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Bolsilibros - El Orden Estelar 17. Las torres de Pandora, de A. Thorkent

Ciencia ficción, Novela

Pandora es, aparentemente, un mundo sin mayor atractivo que sus famosas torres, dos ciclópeas moles de un kilómetro de alto rematadas en unas enormes esferas cuyos constructores son unos perfectos desconocidos para los arqueólogos, ya que este planeta no llegó a ser colonizado por el Imperio y, cuando las naves del Orden Estelar llegaron allí, ya se alzaban sobre las infinitas llanuras de Pandora sin que nadie pudiera aventurar siquiera su indudablemente larga antigüedad. Pandora es ahora un mundo pujante gracias a su condición de nudo de comunicaciones que ha atraído a muchos aventureros en busca de fortuna... entre ellos a Adán Villagrán, un personaje que hace su primera aparición en esta novela para alcanzar posteriormente un protagonismo indiscutido en futuras entregas de la saga galáctica de Ángel Torres Quesada, aunque a causa de la irregular cronología de la edición de La Conquista del Espacio esta precuela apareció inicialmente con posterioridad a las novelas del ciclo clásico protagonizadas por Alice Cooper y Adán Villagrán.


Bolsilibros - El Orden Estelar 19. Los enemigos de la Tierra, de A. Thorkent

Ciencia ficción, Novela

Después del fin de la Primera Era, una vez desaparecido totalmente el Gran Imperio, los numerosos mundos que lo formaron, colonias y aliados, rompieron entre sí los lazos que les unían. Las distancias estelares recobraron sus infranqueables dimensiones, y las comunidades empezaron a ignorarse las unas a las otras, convirtiéndose en Mundos Olvidados.Muchos de estos planetas, carentes de la influencia de la Tierra, se sumieron en la ignorancia. Este caso fue comprobado en numerosas ocasiones, años más tarde, por las Unidades Exploradoras del Orden Estelar, entidad terrestre que surgió de las cenizas del extinto Gran Imperio. Pero la excepción existió. No una sola, sino varias. Tal vez el primer caso registrado, donde los olvidados habitantes de un planeta no perdieron la ciencia de sus mayores terrestres, fue localizado por la Unidad Exploradora Hermes. Mas, al cerrarse el expediente, se pudo comprobar que aquélla fue también la primera vez que el redescubrimiento de unos Mundos Olvidados fue proyectado por una pequeña fracción de sus habitantes. (De HISTORIA DEL ORDEN ESTELAR, por W. H. Hunt & Fohtl D. Mahin, Universidad Central Graliniana, Mundreil, Amares VIII.)


Bolsilibros - El Virginiano 39. Rumbo desviado, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—Esto va tomando forma. Por lo menos hemos conseguido dar vida a estas viejas maderas. ¿Qué opinas tú, Lynn? —Queda aún mucho por sanear en este viejo edificio. Pero estoy de acuerdo contigo, John... Confío en que haya valido la pena enterrar aquí nuestros ahorros. —No lo dudes. Tan pronto como esté instalada la vieja fragua que Henry nos ha facilitado podremos anunciar la apertura del taller. Quien verdaderamente va a lamentar no haberse instalado en Sacramento es nuestro colega de Davis. Se va a quedar sin la mayoría de los clientes.


Bolsilibros - El Virginiano 47. No hay plazo para el castigo, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Joan Drake hacía caminar al caballo que montaba, de una manera muy lenta. Casi a la marcha de una persona andando. Y miraba en todas direcciones. Sus ojos se movían con inquietud. Una vez ante una colina, subió con rapidez y desde lo alto contempló el valle que acababa de cruzar. Desmontó y se sentó en una roca. Y contemplaba el ganado que se movía por el rancho. Y como si hablara con alguien, dijo: —¡No hay duda que me están robando ganado! Y aseguraría quién es el cuatrero. Y hasta sé que la razón de ello no es el lucro. Esto se ha hecho muchas veces en esta tierra. Le suelen llamar «El Cerco».


Bolsilibros - El Virginiano 98. Acariciando los colts, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¡Fíjate, Jeff! ¡Eso sí que es una mujer de una vez! —¿Dónde vas? ¡John! Pero éste, no hizo caso y continuó su camino en dirección a la joven que tanto había llamado su atención —Disculpa, preciosidad. Verás... —¿Qué es lo que quiere? —Mí amigo y yo acabamos de llegar. Suponemos que esto debe ser Phoenix.


Bolsilibros - El Virginiano 112. Complot bien urdido, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El coche de Bradly llego a la ciudad, rodeado de los jinetes que le acompañaban, para recibir a su hija que llegaba del Este. Llevaba dos años sin aparecer por allí. Para Bradley constituía un verdadero acontecimiento la llegada de Doris. Quería que su hija fuera más instruida que lo había sido él. No le importaba que la suerte le hubiera favorecido hasta ser propietario de uno de los mejores ranchos que sin duda había por el Oeste. Sabía que no todos tienen la misma suerte. Había muchos que fueron compañeros suyos en la juventud, que no pudieron pasar de trabajar para otros.


Bolsilibros - El Virginiano 137. Aplicadles mi código, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

La diligencia, aquel cajón «rompehuesos» como algunos la definieron, en su chirriar constante acusaba con pronunciada brusquedad las deformaciones del terreno. Una bella joven vistiendo elegantemente a la usanza ciudadana, gesticulaba constantemente en expresión de protesta. —¡Oh, esto es horrible! —exclamó al salir lanzada sobre el compañero de asiento, un joven cow-boy quien a pesar de las inclemencias de los continuos accidentes geográficos, dormitaba tranquilamente—. ¡Le ruego sepa disculparme! No he podido evitarlo.


Bolsilibros - El Virginiano 146. El pistolero de Santa Fe, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

James sacudió la cachimba contra el suelo, haciendo caer los restos quemados de tabaco. Miraba a las nubes, preocupado. Abandonó el asiento junto a la puerta de la vivienda, guardando la pipa en el bolsillo de la chaqueta de gamuza. Fue hasta un almacén de leña, que estaba a unas cien yardas de la casa, y cogió un brazado de troncos, con los que regresó a la pieza. Los colocó en el hogar, y se puso a silbar una tonada que fue famosa años antes.


Bolsilibros - El Virginiano 147. Pueblos castigados, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Le ayudó a montar a caballo, dándose cuenta que todo el lado izquierdo del cuerpo de aquel hombre había quedado paralizado. Bozeman consiguió que el caballo herido caminara al tirar con fuerza de la brida. Respiró con tranquilidad el viejo al llegar al lugar donde se encontraba la mina abandonada. Se internó en ella con dos viejas mantas en las manos donde minutos más tarde descansaba el herido sobre las mismas.


Bolsilibros - El Virginiano 191. Jugada magistral, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Era una muchacha de belleza extraordinaria, esbelta, más bien alta para mujer, pero de contornos perfectos. Los que estaban en la posta contemplaban a la joven con admiración. Ella salió, decidida, y una vez en la calle vieron los que estaban en la sala de espera, que se quedó indecisa, mirando en todas direcciones. Uno de los empleados salió para indicar dónde había un hotel.


Bolsilibros - El Virginiano 228. Destinos cruzados, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¿Puedo echarte una mano? Así no conseguirás herrar a ese caballo. —¡Bill! ¡Qué alegría me da verte! Se abrazaron con viva emoción. —Deja que te vea bien... Has vuelto a crecer, condenado —rio el herrero. —Eso le hemos dicho su madre y yo.


Bolsilibros - El Virginiano 251. Luchar para no morir, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—Escuche, patrona —dijo Waco, entrando en la casa principal del rancho—. ¡Debe despedir a Alex! Etta miró extrañada a su capataz, preguntando: —¿Por qué? —Porque es un muchacho que no me gusta. —¿Quieres explicarme los motivos por los cuales no te agrada Alex? —Hay algo en él que no me gusta. Etta miró detenidamente a su capataz.


Bolsilibros - El Virginiano 254. Mañana habrá otro juez, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Una veintena de carretones se iban deteniendo, formando, según costumbre adquirida durante el largo viaje por tierra de indios, un círculo. El teniente fue a la parte en que un sargento ordenaba hacer otro pequeño círculo, con seis carretones más. —¿Qué tal, sargento? —preguntó el teniente. —Todo bien. Van alegres la mayoría. —¡Hola, teniente! —saludó el que hacía de jefe de estos vehículos—. Estamos cerca del Smith, ¿verdad? —Llegaremos pasado mañana.


Bolsilibros - El Virginiano 257. El odio de los Morley, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—Mira, Ney, ya estamos llegando a Abilene. Tu ayuda nos ha sido muy valiosa. Ven conmigo, los muchachos quieren darte las gracias. —Han demostrado ser excelentes cow-boy. Lástima que todos hayan nacido al otro lado del río Grande. Sin duda, tendréis problemas con esa gente. Frank Windsor se echó a reír. —Más de los que tú te imaginas... Es gente buena, Ney. ¿Por qué no han de tener el mismo derecho que nosotros? El que hayan nacido al otro lado de río Grande, como dijiste hace un momento, no supone ningún delito. Son mexicanos y lo tienen a mucha honra... Mi padre ha pedido ayuda a las autoridades.


Bolsilibros - El Virginiano 1003. Huracán devastador, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¡Ya está aquí el Huracán, Lorna! Alegra esa cara tan bonita. —¡Aparta esas sucias manazas! Me daría una gran alegría si se marcharan todos... ¿Qué propósito traen? —El de siempre, divertirnos. —¡Temo sus diversiones! —No tienes nada que temer, mujer. Esto es el Missouri; no hay la diversión que en el Nebraska. —¿Por qué no se han quedado allí?


Bolsilibros - El Virginiano 1086. El profesor «Colt», de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Los viajeros miraban con atención y curiosidad al último que ocupó su asiento. Les extrañaba su estatura poco corriente y su ropa que desentonaba de la mayoría. Iba vestido de ciudad, pero con un levitón que le llegaba poco más arriba de las rodillas, pero que por ser tan alto él podría servir de abrigo bien crecido a otro hombre de estatura normal o un poco alto. El levitón era negro, como el pantalón. De corbata llevaba una cinta del mismo color y estrecha, con una lazada vulgar y corriente en el centro del cuello.


Bolsilibros - El Virginiano 1111. Atraco a la diligencia, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El joven no se atrevía a decir que su padre le reñía constantemente y que, si iba a encontrarse con Crosby, era por ignorarlo ellos. Eran diarias las peleas con su padre por esa amistad que no agradaba en su casa. Su padre no quería comprender que era ya un hombrecito. Había cumplido los veintiún años.


Bolsilibros - El Virginiano 1113. Deseos de rehabilitación, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

No era un secreto para los habitantes de la región el odio que Enrique Mendoza sentía hacia los americanos así como a los mexicanos que les habían ayudado a apoderarse de California. La gran ilusión de don Enrique seguía siendo convertir California en una pequeña república o en un territorio independiente. La hacienda de don Enrique era tan grande, que no podía recorrerse en un día a caballo, pero no obstante, poco a poco había ido adquiriendo terrenos limítrofes hasta poseer una enorme extensión que dedicó a la cría de ganado, y en especial caballos, a los que era muy aficionado. Los suyos triunfaban casi siempre en las carreras de Monterrey.


Bolsilibros - El Virginiano 1115. Juicio prematuro, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¡Papá...! ¡Papá...! —¡Bob...! ¿Qué te ocurre, hijo? —¡Vienen a por ti otra vez, papá! ¡Tienes que esconderte! ¡Por favor, papá, te lo suplico...! —Tranquilízate, hijo. No existe ningún motivo por el que tenga que huir. Si vienen a buscarme me encontrarán aquí. Ahora, entra en la casa. La comida está preparada. ¿Qué te ha dicho Guy? ¿Está de acuerdo con la forma de pago que le hemos propuesto? —Ha sido Guy quien me pidió que te escondieras...


Bolsilibros - El vengador 1. Juramento cumplido, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

El valle está circundado a la derecha por el río Santa Clara y a la izquierda por el Ash, formando entre ambos un cerrado círculo, que solamente se abre al Norte con salida al Valle Escalante, próximo a la línea del ferrocarril. Los citados ríos van a confluir en el Virgin, que, en un gracioso recodo, se adentra en Utah desde Arizona, para volver a esta región e internarse en Nevada, dejando encerrado en una barrera fluvial los abruptos montes Walley, ingente cordillera recta y prolongada que avanza audazmente hacia el Norte, para morir enlazando con otro ingente monumento granítico llamado Monte Irom. Dentro de ese círculo se asienta Pine, protegido de los vientos del Este por la cordillera, y a todo lo largo del glorioso valle se asientan un buen número de ranchos prósperos y florecientes, que constituyen la mayor riqueza de este bonito rincón del país de los mormones. Pine, en la época en que empieza nuestra historia, contaría con un censo de unos dos mil habitantes, incluyendo en él todos los peones de los distintos ranchos alejados entre sí por un buen puñado de millas, pero adscritos al poblado con todos sus derechos ciudadanos de voz y voto.