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Bolsilibros - Hombres del Oeste 412. Pandilla de cobardes, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El viento barría, furioso, el patio del fuerte. La nieve formaba una espesa cortina blanca, que impedía ver a una sola yarda de distancia. El frío era intensísimo. El fuego que ardía en el hogar de la cantina, y la cantidad de seres que en ella se hallaban, daban una temperatura muy agradable a la estancia. Los que entraban, frotándose las manos, sentían arder sus mejillas a los pocos segundos.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 422. El diablo de las llanuras, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Al apoyar la mano con la mayor suavidad en los cuartos traseros del animal, éste relinchó con fiereza y se lanzó contra Dayton, que, de no haber escapado a tiempo, hubiera tenido que lamentarlo. Sonriente, se separó del caballo y le habló cariñoso a distancia. Le dejó bien atado y, recogiendo la manta que llevaba sobre su montura, la extendió en el suelo y tumbóse boca arriba sobre ella.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 425. En un saloon flotante, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Una verdadera multitud estaba en el muelle de Nueva Orleans para contemplar el nuevo barco que, equipado para saloon flotante, llegó a la ciudad precedido de una deslumbradora fama respecto a lujo y comodidades. Era mixto para pasaje y recreo.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 434. La noche negra de Laramie, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Había pasado ya el mal humor por el resultado de la elección. Los amigos del abogado Killen estaban más tranquilos. Ya no había remedio. Habían perdido y de nada servían las protestas. No lo comprendían al principio porque estaban seguros de que sería Killen el nuevo gobernador. Y hasta el que cesaba estaba convencido de ello, porque lo que le hablaban indicaba que tenían ganada la elección. La mujer del que cesaba fue la que le dijo dos días antes de la votación...


Bolsilibros - Hombres del Oeste 462. Hombres sin entrañas, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

El barco que acababa de atracar al muelle pertenecía a la misma. Fue saludado por varios empleados, anunciándose inmediatamente su visita en la Dirección. Tom Bristol entró sonriente en el elegante despacho.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 470. Holocaustro, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

El condenado pisó el rostro de Colfax, con instinto homicida. Los huesos del tabique nasal crujieron todos. Y un potente grito de dolor escapó del pecho de Colfax. Éste tuvo la suerte de que su grito fuera escuchado, y enviaron dos guardianes. Al ver lo que estaba ocurriendo, hicieron uso de las armas, afirmando, más tarde, que lo habían hecho en defensa propia.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 471. Las canteras de Wyoming, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¿Cansado, Gay lord? —Hola, Roy. Bastante... Mis huesos ya están muy pesados para trabajar la tierra... ¿Sabes lo que estaba pensando? En cuando llegamos a Cheyenne... Hay que ver cómo ha cambiado todo. Hasta esta granja no parece la misma... —¡Quién pudiera volver a aquellos tiempos, Gaylord! Menos mal que tuvimos el acierto de quedamos con esta tierra... —Si me hubieras hecho caso a mí, hoy tendríamos uno de los mejores ranchos de la comarca.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 475. El charlatán, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El jinete dejó el caballo echando solamente la brida sobre la barra al efecto, pero sin atar y entró en el saloon. Dos vaqueros que estaban en la puerta y que se apartaron para que pudiera entrar, al pasar junto a ellos se miraron asombrados de la estatura, ya que los dos, para poder mirar el rostro del que entraba, tenían que levantar la cabeza como si trataran de mirar al cielo.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 498. 15.000 dólares vivo o muerto, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

-¡Apartaos! ¡Tiempo tendréis de leerlo todos! 
Éstos eran los gritos que el sheriff daba constantemente para que le permitieran colocar, como él deseaba, aquel gran cartel que había recibido momentos antes en la diligencia y que, como siempre había pasado, a las pocas horas de comentarlo en todos los saloons de la ciudad, nadie volvería a acordarse de ello. 
Carteles como ése llegaban con frecuencia; siempre decían lo mismo. Sólo variaban en las características de los personajes, cuando se conocían bien, y en la cifra ofrecida como recompensa.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 563. Pastos en Cheyenne, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¡Silencio! ¡Su Excelencia, el gobernador de este Estado! Todos los reunidos se pusieron en pie. El gobernador saludó con una inclinación de cabeza. Al sentarse, le imitaron. Durante unos segundos, hubo un silencio absoluto. Antes de hablar, el gobernador recorrió con la mirada a los reunidos.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 621. El error de una fama injusta, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Frank se había extraviado una noche de tormenta y la casualidad y la fortuna le llevaron hasta el refugio de Leo, que le atendió con afecto en las primeras horas. La tormenta le obligó a pasar unas semanas en unión de Leo. Ninguno de los dos hablaron de su pasado y hasta tenían la impresión de que se mentían mutuamente hasta en lo que al nombre hacía referencia. Frank había dicho varias veces que podía llamarle Dallas.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 626. Víctimas de un cobarde, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Los hermanos Wood siguieron charlando animadamente. 
Ellison, con habilidad, insistió en seguir hablando sobre Bob y sus muchas cualidades. 
Audrey, para no discutir con el hermano, le escuchó, aunque sin que las palabras de Ellison la llegasen a impresionar.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 709. Fama de cobarde, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—Ya nada tienes que aprender de mí, Dean. Has asimilado perfectamente mis lecciones y consejos. ¡Puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que me has superado en mucho...! Conoces todos los trucos y ventajas que pueden hacerse con las armas. Tu rapidez es única y tu seguridad escalofriante... Me asusta el pensar que he podido hacer de ti un peligroso pistolero. —Debes tranquilizarte, Pat... ¡Sólo dispararé sobre los asesinos de mis padres! —Así lo espero.


Bolsilibros - Horca (Ed. Zinco) 12. Balada mortal, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¿Por qué no pones en explotación esos bosques? Era el sueño de tu padre. A pesar de estar bien situado este puesto peletero, los cazadores que se arriesgan a descender tanto buscan el mercado de Portland, donde consiguen mejores precios. Yo, como experto cazador, así lo haría. Las buenas pieles... 
—Lo discutiremos después de la próxima temporada, ¿te has informado de los precios? 
—Aquí no han variado si es que tú no decides alterarlos. 
—Los de Portland son los precios que me interesan conocer.


Bolsilibros - Horca (Ed. Zinco) 35. Cumbres nevadas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—Ya conoces toda la historia. Y te puedo asegurar que es un verdadero milagro el que continúe con vida. Cada vez estoy más convencida que no es obra de los indios todo esto. 
—Es posible que tengas razón. Pero ahora hemos de pensar en huir. Me llamo Bill. Bill Candy. 
—Carolyn. Lyn simplemente para los amigos. Se han llevado todos los caballos que dejaron por ahí. De haber tenido uno, habría intentado romper el cerco durante la noche. 
—¿Sabes montar?


Bolsilibros - Horca (Ed. Zinco) 38. Aquí comienza el infierno, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Se hablaba animadamente en la casa de Walker, saloon situado en la calle principal de Barstow, cuando apeáronse dos hombres de sus respectivas monturas, vestidos indistintamente de cowboy y minero, en una combinación tan extraña que hacía sonreír a la mayoría de los presentes y, empujando las dos hojas de vaivén de la puerta, entraron en el local. 
Una vez dentro, miraron a un sitio y a otro, escudriñando los rostros de los asistentes con tal detenimiento y fijeza, que los observadores sentíanse violentos e inquietos.


Bolsilibros - Horca 160. Buena colección de cobardes, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¿Qué te pasa, papá? ¡Hace irnos días que estás tan enfurecido…! Pero no debes dejar de comer. Ya he leído lo que dice Pinkerton… —Es un miserable. Le gusta ese sistema de periodismo que parece ser es la moda en el Este. ¿Cuántos atracos se han hecho a diligencias, al tren, a Bancos en el Oeste? ¡Centenares! Se llevaron más cantidad. Hubo más muertes… y ¡nunca!, se arma este escándalo. ¿Es que Green es un mal juez? —Debes tranquilizarte, papá. Sabes que no vas a conseguir nada.


Bolsilibros - Héroes del Espacio 1. Investigación 4.000, de Clark Carrados

Ciencia ficción, Novela

De pronto, Jon captó una nota deterror en la voz de la muchacha. Volvió los ojos y entonces fue cuando divisóal salvaje tras los arbustos. Inmediatamente, se puso en pie.De nuevo pensó en su carencia de armas, pero no valía la pena lamentarse,porque ningún viajero del tiempo las llevaba; era algo absolutamente prohibido.El nativo, estaba claro, se disponía a atacar. Los ramajes crujieron y elsalvaje salió al descubierto. De pronto, arrojó la lanza contra Jon, pensando,acertadamente, que era el único enemigo que se interponía ante su presa. Jonhizo un hábil quiebro y la lanza se clavó en el suelo, a unos pasos detrás deél. Pero el salvaje disponía de más armas y, lanzando unaullido aterrador, cargó con toda su potencia, blandiendo una maza de guerra.


Bolsilibros - Héroes del Espacio 2. Un mundo muerto, de Burton Hare

Ciencia ficción, Novela

Desde siempre, hemos tenido la sensación de que estamos siendo vigiliados...Y en un momento de extrema tensión en la Tierra el comandante Douane informa de que se ha avistado un enorme objeto de procedencia desconocida cerca de una luna de Júpiter.Pronto la Flota Exterior parte hacia sus lunas para investigar el suceso, estudiar la información que se pudiera obtener y, en el caso de que fuera necesario, entablar batalla.En el gélido y negro vacío del espacio, algo acecha...


Bolsilibros - Héroes del Espacio 9. Falso paraíso, de Marcus Sidereo

Ciencia ficción, Novela

El joven e inteligente profesor Kempor dejó de mirar a través del enorme telescopio electrónico y, volviéndose hacia su amigo Yers, le cedió el sitio: 
—Míralo, tú. Ahí lo tienes. Es aquel de color azulado. 
Yers, con unos pocos años más que el profesor, piloto de profesión y en la plenitud de su vigor, aceptó la invitación de Kempor y, después de observar a través del telescopio, comentó: 
—¡El planeta Puro! —Su voz rezumaba escepticismo—. ¿De veras crees que...?