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Bolsilibros - Astri Oeste 216. Una estrella en el pecho, de Alex Simmons

Aventuras, Novela

A lo largo de la calle principal, Pat Tucker espoleaba con furia un caballo ya cansado. Para los cincuenta y dos años que se balanceaban en sus espaldas, Pat era un hombre ágil y duro todavía. Había llegado a Lost Hills hacía veinte años y lo había visto crecer y desarrollarse como un árbol.


Bolsilibros - Astri Oeste 224. Lobo solitario, de C. T. Mitchum

Aventuras, Novela

La sangre le fluía a borbotones por la boca. Intentó levantarse pero no lo consiguió. Cuando se llevó la mano al costado y la retiró empapada en rojo, comprobando que la herida era muy profunda, comprendió que le quedaba poco tiempo de vida. Apenas conseguía respirar, pero se dijo que su marido debía saber lo ocurrido.


Bolsilibros - Astri Oeste 236. Muerte en Houma, de Fred Foreman

Aventuras, Novela

Las once de la noche. Procedente de Illinois, paseaba por la estación un hombre joven, de fuerte constitución, tocado con sombrero de ala ancha y vestido con camisa gris y chalina marrón en juego con la chaqueta; pantalón del mismo color sobre botas negras. Y cinturón con revolvera. Como él, esperaban el tren de las once y diez varios individuos de aspecto dudoso y una muchacha rubia cuya ropa estaba al servicio de sus indudables encantos. Cuando el joven miró a la muchacha, ella parecía esperarlo porque no dudó corresponder a la mirada masculina con una breve pero significativa sonrisa.


Bolsilibros - Astri Oeste 239. Los herederos del diablo, de Donald Meyer

Aventuras, Novela

A la secretaria no le extrañó en absoluto que su jefe hubiera llamado con semejante apodo al recién llegado. Si aquel energúmeno no era el diablo en carne y hueso es que, decididamente, el diablo no existía Henry Donaway avanzo a glandes zancadas hasta el sillón destinado a los vigilantes y se repantigó en el con la cabeza apoyada en el respaldo y las piernas estiradas. Luego sacó una petaca para puros y extrajo de ella un cigarro habano que parecería un poste de telégrafos.


Bolsilibros - Astri Oeste 250. Dragones en California, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

César Hidalgo se dispuso a cerrar las puertas del local. Había sido una noche de duro trabajo, hasta altas horas de la madrugada. Después de todo, en aquella ciudad la gente parecía no dormir nunca. El californiano de origen hispano se sentía fatigado esa noche, a causa de la nutrida clientela que había llegado a su negocio, consumiendo ingentes cantidades de alcohol, dejándose dinero abundante en la ruleta, la rueda de la fortuna o las mesas de póquer, y haciendo el agosto de las numerosas chicas que vivían del alterne o de la venta de su amor por horas.


Bolsilibros - Astri Oeste 262. La sombra de Otelo, de Donald Meyer

Aventuras, Novela

El animal, como si hubiera comprendido a su dueño, aceleró el paso. Desde que había abandonado el territorio de Montana, hacía de eso un par de semanas, no había encontrado a nadie en su camino, salvo algunos alces y antílopes que, asustados por la presencia del hombre, habían rehuido su presencia. David Wender era un espíritu inquieto, un ser ávido de emociones, que no se detenía demasiado tiempo en ningún lugar.


Bolsilibros - Astri Oeste 266. Capuchas negras, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

MATT GREGSON sabía demasiado.Se dio cuenta de eso tal vez excesivamente tarde. Y tuvo miedo.De haber sucedido antes, quizá las cosas fueran distintas, pero se percató de inmediato que su conocimiento de ciertas cosas podía resultar sumamente peligroso para él.Era todo demasiado grave, demasiado increíble incluso, pero sabía que era la verdad, una verdad insospechada por todos los habitantes de Vado Calaveras, de donde él tenía el honor de ser sheriff desde hacía la friolera de quince años.


Bolsilibros - Astri Oeste 268. Caravana al infierno, de Gordon Lumas

Aventuras, Novela

Billy Baxter entró en el vestíbulo del hotel pisando como si marcara el paso. Llevaba unas grandes espuelas mexicanas que tintineaban a cada pisada. El empleado del hotel arrugó la nariz al ver el polvoriento aspecto del recién llegado. El hotel era de lo mejorcito que había en todo el territorio y los tipos como Baxter no se contaban entre su clientela habitual.


Bolsilibros - Astri Oeste 278. «Cherokee» Mendoza, de Frank Caudett

Aventuras, Novela

Había sido un ataque por sorpresa. Rápido. Fulminante. Como solían y sabían hacerlo los pieles rojas. Venían siguiendo la diligencia desde Blanca Peck, por lo alto de las montañas, sorteando con la habilidad que nadie como ellos dominaba, los riscos y acantilados, sin dejarse ver, como sombras furtivas, como dibujos de humo en el aire, esperando el momento adecuado de caer sobre su presa.


Bolsilibros - Astri Oeste 279. Raíles de sangre (Astri Oeste), de Gordon Lumas

Aventuras, Novela

A lo lejos, el jinete vio la multitud de obreros trabajando como hormigas, tendiendo los rieles rectos como una flecha que apuntara al desierto. Hizo una mueca de disgusto y siguió cabalgando sin ninguna prisa hacia el abigarrado campamento que formaba la terminal provisional del tendido. La terminal no era más que un conjunto de tiendas de campaña, barracones de madera desmontables y un armazón de madera destinado a convertirse en estación del ferrocarril, algún día, nadie sabía cuándo.


Bolsilibros - Astri Oeste 295. Luna de sangre y muerte, de Donald Curtis

Novela, Aventuras

Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.


Bolsilibros - Astri Oeste 296. Un sheriff para la eternidad, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

El arma disparó. Fue como si dentro de su cráneo estallara un volcán. En realidad, no sintió apenas nada. Pero supo que estaba muerto. Lo supo una fracción de segundo antes de morir realmente, con la cabeza reventada por una bala del calibre 44. La siguiente fracción de segundo, estuvo llena de las imágenes de toda una vida. Desfilaron con tal rapidez, que se superponían unas a otras, vertiginosamente, casi sin distinguirse unas de otras. Pero él sí las distinguió. Todas. Una a una.


Bolsilibros - Astri Oeste 312. Infierno negro, de Gordon Lumas

Aventuras, Novela

Los hombres que trabajaban en las profundidades de la negra mina eran sólo sombras de lo que habían sido. Renegridos esqueletos que picaban carbón, lo cargaban en las pesadas carretillas y las arrastraban cayéndose, levantándose, maldiciendo los que aún conservaban fuerzas suficientes para maldecir, sollozando su impotencia; seres vencidos, degradados, destruidos sistemáticamente.


Bolsilibros - Astri Oeste 332. El tren que desapareció, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

Era una situación difícil. Difícil, incluso para un hombre como Maxwell Cassidy. Difícil incluso para un esforzado y duro agente de la Pinkerton. Y daba la casualidad de que Maxwell Cassidy era todo eso: esforzado, duro... y agente de la Pinkerton, por supuesto. Sabía bien en qué avispero se había


Bolsilibros - Astri Oeste 346. Camino hacia la muerte, de C. T. Mitchum

Aventuras, Novela

El muchacho se arrojó sobre su adversario y, con ambos pies, le lanzó un fuerte impacto en el estómago. Su enemigo se desplomó, al tiempo que emitía un terrible rugido. Los demás jóvenes que observaban la pelea arengaron, unos al ganador y los demás trataron de animar al caído. Este se levantó y, con rabia mal contenida, sacó un cuchillo. El brillo de la hoja cegó momentáneamente a John, que se detuvo en seco.


Bolsilibros - Astri Pistolero 70. «El Gutiérrez» city, de Frank Caudett

Novela, Aventuras

El tipo entró como una exhalación y con evidente nerviosismo en la oficina de Perry Kimble, gritando: —¡Sheriff! ¡Kirk Brand acaba de meterse en un buen lío! Kimble, sheriff de Amarillo, cincuenta años bastante bien llevados, experiencia a carros acumulada sobre sus anchas espaldas, pulso firme y mente despierta, siguió limpiando el rifle, engrasando cuidadosamente el gatillo, sin alterarse lo más mínimo. Luego, despacio, alzó sus ojos grises hacia el individuo que tanta excitación denotaba, comentando: —Brand no es de los que se meten en líos. —Siempre hay una primera vez, sheriff.


Bolsilibros - Astri Pistolero 78. Una botella de whisky, de Donald Meyer

Aventuras, Novela

El carromato, tirado por dos caballos, abandonó el patio de la factoría y tomó la ruta que serpenteaba entre las planicies suavemente onduladas de la región para dirigirse a la cercana estación del ferrocarril. Las Destilerías Dalton estaban situadas en Kansas, cerca de Wichita, y se dedicaban exclusivamente a la fabricación de whisky, cuya materia prima, el centeno, la cebada y la avena, le era suministrada por los cultivadores de las granjas vecinas.


Bolsilibros - Astri Pistolero 80. Muere, perro, muere, de Burt Winning

Aventuras, Novela

Cuando aquella tarde «Chus» Armendáriz llegó a la cabaña con visos de casita que ocupaba junto a su esposa en la parte alta del valle aurífero que alguien había bautizado como Goldsun (Sol y Oro), muy cerca del cauce del San Joaquín River, le dijo a la mujer moviendo la cabeza con cierto pesar...


Bolsilibros - Astri Pistolero 81. Los fantasmas del pasado, de Frank Caudett

Aventuras, Novela

Wichita Falls, Texas, septiembre de 1885. 
Brutal... 
Era brutalmente hermosa. 
Porque hay mujeres que no se conforman con ser simplemente hermosas. 
Son brutalmente hermosas. 
Salvajemente deseables. 
Bárbaramente excitantes. 
Sensualmente agrestes. 
Agresivas. 
Enloquecedoras... 
Más que mujeres son hembras. 
Con un toque de salvaje libertad que recuerda las yeguas que trotan alegremente por las praderas, atrevidas, licenciosas como el viento y la propia naturaleza, conscientes de su fuerza vital, de su poderío, de su grandeza... 
Charlene Howard era así.


Bolsilibros - Astri Pistolero 96. Peor que la peste, de Gordon Lumas

Aventuras, Novela

La ancha calle era un desierto abrasado de sol. No soplaba el aire ni nada se movía. 
Era como si la vida se hubiera detenido de golpe, que nada en la tierra alentara. 
Inesperadamente, de una esquina surgió un perro todo huesos y piel, moviéndose perezosamente, el rabo entre las piernas, las orejas gachas y la mirada triste de sus grandes ojos perdida en algún punto del otro lado de la calle. 
La atravesó, se detuvo, vacilando sobre las patas. Luego, con los mismos cansinos movimientos, fue a refugiarse debajo de la acera de tablas donde reinaba la sombra. 
De nuevo la calle volvió a quedar quieta y muerta.