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Bolsilibros - Historias del Oeste 30. No llores al muerto: véngalo, de Clark Carrados

Novela, Aventuras

Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.


Bolsilibros - Historias del Oeste 32. La muerte juega al escondite, de Clark Carrados

Novela, Aventuras

Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.


Bolsilibros - Historias del Oeste 37. Temple de hierro, de Clark Carrados

Novela, Aventuras

Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.


Bolsilibros - Historias del Oeste 40. Sendero a la horca, de Clark Carrados

Novela, Aventuras

Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.


Bolsilibros - Hombres del Oeste (Ed. Cliper) 1. Camino del mal. John Berling, de J. León

Aventuras, Novela

El joven se detuvo un instante en la pasarela del barco y contempló la ciudad que se extendía a sus pies. Incluso en un país de hombres altos hubiera llamado la atención por su elevada estatura. Sobrepasaba en mucho los seis pies y su cuerpo poseía todas las características de un atleta excepcional. La anchura y solidez de sus hombros contrastaba con la estrechez de sus caderas y la flexibilidad de su cintura, y todos sus movimientos hablaban de una fuerza y agilidad extraordinaria. Viendo su figura poderosa y casi gigantesca se hubiera dicho que era la viva imagen del vigor y de la elasticidad.


Bolsilibros - Hombres del Oeste (Ed. Cliper) 6. Buffalo Bill, el Llanero, de J. León

Aventuras, Novela

Los dorados rayos del sol del atardecer entraban por las ventanas de la pequeña escuela, desparramándose por las paredes de tablones y por los pupitres sobre los que se inclinaban las cabezas de los escolares. El anciano profesor examinó con interés a los muchachos, que aquella tarde se veían más excitados que de costumbre. Una penetrante fragancia de flores invadía la clase, mientras las abejas zumbaban junto a las rosas que asomaban por las ventanas.


Bolsilibros - Hombres del Oeste (Ed. Cliper) 10. La reina de Dodge City. Pepe Lorca, de J. León

Aventuras, Novela

Susele Forsythe descendió de la diligencia y contempló sin ningún entusiasmo ni interés el panorama que ofrecía la ciudad. La ciudad a la que había ido porque tenía la sensación de que su vida terminaba. Que nada más podía esperar en el mundo. Por esta razón se trasladó a Dodge City, para separarse de todo aquello que pudiera recordarle su desgracia. ¿Dispuesta miss Forsythe? No era, en realidad, aquella población lo que el mágico nombre de Dodge City significaba en 1870 para los habitantes del Este de los Estados Unidos. Imágenes de indios asaltando poblados se mezclaban con hogares de extraordinario lujo, y Dodge City, vista de cerca, no era más que una población que había crecido demasiado deprisa, sin perder su aire de fortín y de campamento, al tiempo que deseaba convertirse en una gran ciudad. La explanada, de tierra, endurecida, donde se había detenido la diligencia, se veía rodeada por varios edificios de troncos pulimentados, cubiertos por blancas pinturas. Algunos de ellos poseían dos pisos; esto y una acera de madera constituían el primer intento de civilizar la «capital del ganado», como llamaban a Dodge City.


Bolsilibros - Hombres del Oeste (Ed. Cliper) 24. «Cinco» gana la partida. Juan Ignacio Ayamonte, de J. León

Aventuras, Novela

Elizabeth Webster salió de su domicilio y recogiéndose ligeramente la falda, echó a andar por la ancha acera de madera. La lavandera irlandesa de la casa de enfrente la saludó con un amistoso: —Buenos días. La joven respondió distraídamente y continuó su camino. Los transeúntes que a aquellas horas, como en todas, llenaban la calle, se apresuraron a dejarla pasar. Una anciana que se asomaba a una de las ventanas le hizo un ademán de despedida. Tres niñas que jugaban delante de su domicilio corrieron a rodearla. —Buenos días, miss Webster. Elizabeth sonrió, pero no se detuvo como otras veces y siguió adelante. En un portal charlaban tres mujeres que, al verla, le dirigieron una inclinación de cabeza. —Hermoso día, miss Webster. La joven asintió sin ningún, entusiasmo.


Bolsilibros - Hombres del Oeste (Ed. Cliper) 108. Misión especial. Guillermo de Valcárcel, de J. León

Aventuras, Novela

Los centinelas que, arma al brazo, paseaban ante la puerta de San Agustín, no prestaban mucha atención a los que entraban y salían de la ciudad. Era difícil que hubiera algún desconocido. No tenía muchos habitantes la ciudad y todos se conocían sobradamente. El sargento Gil Martínez, bajo y rechoncho, de piel aceitunada, permanecía sentado en un banco, junto a sus soldados. La amplia casaca blanca, las altas polainas y la bandolera aparecían en magnífico estado, como si a fuerza de cuidados consiguiera que se mantuvieran tan nuevos como el día en que los compró. Sus cabellos negros, recogidos en una coleta, al nuevo estilo militar, dejaban al descubierto su semblante de nariz aguileña y el tricornio le protegía el semblante del sol. Fumaba en silencio su larga pipa de barro, esperando que las horas le trajeran el relevo. Sus hombres, vestidos con uniformes similares, se mostraban aburridos y cansados.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 29. Usurpación funesta, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Los dos jinetes se debatían en el torbellino de nieve sin muchas esperanzas de orientación. —No hemos debido alejamos tanto —protestó la joven. —Puede que no estemos tan lejos. Lo que pasa es que se ha puesto tan negro el horizonte y es tan espesa la nieve que cae, que resulta casi imposible saber en qué dirección está el fuerte. —No debe estar lejos la factoría de Porlock. Si pudiéramos llegar a ella, nos salvaríamos, porque estos caballos no pueden caminar con esta nieve cuyo espesor irá en aumento.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 55. La tierra de los huidos, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¡Joe! ¡Una carta para ti! —¿Para mí? ¿Estás seguro? —El sobre dice: Joe Mindem. Viene reexpedida de Santone. —Entonces, no hay duda de que es para mí. Y Joe bajó del carretón al que estaba subido, y se frotaba las manos para limpiarlas un poco. —¡Trae!


Bolsilibros - Hombres del Oeste 63. Buck, el minero, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

—¡Doctor…! ¡Abra la puerta…! El viento huracanado arrastraba los copos de nieve obligando a taparse con gruesos chaquetones de piel. Los gritos de aquella mujer apenas podían oírse, apagados por el fuerte viento. Golpeó con fuerza la puerta. Hubo de hacerlo repetidas veces hasta que pudo ser oída. Una de las ventanas de la parte alta se abrió, apareciendo un hombre en ella. —¿Quién es? —preguntó.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 75. El sonriente, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Los reunidos en el despacho del gobernador, conversaban entre ellos animadamente. No sabían cuál era la causa de haberles citado y cada uno daba su impresión. El que más hablaba era el senador por Wyoming en Washington, míster Hughes. También estaban allí míster Huston, jefe del Senado en Cheyenne. Rob Parrish, que capitaneaba la mayoría en el Congreso de Wyoming, y Mike Sayers, editor y periodista de la capital, con el Daily Mirror.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 87. Nido de gun-men, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Tan pronto como el vapor se detuvo, paralizando las ruedas aspadas de los costados, con el cese del asmático jadeo de su motor, y lanzó al espacio el grito metálico de su triunfo en un silbido grave, los pasajeros, agolpados en la cubierta en que solían colocar el portalón de salida, miraron hacia el muelle, donde las mujeres del saloon de Virginia hacían señales de salutación. 
La mayoría de los viajeros vestían traje de cowboy , y se leía en los ojos de todos la ambición que les consumía. 
Miles City era la última escala que hacía el barco con su carga humana, y de aquí las diligencias, mientras podían rodar por la inmensa llanura, llevábanse a los codiciosos buscadores, que aún acudían, captados por la atracción magnética de la palabra «¡oro!», al condado de Madison, donde se hallaba emplazada la popularísima Virginia City.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 277. Huidos de Texas, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

—Ya llevo una temporada en estas montañas y te he dado muchas molestias. —No tienes que pensar en eso… —Es que quiero encontrar a ciertas personas… —Puedes hacerlo más adelante. Frank, que era el que hablaba de marchar, paseaba por el refugio que en lo más alto de la montaña tenía Leo Lasker, del que se había hecho muy amigo en la temporada que llevaban juntos.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 297. Eran tres granujas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Los potros, siguiendo a sus madres, acosadas, levantaban una polvareda enorme. Y los jinetes que les acosaban se cubrían los rostros con pañuelos, que protegían sus bocas y narices. De vez en cuando se bajaban el pañuelo para respirar ampliamente, aunque con el peligro de inspirar grandes cantidades de polvo, que les hacía toser. A unas doscientas yardas dos jinetes contemplaban el acoso. Eran madre e hija y propietarias de la hacienda, como en esa parte de la Unión se seguía llamando a los ranchos. Propiedad bastante extensa que les permitía dedicar unos millares de acres a la cría de caballos y otra parte, mucho mayor, al ganado bovino.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 334. La locura de un juramento, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Alan Sullivan, como se llamaba el alto vaquero que asustaba a Lawrence, y que había demostrado ser un habilidoso con el látigo y el cuchillo, estaba en el local pendiente de la puerta que comunicaba con el mostrador, ya que temía de Lawrence cualquier traición. Al ver a Wascomb, que miraba las mesas de juego, volvió la cabeza e hizo que miraba a su vez a los de la partida.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 384. Un buen lío, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

San Antonio era para los téjanos Santone a secas. Como San Francisco para los californianos era Frisco. El hecho de llamar San Antonio a esa ciudad indicaba que el que lo hacía no nació en Texas ni se crio allí. En la época de nuestro relato, cerca ya del siglo XX, la población había aumentado considerablemente. Se estaba terminando el ferrocarril que se conocía por el anagrama M.K.T. (Missouri-Kansas-Texas). Y por su trazado, que atravesaba las zonas ganaderas de Kansas y Texas, era denominado, antes de su inauguración, «El cornilargo», ya que recogía la mayor parte de las reses de una amplia zona de estos dos Estados eminentemente ganaderos.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 394. Corazón de pistolero, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Escenario: Un saloon como todos los que abundaran en el Oeste. Escena: La luz del día iba feneciendo. En una mesa del rincón más apartado de la entrada, un hombre manipulaba el naipe, completamente solo. La tranquilidad fue rota por un grupo de vaqueros que irrumpieron en el local.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 402. Pueblo de cobardes, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Sentado sobre una roca, junto a la entrada de la cueva que le servia de dormitorio, Chinton observaba el caminar lento de la caravana que a muchos pies bajo él, avanzaba en dirección prohibida. No era el primer convoy que lo hacía. Se trataba de terrenos vedados a los blancos en virtud de ciertos tratados firmados con los indios; por ello, dudó si debía advertirles del peligro que suponía irritar a los pieles rojas. ¿Se reirían de él? Todos sabían que existían vastas zonas reservadas a los sioux, shoshones, crows y otras naciones indias. Y estas caravanas no procedían del Este. Venían de las nuevas ciudades creadas por el ferrocarril que unía el Este con el Oeste.