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Bolsilibros - Héroes del Oeste 155. El as del rodeo, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Los ejercicios cow-boys habían congregado a lo más selecto de esta profesión, sin exceptuar a las varias docenas de fuera de la ley que, escudados en la inmunidad de las fiestas, acudían para reunirse con sus familiares y amigos. 
Nadie podía decir quién era el más favorito en cada uno de los distintos ejercicios. 
La mayoría eran desconocidos en Casper. Por primera vez, esta ciudad ganadera celebraba un festival de tal envergadura. 
Los carteles anunciadores se habían, colocado en las ciudades más importante de Wyoming y del Oeste.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 158. Mike Drake, el pistolero, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Los patos silvestres volaban hacia el sur, indicio de avance del invierno en las inmensas llanuras recortadas hacia el oeste por la cadena de las Colinas Negras. 
La corriente del río producía un ruido suave, como de roce, y sin embargo, las nubes oscuras reflejadas en el agua, presagiaban la tormenta que no tardaría mucho en comenzar. 
El caballo dejó de pastar y levantó la cabeza como si olfateara algo, enderezando las orejas y moviéndose con inquietud.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 162. Su misma ley, el colt, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Hacía jadear la máquina del ferrocarril el exceso de nieve; su avance era lentísimo. 
Los viajeros pegábanse a las ventanillas para contemplar el selvático, paisaje. 
Era necesario pasar con frecuencia la mano por el cristal para hacer desaparecer la película que se fijaba en el mismo como índice de la frontera entre dos temperaturas opuestas. 
Muchos de los viajeros llevaban juntos varias horas, habiendo hecho esa amistad que parece obligada después de tanto tiempo de convivencia íntima.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 164. Su primer hombre, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

La vida del conductor ha sido de las más duras del Oeste y había que tener una fortaleza física comprobada para sostenerla durante unos cuantos viajes. 
Desde el momento de partir con la mugiente manada, colocado en la silla, no descendía de ella nada más que los escasos momentos de las comidas y no de una manera definitiva, ya que con frecuencia habían de evitar que los terneros o sus padres se desviaran demasiado en su voracidad tras los pastos frescos.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 174. El misterio de las llanuras, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

La tormenta arreciaba cada vez con mayor intensidad y eso que hacía más de dos días que la nieve, en tromba, cubría los escasos árboles y vestía de una blancura inmaculada las rocas y la llanura. 
Dentro del fuerte los soldados no salían de la cantina nada más que lo imprescindible y el cantinero frotábase las manos de satisfacción porque la caravana al retrasar las salidas a causa de la tormenta, hacían mayor consumo de whisky y ron. 
Pero las reservas de los caravaneros estaban tan limitadas y el camino a recorrer tan largo aún, que no se excedían en el gasto a pesar del tiempo.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 176. La justicia del colt, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Para el rodeo anual, en el que se marcaban las reses nacidas de uno a otro, año, solían reunirse los vaqueros de los ranchos limítrofes, efectuando la separación y el mareaje en conjunto. 
De este modo se tenía la seguridad de que las reses que se marcaban correspondían en realidad al rancho en que se efectuaba. 
Era labor muy dura esta operación, sobre todo si el número de reses era cuantioso, como sucedía en Hereford cuyos ganados eran famosos en la Unión, hasta el extremo de cotizarse algunos dólares más que otras clases y razas.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 183. Sangre en el valle, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

#¿NOMBRE?


Bolsilibros - Héroes del Oeste 184. Cobardes y ventajistas, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

¡La ley del plomo era la única que prevalecía en aquellas tierras!


Bolsilibros - Héroes del Oeste 188. Ley vaquera, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

La gran tormenta había empujado a las manadas con sus correspondientes vaqueros y carros. 
El empuje fue de cientos de millas y el camino quedó jalonado de reses que morían por el frío y la falta de pastos, así como por caídas a los barrancos que la nieve ocultaba a los desconocedores del terreno. 
Reses y personas buscaban el sur, huir de esa temperatura tan excesivamente baja que producía llagas en la piel. 
Los rostros cauterizados eran protegidos por todas las prendas que estaban a su alcance.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 193. Leva en San Francisco, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

#¿NOMBRE?


Bolsilibros - Héroes del Oeste 195. «Río Rojo» El pistolero, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Los curiosos que estaban apoyados a la puerta del saloon que había frente a la oficina del sheriff y prisión de la pequeña ciudad, se quedaron mirando a los dos viajeros que se detuvieron ante la aludida oficina. 
Hacían una pareja extraordinaria por darse la circunstancia de que eran dos hombres de edades aproximadas y de estatura poco común.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 200. El mejor sheriff de Dodge City, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

El bullicio cesó de repente. Los que gritaban callaron; las conversaciones se suspendieron. 
El silencio fue roto a los pocos segundos al aparecer en el escenario la «estrella» de turno. Los aplausos calurosos hacían sonreír a la dueña del local, que había sido bautizada años antes, muy lejos de allí, con el sobrenombre, que se hizo popular en la ruta, de Milady. 
Nadie conocía con exactitud la historia de Milady. Su rostro no dejaba que los años marcaran su huella y resultaba difícil averiguar su edad.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 203. El valle de los sin ley, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Richard Dick monta un caballo que cabalga sin rumbo y a su antojo. Dos plomos le habían alcanzado, aunque había conseguido despistar a quienes le perseguían. Ahora vagaban, caballo y jinete, por el desierto. De pronto, amanece sin camisa a orillas de un río. Una dulce voz le habla. Es Verónica Landler, que vive en un rancho en el Valle de la Muerte. Es ahí donde se encuentra. Verónica tendrá que vérselas para esconder a Dick mientras se recupera, pues cree que su padre y quienes trabajan para él podrían matarlo.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 213. La ley del matón, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El jinete se protegía del viento que, en realidad, era vapor. El calor era asfixiante. El caballo babeaba echando de menos el agua. —¡Debes aguantar...! —decía el jinete a su montura—. Ya estamos en Roxwell. Y, si quieres, podemos bañarnos en el río Hondo antes de entrar en el pueblo. Como es natural, el caballo siguió caminando. Pero el jinete le llevó hasta el río para que bebiera, pero conteniendo su ímpetu.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 229. Orgullo de equipo, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Todos los años, en el mes de setiembre, se celebra en Pendleton el «rodeo», que lleva a la pequeña ciudad, desde los más apartados lugares de la Unión, a infinidad de curiosos… Hoy se deslizan sobre rápidos automóviles y por unas pistas, cuyos cimientos están llenos de sangre, de aquellos pioneros decididos y valientes. Es posible que hayan sido los indios Umatillas los primeros que se adaptaron al colonizador llegado de lejos y con una diferencia de raza. La fama, como jinetes, de estos indios, ha hecho de Pendleton ciudad de atracción de turistas en la época del «rodeo» y hoy es un espectáculo por el que se cobra una buena entrada, habiéndose construido graderíos para los muchos millares de espectadores que acuden de toda la Unión.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 240. Cumbres malditas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¿Qué le parecen a usted estas medidas de seguridad que van a tomarse, general? —Mi misión es cumplirlas así que me lo exija Washington, de mi opinión personal, prefiero no hacer comentarios… —Si continuamos reduciendo el territorio indio muy pronto sonarán tambores de guerra, general. Habíamos conseguido establecer una corriente de amistad con esas familias que en todo momento han sabido agradecer la ayuda que les hemos venido prestando, y que ahora, más que nunca, necesitan nuestro apoyo. —Entiendo su preocupación. No tema, coronel; esto es sin duda una broma de mal gusto. —Yo no creo que sea una broma, general —inquirió el dueño de la casa en la que se celebraba la reunión.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 263. «Cactus» Joe, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Jane Handrick desde la puerta de la casa principal, de las varias viviendas que servían de domicilio a los vaqueros del extenso rancho, contemplaba al jinete que avanzaba hacia ella. Desde las otras viviendas, a unas cuarenta yardas de la principal, unos «cow-boys» miraban al jinete con displicencia. Hacía demasiado calor para salir de la protección de unos porches que les libraba de un sol abrasador.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 267. Tres amigos, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

En Guernsey estableciose una estación del Pony Express y en ella estaban reunidos unos cuantos rancheros de las proximidades con el jinete encargado de la delicada misión de ir hasta Placerville, en California, llevando en el arzón objetos de valor o correspondencia urgente, a través de llanuras y praderas, cruzando ríos y cañones, remontando montañas, vigilado por infinitos peligros. —Yo os aseguro que todos los de esa caravana habían muerto por armas de fuego —decía el jinete del Pony Express—. No son los indios de antes, que atacaban con flechas y hachas. Disponen de buenas armas y es en puestos como éstos donde las consiguen a cambio de dinero o pieles.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 274. ¡Soy de Texas!, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Continuaron con dificultad y en silencio. El camino que seguían iba ascendiendo cada vez más. Los guías se detuvieron otra vez. Frente a ellos había una manada de lobos que se movían con su característica pereza que engañaba a quienes no conocían la astucia de estos animales. —Creo que nos estamos metiendo en dificultades que no vamos a superar —dijo la muchacha.


Bolsilibros - Héroes del Oeste 284. Plomo en el cuerpo, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Unos clientes interrumpieron la conversación de ambos. Joseph, el dueño del bar que llevaba su nombre, se acercó para atenderles. Les puso una botella sobre el mostrador y regresó al lado de Thomas Lindbergh, el hombre con quien antes hablaba. Sonrió el viejo minero al verle.