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Bolsilibros - Bisonte 156. El imperio del colt, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

—¿Qué pasa? ¿A qué viene esa aglomeración? ¿Por qué gritan tanto? 
—No lo sé…, pero métete en el camarote; ya sabes que no quiere tu padre que andes por cubierta durante la noche. 
—He oído esos gritos… ¡Oiga! ¿Qué sucede ahí? 
El hombre a quien acababa de hacer esta pregunta la joven, que hablaba con otra de más edad miró a la muchacha con atención, y, después de unos segundos de silencio, respondió: 
—Han sorprendido haciendo trampas a un jugador, y le van a dejar en el centro del río, como es costumbre sin otro equipaje que la ropa puesta. Si quiere salvarse, tendrá que intentar cruzar a nado la fuerte corriente.


Bolsilibros - Bisonte 158. El secreto del gun-man, de M. de Silva

Aventuras, Novela

El teatro llevaba el nombre de su hija Mavine. Se le había ocurrido bautizarlo así y no quería de ningún modo que al nombre de su querida Mave se unieran griterías de borrachos ni exigencias de clientes desaprensivos, por eso allí no se jugaba, ni se bebía, se iba a ver el espectáculo y nada más.


Bolsilibros - Bisonte 169. Maldición en la pradera, de M. de Silva

Aventuras, Novela

Un joven alto y fornido, de bronceada tez y ojos azules que formaban un agradable contraste con su negro pelo brillante y rebelde, se acercó al mostrador del “Fisher Saloon”; aquel establecimiento, propiedad del lustroso y potente Wirke Palls, debía su denominación al primitivo oficio que ejerció su propietario cuando vivía en Wateremest, cerca del lago Michigan. Fisher significaba pescador.


Bolsilibros - Bisonte 174. Rancho quemado, de Fidel Prado

Novela, Aventuras

Nick Pearly señaló la corriente fangosa del río, y, dirigiéndose a su compañero, dijo: —Karen, si no me engaño, éste es el Knife River, y, si lo es, el maldito poblado que buscamos, y cuyo nombre es Broncho, no debe estar muy lejos. El llamado Karen era un individuo de regular estatura, bastante metido en carnes, feo como un dolor, pero de una atracción especial cuando sonreía. Su cuerpo era desproporcionado, pues poseía unos brazos largos y musculosos, unas piernas cortas y muy estevadas de tanto montar a caballo, y en su rostro dos detalles que hacían sonreír: una nariz porruda, colorada en la punta, y unas orejas descomunales, que movía a su antojo como hacen los perros. Su compañero, en cambio, era un muchacho alto, fornido, sin grasa, duro de esqueleto. Moreno tirando a cetrino, sus dientes eran blancos y menudos, sus labios finos y delgados, su nariz perfecta, y sus ojos negros y brillantes. Buen caballista, montaba un magnífico ruano de finas patas y cabeza erguida. Karen tiró de las bridas de su pinto, y dijo: —Está bien, cabezota; ya estamos en el Knife. Y ahora, ¿qué?


Bolsilibros - Bisonte 178. Lo que puede un hombre, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Fue el rumor del terrible tumulto que llegaba hasta la calzada el que obligó a Wade Ghio, el ranchero, a detener su caballo frente a la entrada del bar y echar un vistazo desde lo alto de la silla sobre el montón de cabezas que se agrupaban, ávidas por no perder detalle de lo que allí dentro estaba sucediendo. Y aunque no mucho, debido a la altura, pudo ver lo suficiente para sentirse interesado. El destello del sol penetraba violento hasta la mitad del establecimiento, y a su luz descubrió algunas caras conocidas y no muy agradables para él.


Bolsilibros - Bisonte 187. Persecución a muerte, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Curtis Cohen penetró lentamente en “Doree Saloon”, y, moviendo grotescamente sus estevadas piernas, signo inequívoco de sus muchas jornadas a lomos de un caballo, se dirigió a la barra, apoyóse de espaldas en ella y, echándose hacia atrás su sombrero gris perla de anchas alas, se pasó la mano por la morena y sudorosa frente y lanzó un concienzudo vistazo a las mesas donde algunos grupos entretenían el ocio de la media tarde jugando al póker.


Bolsilibros - Bisonte 189. La frontera peligrosa, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

No era muy agradable ni sosegado pretender vivir al margen del candente clima reinante en Hachita, aquel poblado del sur de Nueva México, casi rayando con la frontera mexicana. Había demasiada pasión en el ambiente y demasiados negocios sucios y lucrativos para inhibirse y pretender a la vez conservar una moralidad que el egoísmo y los intereses creados ahogaban cuando no era eliminada con las bocas de los “Colts”.


Bolsilibros - Bisonte 194. La capitana, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Bluff era un pueblo aislado de la parte más avanzada del sudeste de Utah, muy próximo a la divisoria de Arizona, Colorado y Nueva México. Estaba situado casi en la esquina del triángulo formado por estos tres estados fronterizos y próximo a la confluencia de un pequeño río que descendía del Norte, y el San Juan River. A unas treinta millas al Norte, se alzaba, como una barrera infranqueable, el conglomerado de montañas formado por los montes Abajo, entre los que descollaban el Linnaeus, el Elk Ridge, el Monticello, el Verdure y el más alto, el Abajo Ok, cuya altura se calculaba en 11.445 yardas.


Bolsilibros - Bisonte 201. Los diablos rojos, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

No le agradó absolutamente nada a Alexander Coyle tropezar en la escalinata del Banco local, con Bourke Gugg, el hijo de Pete Gugg, el ranchero. Nunca había gustado a Alexander aquel tipo fachendoso, elegante con afectación y presumido en demasía, que por saberse guapo y bien formado, parecía mirar por encima del hombro a los demás mortales. Y si nunca le había gustado Bourke, ahora le gustaba mucho menos, desde que entablara relaciones formales con Gina Kaisier, la hija de su patrón.


Bolsilibros - Bisonte 202. De Kansas a Virginia City, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

La aparición de oro en distintos distritos de los Territorios y Estados del lejano Oeste era causa de que en St. Joseph fuera cosa poco fácil conseguir billete en la diligencia que a diario salía en aquella dirección. 
Lo mismo sucedía en los vapores que hacían el recorrido entre St. Louis y St. Joseph. 
St. Louis era una mezcla extraña de «Este» y «Oeste». 
Tenía en esa época, industrias madereras, cuyos troncos eran conducidos por el río haciendo difícil y pesada la navegación, hasta el punto de partida de las diligencias en las que, era principal propietario Ben Holliday.


Bolsilibros - Bisonte 205. El misterioso Stokey, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

—¿Desea algo de mí, forastero? —Si como supongo es el sheriff, en efecto, deseaba algo de usted. —Bueno; yo soy el sheriff, aunque ahora no lo parezca. Y si la consulta puede hacerla desde ahí, no me molestaré en llevarle a la oficina. —Pues… si ello no le causase mucha molestia, preferiría que hablásemos allí. Siempre que esto no perjudique a sus hortalizas. —Creo que a ninguna. Acabo de darles un buen chapuzón; lo demás puede esperar. Pase y tome asiento. Al momento estoy con usted.


Bolsilibros - Bisonte 209. Cruces en la pradera, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

El pequeño grupo de hombres duros, curtidos por todos los soles y todos los vientos que en épocas agrias azotaban el Este de Arizona, se detuvo en plena pradera. Y Rob Keane, el anciano pastor de ovejas que ostentaba el decanato del poblado, extendió su largo brazo rematado por una mano renegrida y sarmentosa, donde las venas hinchadas de sangre azulada parecían cuerdas bajo la piel, e indicando una humilde y tosca cruz de madera, dijo con voz sombría: —Aquí la tienes, Jackson; ésta es la cruz que señala el sitio donde tu hermano John cayó para siempre.


Bolsilibros - Bisonte 210. Ventajistas en Silver City, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Sarah gustaba de permanecer, por la noche antes de ir a descansar, algunas horas sentada en el porche, junto a la puerta de la cocina. 
Desde allí veía, a veces, lejanísimas luces fugaces como fuegos fatuos, que por su padre sabía eran indicio de algunos buscadores de oro. La región habíase llenado de ellos. No había un solo pie de terreno que no fuese removido en busca de cuarzo aurífero.


Bolsilibros - Bisonte 213. Dos testarudos, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La carta que Jack Kirsten había enviado a su viejo amigo y compañero Langstin Rand, desde el otro lado del Río Grande, carta que contestaba a otra suya consultándole su caso, no podía ser más extraña y expresiva a la par. El cansado y agotado ranchero la tenía entre sus manos después de haberla repasado varias veces y, a pesar de su mal humor, de sus achaques y de sus preocupaciones, sentía ganas de sonreír, quizá por vez primera, en muchos meses.


Bolsilibros - Bisonte 216. Por el mismo sendero, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

El drama se inició una tarde de finales de primavera del año 1881 en Sacramento, la capital del Estado de California, y sus mismos protagonistas no sospecharon por lo más remoto, la concatenación que se iba a producir de un hecho aislado, fundiéndolo en algo que más tarde, todos y cada uno, se iban a ver envueltos en el mismo suceso. Sacramento, con sus cincuenta mil habitantes, era el lugar casi más concurrido de todo California. Centro de la zona minera y ombligo del ubérrimo valle, atraía el interés de cuantos tenían algo que resolver o buscar en el Estado y por ello, la animación en sus calles y en sus locales de todas índoles era siempre extraordinaria.


Bolsilibros - Bisonte 220. Granujas en Sacramento, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Sara Price tiraba del brazo de su padre, asustada de la atmósfera bronca que les rodeaba. Aquella calle Principal de Sacramento, atestada de buscadores de oro, aventureros de todas las latitudes, jugadores, buscavidas, ladrones y asesinos encubiertos, era realmente para causar miedo, no sólo en una joven sencilla como la muchacha, sino a hombres que se atrevían a presumir de osados y nada medrosos.


Bolsilibros - Bisonte 221. Rancho con fantasma, de Clark Carrados

Novela, Aventuras

Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.


Bolsilibros - Bisonte 223. Coyotes tras el botín, de Clark Carrados

Novela, Aventuras

Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.


Bolsilibros - Bisonte 228. Corazón de niño, de M. de Silva

Aventuras, Novela

Estaban allí Tom Olake, Red Hadock, un amigo del primero, llamado Riney, y dos individuos más, compañeros inseparables del brutal y escandaloso Hadock. Estos últimos eran el patizambo Lagon y el esquelético Suto, que manejaba el revólver de un modo que le quitaba a cualquiera las ganas de averiguar si era capaz de resistir un puñetazo.


Bolsilibros - Bisonte 231. La doble misión de Bill, de M. de Silva

Aventuras, Novela

Pero Gloria Allison no podía echar en olvido que Carlos Trout, al negarse a matrimoniar con ella, rechazaba el usufructo de una considerable fortuna. ¿Podía ser considerado como un hombre sin escrúpulos procediendo de tal forma? Nada de eso. Todo lo contrario. Y cuando averiguó que realmente la futura esposa de Trout era una humilde muchacha que trabajaba en un almacén, se acabó de convencer de que no era un egoísta ni mucho menos.