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Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 155. Consumidores de pólvora, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

NO os detengáis en la puerta. Pasad a conocer el «Paraíso de la Bahía». Hallaréis toda clase de diversión dentro. Los amantes al juego tendréis la oportunidad de conseguir con facilidad billetes de curso legal que os recompensará… —Da la impresión que te dan cuerda para hablar. —¡Richard!


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 156. Pasado tenebroso, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

NO debe dudarlo, sheriff… ¡Mi padre era el ganadero más honrado de Arizona! Si no lo cree, pregunte a los otros ganaderos. —Lo sé y no sospecho de él; en cambio no podemos pensar de Gary Baker lo mismo. Está reclamado por varios Estados… y debiera usted dar gracias a que haya llegado antes que ustedes el equipo de Anthony Power, que es quien me ha puesto al corriente de todo.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 157. Ley de Mojave, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

VAMOS, Tim. Nuestros amigos deben estar esperándonos. Hoy será distinto, tú me darás suerte. —Creo que no debíamos volver a entrar más en este «saloon». Recuerda lo que te dijo ayer Red. —¡Bah! Red no entiende una palabra de estas cosas. Me confesó en una ocasión que jamás había jugado al póker.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 158. Primero plomo; después cuerda, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

LA riqueza minera de Leadville había eclipsado en parte la gran importancia ganadera de la zona. Fueron bastantes los pastos que desaparecieron destrozados por la ambición de los buscadores. Y de nada sirvieron las protestas de los propietarios y de las autoridades. Tuvieron que ser amenazados con la intervención de los militares. Sin embargo fue la fatiga y la decepción la que devolvía esas tierras a sus propietarios.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 159. Habrán sido colgados, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EN la enorme casona conocida por el «Palacio de Morgan», considerada como la propiedad urbana más importante de California y a la que a su mobiliario y objetos se le daba un valor de varios millones de dólares, los criados se movían con el mayor sigilo. El «Emperador», como llamaban a Ched Morgan, se estaba muriendo. La noticia conmovió a San Francisco.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 160. En acto de servicio, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

LAS cosas se agravan por momentos —decía uno de los reunidos en el despacho de Peter Howard—. Presiento que el capitán Murray, se dispone a atacar. No nos permitirá marchar con el ganado. —¿Dónde están los dos que te acompañaban? —preguntó Peter al que hablaba. —No sé… Me dijeron que marchaban a pasear.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 161. El rancho del gran valle, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

PARA Joe era un gran espectáculo ver avanzar el tren con su característica lentitud en la parte montañosa por la que veía el penacho de humo marcando la marcha del mismo. La respiración humosa de la máquina hacía siempre sonreír al cazador que fumaba en silencio contemplando el reptil articulado arrastrándose por la vía férrea. Había salido para recoger sus trampas y vio lejano aún el tren que como todas las mañanas, iba hacia Minot, a muchas millas todavía.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 163. Batidas siniestras, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

UNA ovación cerrada recibió a las muchachas del tablado, haciéndose un silencio casi absoluto en los espectadores. Un joven alto se abrió paso hasta el mostrador, preguntando entre miradas de odio de sus vecinos por no dejarles oír con más claridad la canción picaresca de las muchachas. —¿No sabría decirme dónde puedo encontrar a Sheldon Ruger?


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 164. Castigo de dolor; no de muerte, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

RIVERTON era de los centros ganaderos más importantes de Wyoming. De toda esa zona salía el cuarenta por ciento del ganado que embarcaban en Laramie. El número de habitantes se había multiplicado en los cinco años últimos, convirtiéndose en una población importante. Esta zona ganadera había sido motivo de estudio por las compañías ferroviarias que iban tendiendo sus tentáculos de hierro por todo el vastísimo Oeste. Cruzar esas inmensas llanuras pobladas de millones de cabezas de ganado podía ser un negocio rentable.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 165. Facinerosos en Elko, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

OTRO whisky, muchacho? —¡Vamos, preciosa! ¿No crees que ya hemos bebido más de la cuenta? —Si te agrada mi compañía, debes seguir invitándome… ¡El propietario de este tugurio, no nos permite perder el tiempo con los clientes! —Pues lamentándolo mucho, tendré que prescindir de tu compañía… ¡Mi cabeza empieza, a acusar los efectos de la mucha bebida ingerida!


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 166. El asombro del colt, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

PATTY, apoyada en el quicio de la puerta que daba entrada en su hotel y restaurante, que su padre poco antes de morir lo había convertido en «saloon» aprovechando la enorme amplitud del local, contemplaba las partidas de herraduras que en la plaza, donde el local estaba situado, celebraban todos los domingos a la mañana. Sobre todo, mientras las mujeres acudían a los actos religiosos. Patty hacía unos minutos que regresara de la iglesia.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 167. El lastre de la fama, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

NO es posible, Jimmy, que perdamos esto! —Todo está en contra nuestra. Es posible que los abuelos no hicieran la denuncia por considerar que, siendo ellos los primeros que se establecían aquí, no sería necesario. Después, nuestros padres ni pensaron en ello… Es el precio al lastre de la fama que circunda la leyenda de los Plummer. Bueno, la verdad es que a nosotros tampoco se nos ha ocurrido hacer la denuncia. Y ahora, con arreglo a la Ley, nos veremos obligados a marchar.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 168. Falso accidente, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

ERA un bello espectáculo de colorido impresionante, el salón rosa donde docenas de parejas bailaban, tras una magnífica cena. Se habían dado cita en la fiesta lo más destacado de Washington. Altos cargos militares. Funcionarios de máxima categoría. Cuerpo diplomático y hombres de finanzas. Las damas vestían sus mejores galas y las más costosas joyas hacían competencia de unas a otras.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 169. Admiración en Albuquerque, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

LAS fiestas vaqueras de Albuquerque se aproximaban. Para tomar parte en los ejercicios de habilidad, acudían como siempre, atraídos por los tentadores premios, vaqueros de muchos Estados de la Unión. En los ejercicios intervendrían también gran parte de los aventureros que se encontraban trabajando en las obras del ferrocarril, que iba avanzando. Este año había una novedad, que la extravagancia de Alice Fremont prestó calor. Se trataba de un premio sin importancia material, pero que había tenido la virtud de aumentar el número de aspirantes.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 171. Encuentro en Dodge City (2ª Ed.), de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

NO pudo pegar un solo ojo en toda la noche pensando en JL W su hermano Gregory. A la mañana siguiente preguntó por él y le dijeron que ya estaba mejor, pero que seguía sin querer ser visitado. Conociendo las rarezas de su hermano no quiso ir a verle; sería capaz de echarla de allí. Marchó en busca de Paul y le dijo lo que le sucedió la noche antes.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 172. Elección errada, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EL «saloon» de Gail estaba situado en la calle Vargas, cerca del Capitolio y del Tribunal Supremo y no lejos de la misión de S. Miguel. Los miembros de las dos cámaras solían entrar en él y lo mismo sucedía con los acompañantes de las damas que iban a misa a la Misión, muchos de los cuales preferían beber y charlar mientras ellas escuchaban la misa. Y todo esto, había hecho de Gail una especie de institución, en la ciudad y su «saloon» uno de los más frecuentados por las personalidades.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 174. Tres terribles pistoleros, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

LOS clientes se apiñaban ante el mostrador, tratando cada uno de ser el primero que atendiera Gail. Y todos querían que lo hiciera ella. —¿Queréis callar? —dijo—. No tengo más que dos manos. Y no puedo servir a la vez a todos. Tenéis mesas libres y las muchachas os atenderán. No tenéis prisa la mayoría. Palabras que consiguieron calmar a los más impacientes.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 175. Paraíso de la danza, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

AH, que susto me han dado! Cuando me enteré de la llegada de este hombre supuse sus propósitos y eché a correr; pero al oír los disparos creí que llegaba tarde. —He sido avisado con tiempo, comisario; de todas formas, muchas gracias. Es posible que aún queden algunos más. —Saldremos a dar una batida por los alrededores. Tal vez tenga razón. Debía ser una banda de cuatreros. —No sé por qué ha de pensar así el comisario —refunfuñó Cameron.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 177. Odio y violencia, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EN Amarillo se daban cita muchos vaqueros, que esperaban el paso de las manadas, en espera de ser contratados como conductores. Siempre estaban a la puerta de los locales de diversión, confiando en la llegada de algún jefe de equipo, en camino hacia Dodge City, que precisase conductores. Estos hombres eran una eterna preocupación para las autoridades de la ciudad, y, en especial, para el sheriff que era el encargado de mantener la ley y el orden. Preocupación lógica, ya que por estar acostumbrados a una vida de sacrificio y agotamiento por la conducción de centenares de reses en un terreno inhóspito y, constantes peligros, eran hombres rudos y violentos, autores responsables de cuantos motivos alteraban el orden público.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 178. ¿También los cuatreros?, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EL timbre asustó a los reunidos en el salón rojo. Se miraron sorprendidos entre ellos. Y el mayordomo que estaba en la cocina salió para abrir la puerta. —¡Señorito Ellery…! ¡Qué sorpresa más agradable! Y al decir esto guiñó un ojo en señal de inteligencia.