La Organización ha puesto precio a su cabeza y Parker toma una decisión radical: contacta con un cirujano plástico clandestino y cambia de rostro. Después no tarda de volver al trabajo: organiza el robo a un furgón blindado con varios viejos conocidos. Es un golpe aparentemente fácil, pero las cosas no tardan en complicarse: la novia de uno de los miembros de la banda es quien ha dado el soplo sobre el furgón, pero Parker sospecha que planea traicionarlos, y de pronto aparece por allí el chófer del cirujano, porque alguien lo ha liquidado y Parker es uno de los sospechosos… Y es que no es fácil huir del propio pasado.
Después de la imprescindible «A quemarropa», esta segunda entrega de la serie que Donald Westlake, con el seudónimo de Richard Stark, dedicó a Parker, retoma a uno de los personajes más potentes de la novela negra de la segunda mitad del siglo XX: un asesino profesional, frío y despiadado, pero que se mueve según un código ético personal e intransferible. Un personaje perturbadoramente fascinante, que solo mata cuando es estrictamente necesario, pero cuando ese momento llega, es implacable.
Parker no tiene problemas, los causa. Él dejó dinero en aquel pueblo, no importa que fuera robado, y el dinero ha desaparecido. Parker no tiene problemas, los problemas los tiene la mafia local si el dinero no aparece…
«Nadie es capaz de describir con mayor maestría que Donald Westlake (Richard Stark) este escenario: el ámbito del crimen y, en él, un antihéroe implacable, obsesionado por una idea fija en un mundo que ignora la moral».
THE NEW YORK TIMES
La señorita Packington se sentía sola, desesperanzada y enormemente sola. Pero su vida cambió cuando vio un anuncio en el periódico: «¿Es usted feliz? Si no lo es, consulte al señor Parker Pyne, 17 Richmond Street».
Diestro por igual en ensamblar las piezas de un matrimonio o las de un asesinato, Parker Pyne se revela en estas doce historias como el menos convencional de los detectives privados. Y, ciertamente, como el más encantador.
Para la mayoría de las parejas, una cena tranquila en el Auberge de la Reine Blanche, en la Île Saint-Louis, sería el marco ideal donde limar las asperezas propias de todo romance, pero para Delilah, una atractiva agente del Mossad, y John Rain, un sicario que intenta abandonar ese mundo, las cosas nunca son fáciles. Y, en cuanto Rain ve a un grupo de hombres de aspecto rudo merodeando fuera del restaurante, se da cuenta de que cierta empleada se ha traído el trabajo a casa. ¿Un intento de asesinato… o algo aún peor? Cuando se trata de matar, los negocios y el placer son la combinación más peligrosa.
Alertados por una inquilina preocupada porque uno de sus vecinos lleva tiempo sin dar señales de vida, dos policías encuentran el cadáver de un anciano sobre la cama. El análisis forense dictamina que fue asfixiado. El registro del domicilio del difunto saca a la luz unos recortes de prensa sobre una joven que en 1944 fue estrangulada y cuyo cuerpo fue depositado en la parte trasera del Teatro Nacional de Reikiavik. ¿Pueden ambas muertes estar relacionadas pese a las seis décadas que las separan? Entrelazando el presente con el pasado y recurriendo a dos atípicas parejas de detectives, Indridason traza la inquietante y compleja línea que une ambos casos, marcados por la violencia contra las mujeres y la aparición de intrigantes elementos sobrenaturales. En el trayecto, el lector se ve transportado a la Islandia de finales de la Segunda Guerra Mundial, momento en que la presencia de las tropas americanas provoca fuertes tensiones entre una población, muy apegada a las leyendas y supersticiones, que cree en elfos y acude a sesiones de espiritismo. Una doble investigación trepidante con una impecable recreación histórica que consolida a su autor como un referente de la novela negra nórdica.
En un aeropuerto alemán, en Fráncfort, un diplomático británico de categoría menor es abordado por una mujer joven de forma sorpresiva. Ella le ruega que, mediante un astuto plan, él le ceda su identificación y su pasaje a Inglaterra, pues corre peligro mortal. El vuelo original de ambos iba a detenerse en Ginebra antes de proseguir hacia Londres, pero por el mal tiempo fue desviado a Fráncfort, donde se han detenido, y la misteriosa viajera, que lleva un nombre griego, debería abordar una nueva conexión a Ginebra. Sin embargo, no debe volar hacia Suiza si quiere seguir con vida, o ésa es la historia que le cuenta al diplomático…
Un coche a toda velocidad, un brazo con un extraño tatuaje azul y el profundo dolor por el rapto de su hijo. Eso es todo lo que recuerda Sibylle cuando despierta en una fría y amenazadora habitación de hospital. Es entonces cuando descubre que lleva dos meses en coma, pero lo más sobrecogedor es que el personal del hospital le indica que, en realidad, ella nunca ha tenido hijo alguno. Sabiéndose de algún modo en peligro, Sibylle consigue escapar y dirigirse a su casa, donde la pesadilla, lejos de desaparecer, se agudiza cuando su marido dice no conocerla. A partir de ese momento, se irá introduciendo en una espiral cada vez más enloquecida, dónde nada es lo que parece, ni siquiera ella misma: policías corruptos, empresas sin escrúpulos y un increíble hallazgo que amenaza la paz mental de Sibylle, quien sólo podrá contar para aclarar lo ocurrido con su maltrecha memoria y un par de desconocidos. Una novela impactante, que se introduce en uno de los peores temores del ser humano: ¿Qué ocurriría si el mundo que conocemos hubiera dejado de existir?
Tras abandonar el CNI, MacMillan vive retirado en un pueblecito de la costa de Cádiz, consagrado a su huerto y sus perros, y se gana modestamente la vida con trabajos puntuales como investigador privado.
Todo es calma y placidez, o al menos lo parece, hasta que conoce a la exquisita y amabilísima señora Donnelly, matriarca de una de las grandes familias vinícolas de Andalucía, quien le encarga investigar la muerte de su hija Nora, salvajemente asesinada unos años atrás.
En 1973 el atentado que acabó con la vida de Carrero Blanco conmocionó a España. Con este hecho histórico como punto de partida, los autores de esta novela elaboran una compleja trama cargada de conspiraciones, violencia y humor.
Patricia Bucana es una periodista inquieta, irreverente, vocacional y solitaria. Sus fuentes en la policía le filtran la noticia de su vida: dos presuntos miembros de los servicios secretos franceses han sido detenidos en Barcelona, con un poderoso y sofisticado armamento, cuando presumiblemente se disponían a perpetrar un magnicidio. Los servicios secretos españoles y franceses, aliados en la lucha contra el terrorismo, lanzan un tupido velo sobre el caso. Paralelamente, los Mossos intentan capturar a un sádico violador y asesino de prostitutas que actúa en la ciudad condal. Estas dos líneas argumentales irán poco a poco convergiendo a medida que avanza la investigación de Patricia. La joven periodista deberá ir recomponiendo las piezas de un caso en el que se acaba involucrando más allá de lo profesional, tanto sentimentalmente como peligrosamente hasta el punto de arriesgar su vida. Descubrir la verdad se convertirá en una aventura de continuo cuestionamiento personal y de autoafirmación, en que tendrá que poner a prueba sus principios y obligaciones como periodista y sus objetivos vitales, a menudo contradictoriamente.
La periodista Patricia Bucana se lanza a la apasionante misión de desentrañar la verdad en un mundo marrullero, confuso y podrido en el que nada es lo que parece ni nada es lo que debería ser. Sus averiguaciones y su implicación la empujan al precipicio, a las cloacas de la sociedad. «Cerdos y Gallinas» habla de corrupción policial y periodística, de un mundo gris de traiciones y mentiras. Nos sitúa en el punto exacto en el que están las relaciones entre jueces, policías, periodistas y la delincuencia organizada, tanto la de pistola en ristre, como la de cuello blanco.
Cuando Patrick Abbot se dispone a casarse, un cliente inesperado se presenta en sus oficinas de investigación y solicita sus servicios en una forma que consigue intrigar a Pat. Pero le recomienda que utilice los servicios de otro «detective»; con lo cual salva su propia vida, pues no tarda en enterarse que su colega ha sido asesinado. Entonces se decide a intervenir, con boda o sin boda, viéndose mezclado en una sucesión de acontecimientos a cual más emocionante. ¿Claves para descifrar el misterio? Una sola: una violeta amarilla encontrada junto al cadáver… Y otras violetas amarillas aparecerán junto a otros cadáveres…
Esta es la primera novela con la que Frances Carne se da a conocer al público de habla española. El detective Patrick Albott, simpático y atlético mocetón, cuyas características más importantes son la modestia y el valor, se encuentra en plena luna de miel, en Nueva York, en vísperas de embarcar para la guerra como parte del grupo de «marines», orgullo de Estados Unidos. Los pocos días que el matrimonio Albott dispone en la ciudad de los rascacielos no son tan apacibles ni dulces como ambos desearían: tres crímenes se cometen en la familia de unos amigos, y hasta la vida de los Albott corre peligro.
El teniente Pat Abbott y su esposa Jean se hallan transitoriamente en Nueva Orleans, la pintoresca capital de Louisiana llena de reminiscencias de la época colonial. Superpoblado a la sazón el famoso Barrio Francés, Pat y Jean tienen que alojarse en la casa de una familia de abolengo criollo, cuyo apego a los rancios convencionalismos aristocráticos no es más que un telón que oculta una verdadera tormenta de odios intestinos. Y el drama que flota en la atmósfera del caserón se confirma trágicamente. Una noche Jean encuentra un cadáver casi en la puerta de su dormitorio. Los acontecimientos se desencadenan, y la simpática pareja tiene más de una ocasión de ayudar al detective encargado de esclarecer el misterio.
La pareja de detectives Pat y Jean Abbott están de vuelta en San Francisco al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Una noche la pareja ve como un coche se empotra en una boca de riego, con un cadáver en su interior. El muerto es el marido de una buena amiga de los Abbotts, Nancy Leland, del que estaba separada. Nancy es sospechosa del asesinato, los Abbotts están implicados en dos asesinatos más y algunas otras actividades ligeramente ilegales. Una cadena macabra de pistas aparentemente sin relación les lleva al asesino y a una solución que resulta de lo más interesante a la Oficina General de Narcóticos.
Pat y Jean Abbott están de vacaciones en Key West con su amigo, el capitán Bill Jonas de la policía de Nueva Orleans. Cuando su capitán de barco de pesca favorito encuentra un cuerpo en su barco, apela a Pat para ocultar el caso —como muchos nativos de Key West en aquellos días, desconfiaba del departamento de policía con escaso personal—. Pat no le encubrirá, pero encontrará al asesino.
Pat y Jean son invitados por parientes lejanos para quedarse en la finca Black Cypress en Laguna Beach. Parece que uno de los parientes lejanos y poco agradable de los Abbott, Enid Ponsonby, está siendo vigilada por una mirada asesina, y Pat y Jean son llamados por sus talentos de detective. Como acto de bienvenida, un lanzador de cuchillos experto ofrece a Jean una puntiaguda muerte, que apenas tiene la oportunidad de declinar. A la mañana siguiente, un visitante no deseado de Nueva Orleans es descubierto en la propiedad en la base de un acantilado, después de haber tomado un atajo desde la parte superior. Los Abbotts se enfrentan a una serie de personajes cuyas relaciones disfuncionales entre sí aseguran que el caso no sea un paseo por la playa.
El problema comenzó cuando Jean Abbott condujo a Dallas para encontrarse con su esposo Pat, llevando a su perro Pancho con ella. Al no admitir perros en el hotel Pancho fue acogido por Sally, la hija del cliente de Pat, el rico petrolero Iles Dollahan. Eso tuvo consecuencias ya que Pancho fue el responsable del descubrimiento del cadáver en el césped de los Dollahan. Los Dollahans secretos e independientes querían que la muerte se tratara como un accidente, especialmente porque la víctima no tenía enemigos. Pero Pat tuvo claro desde el principio que estaba ante un asesinato y esto complicó bastante la vida de Jean.
Pat y Jean Abbott están de vacaciones en Kentucky, visitando a los viejos amigos de Pat, Rob Murray, su hermana Faye y su hija Alexis. De hecho, son casi los primeros a los que llaman cuando Rob encuentra a su entrenador muerto. El médico local quiere llamarlo suicidio, pero Pat cree que es un asesinato. También está la rubia del título, que se desmaya frente a la puerta de la habitación del hotel de los Abbot, alegando que tiene una afección cardíaca intermitente. Y hay varios otros personajes interesantes en Lexington con los que los Abbotts se encontrarán antes de que un asesino sea acorralado.
Aunque Pat y Jean Abbott están en París, pasan la mayor parte de su tiempo con un grupo de estadounidenses, todos sospechosos del reciente asesinato de una joven secretaria, de la que se rumorea que es la hija, o posiblemente nieta, de la rica aristócrata que la empleaba. La persona elegida para ocupar su puesto como secretaria es considerada la principal sospechosa de su asesinato