaba más de media hora para llegar a la estación de Little Rock. Avanzó por el pasillo situado en el centro del vagón, entre las dos filas de compartimientos y, una vez en la plataforma, se llevó la diestra a uno de los bolsillos internos de la chaqueta, extrayendo un cigarro que se puso en los labios. Lo encendió con parsimonia. Las manos firmes, seguras. Nada en Oliver Oldham denunciaba su verdadero estado interior.