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Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 202. Pistolero en libertad, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EL jinete avanzó decidido hasta el mostrador. Las miradas de los reunidos, ni le preocupaban. Al apoyarse al mostrador, dijo: —¡Un doble con mucha soda! ¡El calor es sofocante!


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 203. La dama del saloon, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

¿QUE miran ésos? —decía Loretta desde el mostrador. —Debe ser por un vaquero que acaba de desmontar. Y ¡vaya estatura la suya! —Viene hacia acá… —dijo la otra empleada. Y las dos entraron antes de que el aludido se presentara en la puerta. Nada más entrar, exclamó Loretta: —¡Chester! ¡Qué alegría volver a verte!


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 204. Recompensa sangrienta, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

DEJO de discutir el sheriff y en los momentos en que iba en silencio pensaba en lo que le decía el juez, teniendo que admitir que era sensato y lógico. Pero había muchos ranchos en los alrededores y no podía sospechar de ninguno de ellos de una manera concreta. Desde entonces serían sospechosos para él todos los vaqueros.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 205. Maldito oro negro, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

ES mucho lo que se ha escrito sobre la transformación de la ciudad de Dallas, en Texas, por la aparición del petróleo. Esta riqueza supuso un cambio total en la población ganadera. Cambio que despertó las más encontradas pasiones y una ambición que no tenía límite. Pero por mucho que se haya escrito y se escriba, no será sencillo recoger más que una minúscula parte de la realidad.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 206. Muertes junto al río, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

CUANDO salió el visitante, el procurador general retiró el sillón un poco hacia atrás y quedó pensativo. Se asomó el ayudante pidiendo permiso para entrar. Y una vez en el despacho, dijo: —No quedan más visitantes… —Me alegro… Podremos ir a beber algo. Estoy sediento. —Han sido muchas las visitas de esta mañana. —Y algunas muy interesantes —dijo el procurador sonrien


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 207. Vaquero tramposo, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

DAN Show, después de salir huyendo de Cheyenne, para evitar el tener que demostrar que era más peligroso con las armas que como había demostrado serlo en el naipe, cabalgaba pensativo. Desde que salió de Kansas City, meses atrás, por las mismas causas o parecidas que de Cheyenne, se había prometido mil veces dejar de jugar sin que lo consiguiese. Llegando a la conclusión, de que era un hombre sin voluntad.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 208. Expoliación minera, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

NO era frecuente que al entierro del dueño de un «saloon» acudieran tantas personas para acompañar a los restos del muerto. No se había visto un acompañamiento tan numeroso. Maud, la encargada del «saloon», ordenó que se cerrara el local durante ese día y el siguiente. Ella y las empleadas, así como los dos barman, lloraban como si el muerto hubiera sido el padre de ellas. Gene Gilford había sido el propietario de un local como ese, más respetado y querido. Fuera del local era saludado con respeto y afecto.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 209. El renegado, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

LOS carros de la caravana daban un ambiente especial al Fuerte. Y los caravaneros en la cantina suponían un magnífico ingreso para el cantinero que hacía votos porque la tormenta continuara. Entre los caravaneros había un grupo que aun estando en esa latitud vestían con lo que se dio por llamar en el este uniforme de ventajistas. Y que no era otro que el traje de ciudad. Este pequeño grupo pasaba las horas jugando al póker.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 210. Seguiré tu camino, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

DURANTE muchos años la mano firme del viejo Ellery Logan consiguió establecer una especie de ley en los valles de Hondo, Roswell y Dexter. Su mano no temblaba para disparar contra los que se oponían a sus dictados. Apoyaba su ley en los centenares de criados que le servían con una lealtad propia de la raza: mexicanos. Estos estaban en la parte oriental del rancho y apenas si se veían con los otros. Durante las fiestas de Hondo, Roswell y Dexter era cuando se encontraban con los cow-boys llegados del este a los que no conocían y con los que luchaban en los festejos que se organizaban para conservar la hegemonía en la habilidad de la profesión.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 211. Disputas por un caballo, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

COMO conseguiste encontrar mi refugio? —preguntó el joven, sorprendido. —Hace un mes, cuando mi padre decidió vender su propiedad para llevarme a Holbrook, me trajo con él. Quería despedirse de ti. —Creí que estaba contento en Tuba City. —Es que ya no se encontraba bien… —dijo entristecida la muchacha. —¡Tu padre fue un gran hombre, Daisy!


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 212. El final del indio apache, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

FUERON varios los que intentaron comprar la cantina de Leticia. Pero ella se resistió siempre. Y eso que la clientela había ido disminuyendo. Sin embargo no quería dar esa satisfacción a los que con la riqueza minera llegaron para instalar lo que ellos llamaban «saloon» que en realidad debiera dársele otro nombré bastante más vergonzoso. El hecho de haber llevado mujeres tan atrevidas hizo que la clientela de ella basculara hacia los locales nuevos. Había en ellos alegría, música y mujeres. Y por si era poco, mesas con toda clase de juegos. Desde hacía mucho tiempo, existía esa cantina. Cuando los padres la instalaron era la primera y durante mucho tiempo, la única.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 213. De sorpresa en sorpresa (2ª Ed.), de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EL jinete contenía al caballo diciendo como si le pudiera entender: —Ya me he dado cuenta que tenemos un río muy cerca. ¡Pero has de tener paciencia! También deseo beber y bañarme, porque he de tener el cuerpo lleno de chafarrones de polvo, convertido en roca por el calor que, al hacerme sudar, se ha solidificado. Pero el animal era más tozudo que él, y eso que Allan Elliston afirmaba que no podía haber otro igual. El animal, sin obedecer al jinete, galopó.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 214. Defendiendo sus vidas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

CREO que no comprenderé nunca el Oeste, papá. —Yo estoy seguro de lo contrario. No todos los cow-boys son como David Hunter. ¿Te deja tranquila ya? —A veces me importuna. —Yo me encargaré de él… —No, papá, le tengo miedo. No sé qué hay en él que me produce pánico. —Tenía fama de ser un caballero…


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 215. ¿Otra vez Saguaro?, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EL jinete palmeaba al caballo de forma cariñosa y le dijo: —Ahí tienes a Safford. Mi pueblo. Es ese que está allá abajo. Espera. Quiero descansar unos minutos y contemplar lo que hace tanto tiempo he estado sin ver. Y deteniendo al caballo, desmontó para sentarse sobre una roca. Se quitó el sombrero que colocó al lado suyo en el suelo y se limpió el sudor con el pañuelo. Contemplaba el pueblo y de memoria iba diciendo el nombre de cada familia de las casas que apreciaba con claridad a esa distancia. Y recordaba su infancia y a los que con él corrían por aquellas calles en las que se hundían los pies en la gruesa capa de polvo y cuando llovía se quedaban clavados en el barro.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 216. Pistolero belicoso, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

ANNE Goss, se reunió con su padre, diciéndole: —Ya he oído lo que Alex y Joe han hecho por ti… ¡Son dos magníficos muchachos! —Como que de no ser por ellos, a estas horas estaría arruinado. —Parece que a nuestro capataz no le ha agradado… ¡Te andaba buscando y parecía muy preocupado! —Tengo la impresión, hija, de que Alter es un cobarde… Tendré que comprobarlo. ¡No le agradó la jugarreta que Alex y Joe hicieron a los compradores! —Se ha enfurecido mucho cuando le dije que habías contratado a esos dos jóvenes como conductores…


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 217. Dedos inquietos, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

MARION, dueña del «Cow-boys», uno de los locales de diversión más visitados de Phoenix, contemplaba con tranquilidad y satisfacción la riada humana que a su paso por la puerta principal iba como presa almacenándose en el amplio local de diversión. Howard Gaylord y su capataz entraron en el «Cow-boys». Los dos buscaron a Marion, que desde su observatorio les vio entrar sin concederles mayor importancia. Por fin, no tuvo más remedio que saludarles con cierta efusión, ya que Howard Gaylord estaba considerado como uno de los hombres más ricos e influyentes de Phoenix, a pesar de residir la mayor parte del año en Tempe, pueblo próximo a la capital, donde poseía uno de los ranchos más extensos, famoso por su excelente ganadería, muy particularmente la cría de caballos. El efusivo saludo era más comercial que amistoso.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 218. Una dama asombrosa, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

DURANTE muchos años era una estampa clásica en los dos ríos, la presencia de las naves fluviales. Y de estas, aquellas que se convirtieron en «saloons» flotantes y que para su decorado se gastaban miles y miles de dólares. A la llegada de estos barcos en las ciudades en que se detenía, acudía la mayor parte de la población y muchos que venían de las cercanías solo para pasar unas horas en los magníficos salones. Las empleadas de estos barcos eran seleccionadas entre las que trabajaban en «saloons». Hacía falta experiencia en el trato con clientes. La detención en cada parada dependía de la importancia de la población.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 219. Entre dos fuegos, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Kenneth Landis, propietario del único «saloon» de Ozona, pequeña población texana, miró con asombro a su interlocutor, acabando por reír a grandes carcajadas. El viejo ayudante del sheriff, molesto por aquella hilaridad, pronunció un sinfín de improperios ininteligibles, dedicados todos ellos a Kenneth Landis. Por su parte Kenneth, preocupándose tan solo de sujetar su abultado abdomen con ambas manos, que se movía al ritmo que sus carcajadas le imponían, no prestaba la menor atención a las palabras soeces del viejo ayudante. Al dejar de reír, Kenneth se limpió con un pañuelo las lágrimas que inundaban sus ojos, diciendo:


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 220. La muerte del gobernador, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

VIAJANDO tan juntos era casi obligado hablar de algo entre ellos. Los seis viajeros de la diligencia, al principio, se miraban de soslayo y trataban de mirar a través de las ventanillas. Sin embargo, el silencio no podía existir sobre todo cuando iban a viajar bastantes horas juntos. Solamente iba una muchacha joven. Los otros cinco eran hombres. Uno de ellos joven también y que había llamado la atención de los compañeros de viaje en virtud de su estatura. La cabeza una vez sentado rozaba el techo. Y sobre esta circunstancia hablaron bastante y hasta bromearon con él.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 221. Oro y sangre en el norte, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EL nombre de Hilda era repetido por los huéspedes del refugio, varias veces en pocos minutos. Ella escuchaba sonriendo, pero no respondía a ninguno. Las llamadas aumentaban de tono con el silencio de ella. Y algunos se asomaban a la puerta y gritando decían: —¿Es que no oyes? ¡Hildaaaa! —No gritéis tanto. Podéis lavaros y acudir al comedor. El desayuno está preparado. Y el que no esté en el comedor dentro de quince minutos, no desayuna. —Oigo el viento y la nieve. ¿Es que crees que vamos a salir con este día? ¿Qué temperatura marca el termómetro?