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Bolsilibros - Bisonte 576. Vivero de matones, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Upton Peridord era un tahúr con más conchas que un galápago. Dueño de un bien construido garito rodante, había explotado el negocio de las bebidas y el juego durante el trazado del Union Pacific, sacando una buena utilidad. Cuando terminó de construirse la línea, y el negocio en aquella gran ruta se terminó, no se sintió desanimado por ello. En todas partes la gente bebía y jugaba, y todo era cuestión de saber emplazar sus casetas en lugares estratégicos, donde la clientela se viese obligada a frecuentar su establecimiento a falta de otro mejor y más cercano.


Bolsilibros - Bisonte 600. Sangre y exterminio, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

El sudoroso y cansado caballo de Fred Ludwing se detuvo a la puerta del bar de Wilson y el jinete echó pie a tierra, respirando un momento con agobio y pasándose la mano por la brillante frente por la que el sudor se deslizaba en gotas pegajosas. Había galopado mucho bajo un sol de infierno, tragando polvo a causa de vivísimo galope de su caballo y, llegaba tan fatigado como éste y con la garganta más seca que el esparto.


Bolsilibros - Bisonte 611. La huella de los cuatreros, de A. Rolcest

Aventuras, Novela

Cuando llegaron a la cañada donde Bud Gerber tenía el refugio y la pista de entrenamiento, el joven se encontraba en pleno ejercicio. Se acercaron a la cabaña llevando dos caballos de carga y procedieron a soltar paquetes. Luego se encaminaron al “mirador”, unos peñascos que emergían en mitad de una ladera, desde los que podían dominar toda la pista. Montaba a “Racha”, un potro morcillo con endemoniadas manías. Sólo un “jockey” como Bud podría sacarle partido a un potro que corría a ráfagas, amainando cuando se le antojaba, para de pronto recobrar todo lo perdido.


Bolsilibros - Bisonte 619. El barrio maldito, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Plantado en mitad de la amplísima y encharcada calzada, con los tacones de sus recias botas clavados en el cieno hasta desaparecer dentro de él, Alexis Montaigne miraba a derecha e izquierda los dos fragmentos del populoso poblado, que se enfrentaban partidos por la ancha vía, como dos enormes rivales que se mirasen hoscos a través de un murallón de doce yardas de espesor.


Bolsilibros - Bisonte 624. Malvados al oeste, de Alf Regaldie

Aventuras, Novela

A Gus Rusell no le había resultado jamás simpático Ludwig Hunter. Ni en la Universidad de Oxford primero, ni luego, el tiempo que habían estado juntos, en la misma unidad, durante la guerra entre federados y sudistas. Por eso, cuando lo vio entrar por la puerta de la cantina de las cercanías de Medicine Lodge, en Kansas, mantuvo su gesto impasible y fingió no haberlo visto. Pero aquello no le valió. Ludwig, que no iba solo, se detuvo en la puerta y se volvió para dirigirse a su acompañante, ligeramente rezagado con respecto a él. —¡Eh, Horace First! ¿A que no imaginas a quién tenemos aquí?


Bolsilibros - Bisonte 648. Amigo de la ley, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

En la alcoba del moribundo Budd Taylor parecía reinar un silencio absoluto, un silencio de muerte, pues la muerte se hallaba sentada a la cabecera del lecho, esperando el momento propicio para cobrar su botín. Sin embargo, el enfermo ranchero no estaba solo. Dentro, cumpliendo su sagrado sacerdocio se hallaba el cura del pequeño poblado escuchando la confesión del que pronto habría de pasar a mejor vida a recibir su premio o purgar sus culpas, si así debía suceder.


Bolsilibros - Bisonte 736. Trece encarnado, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La noche que Tonny Ripwell no pudo resistir la tentación de sacar el revólver y clavarle en la garganta una onza de plomo a aquel tipo avieso que había pretendido ganarle con trampas el dinero que poseía, no pudo prever el avispero en que se había metido y en el que de rechazo iba a meter a unas cuantas personas más. El sólo supo que el tipo era un tramposo y que él no era hombre capaz de dejarse robar impunemente por nadie.


Bolsilibros - Bisonte 743. Dos vaqueros, de Cliff Bradley

Aventuras, Novela

El tren se detuvo en la estación de Tascosa con un resoplido final y una serie de chirridos y golpetazos. Bajaron o subieron algunos viajeros, pocos porque Tascosa era simplemente un apeadero con unos cuantos corrales de ganado. Un hombre joven, alto, vestido con ropas vaqueras, estaba entre los que se apearon. También un empleado del tren bajó y se acercó al vaquero, que en aquel momento depositaba en tierra su silla de montar. —Si me echa una mano terminaremos antes. —Me parece muy bien. Andando. Era un hombre moreno, que hablaba un inglés de acento algo extraño para los oídos de un tejano; un hombre delgado, de ágiles y seguros movimientos, con un rostro descarnado, fino donde los ojos grandes y oscuros parecían descubrirlo todo al instante. Evidentemente sus ropas vaqueras eran nuevas y no había escatimado el dinero al compelas.


Bolsilibros - Bisonte 754. La muerte sobre el tapete, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Moría la tarde plácidamente. El cielo empalidecía al alejarse el resplandor solar, ya desaparecido tras las altas montañas, y, lejos, el lucero de la tarde brillaba con fuerza, como si fuese un colosal diamante suspendido en el vacío. Soplaba un aire cálido que arrastraba el polvo de la tierra reseca y la menuda arena de las rocas pulverizadas con los barrenos para ahondar en las entrañas de las montañas y poder seguir el curso de los filones que, rebeldes a que la mano del hombre encontrase facilidades para apropiárselos, se clavaban en la roca, tratando de hacer de ella un baluarte inexpugnable a la codiciosa mano del prospector.


Bolsilibros - Bisonte 787. Donde el sol quema la sangre, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Aquella tarde del reseco julio, el sol convertía el poblado y los campos en un verdadero infierno. Como gozándose en su fuerza, el astro rey derramaba implacable el oro ardiente de sus rayos, y la atmósfera era pesada, abrumadora; las fachadas de las casas quemaban al apoyar las manos en ellas, la hierba mustia, quemada, daba la sensación de un dilatado tapiz de ceniza consolidada, y las moscas pegajosas, incansables, volaban en bandadas en torno a casas y personas, contribuyendo con sus picotazos rabiosos a poner más fuego en la sangre y en el ambiente.


Bolsilibros - Bisonte 795. En la masa de la sangre, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Ralph Beadle se paseaba furioso por el cuadrilátero del despacho de su rancho, agitando con rabia una carta que acababa de recibir de su hija Flo y emitiendo una serie de maldiciones con las que se hubiese podido editar un curioso y abultado diccionario de todo lo que no es elegante y cortés lanzar a oídos extraños. En realidad, Ralph siempre había sido un hombre sereno, apacible, aunque enérgico para sus asuntos y muy cordial tratando a sus semejantes.


Bolsilibros - Bisonte 798. Max, «el Negro», de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Cuando Eugene Graff descubrió en la abrasada llanura la silueta, bastante pobre, del poblado de Heber, extendido sobre un terreno medio calcinado por el sol de mediodía, respiró con alivio. Desde muy temprano en que se había decidido a descender de la parte norte, no había descubierto bicho viviente en aquella especie de estepa, donde la hierba abrasada por el calor semejaba un tapiz sucio y grisáceo, sin ondulaciones, sin gracia, algo que parecía falto de vida, quizá porque hacía bastante tiempo que en aquella parte de Arizona no había llovido.


Bolsilibros - Bisonte 800. Donde la vida no vale nada, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Antes de que el médico le manifestase, a ruego suyo, que sus días en el mundo estaban contados, Samuel Crick ya lo sabía. Aquellos agudísimos dolores que sufría en el estómago, y algunos otros detalles que fuera anotando en silencio, le habían dicho sobradamente que lo que padecía era un cáncer en estado muy avanzado. Esta certeza de que no tardando mucho emprendería el viaje sin retorno, le preocupó, no por él mismo, pues entendía que ya había sacado a la vida todo el jugo posible y que cerca de los setenta, con aquel mal dentro de su cuerpo, valía más morirse y descansar de una Vez, que prolongar la existencia en medio de fieros tormentos. Cuanto antes se fuese del mundo, antes dejaría de padecer. Pero le preocupaba que poseía una fortuna bastante aceptable, producto de sus muchos años de trabajo, y que sólo poseía una posible heredera o heredero, si es que alguien se sentía capaz de localizarle.


Bolsilibros - Bisonte 804. Los cuervos de Piney Buttes, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Las cuatro carretas propiedad de David Brattain, cargadas de pieles, penetraron en la senda que conducía a la factoría de Elk, situada a poca distancia del «Prairie River», el cual había sido atravesado por los vehículos sin mucha dificultad porque el estío había mermado el caudal del río y se podía pasar por muchos lugares, sin necesidad de buscar los vados. Pero esta vez, David no caminaba como siempre guiando la primera carreta, ni luciendo sus impresionantes barbas de tres meses, tiempo que había pasado sumido en los entresijos de Piney Buttes, donde la caza siempre se le había presentado abundante, rindiéndole una buena ganancia a tono con el tremendo esfuerzo realizado durante la temporada.


Bolsilibros - Bisonte 809. Rivalidad trágica, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La rivalidad existente entre los componentes de los ranchos «Bar 12» y «Tres círculos», no tenía por origen disputarse la hegemonía respecto al mejor ganado y a la mejor clientela, esto no parecía preocupar gran cosa ni a sus dueños ni a sus peones. La rivalidad tenía su raíz en disputarse enconadamente la supremacía en las carreras de caballos y en la competencia entre los equipos de tiradores. Esta era la fuerza motriz que movía las pasiones de los componentes de los dos ranchos y lo que en más de una ocasión había estado a punto de encender una guerra de trágicas consecuencias. Tan graves llegaron a ponerse las cosas, que los dueños de las dos haciendas terminaron por romper con la costumbre de invitarse mutuamente cuando se efectuaban los rodeos, toda vez que al final de cada uno, había que organizar carreras de caballos y concursos de tiro y el antagonismo que reinaba entre uno y otro equipo y entre los propios propietarios, originó escenas desagradables, que estuvieron al borde de provocar hechos luctuosos.


Bolsilibros - Bisonte 823. La trampa abierta, de A. Rolcest

Aventuras, Novela

Primero fue el disparo. Luego, la palabra:—¡Márchese!…El proyectil casi rozó el sombrero de Hal Walker. Miró indignado en la dirección en que todavía se apreciaba la nubecilla de humo.Y se produjo otra detonación. Este proyectil se clavó en el suelo, a dos palmos de donde tenía Hal los pies.

—¡Obedezca!…Era voz de mujer. Una voz de entonación joven, que la ira no conseguía oscurecer. Demasiada buena voz para un genio tan endemoniado.Hal siguió inmóvil, en la boca de la mina.


Bolsilibros - Bisonte 824. Montana 1870, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Lynn Kokes se apeó en la pequeña estación de Praire City, terminal de la línea férrea que, partiendo de Baker descendía hacia el sur para ir a morir a escasa distancia del John Day River, dando vista al macizo montañoso llamado Strawbery Butte. Allí, algo más abajo, bordeando las faldas del áspero monte por su cara este, se asentaba el poblado llamado Séneca, y en él habitaban su padre, su madre y sus dos hermanos, Jonas y Jeremías.


Bolsilibros - Bisonte 834. Rumbo a la muerte, de Alar Benet

Aventuras, Novela

Perry Sullivan frunció el ceño al oír tales palabras. El general Speifer no era partidario de desorbitar los problemas. En pie, en posición de firme, interrogó a su jefe con la mirada, sin pronunciar palabra.En el despacho del segundo jefe del Estado Mayor de la capital de la Unión reinó el silencio, un silencio denso roto sólo por el tintineo de las espuelas de Speifer, que paseaba despacio, en actitud meditativa.


Bolsilibros - Bisonte 841] 96. Al Noroeste de Colorado, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

El cielo se había encapotado con un manto morado oscuro que a veces adquiría tintes casi negros, y todo parecía indicar que la tormenta de aire podía derivar en cataratas de agua, aunque muchas veces la esperanza de una copiosa lluvia se disipaba y todo quedaba en un fiero huracán que causaba destrozos en los sembrados, en la pradera y en el arbolado, a pesar de que la mayor parte de los árboles que se erguían en aquella zona eran más que centenarios, tenían gruesos troncos y sus raíces estaban bien clavadas.


Bolsilibros - Bisonte 860. Campo sombrío, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Estaba próximo el anochecer cuando un solitario viajero cansino, medio agotado y portando a su espalda un regular saco de viaje, se detenía en las márgenes del Muddy Cr., en el sudeste de Wyoming. Él viajero miró, con recelo, en torno, aguzó el oído escuchando por si captaba algún ruido para él sospechoso, y cuando pareció convencerse de que la soledad que reinaba en aquel poco frecuentado paraje era tranquilizadora, dejó caer el pesado saco sobre la hierba y arrimándose al cauce del pequeño río, cuyas aguas bajaban tranquilas y transparentes, se tumbó todo lo largo que era y con fruición zambulló su rostro y su cráneo en el agua, al tiempo que bebía a ruidosos sorbos. La sed que le dominaba era casi tan agobiadora cómo el cansancio, y confiaba en poder reponerse de ambas necesidades cuando encontrase un lugar algo escondido donde no se quedara dormido al descubierto.