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Bolsilibros - Enviado Secreto 133. La muerte iza bandera blanca, de Clark Carrados

Novela, Policial

El hombre entró en el bar cuando ya su dueño se disponía a cerrarlo, dado lo avanzada de la hora y la escasez de clientela. Lanzando un suspiro de resignación, Enoch Mesly preguntó al recién llegado acerca de lo que podía servirle.


Bolsilibros - Enviado Secreto 134. La muerte de terciopelo, de Burton Hare

Novela, Policial

Mike Bannion sacudió la cabeza. Sentía como si dentro de su cráneo tuviera una legión de diablos machacándole con martillos neumáticos y todo su cuerpo era una masa de dolor sordo y persistente. Pocas veces en su vida se había sentido tan mal. Vio que se hallaba en una nave desnuda, grande y destartalada. Aquí y allá aparecían cajones de embalaje vacíos y otros bultos igualmente cochambrosos que no se entretuvo en identificar.


Bolsilibros - Esionaje (Ed. Toray) 10. Peter Adan y el poder invisible, de César Torre

Novela, Policial

Aquel lugar se encontraba situado exactamente a mitad de camino entre La Habana y Pekín. Esto no tenía demasiado de extraño, pero sí lo tenía el que la distancia que le separara de La Habana fuese de unos veinte kilómetros, y de Pekín cerca de treinta. Los habitantes de Bloon, nombre por otra parte bastante curioso, solían divertirse con aquella circunstancia cuando se encontraban en viaje, fuera de su Estado, y finalmente explicaban que La Habana y el Pekín a que se referían, eran pequeñas ciudades de Illinois, en Estados Unidos, donde eran frecuentes los nombres pintorescos y exóticos de las poblaciones.


Bolsilibros - Esionaje (Ed. Toray) 11. Delegación especial, de Alain Page

Novela, Policial

Sus ojos brillaban un poco más de lo corriente y le temblaron un poco los dedos al encender el cigarrillo. Genia suspiró. De vez en cuando, Yura se ponía así, pero ella nunca había podido saber el porqué. Estaba convencida de conocer a su marido en todos los aspectos corrientes de su existencia y, sin embargo, adivinaba un misterio en su conducta. Él no se había querido confiar nunca. Se limitaba tan solo, de vez en cuando, a ponerse nervioso, a beber el té ardiendo o a tomarse cien gramos suplementarios de vodka.


Bolsilibros - Espionaje (Ed. Toray) 4. Peter Adan y las muñecas, de César Torre

Novela, Policial

Por la ancha y corta autopista que conducía de la ciudad de Marabacoa a su puerto, Puerto Cortés, avanzaba un enorme y poderoso coche americano, «Hecho en la República de Coronado», como decía orgullosamente un transparente pegado en la luna posterior del vehículo. 
En República de Coronado estaban muy orgullosos de casi todo, incluso de los coches norteamericanos que se hacían la ilusión de fabricar, a pesar de limitarse a montar las piezas que recibían hechas de Detroit.


Bolsilibros - Espionaje (Ed. Toray) 6. Peter Adan y el hombre de platino, de César Torre

Novela, Policial

Por la empinada ladera, cubierta de enormes cedros, un hombre corría velozmente, ocultándose de vez en cuando detrás de los troncos de los árboles y reemprendiendo al momento la marcha, en descenso. 
El hombre era Peter Adan, enviado especial de la «Asociada de Noticias». Vestía elegantemente; sus finos zapatos de tafilete negro resbalaban sobre la hierba. Cuando se detenía, podía escuchar los pasos de la persona que le seguía y veía moverse las ramas de los arbustos, a veces, su sombra.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 10. La perdiz paralítica, de J. L. Lakewood

Policial, Novela

Nuevamente Robert Baker en acción. Una acción trepidante como un torbellino y tan rápida y mortal como el rayo. Algo así como un Zeus integrado en Federal Berau of Investigation.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 42. Desintégrate, encanto, de Franklin Ingmar

Novela, Policial

UN hombre. Pese a su apariencia de habitante interplanetario o de ciudadano hipotético de las submarinas profundidades, sólo un hombre más o menos corriente. Eso sí, embutido casi a presión en su oscura y elástica indumentaria de hombre-rana. Permanecía pegado a los riscos como una lapa, sin moverse. Había sido depositado allí por la lancha motora cerca de una hora antes y aguardaba el momento propicio. Sus ojos escrutaban la superficie en calma en la que un sol sin nubes espejeaba sin cesar y le hacía guiñar los ojos y las más de las veces sentirse deslumbrado. De cuando en cuando volvía la cabeza y contemplaba allá a lo lejos la costa, la incomparable panorámica de Miami Beach, con sus blancos edificios funcionales, sus avenidas costeando la orilla, sus palmeras y las suaves colinas multicolores.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 44. Grito de rebeldía, de Donald Curtis

Novela, Policial

Las estadísticas decían siempre que podía correr la sangre una vez o dos cada cinco minutos en la ciudad. Pero, a veces, las estadísticas eran demasiado frías, y no detallaban, no matizaban. En ese derramamiento de sangre podían intervenir diferentes factores: accidentes de automóviles, suicidios, riñas callejeras, caídas mortales, homicidios. No siempre se cumplía tampoco la estadística. Podía pasar una noche entera con escasos accidentes, y ninguno de ellos mortal. Aquella fue una de esas noches. Solamente hubo un suceso. Sangriento. Y mortal. No fue un accidente. No fue un suicidio. No fue una riña ni una caída. Fue un homicidio. Un asesinato


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 64. Humor negro, de Alar Benet

Novela, Policial

ROBERT Baker masculló un taco «impresionante». Acababa de tropezar por tercera vez con un obstáculo que resultó ser una papelera adosada a la pared, a media altura. 
Todas las situaciones, personajes y entidades de esta novela son producto exclusivo de la fantasía del autor, por lo que cualquier semejanza con hechos actuales o pasados será mera coincidencia. 
Dedicó un entrañable recuerdo a su jefe inmediato, el inspector Vincent Lubbok, de la plantilla del F.B.I. en Nueva York, quien le propuso a Washington para aquella misión en Inglaterra.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 89. Las cenizas de los muertos, de Frank McFair

Novela, Policial

—SU llave, señor. Cornet la cogió. —Y… hay una carta para usted, señor. La cara de Cornet permaneció impasible. Cogió la carta y se la metió en el bolsillo. Y, sin embargo, sabía que muy pocas personas conocían sus señas en Hong Kong. Y ninguna de ellas le escribía.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 97. ¡Yo no lo maté!, de Fred Williamson

Novela, Policial

El hombre salió del club por una puerta lateral, utilizada solamente por el personal del servicio y algunos clientes habituales. Cruzó el espacio libre entre la puerta y el lugar donde había aparcado su automóvil con celeridad y cautela que hubieran llamado la atención de cualquiera. Una vez en el auto, lo puso en marcha y arrancó en dirección a la ciudad con absoluto desprecio para las reglamentaciones sobre la velocidad.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 105. Cosecha roja, de Franklin Ingmar

Novela, Policial

El hombre parecía tener frío; sin embargo, la temperatura era ideal incluso para una ciudad como Nueva York en aquella estación del año. Llevaba mucho tiempo, quizá demasiado, observando desde aquella esquina el portal de aquella casa situada en la parte norte de Brooklyn. Esperaba a alguien, era obvio. Y sus continuas miradas al deportivo «Alfa-Romeo» parecían imbuirle la idea de que no estaba perdiendo el tiempo.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 109. Oro negro al rojo, de Franklin Ingmar

Novela, Policial

ELLA estaba en pie en medio de la carretera polvorienta, fijando su mirada furiosa en el capot levantado de su automóvil, como si su cólera fuera a aplacar el chorro de vapor que escapaba del radiador. 
Detrás, un carro tirado por bueyes se detuvo. Los rayos verticales del sol y la dura subida de aquella carretera de montaña habían cubierto de sudor el lomo de los cuadrúpedos. El carretero descendió y se acercó a la mujer. 
Llevaba un albornoz mugriento. Se puso a gritar con grandes gestos. Tenía por qué. El coche averiado obstruía completamente la carretera, invadida por una muchedumbre jamás vista en Kerma. Coches, camiones y carretas vetustas; de cuando en cuando, un camello. Árabes a pie.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 137. Cerco brutal, de Donald Curtis

Novela, Policial

LEVANTÓ los brazos armados. Le pesaban como plomo. Pero aún podía soportarlo durante horas. Y días, inclusive. Llevaba la camisa remangada. El sudor corría por su vello moreno y abundante. Tenía también sudorosos los dedos nervudos, crispados, violentos. Pero eso no importaba. El fusil ametrallador se sujetaba bien aún. Con firmeza.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 141. ¡Arrancar la cizaña!, de Charles Castle

Novela, Policial

¡Su primera misión! Cuando tres meses antes había recibido la credencial al finalizar el Curso de Instrucción en la Academia de Quantico, Rod Ruston se sintió contento, pero un poco inconforme. Sabía lo que ahora le esperaba. Le esperaba lo normal en todos los agentes federales: un año o dos, cuando menos, siempre a las órdenes directas de un compañero veterano, adquiriendo experiencia. Esto, mezclado a la rutinaria labor de papeleo, archivo, informes, etc., distaba mucho de lo que todo aspirante siente en su corazón cuando recibe el escrito en que se le comunica que su solicitud ha sido admitida.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 148. Los aniquiladores, de Donald Curtis

Novela, Policial

Él era, después de todo, un hombre rico. Pero estaba seguro de que, aun no habiéndolo sido, hubiese obrado de igual forma. Había algo que estaba por encima de la fortuna personal, de las apetencias particulares, de ambiciones y egoísmos. Había una mira altruista y digna. Había un objetivo vital para cualquier político decente: laborar por los demás, representar a sus electores, ser el defensor del pueblo que votaba por su candidatura. Todo eso, y algo más. Un alma al servicio de una sociedad media. Un hombre entregado a la labor de defender los derechos de quienes confiaron en él.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 184. Servicio inacabado, de Fel Marty

Policial, Novela

Anduvieron toda la noche, hasta que la tierra se vistió con el lujoso ropaje de lentejuelas de oro de la mañana. —¿Estamos ya cerca? —preguntó Daney al modoc. Éste asintió con la cabeza y apretó el paso. —Cabaña de viejo Flecha Certera ocultar árboles —afirmó, señalando con la mano un bosquecillo de frondosos eucaliptos. Sus acompañantes no le hicieron más preguntas. A última hora. Ojo de Halcón habíase acordado de su viejo amigo Flecha Certera, un modoc reacio a cuanto significase civilización. Vivía en aquella casucha cónica que se veía en lontananza, una choza de troncos de abedul y hojas de palma, rodeada de resistente cerca de madera.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 191. ¡Contraespías!, de Jack Grey

Novela, Policial

SE esperaba de un momento a otro la orden de ataque. 
Los tres amigos, como siempre que podían, encontrábanse juntos. Sus semblantes reflejaban algo de los respectivos temperamentos: Glenn Sutter sonreía, simpático; el gigantón Gary Walker fruncía el entrecejo y apretaba los puños con los cuales gustaba de dirimir las cuestiones; George Harriman se mostraba hermético, tristón. 
Los «Ge, Ge, Ge» llamaban humorísticamente desde niños a aquellos camaradas inseparables, debido a que sus nombres empezaban con la misma mayúscula. Quizá fue la ley de los contrastes la que tanto les acercó, pues no cabía una mayor disparidad psicológica que la que mantenían entre sí. Y, no obstante, se querían como si fueran hermanos. Más que si fueran hermanos.


Bolsilibros - F. B. I (Ed. Easa) 209. Corpus delicti, de J. Tell

Novela, Policial

Investiga ese caso, Erwin, investígalo. ¿Me lo prometes? Benson se moría. Su respiración, el estertor que escapaba de su garganta, raspaba en el oído de su compañero Erwin Mufflin, como si un cuchillo le descarnara y fuera a llegar al hueso. —Está bien, Tomy; no te preocupes. Me ocuparé de ese asunto.