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Bolsilibros - Thanatos (Ed. Forum) 19. El demonio del infierno verde, de Burton Hare

Novela, Terror

Habían llegado con ligeros intervalos a pesar de la tormenta. Otras veces se habían reunido en la sombría mansión de los Lonergan, aunque nunca por un motivo como el que les había traído esta vez. Fuera, el viento bramaba como una fiera salvaje enfurecida, azotando los muros alzados cientos de años atrás, arrojando cataratas de lluvia contra los cristales de las ventanas y haciendo crujir puertas y postigos.


Bolsilibros - Thanatos (Ed. Forum) 22. ¿Muñecas? ¡No, gracias!, de Alan Parker

Novela, Terror

Se refería a la preciosa muñeca ataviada como a principios de siglo y con unas mejillas coloradotas que ella había ganado en el Club 46 al responder acertadamente a la pregunta que le había hecho el animador: «¿Quién descubrió América?»


Bolsilibros - Thanatos (Ed. Forum) 23. Los embalsamados, de Curtis Garland

Novela, Terror

Eran días risueños para la ciudad. Acababa de inaugurarse aquel primero de mayo la magna Exposición Universal, bajo las amplias bóvedas del Palacio de Cristal. Era la primera gran eclosión económica e industrial de una nueva era que se las prometía felices.


Bolsilibros - Thanatos (Ed. Forum) 25. La máscara de carne, de Curtis Garland

Novela, Terror

Los ojos de la muchacha dejaron de expresar el miedo. Ahora era el pánico, el horror, lo que se reflejaba en ellos. Miedo al ser que descendía por la escalera de caracol, con pasos lentos, con movimientos pausados. La rojiza luz del recinto de piedra dibujó una enorme, siniestra sombra sobre los muros de góticos porcheados.


Bolsilibros - Thanatos (Ed. Forum) 27. Poseída, de Frank Caudett

Novela, Terror

Y lo aceptó con tal espíritu de sacrificio que en muchos momentos comenzó a dudar de sí misma acabando por admitir la posibilidad de que, en sueños o sometida al influjo de algún poder maligno sin ella saberlo, hubiese recibido en su cuerpo la presencia física de un diablo enviado por el Príncipe de las Tinieblas, que hubiera engendrado en sus entrañas aquel fruto siniestro que había nacido sin ojos.


Bolsilibros - Thanatos (Ed. Forum) 29. Los pasos de los muertos, de Curtis Garland

Novela, Terror

La puerta de la fonda se abrió bruscamente. Entró un ramalazo de viento gélido, arrastrando llovizna fina y helada hasta las piernas de los que tomaban cerveza o whisky más próximos a la entrada, acodados en el pequeño mostrador donde la señora Saint John servía las consumiciones a sus clientes habitualmente.


Bolsilibros - Thanatos (Ed. Forum) 30. Viaje usted con la muerte, de Alan Parker

Novela, Terror

Esta historia podría comenzar como un cuento de hadas… 
Aunque les aseguro que no lo es. 
Había una vez un caballero muy rico y excéntrico llamado Antón Werner. No era ni muy alto ni muy bajo, ni muy guapo ni muy feo. En una palabra, era un individuo del montón aunque cargado de millones.


Bolsilibros: Selección terror 5. Propiedad del diablo, de Clark Carrados

Novela, Terror

El cuerpo de Caine osciló sobre las aguas, que se movían cada vez con más fuerza. Caine no decía nada; sin duda, estaba drogado, como todos los demás.
El cuerpo del hotelero quedó suspendido a un par de metros de la charca. De repente, algo emergió de las aguas.
Un estremecimiento de horror sacudió el cuerpo de Dinorah. Creys lo notó y agarró su mano con fuerza, como recomendándole serenidad. Ella creyó por un instante hallarse bajo el influjo de una alucinante pesadilla.
¿Era un saurio gigante? ¿Un animal antediluviano? ¿Una colosal serpiente de mar, prisionera de aquel reducido ámbito acuático?
La parte que se veía fuera del agua, cabeza, cuello y parte del cuerpo, medía cinco o seis metros de largo. La cabeza, sobre todo, era enorme, mayor que Boko y con una colosal bocaza, armada con unos dientes de aspecto escalofriante.
El cuello era muy grueso y relativamente corto, pues no mediría más de un par de metros de largo. Todo el animal estaba cubierto de grandes escamas de tonos verdosos y en el dorso aparecían unas prolongaciones óseas, como una larga cresta en forma de dientes de sierra.
El silencio era absoluto. De súbito, el monstruo emitió un horrible trompetazo.
Luego, alargó la cabeza. En el último instante, Caine, como saliendo de su torpor, pareció darse cuenta de la espantosa suerte que le habían reservado, y lanzó un horripilante alarido.
En el mismo instante, las fauces del monstruo se cerraban sobre el cuerpo de su víctima. Fue una dentellada brutal, mortífera; las dos mandíbulas, de un solo golpe, partieron a Caine, literalmente, por la mitad.


Bolsilibros: Selección terror 94. La danza de las arañas, de Clark Carrados

Novela, Terror

Johnny hacía esfuerzos inauditos para despegarse de la red. Tiró de un hilo con la mano derecha… ¡y la palma de la mano y los dedos se le pegaron al hilo!
La cosa velluda y oscura se hizo visible casi por completo. Encima de la cabeza de Johnny se oyó un rápido y siniestro tableteo.
Johnny escorzó la cabeza y miró hacia arriba. Un espantoso terror se apoderó de su ánimo en el acto.
La araña bajaba hacia él sin prisas, segura de su presa. Johnny empezó a gritar y a pedir socorro.
Su brazo izquierdo estaba todavía libre. En uno de los bolsillos tenía un pequeño cortaplumas. Podría cortar alguno de los hilos…
Pero la monstruosa araña seguía acercándose.


Bolsilibros: Selección terror 95. El jardín del diablo, de Burton Hare

Novela, Terror

Captó el olor. Humo. No muy lejos, alguien había encendido fuego. Recordó viejas lecturas de juventud, relatos de hombres con instintos primarios capaces de orientarse perfectamente aún en peores circunstancias que las suyas, Así que investigó la dirección del leve airecillo que soplaba bajo el follaje, husmeó como un perro de muestra y caminó al fin resueltamente. Casi media hora más tarde vio una luz amarillenta, destacando como el ojo de un cíclope en la inmensa negrura. Descubrió que era una ventana, y que la ventana pertenecía a una primitiva cabaña construida enteramente de troncos. Era asombroso que en pleno siglo XX aún pudieran existir semejantes construcciones…


Bolsilibros: Selección terror 96. Cinco viudas negras, de Clark Carrados

Relato, Terror

Weghson empezó a leer:
«Escribo este testamento en pleno uso de mis facultades mentales, según podrá declarar el doctor Mortimer Simpson, que me ha reconocido en la mañana de este día. Por tanto, no hay locura alguna ni desvarío en cuanto escribo.
»Mis herederos quieren asesinarme. Ellos lo negarán, lo sé muy bien, pero ya no pueden aguardar más a heredar mi fortuna. Los unos por ansiosos, los otros por tramposos, todos por codicia, quieren empezar a disfrutar cuanto antes del dinero que he acumulado a lo largo de sesenta y ocho años de vida. No quiero privarles, en parte, de cierto disfrute de la vida; por tanto, cada uno de ellos recibirá la suma de cinco mil libras esterlinas, que les serán entregadas en el acto, después de la lectura del testamento, por medio de sendos cheques que van incluidos en el sobre.
»El resto de mi fortuna irá a parar a cierto heredero, cuyo nombre no hago público en este momento. Cuando él lo juzgue oportuno, se presentará a hacerse cargo de todos mis bienes, acreditando su personalidad mediante un documento, que envié a su abogado, el cual, al tener noticia de mi muerte, escribirá a Malcolm Weghson, a fin de participarle detalles y circunstancias personales de su cliente y mi heredero universal.
»Pero pudiera ocurrir que, al igual que ha sucedido conmigo, mis herederos quisieran asesinar al otro. En tal caso, digo, toda mi fortuna irá a parar a obras benéficas, de modo que lo mejor será que disfruten de esas cinco mil libras antes de morir.
»Si, habéis oído bien, queridos sobrinos, antes de morir, porque, aunque cerréis mi tumba con una montaña de cemento y la aseguréis, además, con kilómetros de cadenas, yo saldré de ellas para castigar vuestro crimen. Tenéis cinco mil libras cada uno; disfrutadlas antes de morir.
»Lo creáis o no, yo saldré de la tumba para castigaros».


Bolsilibros: Selección terror 98. Lady Frankenstein, de Curtis Garland

Novela, Terror

Y tiró del pendiente.
Rasgó el lóbulo de la oreja de lady Jane Charity Brown.
Brotaron gotas de sangre del cadáver. Y ella, la difunta, la mujer ajusticiada en Newgate dos días atrás… ¡LEVANTÓ EL CUERPO, MIRÁNDOLES TERRIBLEMENTE!
Y un alarido de dolor escapó de los labios yertos.
Luego, mirándoles, con aquellos ojos suyos, acusó con voz que surgía de la propia tumba helada:
—Ladrones… Cobardes… ¿Qué hacéis con los muertos?


Bolsilibros: Selección terror 100. La madre de las serpientes, de Clark Carrados

Novela, Terror

Dayne recordó de inmediato. Wolsey, sí, uno de los miembros de la expedición al desconocido país de los wyambas, allá en el corazón de África, donde todavía, pese a la época, hay regiones en donde el hombre blanco no ha penetrado jamás.
Se decía que la expedición había hecho valiosos hallazgos arqueológicos, aparte, naturalmente, de trabar conocimiento con una tribu desconocida hasta entonces. Pero a Dayne no le preocupaban mucho esta clase de hechos y no había prestado demasiada atención al asunto.
Los guardias del coche desembarcaron y empezaron a poner orden en la acera y en la circulación rodada. Ya habían llamado a una ambulancia.
Antes de irse. Dayne lanzó una mirada al caído. El rostro de Wolsey estaba casi negro. Un estremecimiento de horror sacudió su cuerpo.


Bolsilibros: Selección terror 102. Monstruo en la Ópera, de Curtis Garland

Novela, Terror

El cuerpo yacía ante el armario, bañado en sangre. Todo aparecía salpicado de un vivo color escarlata. Incluso las ropas allí colgadas chorreaban un rojo espeso y viscoso, que repugnaba a la vista.
Bajo la cabeza de Shawn, la cantante triunfadora, la muerte había abierto una enorme, desgarradora hendidura que iba de oreja a oreja, y hacía escapar por la garganta femenina, lechosa y tersa, un raudal hemorrágico. Los ojos muy azules, más grandes que nunca, se clavaban, desorbitados, en algo que no podían ver allá en la oscuridad, entre las ropas colgadas, goteantes de sangre. En un muro impenetrable que formaba el fondo mismo del armario.
Pero Yvonne Jeffords, en un fugaz, rápido momento de inverosímil rapidez, creyó ver algo.
Por un instante de vertiginosa celeridad, sus ojos, su mente, su intuición misma, imaginaron captar una visión de pesadilla. Algo abominable e inaudito, algo que su propio cerebro rechazó de inmediato, como inviable.
Y, aun así, lo vio.
Era la faz de un monstruo. Y flotaba en lo imposible. Entre las ropas sangrantes del armario. Clavando precisamente en ella, en Yvonne misma, unos ojos malignos, cuajados de amenazas horripilantes.
Un rostro de pesadilla… salpicado también de sangre. De humana sangre, acaso procedente del cuerpo mismo de la desdichada Shawn Francis.


Bolsilibros: Selección terror 103. Más allá de la locura, de Burton Hare

Novela, Terror

En cualquier caso, fue bastante después cuando el ojo experto de Glenn comenzó a advertir algunas circunstancias espeluznantes en ese crimen.
En primer lugar, se dio cuenta de que aquella herida no había sido causada por ningún cuchillo. No le habían degollado, eso era indudable.
Más bien parecía…
Farrell sintió un escalofrío al pensar en ello.
Parecía como si el cuello del hombrecillo hubiera sido desgarrado por unos colmillos feroces, destruyéndolo casi por completo.
Luego, había otra circunstancia espeluznante, y era la sangre.
Una herida semejante debiera haber inundado la cama, empapado las ropas por completo.
Sin embargo, sólo había una pequeña mancha debajo de la cabeza y eso era todo. Parecía como si el asustado hombrecillo apenas hubiera tenido sangre en las venas, ni más ni menos.


Bolsilibros: Selección terror 104. ¡Quémate, bruja!, de Clark Carrados

Novela, Terror

Nancy Byngton, de trece años, contemplaba la horrible escena desde lejos. Unas vecinas compasivas habían intentado retenerla en su casa, pero ella había conseguido escaparse. Llena de horror, vio cómo ataban a su madre y amontonaban leña a sus pies.
El poste del suplicio era un gran árbol, de tronco recto y alto de más de veinticinco metros, situado en la cumbre de una pequeña colina que dominaba la pequeña población. Junto con la leña, había mezcladas grandes cantidades de paja y ramillas secas.
Los ejecutores se acercaron al montón de leña empuñando sendas antorchas encendidas. Entonces, Edwina viendo llegada su última hora, lanzó un gran grito:
—¡Pueblo de Kittsburgh, yo te maldigo por tu cobardía colectiva y por el crimen que cometéis conmigo! ¡Un día, este pueblo maldito arderá hasta los cimientos y en sus llamas perecerán todos los que me han condenado y sus descendientes…!


Bolsilibros: Selección terror 105. La red de la araña, de Curtis Garland

Novela, Terror

Corría de algo. Huía despavorido, convertido en un fantasma de terror. Sus ojos desorbitados, inyectados en sangre, habían sido testigos del mayor horror imaginable por cualquier ser humano. Sus oídos aún mantenían como impreso en ellos, en una imaginaria cinta magnética, los alaridos de un hombre enfrentado al más increíble de los espantos. A su propia destrucción inaudita.
Roy Porter estaba seguro de haber captado extraños chasquidos, crujidos de huesos humanos triturados, masacrados por un ente de pesadilla, por un monstruo horripilante que nadie podía imaginar.
Miraba atrás, alucinado, temiendo ver tras de sí aquella cosa , aquella sombra dantesca emergiendo de las oscuridades de la noche, en persecución suya, para que nunca hablara, para que jamás dijera a nadie lo que había visto, lo que había vivido…


Bolsilibros: Selección terror 107. El escudo del diablo, de Clark Carrados

Novela, Terror

Era ya tarde. El hombre de los ojos rojos voló por los aires, como un gran pájaro negro. Su capa revoloteó bajo la lluvia. Fue despedido a un lado y quedó tendido en el suelo, a cuatro o cinco pasos de la acera que acababa de abandonar.
Hossuth sintió que se le helaba la sangre en las venas. Un hombre había muerto por su culpa, pensó en el acto, mientras el conductor luchaba con el coche que zigzagueaba en la calle después del frenazo.
¿Y si el hombre tenía razón en querer llevarse a la muchacha consigo?, se preguntó Victor, acongojadamente. Podía tratarse de un policía, que se disponía a arrestar a una delincuente…
Sus ojos se fijaron con morbosa fascinación en el yaciente cuerpo que permanecía inmóvil bajo la lluvia, cuya intensidad pareció arreciar en aquel momento. De repente ocurrió algo extraño.
El cuerpo empezó a deslizarse hacia un desagüe próximo. Hossuth creyó ver como si la figura humana se hubiese aplanado de repente.
El agua arrastraba aquel cuerpo, convertido súbitamente en una delgada y flexible lámina negra. Ya no había facciones en su cara…, ni había cabeza ni ojos de color rojo. Todo era negro, absolutamente negro, y, aunque con algunos pliegues, plano, como un papel.
Aquella lámina fue arrastrada por el agua que corría junto al bordillo de la acera y por la que caía del cielo, y todo ocurrió en cinco o diez segundos. Antes de que el asombrado Hossuth pudiera reaccionar, el hombre de los ojos rojos había desaparecido por el desagüe.


Bolsilibros: Selección terror 108. ¡Arde, hermosa bruja!, de Curtis Garland

Novela, Terror

El machete silbó en el aire. Describió un centelleante semicírculo de acero, y cayó sobre un cuello femenino que empezaba a cubrirse de feas ampollas, bajo el efecto del fuego.
Un espantoso alarido de mujer escapó de la garganta que fue inmediatamente segada por el metal afilado. Un alud de sangre caliente, acaso más caliente que nunca, escapó del hondo tajo que, décimas de segundo más tarde, era un perfecto círculo escarlata…
Un círculo del que escapaba algo… Algo rematado por una cabellera negra como el azabache, ondeando al viento, crepitando de llamas breves que se extinguían…
Rodó la forma pesada, goteante de sangre, separada del tronco humano que ardía ya como yesca en la fogata, con los últimos espasmos bañados en rojo intenso y gorgoteante…
La cabeza de Devla, la bruja de Gorkoburg, era ya una piltrafa abrasada e informe, colgando de las cadenas ennegrecidas del poste de tormento, entre brasas y pavesas.
Algo más allá, una cabeza humana, una cabeza que fuera hermosa, antes de sufrir la monstruosa hinchazón violácea de la decapitación brutal, terminaba de rodar, finalmente… para hundirse en una profunda zanja, entre negros peñascos.


Bolsilibros: Selección terror 110. Seda y niebla para el asesino, de Curtis Garland

Novela, Terror

El alarido coincidió con el descenso de la hoja de acero, frío y centelleante, sobre la garganta rosada, salpicada de pecas, e incluso con un lunar muy nítido, justo en su centro, cerca de la nuez.
Todo eso se quedó inmediatamente bañado en un rojo violento. Brotó, gorgoteante, el tumulto escarlata.
El grito se convirtió en una especie de espeluznante berrido inhumano, a medida que el acero hendía la garganta.
El cuchillo largo, afilado, goteante de rojo, se apartó de su garganta con un chasquido casi feroz. Se despegó dificultosamente de la carne, a la que se adhería como un imán.
Unas manos enguantadas de negro, firmes y sin vacilaciones, empuñaban su mango. Fríos ojos mortíferos se clavaban insensibles, en la figura de mujer que se desmoronaba, ante ellos, en medio del caos sangriento en que se había convertido el angosto callejón sin salida, más allá del arco de piedra y de la luz vacilante de la farola de gas.