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Bolsilibros - El vengador 2. Jack el zurdo, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La diligencia era un viejo armatoste, alto de caja, duro de armazón, pesado de ruedas, que llevaba rodando más de diez años sin que la casa de Postas se hubiese ocupado una sola vez de dar una mano de pintura a su deslucida armadura, ni en reponer el sucio y desgarrado paño que un día adornara por primera vez sus toscos asientos. Teomey, el mayoral, un tipo gordo y viejo, de arrugada cara tostada por el sol y los fríos, formaba parte integrante del vehículo. Fue el primero que poseyó el honor de conducir los cuatro fogosos caballos del tiro el día que se inauguró el servicio y durante todo aquel tiempo había vivido pegado al pescante, amenazando con no desprenderse de él hasta el día que el vetusto carricoche se deshiciese en una cuesta del camino, acabando así su gloriosa carrera.


Bolsilibros - El vengador 3. Presa trágica, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Austin, el estratégico y populoso poblado del Estado de Texas, uno de los lugares más concurridos del Suroeste de Norte América, hallábase aquella tarde más animado que nunca. Buen número de vaqueros, conductores de manadas de reses que hacían la llamada ruta de Texas, desde la frontera mexicana a Dallas, habían recalado en el pueblo con la animación y el ansia de divertirse, propia de quien ha pasado muchos días por los valles y cañones pendiente de las reses, sin más distracción que la peligrosa y agotadora que produce la conducción de los hatajos, y un anhelo loco de desquitarse de las fatigas de las rutas, animaba a aquellos hombres broncos y selváticos, que, cuando perdían el freno de sus nervios, eran peor que una «estampida» de los hatajos que conducían.


Bolsilibros - El vengador 4. Un sheriff a la medida, de Fidel Prado

Novela, Aventuras

El panzudo Ellem, con su abultado abdomen, sus piernas terriblemente arqueadas de montar a caballo, sus brazos cortos y musculosos y su apimentonado rostro, en el que el bigote era como un recto y áspero cepillo colocado bajo su nariz, y el pelo un reparto antiestético de vellones rizados de lana, había girado como un sacacorchos sobre el ancho tablón que cruzaba el espacio de lado a lado para evitar que los que tenían que pasar de un extremo al otro de la calle, se enfangasen de barro hasta la rodilla, y luego de iniciar unos movimientos de brazos, cómicos y estrafalarios, había caído de bruces sobre el fango, en el que hundió su abultado rostro como si pretendiese demostrar que era preferible bucear en el barro de la calzada que habitar en aquel poblacho escondido, donde la vida de la gente carecía de todo valor moral y espiritual. Y allí quedó como un objeto inútil y abandonado, con el brazo derecho extendido y en cuya mano aún aprisionaba como un tesoro la dorada manzana que estaba desayunando, cuando recibió al unísono y como si se hubiese tratado de uno solo, los tres proyectiles del 48 con que le obsequiaron los tres hermanos Saff, como prueba de reconocimiento por los «apreciables» servicios que en vida les había prestado.


Bolsilibros - El vengador 5. El rastro sangriento, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Sol King, «el Vengador», caminaba al trote lento de su caballo por un paisaje triste y deprimente, que la nieve hacía más angustioso aún. Diciembre se mostraba pleno de rigor. Un viento agudo como un cuchillo venía soplándole de espaldas desde que muchos días atrás dejase el Norte Salt Lake City, para emprender un camino largo y pesado siguiendo paralela la línea del Sud Pacific, y la nieve que había empezado a caer lenta, pero pertinaz, desde que cruzara por los montes Tintic, había alfombrado su camino de manera tozuda, amenazando con no permitirle divisar una brizna de hierba hasta que alcanzase el Llano Escalante, próximo al rincón de Utah donde viera la luz primera. Sol, tras haber resuelto algunos asuntos terribles en diversos lugares del Oeste, sintió un día el aguijón de volver, siquiera fuese para tomarse un descanso, al pequeño y riente pueblo donde había sido tan feliz hasta la muerte de su padre, y sin saber por qué, guiado por un impulso irrefrenable propio de su carácter decidido, tomó el camino más corto desde el Norte de Utah y se dirigió hacia Pine, añorando volver a contemplar unos ojos negros y profundos que un día dejaran huella en su ánimo y que de manera muda, pero elocuente, le hicieron una promesa de amor que estaba seguro de merecer algún día, cuando diese por conclusa la misión que se había impuesto cumpliendo el juramento que hiciese ante la tumba de su padre.


Bolsilibros - El vengador 6. El jinete fantasma, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Sol King, «el Vengador», caminaba alegremente por la llanura endurecida por las heladas del mes de enero. Había dejado muy a la espalda Milford, donde resolviera de una manera trágica el misterio de la muerte del ranchero asesinado alevosamente por su sobrino Link, y ahora se aproximaba rápidamente a las tierras que le vieron nacer y donde suponía que alguien se acordaría de él y le estaría esperando con cierto anhelo. El día, aun frío, había sido soportable. El sol lució entre jirones de nubes plomizas, que poco a poco el viento fue barriendo hacia el Norte, y Sol, bien abrigado con su manta de recia lana, recibió con gusto la caricia del aire, cargado de imperceptibles agujas de nieve arrastradas de los montes, que se le clavaban en el atezado rostro. El joven sentía un ansia loca de volver a Pine. Había dejado en él algo que no se apartó de su memoria durante los varios meses que había empleado en recorrer parte del Oeste en busca de aventuras dramáticas y se sentía sin fuerzas para continuarlas, si antes no dejaba reposar su espíritu bajo el fuego de unos ojos negros y expresivos, que se habrían clavado muchas veces en la llanura, con ansia, oteando el camino en una espera infructuosa de su regreso.


Bolsilibros - El vengador 7. La charca envenenada, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Una tibia y soleada mañana de principios de otoño avanzaba por el valle Escalante, camino de Walley Pine, un jinete montado en un precioso caballo bayo, el cual, a juzgar por el polvo que cubría sus flancos y lo que se marcaban en ellos los huesos de las ancas, debía haber realizado una larga y áspera caminata y debía tener sobre sus cascos muchos cientos de millas de recorrido. El jinete, a pesar de que el sol era agradable y la mañana no se manifestaba hostil, viajaba envuelto en su manta de recia lana. Se apretaba ésta al cuerpo con cuidado y las alas de su polvoriento sombrero se inclinaban sobre sus ojos como si tratasen de ocultar su rostro. A pesar de esta precaución, podía apreciarse en la cara del jinete las huellas del sufrimiento. Los ojos le brillaban como si en ellos ardiese el rescoldo de una viva fiebre, tenía los pómulos reciamente marcados, los labios exangües y las orejas traslúcidas. No obstante, se descubría en él la energía y la voluntad para resistir la fatiga del viaje, y cualquiera que se hubiese cruzado con él en el valle, le hubiese reconocido al punto, a pesar de las huellas que una aparente enfermedad o dolencia habían dejado en sus rasgos.


Bolsilibros - El vengador 8. El tigre de Sierra Blanca, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Era alrededor de las dos de la tarde cuando Sol King, «el Vengador», hacía su entrada en Sierra Blanca, un pequeño y lindo pueblo de la frontera de Texas con México, a no muchas millas del famoso río Grande. Sol había caminado muchas millas a lomos de «Stard», para, desde el sudoeste de Utah, atravesar la región del Colorado y, bordeando los montes de San Juan, en Nueva México, alcanzar el curso del gran rio hasta El Paso, la dinámica y turbulenta ciudad divisionaria, donde todos los abigeos, ladrones de caballos, tahúres, indeseables y pistoleros del Oeste se reunían con la mirada fija en el río para pasarlo a nado a la primera señal de alarma que se produjese. En El Paso había podido observar tipos bastante extraños que tentaron sus deseos de echar el ancla allí y esperar a que surgiese algún estruendoso lance en el que intervenir; pero intrigado por el consejo del sheriff de Lund, que le recomendó se diese una vuelta por el famoso pueblo, había dejado setenta millas más atrás El Paso y, siguiendo las estribaciones de la cordillera, había alcanzado, por fin, Sierra Blanca.


Bolsilibros - El vengador 9. El rapto de Magde Climpson, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

En el Oeste había muchos indeseables que enviar al otro mundo como una medida de profilaxis social; pero, entre todos, tres se destacaban por sus actividades peligrosas y por sus depreciaciones condenables. Uno se llamaba Ben Hard («el Cruel»), y operaba en Nevada, en la raya de Utah. Tenía por guarida los montes Calientes, junto al río Mudly, cerca del Colorado, y su hoja de servicios, digna del mejor verdugo, era interminable. El segundo era conocido por Lee Slow («el Torpe»), aunque este apodo debía ser una ironía de sus admiradores, pues, si era tardo para algo, sería para todo menos para disparar su terrible colt. Operaba en las planicies del río Owikee, en Idaho, muy próximo a la divisoria de Utah, y se ignoraba dónde hallaba refugio cuando se veía acosado por los sheriffs y sus ayudantes. Y al tercero se le conocía por el apodo de «el Flaco», pues, realmente, Bob Lank era flaco como un pollino del desierto, pero ágil como una ardilla y escurridizo como una anguila.


Bolsilibros - El vengador 11. La garganta del muerto, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

En el Oeste había muchos indeseables que enviar al otro mundo como una medida de profilaxis social; pero, entre todos, tres se destacaban por sus actividades peligrosas y por sus depreciaciones condenables. Uno se llamaba Ben Hard («el Cruel»), y operaba en Nevada, en la raya de Utah. Tenía por guarida los montes Calientes, junto al río Mudly, cerca del Colorado, y su hoja de servicios, digna del mejor verdugo, era interminable. El segundo era conocido por Lee Slow («el Torpe»), aunque este apodo debía ser una ironía de sus admiradores, pues, si era tardo para algo, sería para todo menos para disparar su terrible colt. Operaba en las planicies del río Owikee, en Idaho, muy próximo a la divisoria de Utah, y se ignoraba dónde hallaba refugio cuando se veía acosado por los sheriffs y sus ayudantes.


Bolsilibros - El vengador 12. Se ha fugado un preso, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

ELKHORN era una localidad situada junto al Little Sandy, entre los montes Atlantic Peak y Tabernacle Butte, y se asentaba en un llano rodeado de abundantes pastos salpicados de granjas y algunos ranchos que se amparaban en las estribaciones de las montañas. Una parte de dichos pastos había sido destinada a las ovejas con gran disgusto de los ganaderos que no podían ver a esta clase de ganado por los destrozos que produce por donde pasa; pero, a pesar de este odio, las ovejas, alejadas de los ranchos, no se mezclaban con éstos y habían sucedido pocos lances desagradables a causa de la rivalidad entre ganaderos y ovejeros. Barnes Parrish tenía su hacienda a milla y media del poblado, próxima al río. Una gran extensión de terreno cercado cobijaba un rebaño bastante crecido y sólo tenía como vecino a Bing, cuyos rediles, abandonados, se mostraban medio derruidos y sin nadie que cuidase de ellos. Las ovejas de Bing habían sido vendidas en pública subasta a raíz de la prisión de su dueño y el terreno, devastado e inculto, se mostraba reseco y amarillento, cubierto a trecho de yuyo y ortigas que crecían a su albedrío.


Bolsilibros - El vengador 13. Carne de cordel, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La situación del rancho «Doble Estrella» era lo más anómala que darse puede. Asentado en lo alto de una extensa meseta, en un cerro de Hanksville, próximo al río Dirty Devil, en Utah, estaba considerado como uno de los mejores ranchos de la región, y en vida, su propietario Adans Evert gozó de fama no sólo de excelente ranchero, sino de hombre probo, honrado y excelente sujeto. Evert fue hasta su muerte un soltero recalcitrante. Se aseguraba que fracasos amorosos en su juventud le llevaron a la misantropía y que renunció de por vida a las mujeres; pero, fuera cual fuere el motivo de su retraimiento amoroso, el caso fue que había llegado a los cincuenta y cuatro años sin pensar en el matrimonio, aunque tuvo excelentes ocasiones de verificar buenas bodas. Evert era un hombre fuerte y robusto, duro como el pedernal, con una salud que amenazaba hacerle centenario; pero un día sufrió, sin saberse cómo, unos ataques terribles de dolores que le privaron hasta del habla y en cuestión de pocas horas pasó a mejor vida.


Bolsilibros - El vengador 14. El clan de los Barrymore, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Sol King, «el Vengador», hallábase casi completamente restablecido de las heridas que sufriese en su última y trágica aventura, luchando con el sanguinario Alexis quien, sin la intervención de «el Jinete Fantasma», acaso hubiese dado fin de la vida del héroe del Oeste. Sol, sentado junto a la veranda del rancho de Magde, fumaba con aire distraído su negra pipa y tumbado en una cómoda hamaca, dejaba vagar sus ojos ardientes y agudos por el glorioso paisaje que se abría ante él. El verano se encontraba ya bastante avanzado y el valle, de un verde pajizo a causa del sol que quemaba la hierba, se extendía hasta donde se perdía la mirada, como una ondulante alfombra que el viento cálido del Sur mecía suavemente. Lejos, envueltas en resplandores dorados, se erguían casi como una línea indefinida las siluetas de los montes Valley hacia el Sur, en tanto que a su derecha refulgía la cinta de plata del río Santa Clara, cortando el valle como una enorme serpiente que tratase de esconderse entre los sembrados.


Bolsilibros - El vengador 15. El misterio del jinete fantasma, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Sol galopaba por la soleada y polvorienta carretera pidiendo a «Stard» todo cuanto éste podía dar de sí en la carrera. Era aquella la carrera de la muerte, que sería ganada por el que más resistencia tuviese para galopar y quien en el supremo instante manejase con más rapidez y maestría el revólver. Nada le importaba al «Vengador» que sus enemigos fuesen muchos y él uno solo. Lo principal era localizarles, descubrir la guarida de su cruel jefe, que después ya se las ingeniaría él para irlos batiendo uno a uno hasta llegar al salvaje cerebro que había ideado aquella repugnante emboscada. A la hora de galopar como un meteoro fue encontrando a los peones más rezagados. Sus caballos, menos resistentes, iban aflojando el trote, y aunque los jinetes, furiosos, les espoleaban sin piedad, los pobres animales no podían dar más de sí. Sol cruzó como una flecha por entre ellos, dejándoles atrás entre gritos de. salvaje alegría y sombreros que se agitaban en el aire, saludándole con cariño. Todos confiaban en él y el hecho de que se lanzase a semejante pelea en tan críticos momentos denunciaba que estaba dispuesto a no regresar hasta que el último de los forajidos hubiese mordido el polvo con el pecho atravesado a balazos.


Bolsilibros - Enviado Secreto 1. Misión: matar a Worldowner 2000, de Frank Caudett

Novela, Policial

Era un rostro extraño. Misterioso e irreal. Con unos ojos verdes, extraordinariamente verdes, penetrantes, profundos como un abismo hipnótico. Bronceada la piel del rostro. Firme la barbilla, enérgica, decidida. Sensuales los labios.


Bolsilibros - Enviado Secreto 2. Sésamo reta a D.A.N.S., de Clark Carrados

Novela, Policial

La habitación era de gran tamaño y forma circular, con grandes ventanales que permitían una cómoda visión del esplendente panorama que se divisaba desde aquel lugar. En el centro había una mesa de forma curiosa, en torno a la cual había sentadas siete personas. La mesa tenía forma de polígono de siete lados, cada uno de los cuales estaba ocupado por una persona. Seis de ellas eran hombres y una era una hermosa mujer de edad indefinible, tal vez por ello aún más hermosa y subyugante.


Bolsilibros - Enviado Secreto 4. Muerte en el espacio, de Burton Hare

Novela, Policial

Era una estancia agradable, sencilla y confortable. Unas estanterías abarrotadas de libros cubrían las paredes, algunos de ellos viejos y con encuadernaciones de cuero. Había muchos títulos en alemán. El hombre que permanecía sentado detrás de la mesa era de edad avanzada; sus facciones surcadas de arrugas eran las de un hombre de clara inteligencia, de alguien que en el curso de su vida se había enfrentado con multitud de dificultades, venciéndolas a costa de girones de su propia existencia. Todas las penalidades habían dejado su huella en aquel rostro que ya casi había perdido los rasgos de su ascendencia teutónica.


Bolsilibros - Enviado Secreto 5. Misión: Contra el Doctor Tinieblas, de Frank Caudett

Novela, Policial

Al instante, un zumbido suave pero continuado, dejóse oír en el interior de la estancia. Se extinguió la blanca luz, dejando paso a un verdoso tamizado. Y al tiempo que desaparecía la pantalla del televisor, un hueco rectangular abrióse exactamente debajo de la silla que ocupaba el profesor Glenn McAllister. Dos cilindros de acero, a modo de ejes, se dispararon desde el fondo de la abertura.


Bolsilibros - Enviado Secreto 6. Un espía a cada paso, de Clark Carrados

Novela, Policial

El expreso rugía atronadoramente en la noche, mientras descendía por la geografía italiana, en busca de las cálidas y soleadas tierras del sur. 
Sentado en un alto taburete, Bel Bassiter consumía indolentemente un refresco en el mostrador del vagón bar. A su derecha, una opulenta rubia removía dengosamente el azúcar de su taza de café. 
“Una guapa moza”, pensó Bel, contemplando de reojo a la espléndida mujer, cuya edad calculó comprendida entre los veintiocho y treinta años. Había un detalle que le disgustaba, sin embargo: el color del pelo se debía a la química.


Bolsilibros - Enviado Secreto 9. 002 contra Andromeda, de Frank Caudett

Novela, Policial

Muy serio y con cara de lechuza no había podido contenerse ya. El de los alborotados cabellos rubios y penetrante mirada azul mar se excusó en silencio ante la irónica risita que flotaba en los deliciosos labios de Carol. Sí, en los cementerios había que callarse, guardar respeto, llorar si era preciso. El ataúd, negro por supuesto, trasladado en hombros por aquellos que en vida tanto habían querido, admirado, apreciado y convivido con el finado, esperaba en tierra, inmóvil y siniestramente brillante, a que la sepultura fuese abierta.


Bolsilibros - Enviado Secreto 10. Cianuro con champaña, de Clark Carrados

Novela, Policial

El hombre era alto, delgado, de nariz aguileña, ojos oscuros y cabello ceniciento, mezclado ya con bastantes canas en las sienes. Vestía con sobria distinción y sostenía en la mano izquierda una larga boquilla negra con adornos de plata mejicana. Estaba en una amplia terraza, adornada con macetas y parterres floridos, disfrutando, como la mujer que se hallaba a su lado, del cálido sol de primavera a orillas del lago Thun, en el cantón de Berna. Con ojos complacidos contemplaba el maravilloso paisaje que se divisaba desde la villa en que residía.