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Bolsilibros - Kansas 161. Con el nombre de otro, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—Debéis tener paciencia. No se termina la bebida. Habrá para todos. —Hace más de una hora que estoy aquí, y no me han servido aún. —Es lo que sucede con otros. Cuanto más ruido hagáis, más difícil resultará servir. —Pero si estáis sirviendo a los que han llegado mucho más tarde. Precisamente por no gritar es por lo que me sucede esto. Si hubiera gritado como otros, ya habría bebido. —Bueno. Ahora serás el primero.


Bolsilibros - Kansas 186. Ladrones de pieles, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—Hola, sheriff. ¿Desea algo de mi almacén? —Sí. Tocino. —¿Es que no ha leído el cartel que hay a la entrada? —¡Por eso mismo te he pedido tocino, Raymond! He venido a comunicarte que el “Quebec” acaba de atracar... —¡No te enfades, Irving!... En ese barco me envían unos cuantos sacos de tocino salado y podré servirte todo el que quieras... —¡Si no fuera porque eres mi mejor amigo!...


Bolsilibros - Kansas 189. Tropa de pistoleros, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¡Hola, Green! —saludó el barman al vaquero que acababa de entrar en el saloon. —Dame un whisky doble con mucha soda —pidió en forma de saludo el llamado Green—. ¡Estoy sediento! El hombre del bar, poniendo ante el cliente la bebida solicitada, dijo: —No debe extrañarte. Empieza a hacer un calor insoportable. —¡Ya lo creo!...


Bolsilibros - Kansas 190. El vengador desaparecido, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Las fiestas vaqueras en Las Vegas, centro de embarque del ganado de esa zona, se habían ido haciendo famosas a causa de la importancia que cada año tenían los premios por cada ejercicio. De una taberna, más bien mejicana con ambiente de este tipo, se pasó a una docena de locales, que eran como la mayoría de los de este otro tipo en el Oeste. A los dueños de estos locales les convenía, claro está, la importancia que se daba a las fiestas vaqueras.


Bolsilibros - Kansas 217. Tenía que morir, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Horace de Poix alcanzó lo alto del pino sendero por el que avanzaba, y al llegar a su máxima altura, frenó el caballo y echó una mirada hacia abajo. Allí la senda cambiaba su curso en descenso, para ir a morir a un trozo de valle amplio, ubérrimo, cubierto de verde y alta hierba, que se dilataba hasta donde la mirada podía abarcar. 
Desde la altura, en plena marcha, con un sol bravío que caía del cielo inundando de fuego todo el paisaje, pudo abarcar en la lejanía el poblado extendido en el valle, sobre un terreno llano en el que las pequeñas casas no sobresalían unas de otras.


Bolsilibros - Kansas 237. Monte de locos, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Hay veces que es preferible recibir encima de las costillas el peso de una buena piedra caída desde regular altura que una herencia de relativo valor, sobre todo si esta herencia puede resultar más peligrosa que la caída de la piedra sobre nuestras débiles costillas. Algo de esto le sucedió a la bella y dinámica Rosalind Bowles, cuando un día, sintiéndose más que aburrida en la escuela que regentaba en San Andrés, al este del Estado de California, recibió una carta con un membrete impreso, cuyo contenido, tras darla una mala noticia, trataba de endulzarla con otra que podía resultar una compensación para ella.


Bolsilibros - Kansas 289. Dallas no es Oklahoma, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

—¡Vamos…! ¡Vamos…! ¡Es la hora de los clientes…! Debéis estar todas en el salón —y la que hablaba daba palmadas de apremio para que las jóvenes se prepararan rápidamente a fin de animar con su presencia el local más concurrido de Dallas. 
Se decía que era el negocio más limpio de todo Texas. Y se aseguraba que producía tanto como un buen pozo de petróleo. 
Se movían en él una veintena de muchachas. Y todas guapas. 
El éxito de ese local estribaba en ellas. 
Local que estaba valorado en varias decenas de millares de dólares.


Bolsilibros - Kansas 303. La ambición tiene su premio, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Dean Harlena y su hijo Burford habían vadeado el Pitt River, que a la sazón llevaba poca corriente, y dejando a su derecha el poblado de Alturas se habían adentrado por el paisaje hosco y quebrado de Sierra Nevada, teniendo siempre a su izquierda la impresionante mole del Monte Shasta, uno de los más imponentes y altos de toda Norteamérica. Dean y su hijo iban buscando un lugar determinado en aquel paisaje maravilloso para contemplarlo, pero duro y agotador para debatirse en él. Alguien les había dicho que en las inmediaciones de un poblado llamado Mac Gavis, se acababa de descubrir oro en cantidad tentadora y ambos se disponían a probar suerte en aquella parte de California. En realidad, no habían tenido necesidad de tentar la aventura si alguien falto de escrúpulos no les hubiese hecho una jugada digna de llevarle a la horca.


Bolsilibros - Kansas 307. Sangre en los riscos, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Polykarp Beckman penetró lentamente por la polvorienta calzada que dividía el poblado en dos mitades. Un aire seco, violento, arremolinado, que arañaba la tierra y la elevaba hacia lo alto azotando el vientre y los flancos de su caballo con tal fiereza, que el animal relinchaba dolorido, soplaba desde el amanecer y no parecía que fuese a amainar cuando llegase la noche. Allá entre las quebradas, donde sus reses, se esparcían ocupando una amplia extensión de terreno, el huracán se había manifestado con más furia durante las horas plenas del día. Arboles bastante corpulentos habían sido abatidos por las laderas de los riscos y los tejados de la hacienda habían sufrido algunos desperfectos. Cuando descendía hacia el llano camino del poblado, el huracán que soplaba de espaldas empujaba su montura peligrosamente, amenazando con hacerla hocicar cuesta abajo, pero el animal se mantenía firme y Polykarp no parecía conceder mucha importancia a aquella manifestación violenta de la naturaleza.


Bolsilibros - Kansas 311. Una semana de plazo, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La tarde se había presentado dura y peligrosa para quienes se aventurasen a caminar por aquella parte de Wyoming, ya bastante alejada hacia el Norte, del nudo ferroviario que cruzaba el Estado de este a oeste. Las nubes se amontonaban atropellándose con violencia, a causa del fuerte ventarrón que soplaba. Llover, apenas si había llovido, al menos en aquel lado, pero, en cambio, el vendaval arreciaba y las copas de los árboles que se desperdigaban por la llanura, se inclinaban al embate furioso del viento, y muchas de sus hojas, a pesar de que aún el verano no estaba vencido, volaban de las ramas, formando círculos extraños y caprichosos según caían cogidas en algunos remolinos del viento.


Bolsilibros - Kansas 327. La ruta de los valientes, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Corría el verano del año 1860, un verano demasiado cálido, pegajoso y asfixiante, que encendía la sangre y deshidrataba los cuerpos a fuerza de transpirar sudor por todos los poros. En esta fecha, al coronel Len Maxwell, podía considerársele el terrateniente más rico de Norteamérica. Poseía un enorme rancho en la punta sudeste de Kansas, que abarcaba centenares de millas casi imposibles de recorrer a caballo en varios días, y las cabezas de ganado de su propiedad era imposible contarlas. Maxwell, con sus largos cincuenta años sobre sus duras espaldas, resultaba aún un tipo de hombre digno de figurar en vanguardia entre la pléyade de colonizadores que se establecieron a lo largo y a lo ancho de la llamada ruta del Oeste, aquella famosa ruta de caravaneros que partiendo de San Luis o de Independence, atravesaban los Estados de Missouri y Kansas, para penetrar en Nuevo México por las divisorias de Colorado y Oklahoma, poniendo fin a su ruta en Santa Fe, tras un dramático recorrido de más de dos mil millas, luchando fieramente con, las inclemencias del tiempo y la salvaje hostilidad de los indios que infestaban la ruta.


Bolsilibros - Kansas 331. Cuesta abajo, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Acababa de salir el sol cuando Jackson Kelly, abandonando su cabaña, salía a sus sembrados y les echaba un amplio vistazo. Del galpón de peones, habían salido ya fuera, un par de ellos, que se desperezaban al sol de la mañana. Hacía calor pese a lo temprano de la hora, y las espigas levemente sacudidas por una suave brisa, se movían rítmicamente como si fuesen un rubio oleaje. El rostro de Jackson estaba tenso. Era un muchacho ya próximo a cumplir los treinta años. De muy buena estatura, escurrido de carnes, pero fuerte y musculoso, sus ojos eran negros, brillantes, su pelo también negro y espeso, y su rostro enérgico y oscuro, debido a la continuada caricia del sol.


Bolsilibros - Kansas 340. Un garito en el río, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

El Mississippi es, como todo el mundo sabe, el mayor de los ríos de la América septentrional, y su nombre, aplicado por los indios, quiere decir «Padre de las Aguas». Tiene su origen en un grupo de lagos del norte de Minnesota y pone fin a su curso en el golfo de Méjico, en las costas de Luisiana, con un recorrido total de cuatro mil doscientos kilómetros. Su anchura es varia, pues así como en algunos lugares alcanza casi los cuatro kilómetros, en otros, especialmente cerca de su desembocadura, la anchura media es de un solo kilómetro.


Bolsilibros - Kansas 360. ¡Ahí vienen los Very!, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

El magnífico caballo que montaba Stuard Adley coronó lo alto de una loma y se detuvo a una leve indicación de su jinete. Este ansiaba gozar desde aquella altura del grandioso panorama que se abría ante sus ojos. Se encontraba a poco menos de dos millas del poblado llamado Plemons casi a caballo sobre el curso del River Canadian y cuanto podía abarcar con su aguda mirada le ofrecía una inmensa y verdegueante pradera cortada por el curso del río. Salpicaban el paisaje cierto número de depresiones que no por estar presentes rompían la belleza del panorama; al contrario, eran como un alivio a aquel gran tapiz de hierba que se dilataba hacia los cuatro puntos cardinales. El pueblo sobre el llano se apiñaba como tratando de protegerse de la invasión de la hierba. Por lo que podía apreciar a simple vista se trataba de un poblado pequeño que no excedería del millar de habitantes a juzgar por el número de casas que formaban el núcleo urbano.


Bolsilibros - Kansas 379. Un negocio criminal, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Bobbie Gunn penetró resueltamente en el almacén de pieles propiedad de Frank Gillens, y miró en torno buscando a uno de los dos propietarios, pues Frank explotaba el negocio de las pieles en unión de un socio llamado Chris Drake. Bobbie era un hombre alto, tan alto que debía exceder de los seis pies. Su esqueleto estaba a tono con la longitud de su cuerpo, y pese a esta desmesurada estatura, estaba tan proporcionado, que no daba la sensación de pesar las ciento setenta libras que daba en la báscula. Era muy moreno, debido a que la mayor parte de su vida la pasaba a caballo bajo el zarpazo del sol o la inclemencia del viento, el agua y la nieve. Sus ojos eran negros, grandes, profundos, de un mirar brillante, tan brillante que a quien fuese un poco observador, le bastaba observar el brillo de aquella mirada candente para adivinar que se trataba de un hombre tan duro como el granito.


Bolsilibros - Kansas 400. Dólar volandero, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El viento era fuerte y la lluvia muy espesa. Los dos jinetes desmontaron ante la vivienda. Y ésta, parecía más inmensa a la luz de los relámpagos que se sucedían con frecuencia. Los animales se movían inquietos, asustados por el relumbrar de los relámpagos y el ruido de los truenos. Relincharon asustados y la puerta de la casa se abrió.


Bolsilibros - Kansas 445. La sangre empuja, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Nelly Scott recibió la carta de su padre a altas horas de la noche, cuando acababa de regresar de una gran fiesta que, organizada por algunos ovejeros de la ciudad, había congregado en el gran salón de uno de los mejores hoteles de Boixe a lo más selecto de las mejores familias de los contornos. 
Generalmente, cuando terminaba la faena del esquileo de las ovejas y la lana era vendida, siempre en buenas condiciones, el éxito de su venta solía celebrarse de diversos modos, y uno de ellos consistía en organizar un magnífico baile de sociedad, en el que se reunían las muchachas más bellas y elegantes de los contornos y los muchachos más codiciados por su posición social. 
Muchos de los asistentes a la fiesta estaban ya comprometidos en matrimonio y el baile servía únicamente para proporcionar un alegre contacto entre las parejas. Otros, en cambio, aún no se habían decidido a comprometer su libertad y acudían al baile a otear el ambiente y a calibrar los méritos y la posición social de las muchachas aún sin compromiso, por si les interesaba comprometerse con ellas.


Bolsilibros - Kansas 484. El delator, de Fidel Prado

Novela, Aventuras

Había llovido torrencialmente durante muchos días y las pocas calles de Chichasha, poblado situado en el centro del Estado de Oklahoma, se habían embarrado de tal manera, que era imposible cruzarlas por los medios naturales sin exponerse a hundir los pies y parte de las piernas en el espeso fango que las cubría. En la calle principal, varios comerciantes, temerosos de no poder contar con clientela si el paso hasta sus establecimientos se veía así cortado, habían colocado sendos tablones a lo ancho de la calzada, para que oficiando como estrechos puentes, permitiese a la gente cruzar de uno a otro lado sin peligro de verse aprisionados por el barro.


Bolsilibros - Kansas 503. Demasiado ambicioso, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Las cataratas del cielo se habían desbordado fieramente, y el agua que caía de las nubes, más que lluvia, eran torrentes impetuosos que al batir con furia la corteza de la tierra, abrían hoyos de regular tamaño y formaban pequeñas lagunas y riachuelos, que corrían alocadamente buscando la salida natural hacia cauces más anchos. La senda que conducía desde Kimgusher a Guthrie se había convertido en un río de fluido lodo, que descendía en cuesta, formando enormes charcos y arrastrando la tierra debido al ímpetu de su descenso.


Bolsilibros - Kansas 505. Protagonista, un hombre, de Fidel Prado

Novela, Aventuras

Rod Wood llegó a su modesta cabaña cansado de la ruda tarea de atender su pequeña tierra, único patrimonio que poseía para su sostenimiento. Desde que muriera su padre, había peleado en solitario por defender aquel trozo de parcela, que unas veces parecía ofrecerle una adecuada compensación a sus esfuerzos y otras, a causa de las sequías, los tornados y demás inclemencias de la Naturaleza, se revolvía airada contra él y le negaba el fruto adecuado para mantenerse sin agobios.