Debes correr… para salvar tu vida. Hace una semana despertaste en Los Ángeles. No recordabas quién eras. Solo sabías que estaban intentando matarte. Confiaste en Ben, pero te traicionó. Ahora escapaste a Nueva York con un chico llamado Rafe, que dice recordarte de antes. Pero no están a salvo. Las mismas personas que te persiguen también lo tienen a él en la mira. Mientras la cacería se intensifica, comienzas a recobrar la memoria. Sin embargo, tu pasado no puede salvarte de tu presente. Tampoco evitará que un solo paso en falso pueda acabar con tu vida. ¿Podrás escapar?
Hace dieciocho años, Billy Peters desapareció, y todos en el pueblo creyeron que fue asesinado por el asesino en serie Arnold Avery, que admitió haber matado a otros seis hijos y enterrarlos en el páramo desolado que rodea la pequeña aldea. Pero la madre de Billy está convencido de que aún está vivo, y sus doce años de edad, su nieto Steven está decidido a curar las heridas que se abren entre su abuela, su madre, su hermano y él mismo. Aunque terminar con el sufrimiento de su familia signifique encontrar personalmente el cadáver de su tío. Así pone en marcha una peligrosa estratagema: Se pone en contacto el hombre con más probabilidades de haber sido el asesino, el preso condenado a cadena perpetua por el asesinato de los otros niños. Steven, que crece ante nuestros ojos empezando a comprender el mundo de los adultos, no sólo se convierte en una víctima potencial, sino también en un agresor determinado, tal vez némesis del propio asesino. Un thriller psicológico sobre el juego del gato y el ratón entre un niño que busca la verdad sobre la muerte de su tío y el propio asesino.
Bolonia en agosto. Un calor insoportable en una ciudad desierta. Claudia es una joven estudiante que tiene prisa por llegar a casa después de su jornada de camarera para quitarse el horrible uniforme que odia. Tomas es un adolescente que sale de casa para escaparse a Ámsterdam con su novia Francesca. Aldo es un padre de familia que se parece mucho a Elvis Presley y está deseoso de llegar a su apartamento donde esconde secretos delatores. Los tres tienen la imperiosa necesidad de estar en otra parte. Y, sin embargo, se quedan atrapados en un ascensor de un edificio solitario en un fin de semana. Como tres ratones de laboratorio… y uno es un asesino en serie.
Milán, viernes 1 de febrero. Un semáforo se avería repentinamente, causando un atasco en cadena y múltiples accidentes. Mientras desciende de su vehículo para comprobar qué ha sucedido, Piero Manzano, joven analista informático, se da cuenta de que toda la ciudad está a oscuras. En el transcurso de pocas horas, un blackout eléctrico afecta a toda la península italiana y empieza a propagarse por toda Europa: Suecia, Alemania, Francia, Austria, Bélgica y Holanda están a oscuras. El continente se está apagando. Piero, está seguro de que no es un fallo local. Cuando se pone en contacto con las autoridades, le acusan de ser el culpable: alguien se ha introducido en su cuenta de correo y enviado mails comprometedores. El verdadero responsable ha intentado dejar fuera de juego a la única persona capaz de acabar con sus planes. Mientras la situación en las calles, está tornándose dramática, y con varias plantas nucleares en situación crítica y amenazando la seguridad de millones de personas, Piero está decidido a probar su inocencia, aunque tenga que atravesar la noche de Europa.
Stephen King vuelve a darnos una muestra de su talento narrativo en este libro que aúna dos relatos cortos de sabor intenso. «Blockade Billy» nos introduce en la misteriosa vida de William Blakely, el mejor jugador de la historia del béisbol al que, asombrosamente, nadie recuerda ya. Su rastro ha desaparecido por completo de todos los registros deportivos. Y con razón. El joven Billy ocultó un oscuro secreto que solo el maestro indiscutible del terror contemporáneo podía desvelar. En «Moralidad» conoceremos a una joven enfermera atrapada por la turbia proposición del acaudalado y anciano reverendo al que cuida. Dividida entre sus principios y una acuciante situación económica, su decisión cambiará su vida y la de su marido para siempre. Una lectura escalofriante para los amantes de las sensaciones fuertes.
Un macabro asesinato no debe ser el final de su historia y Carlos se pondrá a prueba para desenmascarar lo que parece ser una muerte ritual. Pero no todo es lo que parece y un psicópata no se conforma con arrebatar vidas, sino que es capaz de llevar a sus perseguidores por los caminos de la locura y el miedo. Novela negra que llevará al lector a través de un viaje desde Ceuta hasta la ciudad alemana de Múnich, siguiendo las pistas que encontrará nuestro protagonista y el reguero de cadáveres dejado por un ser que no se detendrá hasta conseguir su objetivo.
Stella Newman no sólo es muy mayor; padece además un cáncer. Stella pasa sus últimos días en una residencia de ancianos.
La soledad es su compañera; de ella sólo le alivia su cuidadora, Genevieve Warner, mujer de poco más de treinta años, casada y que recientemente ha iniciado una relación extramatrimonial. Para Genevieve, las conversaciones con Stella resultan muy ilustrativas, pues la anciana lo sabe todo sobre el amor. De ese modo, se va forjando entre ambas una corriente de afecto mutuo que se resuelve en un póstumo acto de generosidad de Stella.
Por su sutil ejercicio de equilibrio entre el misterio y el análisis psicológico, «Bodas de azufre» es una novela intensa y turbadora, que deja en el lector la agridulce sensación de lo hermoso cuando es rozado por el hálito de la muerte.
LA chica corría desaladamente por la playa. Soplaba una brisa marina de regular intensidad, lo que, unido a su propia carrera, hacía que sus largos cabellos oscuros ondeasen al viento como una extraña bandera. La playa tenía poca anchura, pero, en cambio, era muy larga, casi hasta perderse de vista a ambos lados. Su forma era de media luna, muy suave, poco pronunciada, y tenía la arena fina y muy compacta.
Knudt Larsen, un abogado y pacifista sueco, es escogido por extraterrestres para establecer contacto y confiarle una misión. La Tierra está «de facto» en manos de un grupo de «halcones» rusos y americanos, que actúan de forma coordinada para llevar a la humanidad a la catástrofe, que es lo que beneficia sus intereses.Las dificultades con las que se enfrenta Knudt son inmensas y con gran riesgo para su vida. La tarea de parar a los «halcones» es demasiado grande, pero Knudt no va a estar solo…
En el planeta Ulkus está ocurriendo algo que supone una amenaza a la pacífica federación de países Tellen. Las misteriosas desapariciones que se vienen produciendo en la Tierra, no son ajenas a ello. Tellen no tiene armas para defenderse, pero la Tierra sí. Ulkus también tiene como objetivo la Tierra para obtener alimento para su misterioso ejército.«In extremis», Tellen contacta con la Tierra en demanda de ayuda, pero solo cinco personas van a intentar, en una misión suicida, parar a Ulkus…
Primero unos meteoritos incandescentes destruyeron el Asentamiento 327, una de tantas colonias que los habitantes de la Tierra habían instalado en satélites naturales o artificiales del Cosmos. Después fueron destruidas las cinco naves que fueron enviadas de reconocimiento. Parece que un mítico personaje, Akon, está detrás de estos sucesos y del ultimátum dado a la tierra para que entregue el poder en 24 horas.Pero hay cosas oscuras… y Hans Richter y su terquedad irán, poco a poco, desvelando los misterios…
Después del cataclismo nuclear la Tierra está totalmente devastada y algunos humanos para protegerse de las radiaciones se esconden en las profundidades. Cuando años después salen al exterior se encuentran con que el planeta Ator ha esclavizado la Tierra.
Hasta cuatro expediciones se han organizado y han sido enviadas para liberar a la humanidad, pero todas han fracasado, y la situación en el subsuelo empieza a ser límite por la escasez de energía. La quinta expedición sale al exterior. ¿Logrará su objetivo?
Año 227. Después de Cero. No había error. Con aquelcalendario automático, jamás podía haber error. Estaba construido para durarindefinidamente durante cientos de siglos. Con matemática exactitud, no sólo enfechas, días, meses o años, sino también en segundos y décimas de segundo. Ytambién en siglos. Todos los refugios habíantenido uno igual. Sólo que yo no había visto ningún otro. El mío únicamente.Tal vez los demás ya no funcionasen. O tal vez sí, aunque su funcionamientofuese perfectamente inútil. Mi cronómetro de pulseraestaba ligeramente adelantado en unos segundos. Lo puse de acuerdo con elcalendario automático. Bostecé. Tenía apetito. Quizá también un poco de sueño. Había estadotrabajando muchas horas últimamente. El trabajo de cálculos, medidas y apuntes,había llevado tiempo y fatiga. Era hora de dejarlo todo, y comer algo. Luegodescansaría unas horas, y proyectaría algún microfilme de la filmoteca. Sentíadeseos de verme acompañado por un corto tiempo, siquiera fuese por las pálidassombras de color de las filmaciones archivadas.
Fue idea suya. Enteramentesuya. Al menos en eso. Richard no tuvo culpa alguna.Pero tanto daba, a fin de cuentas, de quién hubiera sido la idea. El desastre ocurrió de todosmodos. Y ni siquiera pudo culpar deello a Emily. Porque para cuando eldesastre hubo ocurrido, Emily estaba muerta. Y la hermosa, idílica luna demiel de Richard Bowman, se había terminado trágicamente. Así había sido todo de rápidoy de terrible.
Esta novela es, sin duda, una de las más interesantes de A. Thorkent, fuera del universo de su serie del Orden Estelar. Nos sitúa en un planeta Tierra devastado por una guerra nuclear e invadido por una raza extraterrestre («extres») que trata de aniquilar a los supervivientes humanos.La Humanidad, no muchos años antes, ya colonizaba la Luna, y su tecnología iba desarrollándose con normalidad, aunque vivía siempre bajo el peligro de una guerra atómica. De pronto, la llegada de unos pequeños seres de otro mundo, sin saber bien cómo, con un aspecto híbrido entre monos y aves, comienza a cambiar el panorama. Son acogidos como mascotas, pero con el tiempo los humanos se dan cuenta de que en realidad son «bebés» y que se trata de una especie muy peligrosa que se desarrolla hasta alcanzar el tamaño de un hombre y, lo más terrible, tiene instintos asesinos.Con el estallido de la guerra nuclear y la constante amenaza de los «extres», que resultan ser miembros una especie depredadora enviados en una nave por seres superiores para exterminar la vida en la Tierra, los humanos viven en comunidades aisladas en el campo –ya las ciudades fueron abandonadas años atrás–, sobreviviendo en un mundo asolado por la guerra y por los ataques de los «extres».
Estálloviendo. Lluevemucho. Puedo contemplarme en el asfalto, negro y espejeante. Y en los charcos.Hay muchos charcos. Negros y redondos. Parecen insondables. Pero mis pieschapotean en ellos, tocan el asfalto bajo el agua de lluvia. Mehe detenido en el bordillo de la acera. Un automóvil, al pasar me salpica deagua los pantalones. Va demasiado de prisa, y demasiado pegado al bordillo. Lehe dicho algo, no sé el qué. Pero él ha seguido adelante, indiferente a todo, hendiendolas cortinas de lluvia con su proa reluciente. Yme he vuelto a quedar solo en la calle. Es una calle larga y amplia. Una calleper la que no transita nadie. Solamente yo... Creoque no conozco esta calle. O tal vez la conozca, no sé. La mente está tanconfusa... Sería difícil decir si he pasado antes alguna vez por este lugar.Hay cosas que me parecen conocidas. Sí, tiene que serme conocido esto. Por eso estoy aquí...
Si, era una bonita oficina para mi trabajo. Y un bonito letrero en el cristal. Imaginé que ni el gran Philip Marlowe, Sam Spade o Donald Lam y Bertha Cool habrían tenido más hermoso despacho que el mío, caso de haber existido realmente alguno de ellos, fuera de las páginas de un libro. Ahora, sólo faltaba un pequeño detalle para completar el cuadro: los clientes.
Nunca le había gustado vivir con su tío. Tal vez porque la casa en que residía, en las afueras de Rossenward, siempre le había desagradado. Demasiado grande. Demasiado fría e inhóspita. Demasiado, ¿por qué no decirlo...?, tétrica. Sí, aquella gran casa, que constaba de sótano, planta baja y un piso, y que tenía una explanada en su parte delantera y un terreno lleno de maleza a su alrededor, era tétrica. Desde la primera a la última de sus paredes. Desde el primero al último de sus ladrillos. Por eso, Deborah Romanns, joven, rubia y bonita, se sentía en un cielo en aquel pequeño apartamento que acababa de alquilar en la ciudad.
El hombre estaba nervioso. Encendió el cigarrillo temblándole la mano. Miró en torno suyo, inquieto, y se humedeció los labios con la punta de la lengua. Luego tomó el frasco petaca que llevaba en la raída chaqueta y se echó un trago largo, resoplando al terminar. Enroscó el tapón, guardando de nuevo el recipiente, y se contempló en el espejo desigual del lavabo. Se pasó una mano por el rostro macilento, de barba ligeramente crecida. Luego, contempló sus ropas desaseadas y sonrió forzadamente. Habló consigo mismo, contemplando su imagen en el espejo:
Llamadme Johnny. No, no es que pretenda plagiar a Melville y escribir otro Moby Dick. Líbreme Dios de semejante cosa. Ni siquiera me llamo Ismael. Supongo que tampoco el personaje de la epopeya ballenera se llamaría así, después de todo. Mi nombre es John D. Vincent. Pero prefiero que los amigos me llamen simplemente Johnny. Las chicas ya lo hacen. También me llaman cosas más dulces, como «encanto», «cielito» o «macho adorable», pero no las hago demasiado caso porque lo hacen en momentos en que no piensan demasiado en otra cosa que en su propio placer. Tengo una pequeña y sórdida oficina en un bulevar de Hollywood y me ocupo habitualmente de asuntos de poca monta, tales como perseguir maridos o esposas infieles, cobrar recibos atrasados con alguna que otra amenaza, y aportar informes personales a algunas financieras y entidades de crédito.