La acción la centran dos personajes que Rubén, el protagonista, va evocando alternativamente: Daría, la mujer del campo gallego, sencilla y directa; Blanca, la joven extranjera que reside temporalmente en Madrid, de psicología más compleja. Gracias a esta sutil alternancia de caracteres, una temática sobrecogedora y una narrativa ágil y fluida, Elena Quiroga ha logrado con esta obra una de sus más logradas realizaciones literarias.
A lo largo de toda la literatura española —y en contraste con aquel tipo de novela en la que se debate un tema actual y candente—, se hace patente la persistencia de la llamada novela histórica, de trasfondo político, social o ideológico, entendida no como evasión esteticista hacia el pasado sino al modo galdosiano, es decir, como indagación y búsqueda de las más hondas raíces del carácter español que puedan explicar el rumbo de nuestra historia presente.
Tal es el propósito, plenamente logrado por lo demás, de Suroeste —novela que quedó clasificada en tercer lugar en el premio Eugenio Nadal 1972—, en la que su autor, Bernardo V. Carande, hace una espléndida recreación de las ideas de la época ilustrada y de los proyectos reformadores de los afrancesados españoles, a través de la historia de una noble familia extremeña que vive en tiempos de la primera guerra carlista. Se trata, en definitiva, de una auténtica crónica familiar en la que se evocan la vida y costumbres de un trascendental período histórico y que, además de ofrecernos una copiosa información documental, está escrita en un estilo muy personal con un toque poético lleno de fantasía y de misterio.
Hilda y Rupert Foster son un matrimonio ya maduro, feliz y acomodado, de la clase media inglesa, que se apresta a celebrar su 20.º aniversario de boda, convencido de que pocas parejas han logrado una compenetración y amor mutuo como el que ellos mantienen, a pesar del paso de los años. Hilda es una mujer sensata que disfruta como ama de casa, y Robert un funcionario con visos de filósofo a punto de terminar un libro. Como en otras ocasiones, la autora aborda la fragilidad de los lazos amorosos y las uniones matrimoniales, así como la vanidad y la capacidad de autoengaño de los seres humanos.
Lo que cuenta Liberación (Deliverance) es prácticamente lo mismo que nos cuenta la película en él basada: cuatro amigos deciden olvidarse de la ciudad en la que viven y pasar un fin de semana acampando, avanzando por el río en canoa, bebiendo cerveza y practicando el tiro con arco (porque eh, igual con suerte consiguen cazar algo y comérselo y conseguir que su experiencia en la naturaleza sea lo más auténtica posible). Así que cogen sus trastos y se ponen en marcha. El problema es que nada resulta como han imaginado: el río es mucho más peligroso de lo que creían y, tras un primer día de aventura, la desgracia les sale al encuentro y se ven obligados a cometer un crimen cuyas huellas no será nada fácil borrar.
La relación de dos escritores, uno judío, de cierto éxito, y otro negro, inédito todavía, en la sociedad estadounidense de los años 50. La lucha por la supervivencia del ser humano así como un canto a los valores y a la tenacidad, el talento y la firmeza. Un retrato descarnado y ácido de un modo de vida: la sociedad de Estados Unidos.
«La boba y el Buda» se reseña de forma amena y especial la continuación de las taras de los Uribe, con sus ganzos, sus rezos e invocaciones. Esta novela, premiada con el galardón de novela corta ciudad de Salamanca.
Retrato de un joven malvado puede considerarse, en cierta medida, continuación de la saga biográfica que Umbral había iniciado con Memorias de un niño de derechas. Pero ahora la epopeya de la postguerra se convierte en crónica de los años cincuenta y sesenta, y las andanzas infantiles dan paso a las aventuras y desventuras posteriores: la perplejidad provinciana ante nuevas situaciones, las largas tertulias en los cafés, el kafkiano mundo de las pensiones, el descubrimiento de su vocación de escritor, la difícil búsqueda de un estilo propio, la progresiva convicción del poder subversivo de la palabra escrita... Y así, paso a paso, Umbral va diseccionando mitos y realidades del sainete esperpéntico que se representa a diario en la capital del país, tanto en el gran Madrid, 'eterno', sofisticado, de cartón de piedra y folklore, como en el 'otro' Madrid, inmigrante, desgarrado, suburbial y raquítico.
«La electricidad política que enrarecía el verano se resolvió un buen día en un zipizape de tiros, bandos, sirenas, incendios, arengas, altavoces, fugas, nombramientos, destituciones y órdenes y noticias contradictorias. Nadie sabía qué terreno pisaba ni dónde ir, y menos él, que no estaba en el secreto material de los sucesos. Tableteaban las ametralladoras a mediodía y a medianoche ardían calles enteras. Pasaban columnas de hombres con las manos en alto, camiones de tropa erizados de fusiles, jardineras de capota de lona repletas de guardias de Asalto. De vez en cuando se rompía el cielo en un chaparrón de balas y, al escampar, quedaba siempre algún paco, goteando monótono de un canalón o de un alero. La ciudad se llenó de camisas de diversos colores; circular por sus calles era jugar a la ruleta: nunca se sabía el color que privaba en cada barrio. Afortunadamente había una prenda ambigua, genérica, el mono azul, válida para tirios y troyanos».
Francisco Umbral, nacido en 1936, es uno de los escritores más destacados de nuestra actual narrativa. Madrileño de adopción, sus artículos en periódicos y revistas, que giran sobre el gozne del vivir cotidiano de su querido Madrid, le han valido un lugar de excepción como cronista periodístico. Dotado de gran capacidad crítica e instinto renovador, ha rescatado del olvido la crónica y el artículo y los ha elevado a la categoría de primer género literario. Su prosa es riquísima, exuberante en imágenes, en derroche de ingenio, en poderosos recursos de evasión; su línea entronca con la de Gómez de la Serna, de quien es el más calificado heredero. El fondo de sus obras consiste en un erotismo de fuente existencial, en el que la angustia, como traducción del vértigo de libertad, se manifiesta en una búsqueda siempre insatisfecha por el terreno del sexo.«Si hubiéramos sabido que el amor era eso» nació de la necesidad de hacer una novela de amor frente a la invasión actual de novelas de sexo. Es una puesta al día, en la sensibilidad de dos «jóvenes airados» de ese milagro eterno y fugaz del amor. Los protagonistas, tan rebeldes para el mundo entorno, se sienten abrumados por esa realidad inesperada y grandiosa que les va brotando. Esta novela, a través de la introspección amorosa nos ofrece una visión del mundo de hoy transido de la vieja magia, ya un poco olvidada, del amor.
En El año del cometa narra Cunqueiro los asuntos de una ciudad, de nombre secreto Lucerna, y de sus habitantes; ciudad que, en el año del cometa, parece verse amenazada por Asad II Tironida. Paulos, astrólogo de Lucerna, trata de exponer e interpretar, antes los Cónsules Patentados de la Ciudad, las señales del cometa, tres, a saber; la llegada de los visitantes de la tarde, carentes de sombra; el retorno de los ríos a sus fuentes en el durar de un relámpago; y la aparición del unicornio. Paulos pretende conjurar tales señales y la amenaza de Asad con la ayuda de tres reyes, símbolo y cifra de todas las mitologías ciertas o inventadas: el bíblico David, el bretón Arturo y el romano Julio César, a quienes busca, visita y explica su propósito. Libro de amores más que de amor, de guerras soñadas o presentidas, de incidentes bizantinos, de conspiraciones y conjuras, El año del cometa es, finalmente, una meditación apasionada sobre la condición humana y el arte de escribir.
“El sexo, origen del sentido mismo de la libertad, es vivido en mi libro como último recurso de esa libertad y, simultáneamente, como respuesta exasperada, desvalida e insolidaria a la presión de la sociedad. Pero mi protagonista, que no es un intelectual, sino un tipo instintivo y callejero, no razona nada de esto —como no lo he razonado yo hasta mucho después de escrito el libro—. Él se lanza a un cuerpo a cuerpo con la gran ciudad, sin otra ley ni otra estrategia que su libertad personal. He escrito Travesía de Madrid con una técnica de acciones simultáneas y proliferantes porque proliferante y simultáneo es el latido de toda gran ciudad; porque proliferantes y simultáneos son el corazón y la memoria de un hombre —el protagonista— con mucha vida y poca ciencia. Y, finalmente, porque esta manera de construcción le da a la novela su carácter de obra abierta, cambiante, provisional, practicable, que corresponde al arte y la conciencia relativista de nuestro tiempo.”F. Umbral
En Retahílas, el viaje que realiza una anciana al pazo familiar para morir, acompañada de su nieta Eulalia, y la llegada sorpresa de Germán, el sobrino de Eulalia, producirá durante esa noche un intenso diálogo entre los dos que dará lugar a varios monólogos, en los que cada uno reconstruirá y contará qué ha sido su vida hasta entonces.
Nacido en Sevilla, en 1931, Aquilino Duque, autor de esta novela, cursó estudios de Derecho y en la actualidad es traductor en organismos internacionales. Conoce, pues, íntimamente todo el ámbito de la diplomacia y ha viajado mucho por Europa, América y Asia, aunque habitualmente reside en Ginebra. En 1958 se dio a conocer con dos obras de poesías, a las que siguieron estudios literarios de diversos autores anglosajones. Pero si hasta 1966 sólo fue conocido como poeta, a partir de esa fecha, en que publica Los consulados del Más Allá , ciméntase también su prestigio como notabilísimo prosista. La novela que aquí ofrecemos en segunda edición ofrece un relato entrado en los años 1868-69 en la muy liberal y políticamente agitada ciudad de Cádiz. A caballo entre la crítica mordaz y el humorismo corrosivo —en ocasiones lírico y hasta tierno—, Duque se complace recreando un mundo de conspiradores y revolucionarios tan incompetentes como ingenuos, y como fondo aparece la España de siempre, con sus intelectuales soñadores, los políticos y militares sedientos de poder y gloria y las politiquerías aldeanas y de vuelo gallináceo, junto a intrigantes de sombría y venenosa trayectoria. Es un mosaico de vivo colorido, antiguo y actual, rebosante de doble significación, con el que se refleja la idiosincrasia del español y los avatares del posibilismo político, en una lucha ya tópica entre progresistas e inmovilistas.
Eduardo García se alza como una de las más sugestivas revelaciones de la novelística española de los últimos tiempos, aserto que el lector podrá comprobar tras la lectura de Sede vacante , novela en la que el autor emprende un ensayo o una aproximación al contestatarismo de raíz católica. Un contestatarismo que aspira a nutrirse urgentemente de las auténticas esencias cristianas, a las que Eduardo García considera ausentes en la trayectoria social de una parte del clero. Su crítica, hecha desde dentro, y con un amor desbordante que se nos contagia y emociona, es tan valiente y sutil como limpia. La circunstancia, inspirada en un hecho real acontecido en Inglaterra, pudo darse en cualquier otra latitud: de ahí su universalidad, y de ahí también el valor intemporal de su denuncia.
Nuestro novelista, nacido en Campos del Río (Murcia), es un cuarentón que sólo desde 1967 se decidió a escribir. Anteriormente había laborado, en un plano de promoción cultural, en las selvas americanas: es un infatigable viajero cuyas ansias de nuevos paisajes le llevó a deambular largamente por tierras de la Península y luego por Italia, Francia y Bélgica. Hoy reside en Arcos de la Frontera (Cádiz).
Su estilo, o ausencia de estilo, consiste esencialmente en la claridad, la sencillez y la transparencia. Con una poderosa voz llora y grita ante tanto dolor, tanta injusticia y tanto fariseísmo.
¿Es la atípica educación que David Fuente, protagonista de «Ritmo lento», ha recibido de su padre responsable de su inadaptación social? ¿O es la sociedad con sus normas típicas la que excluye a quien no quiere o no puede adaptarse? «… un tema insólito en la literatura española y diríamos, incluso, que europea de la época. La oposición entre el individuo y la sociedad y la visión de ésta como un entramado de comportamientos aprendidos y reglas no escritas que, persiguiendo supuestamente el bien común, cohíben como un incómodo corsé otras posibilidades de ser humanos. La pregunta que se plantea es en el fondo de una radicalidad extrema: ¿es necesario que nos guiemos por la razón de lo conveniente? ¿Qué es lo conveniente? ¿Lo que la sociedad dicta?».
Las abundantes novelas hispanoamericanas que concurrieron al Premio Eugenio Nadal 1974 añadieron un valioso ingrediente de fuerza y vitalidad al excesivo intelectualismo y dificultad técnica de las restantes experiencias novelescas. No obstante, en algunas obras no se aplica de manera suficientemente clara el sentido último y las verdaderas motivaciones de los hechos que se describen, por lo menos para el lector español, no familiarizado con el trasfondo social y político del país en que transcurre la acción. Guillermo A. R. Carrizo —finalista de dicha edición— ha intentado superar esos resabios localistas en su novela, inspirada en la catástrofe del terremoto de Managua.
Crónica sin héroes es una descripción impresionista de aquellos trágicos hechos, a través de un contrapunto narrativo en el que se entrecruzan las visiones fragmentarias y parciales de una serie de personajes de distinta clase y condición social que encarnan los múltiples dramas individuales de los habitantes de la ciudad asolada por el seísmo. El relato, con un tono sobrio y contenido, se desarrolla en un presente narrativo que intenta captar la instantaneidad en su puro devenir y el drama humano en la elocuencia muda de los detalles nimios y de los pequeños hechos.
Hacia el corazón de mi país es una novela tan excitante, rica y misteriosa como Mar ligeramente sur (finalista del premio Nadal 1975) y en muchos sentidos la completa. De estructura picaresca, sus episodios son círculos descendentes hacia un infierno que se prevé como un horror cada vez mayor. Su estilo único de prosa y su extraordinaria imaginación, así como la serie de incidentes, sueños, viajes y paisajes, hacen de esta novela una experiencia alucinante.
Sin duda, en su deseo de descubrir técnicas originales que objetiven con fantasía la perenne degradación de nuestro mundo, Villar Raso nos embarca, de la mano de un personaje corrompido, decadente y tan perverso como Miss Lonelyhearts, en un viaje, pesadilla y descenso por el Sur, que es al mismo tiempo una seria meditación política sobre el país. Andrea es un peligro y un asalto al orden social.
Lucas —personaje primitivo, vitalista y de humor, que vive al borde de la comunidad— indica, con su extraordinaria búsqueda de libertad, que el cambio hacia esa sociedad corrompida, que simboliza Andrea, no se ha producido todavía.
La prosa magistral de Umbral nos devuelve a ese adolescente que mira hacia el niño que ha sido y los trenes que se cruzan en su camino, un adolescente que crece al pasar las páginas y va cambiando su ilusión de ser sublime sin interrupción por el deseo de la mujer amada y el placer de compartir las aventuras con los amigos, en una noche de verano, en una atmósfera donde al negro se le transparentaba el azul.Una novela fresca y sugerente como solo puede serlo la gran literatura.
Mar ligeramente sur es un sueño erótico trabajado meticulosamente en varios niveles: el policíaco, que mantiene la atención del lector hasta el final como una pesadilla que él sufre personalmente, y el de la búsqueda de una identidad y comunicación con otras personas que finaliza, una vez desaparecida la esperanza del amor, en un pánico desesperanzado y liberador.
De rodillas al sol forma parte del género de la novela de enajenación o de la condición humana. Es contraria a toda técnica o formalismo. Novela de creación —por tanto— ideológica, se desenvuelve en un medio intranquilizador —de desesperanza— sin abandonar nunca el planteamiento religioso, considerado, éste, en un medio contrario a todo dogmatismo, por tanto en su enfoque verdadero de inseguridad que presupone al Hombre arrojado en el Mundo.
El personaje central de esta obra vive su pequeña —o gran— odisea en una situación límite entre glaciares y horizontes de alta montaña, al otro lado de la felicidad, lejos del acontecer diario, de la satisfacción, de la costumbre, de la charlatanería cotidiana, de la moral, junto al amor indigno y a los muertos, junto a Dios o frente a Él, puesto que lo niega o lo afirma de conformidad con la luz que lo inunda, pero fuera de cualquier romanticismo decadente, de toda teatralidad fácil.
No se trata de una narración para bienpensantes, tampoco para desesperados, el autor describe únicamente la realidad auténtica, la suya, de modo personal —muy particular— con razonamientos y descripciones conmovedoras, a veces delirantes que imprimen el valor que caracteriza al libro, que indigna o satisface pero que nunca —en ningún caso— dejará indiferente al más indiferente de los lectores.