Una caja fuerte abierta de par en par sin los cuarenta y siete mil dólares que el temido Manduca Pumphrey guardaba en su interior. Esa es la deprimente estampa que el viejo John X. Shade contempla desde la barra del Enoch’s Ribs and Lounge.
Su joven mujer se ha largado con el dinero del gánster, dejándolo a cargo de su hija Etta, y John X. no quiere estar presente cuando el Manduca lo descubra. Sin un centavo y con las manos demasiado temblorosas como para sostener el taco de billar con el que se ganaba la vida, John X. decide emprender el camino de regreso a Saint Bruno, la pantanosa ciudad donde veinte años atrás abandonó a su primera mujer y a sus tres hijos.
Publicada originalmente en 1992, Sin reproches es la última entrega de la Trilogía de los pantanos protagonizada por la familia Shade.
Nos encontramos en París en 1878. Una joven muere misteriosamente en un ómnibus de la ciudad. El pintor Paul Freneuse —testigo de la escena—, al darse cuenta de que la joven que viaja junto a él está muerta, comienza a pensar que tal vez ha sido asesinada sin que ningún pasajero se haya dado cuenta, y comparte su deducción con su amigo Binos. Freneuse debe ocupar su escaso tiempo en completar el cuadro que presentará a la Exposición Universal, pero Binos no cejará en la investigación del crimen. El lector hará entonces un recorrido por el París más bohemio, con pistas salpicadas en cada capítulo —una aguja envenenada, el fragmento de una carta…—, una historia de amor, un par de asesinos particularmente audaces, un policía profesional… «El crimen del ómnibus» es pionero en la creación de un misterio en habitación cerrada… pero en movimiento. Con su lectura, el lector realiza un verdadero viaje en el tiempo al París bohemio de la Belle Époque. Ofrece misterio a sus lectores, pero también una crónica social de la época y los comienzos de la policía criminal francesa.
«Lady» Anne Daventry sospecha que alguien cercano desea asesinarla y, aunque introduce en su casa a Bruce Cardyn, un detective privado que se hace pasar por su nuevo secretario, sus peores presagios se ven cumplidos, lo que obliga a intervenir a Scotland Yard en la persona del inspector Furnival. Todos son sospechosos, y el inspector Furnival deberá hacer uso de su pericia para resolver el crimen. Nos encontramos en un escenario cerrado con un grupo limitado de sospechosos, un planteamiento que puede recordar a obras posteriores como «Diez Negritos» (1939) o «Cartas sobre la mesa» (1936), dos de las inolvidables novelas de Agatha Christie.
Tras unas vacaciones en Deauville que el distinguido periodista Joseph Rouletabille, y su esposa, la hermosa Ivana, comparten con el matrimonio Boulenger, se produce un doble asesinato profundamente impactante. La actitud ambigua de las dos víctimas, que coqueteaban abiertamente desde hacía tiempo, lleva rápidamente a la policía a considerar a Rouletabille como el principal sospechoso de ambos crímenes. El abatido reportero, brillante detective aficionado, necesitará toda su energía y sagacidad para probar su inocencia.
A través de los ojos de su amigo, Gaston Sainclair, quien ha aceptado ser el abogado de Rouletabille y se convierte también en el narrador del caso, podemos seguir las aventuras de esta intensa y trepidante investigación, que se convirtió en una de las mejores novelas de esta serie de culto que Leroux le dedicó a su alter ego literario.
Hacía ya un año de aquella tormenta de nieve en mitad de la cual Holly Barrows había corrido a los brazos de Slade Rawlins, convencida de que alguien la perseguía. Había llegado a él como una maravillosa aparición en mitad de la oscuridad de la noche. Pero Holly era real, una mujer de carne y hueso cuyo cuerpo Slade había memorizado con sus dedos. Después de aquella noche había desaparecido y no la había vuelto a ver hasta aquellas navidades, cuando llegó asegurando que habían secuestrado a su bebé...
Revisa estas chaquetas, la sospecha recae sobre Ken Brandon, un agente de seguros. Pero justo cuando Lepski está seguro de que tiene a su hombre, se producen dos asesinatos más horripilantes, y se enfrenta al caso más difícil que jamás haya tenido que resolver.
A la mafia no se le desafia impunemente. Pero hay quien, aún teniendo los mejores motivos para saber que es así, decide hacerlo. ¿Por qué?. ¿Por qué un asesino a sueldo, acostumbrado a no fallar nunca y sabedor, por lo tanto,de que la mafia nunca falla, decide de repente rebelarse contra el jefe supremo de la Costa Oeste?.¿ Cómo se escondería usted en un caso semejante? ¡Matad al negro!es una novela sorprendente en su planteamiento, en su desarrollo, en su desenlance. Y es, también, una magistral pintura de un estado de cosas que puede parecer inconcebible en pleno siglo XX, sobre todo si se tiene en cuenta que esas cosas ocurren, precisamente, en el país que presume de ser el más adelantado del planeta. Si no conoce aún la serie Special Police, que la editorial Fleuve noir ha hecho célebre en Francia, ¡Matad al negro! es una buena oportunidad. Comprendera el porque del éxito de unas novelas policíacas escritas con una mentalidad nueva, distinta, actual.
En Knutby, una tranquila población sueca de seiscientos habitantes, son asesinados dos miembros de la congregación religiosa. El Inspector Karl Johansson y la detective Regina Andersson, policías de Estocolmo, investigan este caso real -mezcla de sexo, machismo y oscurantismo religioso- que ha pasado a la historia como el crimen más famoso de Suecia.
Desvelos de un profesor de 3º de ESO. El hallazgo de una joven inconsciente a la puerta de una residencia de ancianos obliga al profesor Custodio y al policía Seisdedos a entablar una relación de amistad que irá más allá de la investigación en que se ven mezclados. La comisaria y la familia del subinspector, pero sobre todo la clase de tercero de Eso, dan pie al autor para realizar un incisivo análisis de la situación en los centros de enseñanza españoles de principios del siglo XXI.
Jackson era un pringadillo: modesto empleado de pompas fúnebres, su único activo en la vida era su compañera, la bella, exuberante, sensual Imabelle. Por ella se metió en un extraño asunto de falsificación de moneda en el que perdió todo: el prestigio ante su patrón, por robarle; el respeto de su casera; todos sus ahorros. Y, lo peor, a Imabelle. Pero Jackson, sin duda un pringado, también era, sobre todo, un enamorado. En ningún momento dudó de que Imabelle hubiera sido víctima de un secuestro, y en su busca se zambulló en el universo de pícaros, estafadores y asesinos de Harlem. Por fuerza allí se iba a encontrar con Sepulturero Jones Y Ataúd Johnson, la pareja de detectives más impopular del barrio, tanto por su rigor como por lo poco convencional de sus métodos…
Un hombre blanco en un club de negros en Harlem es atacado, perseguido y asesinado en la calle. Cuando Grave Digger Jones y Coffin Ed Johnson llegan a la escena del crimen, la resolución del caso parece sencilla, pero todo se va complicando: Coffin Ed mata a un miembro de la banda de los Musulmanes, a la que pertenece su hija, y el sospechoso principal se escapa, pero cuando encuentran su arma resulta que es de fogueo. Entonces, ¿quién ha matado al hombre blanco en Harlem?
El encargado de una tienda de alimentación A&P es víctima de un robo enfrente de un apartamento donde se está celebrando un velatorio. El reverendo Short, un pastor evangélico adicto al brandy con opio, lo observa todo desde la ventana de uno de los dormitorios. Se inclina demasiado y cae al vacío: una cesta de pan que se encuentra delante de la panadería que hay debajo lo salva de la muerte. Cuando regresa al apartamento, asegura tener una visión de un hombre muerto. Fuera, en la misma cesta en la que aterrizó Short, yace el cuerpo de Valentine Haines. ¿Quién asesinó a Val? Grave Digger Jones y Coffin Ed Johnson son los encargados de averiguarlo
El cuerpo de una mujer yace en el suelo, grotescamente inmóvil. Es el fin. Sin embargo, para los policías negros Ataúd Johnson y Sepulturero Jones este asesinato no es más que el comienzo de una de sus más peligrosas aventuras.Un sueño por valor de 36.000 dólares en billetes flamantes. El error de aquella mujer fue intentar mantenerlo en secreto: una cifra semejante es mucho dinero en Harlem; suena demasiado, ya que pronto o tarde algún estafador, camello o novato, procurará localizarlo. Pero la muerte acecha a cada intentona. No tardará en desencadenarse una caza impecable. El olor de la codicia se espesa en el aire bochornoso. Y el homicidio, fatalmente, se extiende como una epidemia.
El principio de Todos muertos tiene aspecto de pesadilla sarcástica, una sensación que va en aumento conforme avanza la impactante lectura y un múltiple baile de máscaras se une a un rosario de crímenes. En Todos muertos nada es lo que parece, y así una vieja resultará ser un joven homosexual, tres presuntos policías ocultan a otros tantos delincuentes...Y nadie se sorprende, porque esto es Harlem. Harlem, donde la violencia es tan inevitable como el frío en invierno. El original All Shot Up, es un título de doble sentido, además de significar este Todos Muertos, fonéticamente suena igual que All shut up: todos callados o todos mudos.
Walker, un amargado policía de Nueva York, se transforma cuando bebe en un violento salvaje. Un gélido día de invierno, al entrar con paso ebrio en una cafetería, mata a dos empleados negros sólo «porque estaban allí», y persigue a un tercer testigo de los asesinatos en una de las cacerías con mayor suspense jamás escritas. Ambientada en Harlem, esta novela es probablemente la más dramática y emocionante que escribió Chester Himes. Esta novela comienza más allá de H, más allá del Harlem, más allá del férreo —aunque convencional— límite del ghetto, donde la supremacía blanca, no se hallan normalmente en cuestión. La voluntad y el capricho del blanco con la ley y si es en Harlem éste es el fundamento del enfrentamiento y de la violencia, más allá de su asignado entorno el hombre negro parece no más remedio que una triste resignación y una indiscriminada aceptación de la arbitrariedad que se ejerce contra él. Lo contrario, aun cuando se lo exprese de la forma más humilde y temerosa que sea imaginable, puede significar, de inmediato, la muerte.
Una esperanza, decididamente mesiánica recorre Harlem: ¡por mil modestos dólares, todo negro que lo desee puede regresar al África de sus antepasados! El reverendo O'Malley es el promotor; su santidad y elocuencia le han permitido reunir ochenta y siete buenos negros, de los de a mil dólares. Pero sus sueños nuevamente serán rotos por los blancos; unos atracadores se llevan los 87.000 dólares, los esconden en una bala de algodón (nada más lógico)... y pierden ésta. El algodón seguirá su curso azaroso, arrastrado por las corrientes de ese turbulento océano que es Harlem. Pero de cerca lo siguen el reverendo O'Malley, dispuesto a recuperar lo que es suyo; los atracadores, empeñados en recobrar el botín... y los feroces detectives "Sepulturero" Jones y "Ataúd" Johnson, que, sólo ellos, están decididos a rescatar lo que sin duda es toda la fortuna de ochenta y siete ilusionados conciudadanos.
Un gigantesco negroalbino, una curandera por la fe tan anciana como inveterada fumadora de marihuana,un chofer heroinómano que en su achacosa ambición vuela una casa entera, y unhindú que de vez en cuando lleva a pasear un perro parecido a un león, sonparte de la fauna. Los escenarios son Harlem, sus aledaños y el puerto de NewYork, calcinados por las primeras estocadas de un verano irrespirable. Lo quese advierte ya detrás de un reguero de muertes aparentemente inconexas, es uncargamento de heroína que la policía no logra descubrir, pese a tenercontroladas todas las comunicaciones. El trabajo será para Ataúd Johnson ySepulturero Jones, esta vez momentáneamente apartados de sus puestos por abusode autoridad.
Los detectives «Coffin» Ed Johnson y «Grave Digger» Jones tienen que atrapar a dos delincuentes que han huido. Como se trata de dos fugitivos de aspecto llamativo, uno es un gigantón albino y el otro un traficante enano, parece que a priori la misión no reviste grandes dificultades para dos curtidos policías como Johnson y Jones, que conocen las calles de Harlem perfectamente. Sin embargo, en aquel lugar las cosas nunca son tan sencillas como aparentan. En medio de un calor sofocante, el caos está a punto de desatarse, porque en alguna parte del barrio hay un cargamento muy valioso del que todos quieren sacar provecho, aunque sea a costa de perder su vida. El Harlem que conocemos a través de las páginas de Chester Himes es violento y peligroso, pero también fascinante e hipnótico. La delirante galería de personajes con los que tienen que codearse los detectives «Coffin» Ed Johnson y «Grave Digger» Jones en Empieza el calor hacen del barrio neoyorkino un universo único, casi irreal, por el que es inevitable sentirse seducido.
«La obra que presentamos hoy, “Un ciego con una pistola”, es más, mucho más que un escalofriante relato de acción protagonizado por negros que se enfrentan con las autoridades y con el poder blancos. Porque a partir de un punto geográfico —el cruce de la Séptima Avenida con la Calle 125—, hacia el cual convergen manifestantes del Black Power y de la Hermandad del Templo de Jesús Negro, frente a la mirada pasiva de un grupo de musulmanes negros, Chester Himes registra en su discurso literario el carácter compulsivo —policiaco— de la vida en el ghetto negro, narra las aventuras sin solución convencional de sus detectives Sepulturero Jones y Ataúd Johnson, y reúne las voces de todos sus hermanos negros en un texto estremecedor. Porque “Un ciego con una pistola” es el registro de los discursos de la negritud recluida en Harlem». (Del prólogo de Juan Carlos Martini)
Un crítico francés, que afirmaba que Himes pasaría a la historia como el escritor negro más importante del siglo, consideraba la novela inconclusa Plan B un legado delirante que exploraba el odio implacable existente entre negros y blancos. Efectivamente, la lógica y la perspicacia de Himes son en ella aterradoras, y el resultado es una historia furiosa y violenta, una auténtica parábola incandescente de la locura racial, además de una retrospectiva de la historia americana. Plan B es un libro duro que deja al lector con un regusto persistente en la boca, una muestra excelente de la peculiar mezcla de surrealismo y humor a la que recurría Himes para sobrellevar los tormentos que debió de sentir por una vida entera enfrentado a la injusticia de las políticas raciales norteamericanas.