La diligencia procedente de Springfield con dirección a Sedalla rodaba a un trote vivo por la llanura, bordeando el Niangua River, a muy escasas millas del poblado llamado Buffalo. En el interior figuraba como viajero destacable Gene Segal, prestigioso colono de los alrededores del citado poblado y hombre muy conocido en toda la región por sus actividades como negociante en toda clase de granos y forraje para el ganado.
Sobre la amplia y reluciente mesa de despacho del gobernador de San Antonio había extendido un gran mapa del Estado, que cubría todo el tablero. Era un mapa moderno, bien señalizado, y capaz por sí solo de orientar al más despistado en conocer y localizar rutas.
Inclinado sobre el mapa se encontraba el gobernador Dick Nabord, un hombre que ya excedía de los cincuenta años, pero que se conservaba fuerte, viril, emprendedor y enérgico.
Había nacido en Texas, amaba su estado con el cariño enfático que todos los tejanos sienten por su patria chica, y era hombre que ansiaba ver libre de elementos perniciosos todo el territorio.
Alfonso Arizmendi Regaldie (San Cristóbal de la Laguna, Islas Canarias, (España), 1911 - Valencia (España) 2004), más conocido por el seudónimo Alf Regaldie formado con la abreviatura de su nombre y con su segundo apellido, de origen francés, aunque también utilizó el de Carlos de Monterroble. Aunque nació en la localidad canaria de San Cristóbal de la Laguna, durante la mayor parte de su vida residió en Valencia, por lo que se le puede considerar con toda justicia miembro de pleno derecho de la escuela de ciencia-ficción valenciana. Al igual que ocurrió con otros muchos contemporáneos suyos, tuvo la desgracia de verse atrapado en la vorágine de la Guerra Civil española, participando como combatiente en el bando republicano. lo que le acarreó, como es fácil suponer, serias dificultades una vez acabada la contienda, llegando a estar encarcelado por ello durante siete años.
El ahorcado pendía del árbol que había casi en el centro de la plaza. Las manos caían, flácidas lo largo de los costados, y las puntas de sus botas apuntaban oblicuamente al suelo. Había sido un hombre joven y bien parecido. Ahora, la corrección de sus facciones había sido sustituida por la horrible mueca causada por la presión de la soga en su cuello.
El empleado desapareció por una recia puerta. Y tardó en volver más de tres minutos. Le bastó un simple gesto para anunciar a Lane que Charles Spencer no tardaría en salir. Desapareció el empleado por otra puerta y salió el dueño de la compañía de transportes por la misma puerta que el empleado había usado anteriormente.
Alfonso Arizmendi Regaldie (San Cristóbal de la Laguna, Islas Canarias, (España), 1911 - Valencia (España) 2004), más conocido por el seudónimo Alf Regaldie formado con la abreviatura de su nombre y con su segundo apellido, de origen francés, aunque también utilizó el de Carlos de Monterroble. Aunque nació en la localidad canaria de San Cristóbal de la Laguna, durante la mayor parte de su vida residió en Valencia, por lo que se le puede considerar con toda justicia miembro de pleno derecho de la escuela de ciencia-ficción valenciana. Al igual que ocurrió con otros muchos contemporáneos suyos, tuvo la desgracia de verse atrapado en la vorágine de la Guerra Civil española, participando como combatiente en el bando republicano. lo que le acarreó, como es fácil suponer, serias dificultades una vez acabada la contienda, llegando a estar encarcelado por ello durante siete años.
Fernando Alejandro Orviso Herce nació en Logroño en 1926, donde también falleció en 2007, a los 81 años.De la producción total de Fernando Orviso Herce, la mitad de los libros son historias de vaqueros e indios. De las novelas que se sintió menos satisfecho fueron las románticas, de las que solo escribió tres títulos. A partir de 1960 comenzó a escribir novelas policíacas y, ya de forma tardía, a partir de 1972, historias de terror. Orviso trabajó, sobre todo, para la editorial madrileña Rollán y, posteriormente, con la heredera de los fondos de ésta, Andina, que reeditó buena parte de los libros de Fred Hercey. También publicó con la poderosa Bruguera (un total de 82 títulos, como Alex Colins), y, de forma más esporádica, con las editoriales Toray y Castellana.
Aquélla era la tierra adonde Fred Colby siempre había deseado llegar. Y ahora que estaba en ella, sentía una punzada en el corazón. Porque le parecía imposible haber alcanzado su sueño y temía que en cualquier momento se desvaneciera.
Sólo tres colores señoreaban el paisaje. Un azul muy intenso arriba en el alto cielos el verde de los árboles y el rojo; todas las gamas del rojo en una salvaje explosión de color. Como si todo el país estuviera bañado en sangre. Sedona...
Jesús Navarro Carrión-Cervera, que tanto sus obras del Oeste como Cliff Bradley ó la femeninas como Jesús Navarro son de muy alta calidad. Sobriedad, elegancia en el estilo, en su sintaxis, argumentos sólidos y descripción de situaciones verosímiles, fácil lectura. Todo está muy bien logrado. Algunas de las obras de Jesús Navarro tienen pinceladas de sano humor dignas de figurar en una antología.
Los mineros y cow-boys ya estaban acostumbrados a estos gritos y los incrementaban con sus comentarios más o menos cáusticos. Los locales se hallaban llenos de todos modos: con mujeres-reclamo y sin ellas. Los hombres vestían de variadas formas y las mujeres lo mismo. Sin embargo, en ellas abundaba la seda y los colores chillones.
—¡Dor! No marches. ¡Quiero hablar contigo! Puedes seguir bebiendo. Estás invitado. —Gracias, Mona. No bebo más. —¿Es posible? —exclamó el barman—. Es de suponer que no hablas en serio. —Te equivocas. Lo estoy haciendo así. ¡No bebo más! Un vasito al día, y ya está bien. —¿Al día? ¡No es posible!
Una muralla de rocas se alzaba ante ellos, cerrando el estrecho paso que tan ansiosamente habían buscado durante los últimos días.—¡Maldita sea! —gruñó Frank Weiden, golpeando con rabia el borrén de su silla—. Sólo nos faltaba esto.—Quizá encontremos algún hueco por el que pasar al otro lado —dijo Alan Gilliam, contemplando la estrecha garganta.—Lo dudo, Alan. Ese derrumbe ha arrojado tal cantidad de rocas sobre el paso que no va a ser posible cruzarlo.
Marcial Antonio Lafuente Estefanía (n. 1903 en Toledo, Castilla la Nueva - f. 7 de agosto de 1984 en Madrid) fue un popular escritor español de unas 2.600 novelas del oeste, considerado el máximo representante del género en España.1 Además de publicar como M. L. Estefanía, utilizó seudónimos como Tony Spring, Arizona, Dan Lewis o Dan Luce y para firmar novelas rosas María Luisa Beorlegui y Cecilia de Iraluce. Las novelas publicadas bajo su nombre han sido escritas, o bien por él, o bien por sus hijos, Francisco o Federico, o por su nieto Federico, por lo que hoy es posible encontrar novelas 'inéditas' de Marcial Lafuente Estefanía.
En pocos minutos fue trasladado el moribundo hasta un lugar que estaba a una milla de distancia y que por esos caprichos de la naturaleza era de lo más extraño que pueda imaginarse.
Una especie de galería se abría suavemente en el desierto de muchas yardas de longitud para al final, en una temperatura agradable, encontrar varias galerías más que daban salida por distintos sitios otra vez al desierto.
Dentro y en virtud de la profundidad, había agua en abundancia.
Una patrulla del ejército, a las órdenes del capitán Cowler, se detuvo a la puerta del local de Hull, en el pequeño pueblo fronterizo de Bisbee. Los vaqueros les contemplaban con curiosidad, al igual que los mineros de aquella zona. Para todos los vecinos de Bisbee era una tranquilidad saber que los militares estaban por las cercanías.
—Permítame ser yo mismo quien informe al juez Kramer. El informe recibido en Washington sobre este hombre nos permite poder hablarle con claridad. Vamos a hablarle de su hijo, juez Kramer. Sabemos que ejerce de médico en Pecos y es precisamente allí donde ha desaparecido uno de los mejores agentes del Gobierno. Las últimas noticias que recibimos indicaban que había sido malherido. Hemos pensado que su hijo pueda darnos alguna información importante. Hace varias semanas que no sabemos nada del hombre que nos comunicó la noticia. Esto nos hace sospechar que le hayan matado.
Las carreteras, los caminos, a través de las praderas o de las montañas, en todos los vehículos existentes, a caballo o a pie, la avalancha humana en movimiento de reflujo, al ser rechazada por la decepción californiana en virtud del agotamiento de placeres y vetas, o por estar ocupadas desde antes las zonas que aún permitían el alumbramiento de algunas onzas del aurífero metal, se desplazaba hacia la región central y montañosa del Colorado, donde los yacimientos de Cripple Creek actuaban de atracción para los ambiciosos con todo su acompañamiento.
Cuando salió del agua, se encontró en el mismo estado que al nacer treinta años antes: esto es, sin nada absolutamente encima. Kerry miró boquiabierto en torno tuyo. Sus ropas, el caballo, todo le había desaparecido como si jamás los hubiera poseído. Por un momento creyó estar soñando. Después, el furioso picotazo de un tábano en un punto especialmente sensible de su anatomía, le dijo que no había tal pesadilla, sino una cierta y desagradable realidad. Estaba completamente desnudo, sin ropas, sin calzado, sin equipaje y, casi lo que era peor, sin caballo, en una comarca completamente desconocida para él. La gente podía ser buena, pero también podía ser mala. Y esto era algo que no le hacía gracia a Kerry en absoluto. En resumidas cuentas, se encontraba lo mismo que cuando nació, pero con treinta años más sobre un cuerpo que se había desarrollado notablemente en aquellos seis lustros.
—¿Qué ocurre con ese caballo, míster Norton? —Hola, sheriff. Varios de mis hombres se han quedado en las montañas para darle caza. —Por los comentarios que acabo de oír en el Arizona no creo que lo consigan... Son varios los cazadores que le han seguido y ninguno ha conseguido acercarse a ese caballo. —Si Tom se lo propone, lo conseguirá... Ya conoce a Tom, sheriff. —No dudo que Tom es el mejor cazador de caballos de toda la comarca, pero conozco a dos viejos cazadores que han pasado la mayor parte de su vida en las montañas y afirman que será muy difícil cacen a «Black».