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Bolsilibros - Salvaje Texas 166. La senda de los buitres, de J. de Cárdenas

Relato, Aventuras

—Muchachos, ahí están los hombres de Kinkaid. El que había hablado era un simple habitante de Sherry’s Crossing, una ciudad de Montana, y permanecía en una de las aceras de la calle principal, contemplando, con un grupo de amigos, la llegada de la manada conducida por los vaqueros tejanos. Eran hombres duros, enjutos, quemados por el sol y los vientos del desierto, por el humo y la pólvora, hombres violentos y agresivos que en innumerables peleas sangrientas habían aprendido a despreciar la vida propia y la ajena.


Bolsilibros - Salvaje Texas 845. La noche de los colts, de Alf Regaldie

Aventuras, Relato

Mark Wood asomó a la ventanilla de su departamento, en un vagón de primera clase, aprovechando que la dirección del aire enviaba el humo y las cenizas hacia la otra parte. A la vista quedaba ya la antepenúltima estación en lo que a su viaje se refería, puesto que el tren debería continuar hacia la costa del Pacífico. De no surgir nada anormal, le restaban unas cuatro horas de trayecto en el tren. Luego debía tomar su caballo, que viajaba en un vagón ganadero, para continuar hasta unas tres horas más.


Bolsilibros - Selección Terror 2. Anoche salí de la tumba, de Curtis Garland

Terror, Relato

«Anoche salí de la tumba.»Había temido tanto por ese momento…»Cuando uno muere y es amortajado, cuando la tapa del féretro se cierra encima, y se escucha el golpe seco de las cerraduras ajustando el fúnebre arcón, se sabe que de allí ya no va a salir el cuerpo, sino convertido en huesos salpicados de jirones de tejidos podridos, o acaso hecho carne corrompida, maloliente, con vello desordenado y los gusanos pululando en las vacías cuencas donde antes hubo unos ojos llenos de vida. Eso es la Muerte. De ella, no se vuelve. Nadie ha vuelto, que yo sepa. Yo, sí. Yo volví de mi ataúd para vivir una segunda existencia que nadie hubiese creído. Yo regresé de las tinieblas del panteón, como terrible emisario de ultratumba. Yo, Jason Shelley.»


Bolsilibros - Selección Terror 6. Mujeres vampiro, de Curtis Garland

Terror, Relato

… Y escrito está… El nosferatu nunca muere… El vrolok siempre vive en la noche, si la sangre de los vivos devuelve la vida a su cuerpo en reposo… Y aquellos a quienes muerda el vrolok, pasan a ser también no-muertos y obedecen cuanto él dice, y viven también en la noche… Y solamente aquel que sepa dominar y controlar a los hombres-vampiro, o las mujeres-vampiro, que tanto importa el sexo de los muertos-sin-descanso, será capaz de llegar a convertirse en amo de la vida y de la muerte… Así, las hermanas Todten, de la familia Todten de Transilvania, todos cuyos miembros tuvieron fama de vrolok o vlkoslak, que de ambas maneras se llama a los vampiros o seres-lobos, como en otras regiones eslavas más al Este se las denomina vurdalaks, todas ellas fueron en su día ajusticiadas por la ley británica en Yorkshire, en las postrimerías del siglo XVIII, cuando el gran justicia Geoffrey Stower, probó ante la Corte que todas tres eran mujeres endemoniadas, poseídas por el poder de los vampiros a quienes ellas dominaban a su vez diabólicamente, gracias a sus artes nefastas… Y probó el investigador religioso de entonces, el muy honorable señor Ralph Dorian, que todas tres debían ser sepultadas sin signos de cristiandad en sus tumbas, por mucha que fuese su fortuna personal, aisladas y condenadas de toda cristiana clemencia, porque su reposo eterno, tras la debida tortura y ejecución, eterno debía de ser. En caso contrario, ellas tres, sedientas de odio, de venganza y de sangre, poseedoras del poder satánico del mal, capaces serían de conceder a otros hombres el poder de su maldad, para pasar a ser sus leales servidoras como mujeres no-muertas o vampiros, Y ese poder, sólo mediante la sangre de otros seres vivos, goteando fresca en sus bocas yertas, aun después de la muerte, dicen los escritos de los sabios que podría retornar a ellas, si alguien profanase sus tumbas malditas por los siglos de los siglos…


Bolsilibros - Selección Terror 10. El discípulo de Frankenstein, de Curtis Garland

Terror, Relato

Aferró una sábana más, la tercera mesa a su derecha. Tiró violentamente, encarándose con otra macabra hilera de cuerpos ya cosidos por los precipitados cirujanos de la autopsia, descuidadamente, como si fuesen odres en vez de envolturas humanas…Una de esas figuras no era un cadáver devuelto por el Pabellón de Anatomía Forense. Por el contrario, vestía enteramente de negro, con ropas muy ceñidas. Yacía tendido entre dos helados cuerpos, sin importarle que el brazo de uno rozara su propio cuerpo, y una helada nariz casi se pegara a sus cabellos.Gritó roncamente el vigilante nocturno, alzando su pistola contra el intruso.Éste fue más rápido, apenas saltó sobre sí mismo, como movido por un juego de muelles, para mover su enguantada mano derecha y pegar un tajo bestial en pleno rostro del guardián, con un cuchillo largo y ancho como un machete.El alarido del infortunado conserje fue terrible, cuando su cara, virtualmente, se partió en dos, diagonalmente, allí donde el tremendo filo se hincara. La sangre saltó violenta, le cegó por completo, y salpicó de rojo las sábanas y los cuerpos céreos de los difuntos…


Bolsilibros - Selección Terror 11. La cabeza del muerto, de Clark Carrados

Terror, Relato

De pronto, vio alzarse ante él a una negra sombra y sufrió un fuerte estremecimiento.—Eh… ¿qué hace aquí? ¿Quién es usted?El sujeto estaba delante de una lámpara, lo que dejaba su rostro en sombras.—¿No me reconoces, Vilmorin? —dijo con voz tétrica.—¿Cómo? —Los dientes de Vilmorin castañetearon—. No… Imposible, tú…, usted… Te guillotinaron…—Así es. Me cortaron la cabeza. Pero he vuelto de la tumba para vengarme.El individuo retrocedió un paso y se situó directamente bajo la bombilla, al mismo tiempo que echaba hacia atrás la capa de alto cuello que le cubría. Lleno de terror, Vilmorin pudo ver la delgada línea roja que había en torno a la garganta del desconocido.—La marca de la guillotina —sonrió el intruso—. Es la misma que tú llevarás dentro de pocos momentos, pero… ¡para siempre!


Bolsilibros - Selección Terror 15. Niebla en Whitechapel, de Curtis Garland

Terror, Relato

Esperó todavía un poco más. Ahora se sentía más tranquila. Más segura. Desde Whitechapel Church, llegaron dos campanadas. Las tres y media. Había transcurrido demasiado tiempo. Y no sucedía nada. Quizá se dejó impresionar tontamente, a causa de los nervios que provocó en ella su acceso de melancolía de aquella noche, y la siguiente disputa con el marinero.«No puede suceder nada se dijo a sí misma. Es una tontería…».Se armó de valor. Arrebujóse bien en su raída capa. Avanzó, decidida. Asomó a la calleja para comprobar que no había nadie alrededor.Un alarido terrible brotó de su garganta.Fue el último…


Bolsilibros - Selección Terror 17. Yo, hombre-lobo, de Curtis Garland

Terror, Relato

Alzo la cabeza, mis ojos se clavan en el espejo dorado, de cristales tamizados para el reflejo.Un nuevo ronquido horripilante brota de mis labios, que ya son fauces. Mis colmillos han crecido. Babean de forma repulsiva. Mi rostro es una masa aplastada, velluda, de ojos sanguinolentos, enrojecidos y crueles. De mi nariz, convertida en un hocico húmedo, que despide mucosa y aliento maloliente.Ya no soy yo… Ya no me controlo. Mi mente se nubla, se vuelve todo rojo, se deforma, se distorsiona, como en una maldita pesadilla abominable.Ahora, ya queda poco del caballero Bellamy, dentro de estas ropas elegantes y bien cortadas. Ahora ya no soy siquiera un hombre, un ser humano…Ahora, yo…, yo, Claude Bellamy, soy…, soy… ¡hombre y lobo!Acabo de dejar de ser hombre para convertirme en lobo…Por las rendijas del balcón cerrado, se filtra una luz plateada. Es de noche. Medianoche. Y las nubes se han abierto.Hay plenilunio.Emito un rugido bestial, inhumano. Y me lanzo rabiosamente sobre la puerta cerrada. Me lanzo para abatirla, para buscar a mis víctimas futuras, ávido de sangre…


Bolsilibros - Selección Terror 19. El señor de los lobos, de Clark Carrados

Terror, Relato

—A mal sitio viene usted y en mala época, señor —decía el cochero—. No soplan buenos vientos en Schmüntzburg… Mejor dicho, yo diría que no han soplado jamás en este maldito pueblo… Parece como si pesara sobre nosotros una terrible maldición…—Vamos, vamos, Hans, no vaya a decirme que cree usted en supersticiones —exclamó Wittleman, riendo.—Hablo de hechos, señor, hechos horribles que creíamos fueran leyendas del pasado y se han convertido en realidades… Me refiero al conde Von Kinnus, por supuesto. En Schmüntzburg muchos creen que es el diablo en persona. Otros, en cambio, dicen que los verdaderos diablos son los cuatro perros que tiene, casi tan grandes como estos caballos, y, al lado de los cuales, el más fiero león africano resultaría un corderillo…»Unos dicen que son demonios que le obedecen y otros que son sus criados, que se transforman en fieras cuando él lo ordena. Yo le he visto galopar, seguido de sus perros y, créame, cada vez que eso sucedió, los pelos se me ponen de punta… Todos los perros son verdaderas fieras, pero el peor de ellos es la única hembra del grupo, una perra llamada Miffy…


Bolsilibros - Selección Terror 20. Cámara de los horrores, de Curtis Garland

Terror, Relato

Señoras y señores, al fin…Al fin hemos llegado a la…CÁMARA DE LOS HORRORESSu guía soy yo. Entren, entren, por favor. No se queden en la puerta. El frío que sienten en su nuca en estos momentos, no es el frío de una simple corriente de aire, sino… el helado aliento que surge de una tumba abierta…Pronto van a sentir también el fétido olor de la putrefacción humana.Y después… todo lo que está más allá de la vida, en las tinieblas de la Muerte y de lo Oculto, vendrá hacia ustedes…Cuidado. Pasen, pasen…No se preocupen de ese escalofrío que notan en la espalda, ni ese roce helado que toca su nuca ahora. Ni esa sensación de que les miran, les observan desde atrás, a espaldas suyas, en la oscuridad, debe de inquietarles…No, eso no es nada. Miren, miren ante sí… ¡y entonces sí sentirán horror!Pero es sólo diversión. Esparcimiento sano. Usted pagó ya su boleto. Entre, entre conmigo a nuestra única y maravillosa Cámara de los Horrores…¿Mi nombre? Ah, sí… Curtis Garland, querido amigo. Soy su guía. Sígame… sin temblar.


Bolsilibros - Selección Terror 22. La noche de los lobos, de Burton Hare

Terror, Relato

La mujer se irguió. Debía continuar huyendo, correr para escapar a aquello que había tras sus pasos, y que ni siquiera sabía a ciencia cierta qué era, en realidad. Pero sí sabía que estaba allí, acechándola en la oscuridad, convertido en negrura.Se apartó del tronco del pino, respirando con anhelo el gélido aire que dañaba su garganta.Inesperadamente, vio los puntos de luz. Una extraña fosforescencia a corta distancia, entre los troncos. Dos ojos, tal vez. Ojos verdes, salvajes…Su imaginación le sugirió cuerpos informes, horrorosos. Colmillos ensangrentados y garras capaces de despedazar su cuerpo estremecido…De nuevo corrió, tropezando, cayendo y levantándose una y otra vez, sin poderse librar de lo que fuera, que seguía sus pasos.Sabía que no podría escapar de aquel terror sin nombre. Ahora oía el extraño jadeo, brutal y quejumbroso, tras ella, en los lados…


Bolsilibros - Selección Terror 23. El descuartizador, de Clark Carrados

Terror, Relato

La señora Edwards había visto en sus bien conservados cuarenta años muchos fenómenos meteorológicos, entre los cuales, por supuesto, figuraba la lluvia, pero nunca había visto llover lo que aquel mediodía llovió en su jardín, cayendo de un cielo sin apenas nubes.De pronto, algo cayó de las alturas y se estrelló con sordo «chap», contra la hierba del jardín.El caniche ladró de nuevo. Luego se acercó a la cosa caída del cielo, la husmeó y volvió a ladrar. Finalmente, se arriesgó a cogerla con los dientes, hecho lo cual, volvió junto a su ama y le tocó en una pierna con su patita delantera, para llamarle la atención.La señora Edwards volvió la vista. Entonces pegó un chillido que se oyó en cientos de metros a la redonda.Tenía motivos para chillar. Lo que Potty sostenía entre sus colmillos era una mano humana, cortada a ras de la muñeca. Todavía había algo de sangre fresca en el sitio donde se había producido la amputación.


Bolsilibros - Selección Terror 31. Noche de espanto, de Ada Coretti

Terror, Relato

Resultaba evidente que uno de los presentes había cometido aquel crimen. Porque era un crimen ¡o algo muy parecido, o quizá aún algo peor! Pero ninguno de los presentes tenía las manos manchadas de sangre. Además, al encenderse las luces todos aparecieron en el lugar que estaban antes. Pero indudablemente uno de ellos había sido y la cuestión no tenía vuelta de hoja. Si no había nadie más, nadie absolutamente en varias millas a la redonda, ¿qué otra cosa podía deducirse?


Bolsilibros - Selección Terror 39. Depósito de cadáveres, de Curtis Garland

Terror, Relato

Era la Muerte misma.La más increíble y atroz apariencia de la Muerte. Su descarnada, purulenta presencia.Bajo el arrancado manto púrpura, estaba el horror mismo que una mente enloquecida podía imaginar. Encerrado en una urna de tapa de cristal.Un féretro macizo, con su superficie transparente, dejando ver en su interior aquella figura dantesca, propia de la más insólita pesadilla.El vestido verde, de brillante raso, empezaba a ensuciarse con la purulenta, nauseabunda baba de una putrefacción avanzada ya. Las manos eran regueros de gusanos, removiéndose en un caldo lívido que chorreaba de los dedos, puro hueso y carne putrefacta.En cuanto al rostro del cadáver allí guardado…El rostro era abominable, delirante.Sólo el dorado, largo cabello rubio, sedoso, que vieran antes en el retrato, se mantenía prácticamente intacto. Lo demás, era pulpa viscosa, carne putrefacta, adherida a jirones a la calavera de la mujer. La boca era un espumoso hervidero de gusanos, sobre los descarnados dientes iguales, nítidos como piezas de marfil. No había ya nariz. Y los ojos eran sólo dos cuencas vacías, oscuras, rezumando una viscosidad verdosa, entre la que se movían las criaturas repugnantes de la corrupción, como larvas de hediondez.


Bolsilibros - Selección Terror 41. Hombres rotos, de Clark Carrados

Terror, Relato

Tunstall quería evitar otro golpe y pegó un fuerte tirón, al mismo tiempo que Al daba un paso hacia atrás.Se oyó un horrible crujido. Tunstall se tambaleó, retrocediendo dos o tres pasos, con algo en las manos.Della emitió un horripilante alarido. Tunstall contempló, espeluznado, el brazo que tenía en las manos, arrancado a ras del hombro.Pero lo más espantoso de todo era que no brotaba una sola gota de sangre de aquel miembro tan inesperadamente separado del cuerpo. Como si fuese un reptil venenoso, Tunstall sacudió las manos y arrojó el brazo a un lado.


Bolsilibros - Selección Terror 44. Hálito de cera y muerte, de Ben Ramsay

Terror, Relato

Desde allí pude ver lo que ninguna otra persona ha logrado siquiera soñar en la más espantosa de las pesadillas.Me acurruqué en aquel rincón de forma inverosímil, retorciendo todo mi cuerpo, en un loco intento de pasar desapercibido.Podía decirse que no estaba ocurriendo nada, pero lo cierto era que todas las figuras de cera que tenía al alcance de mi vista, se estaban moviendo. Se balanceaban casi sin sentir, al compás de algún ritmo vedado a mis oídos.Les brillaban los ojos en la blancura lechosa de la sala, no con la fría indiferencia del cristal con que estaban fabricados, sino con un fulgor demoníaco de diversas tonalidades de rojo.¡Igual que relucían los ojos de Jane Meigs cuando se volvió a mí al pie de la escalera!No me importaba nada en aquellos momentos de angustia saber los diversos personajes que representaban, pero sí lo que estaban haciendo. Insensiblemente, vibrando sobre sus bases, se movían y formaban un pasillo cada vez más definido, desde la penumbra del fondo, hasta el lugar preciso donde yo estaba escondido.¡Las figuras de cera sabían que yo estaba agazapado allí!


Bolsilibros - Selección Terror 45. Bajo la ventisca, de Clark Carrados

Terror, Relato

Fuera, a diez o doce metros de distancia, una gigantesca sombra se movía con paso irregular, como desorientada en un terreno que le resultaba desconocido. Crest comprobó con asombro que medía al menos dos metros y medio de altura.La falta de visibilidad dificultaba la percepción de detalles. ¿Era un oso de dimensiones descomunales?Detrás de él, los perros ladraban desaforadamente. Aquel extraño ser captó de pronto la luz y se vino hacia la ventana. Instintivamente, Crest levantó la escopeta.Durante un segundo, divisó un rostro horrible, unas facciones que no eran humanas, pero que tampoco correspondían con los rasgos de un animal conocido. ¿Llevaba ropas el ser o era su propia piel lo que veía?De súbito, Crest oyó un grito a sus espaldas:—¡El monstruo, el monstruo!El ser dio media vuelta y, con velocidad increíble, se perdió en la oscuridad. Casi en el mismo instante, volvió a soplar el viento y su potencia hizo trepidar las paredes de la cabaña.Crest reaccionó y se volvió hacia la joven para preguntarle por las causas de su grito, pero, con gran sorpresa, se la encontró tendida en el suelo sin conocimiento.


Bolsilibros - Selección Terror 46. Las discípulas de Satán, de Adam Surray

Terror, Relato

Nicholas Duncan, con el rostro bañado en frío sudor, desorbitó sus atemorizados ojos. El terror y la incredulidad se dibujaron en sus facciones. Entreabrió los labios.Su voz fue apenas audible:—¿Quién… quién eres?Era una mujer la que le cortaba el paso.

Una mujer joven y de extraordinaria belleza. Se cubría con una negra túnica que le llegaba hasta los tobillos.—¿Quién eres…? —volvió a balbucir Duncan.La muchacha sonrió.Abrió su túnica.

Un traje-pantalón de una sola pieza se ceñía a su cuerpo como una segunda piel. En color negro. Muy brillante. Un ancho cinturón ajustado por encima de las redondeadas caderas. La hebilla del cinturón era circular.Y dentro de ese círculo representada la cabeza de Satán.En dorado metal. Los ojos eran dos diminutos brillantes que destellaban como bolas de fuego. Los afilados cuernos teñidos de rojo. Una sonrisa se dibujaba en aquel diabólico rostro.La voz de la muchacha sonó casi dulcemente:—Soy la enviada de Satán.


Bolsilibros - Selección Terror 48. La piel de mi cadáver, de Curtis Garland

Terror, Relato

¡Dios mío, no!Eso no... No es posible. No puede ocurrir...Ese cuerpo, ese cadáver, ese hombre muerto y ensangrentado que YO estoy contemplando desde aquí... no puede ser MI PROPIO CADÁVER.¡No puedo ser yo mismo!Y, sin embargo...Sí. Sin embargo, esas ropas, ese cabello, esa cicatriz, esa pulsera, ese rostro, esas manos... Son de Douglas Dern.Y Douglas Dern... soy yo.Yo, que estoy contemplando ahora... LA PIEL DE MI CADÁVER.


Bolsilibros - Selección Terror 50. La fábrica de estatuas, de Clark Carrados

Terror, Relato

La figura de bronce osciló con cierta violencia.—¡Cuidado! —gritó lord Guthford.Era ya tarde. La Venus broncínea cayó al suelo, contra el que golpeó con fuerza.—¡Oh, Dios mío! —exclamó Shorwin, sinceramente consternado.En la metálica superficie se habían abierto varias grietas, algunas de ellas de una anchura superior al centímetro. La parte superior del cráneo, con su artístico peinado a la griega, se desprendió como un copete y rodó a un lado.Un horrible hedor, insufrible, absolutamente nauseabundo, se esparció en el acto por el vestíbulo. Lord Guthford, no menos asombrado que los otros dos hombres, sacó un perfumado pañuelo y se lo puso ante la cara.Shorwin perdió su habitual impasibilidad, la famosa impasibilidad de todo mayordomo británico, y, volviéndose a un lado, vomitó.Por las grietas de la estatua salía un líquido verduzco en ocasiones, amarillento en otras, que no era sino materia en putrefacción. De la parte de la cabeza que se había roto, brotaba una masa de cabellos que habían sido originariamente rubios y que ahora poseían un color indefinible, mezclados con parte del cuero cabelludo, convertido en masa putrefacta y hedionda.