Los escalofriantes aullidos del perro más célebre de la literatura inglesa comenzaron a oírse en agosto de 1901. Por entonces aparecieron obras de H. G. Wells, de Kipling, de Yeats, de H. James, de Conrad, de Hardy. Ninguna pudo eclipsar el triunfo de El sabueso… Conan Doyle había escrito otras dos novelas y escribiría una cuarta, pero se perdía en explicaciones suplementarias que hacían exclamar a Holmes, como a don Quijote: «No sé qué le movió al autor a valerse de novelas y cuentos ajenos, habiendo tanto que escribir en los míos». Aquí, en cambio, supo mantener la tensión desde el primero al último capítulo. Holmes, muerto ocho años atrás, volvía a ser Holmes.
Sherlock Holmes había dado ya muestras de su genio en Estudio en escarlata y en El signo de los cuatro, pero los lectores no se dieron cuenta de su genialidad. Entonces a Conan Doyle —¿a Watson?— se le ocurrió la brillante idea de pasear al detective por una serie de relatos cortos. Empezó publicándolos en la revista Strand en julio de 1891. En octubre, cuando sólo se habían publicado tres historias, los editores le imploraban más aventuras de Holmes, el público agotaba las ediciones y Doyle subía sus tarifas. La presión del público era tal, que antes de terminar los doce relatos que componen este volumen, el autor empezó a acariciar la idea de acabar con su criatura.
Borges sospechaba que parte de su fama se debía al hecho de «haber ordenado en el lenguaje de nuestro tiempo las cinco o seis metáforas». Dickens suponía que los fantasmas pertenecen a dos o tres familias y realizan dos o tres cosas más o menos típicas de su condición. Y, sin embargo, en los seis cuentos que arman este volumen tenemos goblins, enterradores, asesinatos, aullidos del viento descolgándose por la chimenea, una engañosa luna becqueriana, parajes lúgubres y solitarios, un dedo helado que roza otra helada espina dorsal Nada falta para que el lector experimente esa suerte de delicioso susto que Edith Wharton llamaba «la gracia del escalofrío».
En «El problema final», la última aventura de Las memorias de Sherlock Holmes, Watson daba cuenta de la desaparición del «mejor y más inteligente de los hombres» que hubiera conocido. Los lectores se soliviantaron. Uno escribió a Doyle tratándole de «¡grandísimo bestia!» por haber sido cómplice de su muerte. Su propia madre le prohibió que cometiera tamaña tropelía.Diez años resistió el autor la presión intolerable de su personaje. Una mañana de primavera de 1894, el doctor Watson se desmayó por primera y última vez en su vida. Ahora sabemos que la causa fue el asombro que le causó la inesperada visión de un resucitado: Holmes había vuelto a la vida.
En la última página de El perfume de la Dama de negro supimos que el zar reclamaba a Rouletabille para solucionar un caso enrevesado, mientras el Comité revolucionario le amenazaba con no dejarle llegar vivo a San Petersburgo si aceptaba la oferta. Aquella misma noche Rouletabille tomó el tren. También Leroux, su creador, había estado como periodista en San Petersburgo, escenario de su novela. En medio de una red de envenenadores y asesinos invisibles, donde no faltan secuestros, suplantaciones, bombas vivientes y juicios sumarísimos, brilla la prodigiosa mente de Rouletabille, en uno de esos juegos de lógica que sólo pueden resolverse como un enigma o un jeroglífico.
Parece que Conan Doyle y el doctor Watson no tenían los mismos puntos de vista sobre el interés de las correrías de Holmes. Mientras el primero lo consideraba un entrometido que le impedía dedicarse a cosas «más serias», Watson se empeñaba en resucitar los casos que tenía cuidadosamente anotados en su archivo. La historia ha dado la razón al doctor y ha preferido la «agenda» del detective a todas las preocupaciones metafísicas de su autor. Y Watson, que era ya para Holmes «una de sus costumbres, como el violín, el tabaco… y otras quizá menos disculpables», abre la caja de las sorpresas y nos muestra un Sherlock Holmes «en el momento culminante de su carrera».
Los últimos años de la vida de Holmes, una época de cambio, se caracterizaron por un talante reflexivo y melancólico poco habitual en él. Sabemos que padeció una enfermedad y que abrió su corazón a un doctor Watson ya «reumático y envejecido». Si en la tumba de Conan Doyle figura el siguiente epitafio: «Temple de acero, rectitud de espada», cabe imaginar que al propio autor le hubiera gustado grabar uno semejante en la de Sherlock Holmes. O quizá lo ocultó sencillamente porque, para coronar la gloria de su detective, le bastaba atestiguar que Holmes, mientras enviaba su último saludo desde el escenario, desde su retiro sesentón escribía un Manual de apicultura.
Conan Doyle, que había ganado una fortuna con sus criaturas de papel, acabó dedicándola a sus entrevistas con los espíritus del aire. El país de la bruma, último libro de la serie del profesor Challenger, es casi un minucioso retablo de las creencias y prácticas espiritistas, en las que el autor acabó creyendo a pies juntillas, en su afán por superar la pérdida de sus seres más queridos.También Challenger lo hizo, tras una extraordinaria aventura, que le deparó vislumbrar «un futuro sin los límites del estrecho horizonte de la muerte, inmenso, lleno de posibilidades y creaciones infinitas gracias a la conciencia de la supervivencia de la personalidad, el carácter y el trabajo».
Cinco libros de relatos y cuatro novelas dedicó Conan Doyle a narrar los trabajos del infatigable detective Sherlock Holmes. En esta novela, que en realidad son dos, el doctor Watson empleó la misma técnica narrativa que en las dos primeras, técnica por cierto que Holmes había reprochado a su cronista, como don Quijote al suyo, pues no había para qué «valerse de novelas y cuentos ajenos, habiendo tanto que escribir en los míos». Los lectores, menos exigentes o más entregados, se lo agradecieron. El ingenio de Holmes brilló como siempre, mientras el lector recibía por añadidura una premonición de novela negra, en la que acaso se inspiró Hammett para redactar Cosecha roja.
Un hombre anticipa con ilusión el momento de reunirse con su esposa mientras ultima los preparativos de su nuevo hogar en Lisboa. Atrás queda una etapa de sus vidas en Nueva York marcada por el indeleble recuerdo del 11-S. Él se adelanta con la mudanza mientras Cecilia organiza el traslado de su proyecto científico sobre los mecanismos neuronales que rigen la memoria y el miedo. Un tranquilo barrio de Lisboa ofrece la promesa de un futuro que él se esmera en preparar con minucioso detalle. Pero incluso el refugio buscado y la rutina más apacible pueden resultar desconcertantes cuando la sospecha de una amenaza incierta altera su espera. «Tus pasos en la escalera» es una novela de suspense psicológico en la que la memoria, la razón y el miedo son los elementos que determinan la realidad tangible. Sutil y progresivamente Antonio Muñoz Molina muestra que, sometida a la lente de un microscopio, la realidad desvela fisuras que pueden derrumbar lo que con tanto cuidado nos hemos contado sobre nuestras vidas.
Un corazón dibujado con rouge, cruzado por un "te quiero" y firmado "tuya" le revela a Inés que su marido la engaña. Lo que sigue a continuación no sólo es un policial vertiginoso y atrapante, sino un retrato implacable de la vida familiar de la clase media.
El mundo de Karen Friedman se desmorona cuando su marido aparece entre la lista de muertos después de un atentado terrorista en la Grand Central Station de Nueva York. Ahora Karen tendrá que recomponer los retazos de su vida y cuidar de sus tres hijos. Por suerte, Charles, su marido, era un exitoso financista que le había dejado el suficiente dinero como para asegurarle un buen pasar. Pero de pronto se presentan en su casa un par de oscuros personajes que la interrogan sobre varios millones de dólares que estaban en manos de Charles y que habían desaparecido. Al tiempo que las amenazas se vuelven cada vez más reales, Karen se encuentra con que ha desaparecido todo el dinero que le dejó Charles, quien al parecer estaba envuelto en actividades bastante más peligrosas de lo que parecía. Como si eso fuera poco, mientras mira un reportaje televisivo sobre el atentado, Karen cree ver a su marido entre los sobrevivientes. Convencida de que Charles está vivo, con la necesidad de proteger a su familia de los hombres que lo persiguen, Karen entrará en una vertiginosa espiral de violencia y persecución y sólo contará con la ayuda del detective Ty Hauck, que está investigando un caso en el que también estaba involucrado Charles. Tras «Código azul», Andrew Gross ha vuelto a facturar un thriller de ritmo tan hipnótico y endiablado como los de su maestro y mentor James Patterson. Estafas internacionales, mentiras y asesinatos son los principales ingredientes de una novela de acción implacable que además responde a una inquietante pregunta: ¿Hasta qué punto conocemos de verdad a nuestros seres queridos?
Tres años después de la misteriosa desaparición de su padre, la arqueóloga Dilara Kenner dispone por fin de una pista. Se trata del nombre del ingeniero Tyler Locke y lo ha escuchado de los labios moribundos de un viejo amigo, víctima de un extraño incidente en pleno aeropuerto de Los Ángeles. Cuando el helicóptero en el que se dirige a la plataforma petrolífera de Locke cae en las gélidas aguas de Terranova, Dilara acepta por fin que su vida se encuentra en el punto de mira de un poderoso enemigo. Mientras tanto, los pasajeros de un avión privado parecen haberse desvanecido a 11.000 metros de altura. En su última comunicación, el piloto afirmó entre aullidos de dolor que su cuerpo se estaba derritiendo. Y ése es el destino que espera a gran parte de la humanidad a menos que Dilara y Tyler consigan detener a Sebastian Ulric, un fanático religioso que ha logrado hacerse con un arma antiquísima y con un poder de destrucción bíblico.
El ingeniero militar Tyler Locke y la experta en lenguas Stacy Benedict reciben la misma amenaza: la hermana de ella y el padre de él han sido secuestrados y para salvarlos deben resolver un antiguo acertijo y desactivar una bomba colocada en un ferry. Pero impedir la explosión es sólo el primer paso de una prueba creada por Jason Orr, un criminal que los fuerza a aceptar una misión aparentemente imposible: descubrir el secreto del legendario rey Midas en sólo cinco días. En una carrera contrarreloj para salvar a sus seres queridos, ayudados por un manuscrito de Arquímedes y perseguidos por uno de los clanes más peligrosos de la camorra italiana, Tyler y Stacy recorren media Europa y las calles de Nueva York en busca de la verdad que se esconde detrás de la leyenda.
Con «La muerte tendrá que esperar», Javier Valenzuela nos propone una obra netamente vitalista, quizá la primera novela negra pospandemia. A un Tánger que va dejando atrás el coronavirus regresan con fuerza las intrigas internacionales. El comisario Romero, astro tenebroso de las cloacas del Estado, planea una reconciliación secreta en la ciudad norteafricana entre don Juan Carlos I y su examante Corinna. Requiere para ello los servicios de Adriana Vázquez, la «femme fatale» de Tánger, que ahora trabaja en las relaciones públicas del Mundial de Qatar. Conjuras, sexo, fútbol, bulos y criptomonedas se entretejen, al modo de Las mil y una noches, en este elegante «neopulp», en el que las mujeres, marroquíes y españolas, reivindican con vigor la libertad de decidir sobre sus vidas.
¿Qué ocurrió realmente en la fiesta celebrada anoche? ¿Hubo alguna víctima? ¿Qué contiene la caja que nuestro jefe nos entrega en secreto, pidiéndonos que no la abramos, y dentro de la cual se detecta una agitación, un mínimo llanto? ¿Será un ser vivo o un mecanismo de relojería? ¿Quién es “esa otra persona que no nos interesa”, que suele aparecer en las relaciones de pareja casi siempre adosada al ser amado y de la que es imposible librarse? ¿De qué clase de apocalipsis huye esa familia que abandona la ciudad con lo puesto y termina vagando perdida por el bosque? En todos estos relatos hay un reverso de sombra, un vértice de silencio, algo que no se nombra directamente pero que es una invitación al lector para que se sumerja y participe en la construcción del sentido. Para que intervenga en la extraña normalidad de estos diez sueños, y pueda encontrar un poco de claridad o un lapicero contra la desdicha. Páginas que resplandecen con luz propia. Técnicas de iluminación.
Imagina a un asesino sin compasión; a su paso, nadie queda con vida. Llámalo «El Viajero», conviértelo en un mito y témele. Coge luego a cinco amigas que primero le abren la puerta al caos y luego emprenden la huida. Ponles en el equipaje cinco kilos de heroína y un arma. Llámalas «Las dulces gamberras» y desconfía. Coge a un hombre cuya sola existencia te horrorizaría y cuya única obsesión es atrapar a las chicas. Llámalo «El inquilino» y evítalo. Tú eres cada uno de los personajes de esta novela; como ellos estás lleno de sed de venganza. Rey indiscutible del manejo de la segunda persona, Zoran Drvenkar te invita a convertirte en un asesino real.
Patrick McBane es un millonario que necesita ayuda. Es incapaz de lidiar con el dolor de perder a su hermana Felicia y mucho menos con la responsabilidad de adoptar a su sobrino. Por eso no tiene más remedio que contratar a Lía. Instalada en el cuarto de invitados, Patrick cree que es ideal para tratar con su sobrino y echarle una mano las veinticuatro horas del día.
Para Lía, McBane no era más que un trabajo: fingiendo ser niñera, su único objetivo era proteger la vida del magnate y del bebé para que los asesinos de Felicia no llegasen hasta ellos. Era una misión difícil, pero mucho más difícil será ignorar las chispas que saltan entre ellos y no caer rendida en los brazos de McBane.
¿Puede una relación basada en cientos de mentiras sobrevivir al fuego enemigo?
La heredera de una gran hacienda de Yucatán y un arqueólogo inglés.
La sombra mágica del jaguar.
Dos cadáveres, una ciudad perdida y un misterio por resolver.
Katherine Kelly viaja a la península de Yucatán para vender una centenaria hacienda de henequén —el antiguo oro verde mexicano— heredada por su familia.
En sus imponentes ruinas cubiertas por la selva se va a construir un hotel de lujo, rodeado de naturaleza virgen. Pero cuando las máquinas comienzan a remover la tierra aparecen los huesos de una pareja asesinada décadas atrás. Kelly piensa que puede tratarse de los restos de Guadalupe Montenegro, su antepasada y quien desapareció sin dejar rastro durante el inicio de la Revolución mexicana. Así comenzará una investigación que le llevará a descubrir los secretos que guardan esos muros, una intensa historia de amor y la fascinante vida de Guadalupe, una mujer única que se abrió paso a principios del siglo XX en el mundo de los grandes terratenientes y patrones, consiguiendo que su hacienda fuera una de las más prósperas de todo Yucatán. Pero, ¿quién y por qué acabó con su vida?
Joe quiere dejar atrás sus días entre rejas, la superficialidad de Los Ángeles... y a ciertos monstruos. Ahora abraza la naturaleza, los placeres simples en una acogedora isla al noroeste del Pacífico. Por primera vez en mucho tiempo, puede limitarse a respirar. Consigue un trabajo en la biblioteca local y ahí es donde la conoce: Mary Kay DiMarco. Bibliotecaria. Pero esta vez va a ser diferente, esta vez no va a obsesionarse. La conquistará a la vieja usanza y acabarán siendo felices para siempre. El problema es que Mary Kay ya tiene una vida. Es madre. Cuenta con sus propios amigos. Está ocupada. Joe sabe que el verdadero amor solo triunfa si ambas personas están dispuestas a hacer sacrificios. Él está listo. Tarde o temprano, Mary Kay acabará entrando en razón y lo aceptará en su vida. ¿Verdad?