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Bolsilibros - Indiana James 43. ¡Peste de pasta!, de Indiana James

Aventuras, Relato

Si hay alguien que tenga miedo a los tiburones o a las pirañas, es porque no conoce las moscas de Tambia. Les juro que son como pequeños vampiros: insaciables, voraces, persistentes… Había una en particular que debía de haberse enamorado de mi brazo izquierdo al que acudía una y otra vez, sin darme ni el más mínimo descanso. Estoy seguro de que era una especie de líder entre sus compañeras ya que cada vez que insistía en darme una dentellada (y lo suyo eran dentelladas, bocados, y mordiscos) un buen enjambre de sus colegas se lanzaban sobre mí.


Bolsilibros - Indiana James 48. Cuestión de principios, de Indiana James

Aventuras, Relato

Lo que parecía más difícil cuando salimos de la Antártida, conseguir llegar con vida a algún sitio habitado, fue lo más fácil. Antes de abandonar la vista de la península helada, un par de buques aparecieron ante nosotros. Se trataba de un rompehielos de la marina argentina, y un remolcador del ejército chileno. Ambos hablaron con nosotros por radio. Ambos se mostraron felices de hallarnos, casi náufragos.


Bolsilibros - Indiana James 49. Risa de difuntos, de Indiana James

Aventuras, Relato

Jim Tonic, su viejo-nuevo «Dakota» y yo. Eso es todo lo que nuestro querido planeta necesita para volverse patas arriba. Los dos «mercantes del aire» más aventureros y juerguistas con los que uno pueda tropezarse, estábamos a punto de volver a la carga. Jim Tonic, desde que el profesor Higgs le había regalado el avión, no cesaba de moverse de una a otra parte en busca de trabajo.


Bolsilibros - Indiana James 50. Las mil y una dachas, de Indiana James

Aventuras, Relato

Cualquier sitio es bueno para aterrizar después de haber dejado caer una bomba atómica sobre el Océano Atlántico, donde no puede hacer daño a nadie. Y si ese sitio bueno para aterrizar, se llama Marrakesh, es mucho mejor. Marrakesh es una ciudad donde suelen acudir los turistas, lo que significa que hay una aceptable instalación hotelera. Digámoslo claro: camas sin chinches y duchas con agua fría y caliente.


Bolsilibros - Indiana James 51. Contra los dioses del odio, de Curtis Garland

Aventuras, Relato

Jerry Ranko, one-man-army, una infalible masa muscular al servicio de USA, llega a tiempo para frustrar él solito el secuestro de un avión de la TWA. Se infiltra en mitad de una nube de humo y acaba con 8 terroristas aéreos entre bostezos, justo el día anterior a sus vacaciones. Pero entonces el Gobierno le comunica que, de vacaciones, nada: el presidente de la URSS> y del gobierno chino han sido raptados por una misteriosa coalición maligna, y nadie sabe cómo ha sido. Ranko viaja a Singapur y se reencuentra con su viejo colega en Vietnam, Bruce Vincent, y tranquilamente, en un par de días, infiltrándose en los bajos fondos y gracias a la información de la reina del hampa Jade Blue, desmantelará una secta secreta llamada Los Dioses del Odio y abatirá a sus cientos de soldados fanáticos en pleno sacrificio ritual de los líderes mundiales al dios Kera, el Mono Asesino, justo antes de que se desencadene la IIIGM Fumaderos de opio, mongoles con lanzacohetes, luchas de helicópteros, islas ocultas en el archipiélago indonesio, el Krakatoa redivivo, viejos camaradas convertidos en achivillanos… Nada de esto detiene a Ranko, que se desayuna ejércitos con el torso desnudo. Trepidante cima exploit del maestro Curtis Garland, todo parecido con John Rambo es pura coincidencia.


Bolsilibros - Indiana James 52. El tesoro del sol naciente, de Curtis Garland

Aventuras, Relato

El enorme cocodrilo se precipitó sobre él con sus gigantescas fauces abiertas. La cola del saurio se agitó en el aire cuando su cuerpo escamoso golpeó la figura musculosa, prieta y enjuta del cazador del gran cuchillo dentado que le plantaba cara. Ambos, animal y hombre, rodaron por el estanque entre volteretas dramáticas, en una feroz lucha sin cuartel, que sólo parecía posible que terminase con la muerte de uno de ambos. El poderío físico del cocodrilo era tremendo, pero la fortaleza de su enemigo no le iba a la zaga. El agua salpicaba todo con violencia, mientras ambas vidas pendían del débil hilo de un resultado final de lo más incierto. Porque si bien inicialmente toda la ventaja parecía decantarse del lado del saurio, poco a poco su adversario iba ganando terreno, acosando a su poderoso rival, al que logró por fin tumbar boca arriba en medio del agua, para clavarle despiadadamente su cuchillo una y otra vez, de forma implacable.


Bolsilibros - Indiana James 53. Colores de violencia, de Curtis Garland

Aventuras, Relato

Barton Shapiro no podía hacer nada. Nadie podía hacerlo. Los muchachos de cazadoras negras, con los emblemas de halcones llameantes en sus espaldas, estaban arrasando el supermercado de Bridge Road. Y Barton Shapiro, pese a ser el dueño de aquel pequeño supermercado, nada podía intentar siquiera para oponerse a los desmanes de la pandilla. Botellas de licor, estanterías completas de latería, bolsas de patatas o cajas de galletas, eran derribadas, golpeadas, pisoteadas, maltratadas por las botas de los pandilleros implacablemente.


Bolsilibros - Indiana James 54. Brigada antivicio, de Curtis Garland

Aventuras, Relato

Jerry Sykes probó el blanco polvo levemente. Chascó la lengua. —De primera calidad —asintió con gesto complacido—. No esperaba menos de usted, desde luego. —Yo siempre trabajo con lo mejor, amigo —sonrió el hombre de pelo blanco sedoso, de apariencia casi artificial, recuperando la bolsita de donde extrajera Sykes la pequeña dosis, para ponerla junto con las demás en el maletín, que cerró de golpe—. Ahora, veamos el color de tu dinero.


Bolsilibros - Kansas (Ed. B) 316. El pistolero del noroeste, de M. L. Estefanía

Relato, Aventuras

El bosque habíase llenado de ruidos en los últimos meses, empujando la caza hacia las crestas de las montañas, en huida desesperada por aquella perturbación de sus atávicas costumbres. Los grupos de leñadores pasaban las semanas derribando árboles, llegando a emplear con los troncos de ocho a diez metros de diámetro, cartuchos de dinamita que hacían caer con estrépito, y grandes destrozos en los árboles vecinos, a aquellos gigantes coníferos. Entre la espesa niebla que cubría el monte Hood, de 11.225 pies de altura, abríase paso con dificultad, frotando las manos entre sí, combatiendo el frío reinante en tal altitud, un joven cubierto con un traje de gamuza. Colgaba de su hombro derecho un 'Winchester” de repetición. La estatura de este joven armonizaba con la vegetación que le rodeaba. Esta se elevaba sobre los vecinos y él había de destacar al lado de otros, pues no todos alcanzaban los seis pies y medio, que no tendría menos el cazador.


Bolsilibros - Kansas 278. El loco de Texas, de M. L. Estefanía

Relato, Aventuras

Marcial Antonio Lafuente Estefanía (n. 1903 en Toledo, Castilla la Nueva - f. 7 de agosto de 1984 en Madrid) fue un popular escritor español de unas 2.600 novelas del oeste, considerado el máximo representante del género en España.1 Además de publicar como M. L. Estefanía, utilizó seudónimos como Tony Spring, Arizona, Dan Lewis o Dan Luce y para firmar novelas rosas María Luisa Beorlegui y Cecilia de Iraluce. Las novelas publicadas bajo su nombre han sido escritas, o bien por él, o bien por sus hijos, Francisco o Federico, o por su nieto Federico, por lo que hoy es posible encontrar novelas 'inéditas' de Marcial Lafuente Estefanía.


Bolsilibros - Kansas 282. Tres hombres duros, de Fidel Prado

Relato, Aventuras

En el año 1870, lo que se llamó un día La Ciudad de los Llanos y, algo más tarde, Auraria, ya no figuraba en la geografía del Estado de Colorado, había cambiado definitivamente de nombre y ahora era conocida por Denver, nombre que le fue adjudicado en honor del gobernador de Kansas, así apellidado. Desde el año 1865 al 1870, toda aquella parte del territorio había variado fundamentalmente de estructura. El oro descubierto con una prodigalidad fantástica en Golden City, y que más tarde fue descubriéndose a lo largo del territorio en muchas millas a la redonda, había despertado el egoísmo y la ambición de cientos y cientos de aventureros. Julesburg, que se había convertido en un centro vital debido al nuevo ferrocarril llamado Unión Pacific, vertía diariamente en Denver, así como en otros poblados próximos, tales como Black-Hawk y Central City, grandes masas de buscadores, que se repartían por el litoral buscando ansiosamente los ocultos tesoros que escondía la tierra. Pero, aunque tales poblados, así como los arroyos y los montes atraían la atención de los buscadores, Denver era el punto neurálgico de la zona minera, donde lo mismo se podía encontrar una casa de juego en la que ganar o perder minas enteras de oro, que un diluvio de onzas de plomo que acabasen con las ambiciones o las alegrías de los más afortunados en aquella incógnita ruleta de la fortuna.


Bolsilibros - Kansas 319. Promesa ante la muerte, de Fidel Prado

Relato, Aventuras

Patrick Bouck frenó su caballo no obstante caminar a paso lento y, erguido sobre los estribos para mejor abarcar el paisaje, echó un vistazo en torno para hacerse cargo del lugar donde se encontraba. Dos millas más atrás, había descubierto a la derecha de la senda una pancarta con una flecha que decía: A TRINIDAD —Dos millas Patrick estaba seguro de haberlas andado y, sin embargo, aún no había descubierto señales de encontrarse próximo al poblado casi fronterizo. O los medidores habían calculado a ojo la distancia, o alguien se había llevado graciosamente la pancarta más atrás, para gastar una broma a los caminantes.


Bolsilibros - Kansas 407. Plaza de Texas, de Fidel Prado

Relato, Aventuras

El hecho en sí carecía de importancia. Que amenazase desplomarse un lienzo de pared, único resto de lo que fue vivienda años atrás, parecía lógico. Aquel lienzo de pared renegrecido, cuarteado por el violento fuego que un anochecer devorara toda la finca, era algo que debió suceder hacía ya muchos años, pero nadie se había decidido a abatir la pared, y menos aún a ocupar el escombrado solar, construyendo una nueva vivienda. Aquel solar, que afeaba la plácida y antañona plaza del poblado, como una profunda mella en la dentadura de un colosal monstruo, poseía una historia; una historia trágica, que aún permanecía fresca en la memoria de todos los vecinos de la misma. Conocían aquel lienzo de adobe y ladrillo con el nombre de “la pared maldita”, y esta maldición que la gente le había aplicado era algo tan supersticioso, que nadie se atrevió a ocupar el solar por miedo a que su historia ejerciese una influencia trágica sobre quien osase profanarlo.


Bolsilibros - Kansas 443. Cheyenne, ciudad de intriga, de M. L. Estefanía

Aventuras, Relato

—¿Por qué ha armado tanto ruido la prensa con este juicio? ¿No se trata de un grupo vulgar de asesinos y atracadores? —No han detenido al jefe. Es lo que tratan de averiguar, pues se dice que es una personalidad de aquí… —¿De qué se les acusa? —No lo sé concretamente…, pero ha de ser de cometer atracos. —Me gustaría ver un juicio. No he visto ninguno. —Hablaré con mi padre.


Bolsilibros - Metralla Ecsa (2ª Epoca) 120. Encuentro en la jungla, de Alex Simmons

Relato, Aventuras

Charles, nadie conocía su apellido, ocupaba una minúscula tienda, con una habitación interior que le servía, además de taller, de alcoba, comedor y sala de estar. La estancia que le servía de tienda no era en realidad, más que un estrecho pasillo, ocupado casi totalmente por un mostrador donde la carcoma y la suciedad luchaban en completa y amplia libertad. Todo el barrio lo conocía. Porque Charles, al que todos llamaban simplemente «el Chispas», poseía una fama turbia, pero bien merecida. Y Scotland Yard se había preocupado muchísimas veces de aquel mozalbete —en realidad tenía veintitrés años, pero parecía tener diecinueve—, cuyas relaciones eran, quizás por casualidad, hombres cuyas fotos reposaban en los archivos de la policía londinense.


Bolsilibros - Minilibros Oeste 408. De mala ralea (2ª Ed.), de Fidel Prado

Relato, Aventuras

El día en que Ralph Shady, acompañado de sus cinco retoños, sintió la curiosidad de hacer una visita a Chisckasha, uno de los poblados más importantes de la zona petrolífera de Oklahoma, no muy lejos de la propia capital del Estado, fue como si Dios hubiese arrojado sobre aquella parte del territorio todas las plagas bíblicas registradas en la historia. Los Shady eran elementos más que suficientes para sustituir con ventaja las más horrendas plagas que podían estallar. Su hoja de servicios en el Oeste de la noción era imposible recogerla detalladamente, pero a través de su fama, se sabían bastantes cosas de la dura familia de los Shady.


Bolsilibros - Minilibros Oeste 1022. La astucia juega su baza (2ª Ed.), de Fidel Prado

Relato, Aventuras

Un jinete de aspecto vulgar se detuvo al borde de una fina y alta depresión del paisaje, junto a la estrecha senda, y tras asegurarse de que no había ningún ser humano a la vista, silbó de un modo peculiar, esperando. La contestación surgió de la altura del risco en forma análoga y el jinete dio una nueva respuesta con un silbido seco. Poco después, por unos senderos de cabras por los que parecía imposible que nadie pudiese trepar o descender, surgieron dos tipos de mediana edad, de rostro curtido, vestidos vulgarmente. Los dos llevaban a la espalda sendos rifles y a la cintura los Colts del 45. El jinete que había dado la llamada les saludó: —Hola, Black. ¿Qué hay, Cherry?


Bolsilibros - Minilibros Oeste 1078. Así pagan los hombres, de Fidel Prado

Relato, Aventuras

La cuadrilla de Wade Seatwell se hallaba muy cansada. Llevaba tres, días consumiendo la energía de sus monturas en una retirada cautelosa hacia la divisoria de Colorado y, rendida de aquel esfuerzo agotador, había buscado refugio en un pequeño cañón del aislado Chois-Kay Peak, en las reservas indias, no muy lejos de la frontera. La idea de Wade era trasladar a sus hombres al Estado del Gran Cañón y dar un buen golpe que ya tenía estudiado. Si la cosa salía como la tenía trazada, él y sus cinco hombres podían tomarse un aliviador descanso en algún poblado denso, donde hombres de su catadura no resultasen flores exóticas, cuyo aroma hiriese el fino olfato de algunos sensibles sheriffs.


Bolsilibros - Naviatom 3. Puente cósmico, de Eric Börgens

Relato, Ciencia ficción

En un mundo dividido por la incomprensión y la guerra, los pobladores del planeta 'Ivi-Joab', desde largos años atrás están separados por su sexo, hombres y mujeres, en dos bandos irreconciliables, que han llevado sus diferencias a una situación limite de confrontación. La Muralla Gigante es la impenetrable frontera que limita la zona de la la oscuridad, habitada por las mujeres poseedoras de la técnica y los conocimientos. En el otro lado la región de la luz donde los varones, después de su derrota, malviven como salvajes sin cultura. Se alimentan de lo que cazan en los bosques, defendiéndose de los ataques de sus agresivos congéneres y de las bestias salvajes que pueblan su entorno. Esta ciclópea barrera defensiva fue construida por los hombres, esclavos de las mujeres después de su derrota en la Guerra Parricida, y es el símbolo de la total separación de los géneros, que lógicamente estuvo a punto de acabar con la población del planeta. Salvándose de la extinción gracias a esporádicas incursiones de las hembras, apoyadas en la superioridad de su armamento, para perpetuar la especie, conservando a las niñas y abandonando a los niños a su suerte. Hasta que un hombre enamorado, con su arrojo y alentado por el cariño de una mujer, consigue derrocar el innatural sistema de tiránico matriarcado radical, para implantar en la sociedad un equilibrio natural de igualdad y reciprocidad.


Bolsilibros - Oeste Legendario 439. En el pico más alto, de M. L. Estefanía

Relato, Aventuras

Marcial Antonio Lafuente Estefanía (n. 1903 en Toledo, Castilla la Nueva - f. 7 de agosto de 1984 en Madrid) fue un popular escritor español de unas 2.600 novelas del oeste, considerado el máximo representante del género en España.1 Además de publicar como M. L. Estefanía, utilizó seudónimos como Tony Spring, Arizona, Dan Lewis o Dan Luce y para firmar novelas rosas María Luisa Beorlegui y Cecilia de Iraluce. Las novelas publicadas bajo su nombre han sido escritas, o bien por él, o bien por sus hijos, Francisco o Federico, o por su nieto Federico, por lo que hoy es posible encontrar novelas 'inéditas' de Marcial Lafuente Estefanía.