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Fantasías de una doméstica, de Beatriz Cárdenas

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Fantástica locura 3. La bruja del clan Ojo Blanco, de M. J. Massey

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Fany y los seres impares, de Dolores Campos-Herrero

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EL HALLAZGO   N   o es frecuente, en los tiempos en que vivimos, que una niña de diez o doce años pase demasiadas horas leyendo. Estefanía era un caso aparte.   Le llamaban la atención los libros y por eso, esa mañana, se había llevado de la destartalada biblioteca pública de su ciudad un libraco muy raro y lo tenía sobre la falda.   En la cubierta, el título, Tratado de Seres Impares, estaba en relieve. Fany pasó los dedos por las letras que sobresalían y las yemas se le quedaron medio doradas.    Cuando lo abrió por la primera página, una nube de polvo le hizo estornudar.    La letra era muy pequeña y tuvo que doblar mucho el cuello para adivinar qué ponía.    Nadie pasó en ese momento por el cuarto de estar donde la niña se había refugiado con su extraño botín. De lo contrario podía haberse expuesto a una severa reprimenda. Siempre le decían que no se encorvara tanto al leer y ella nunca atendía a razones.    Cuando estaba absorta en alguna historia de aventuras, la verdad es que se olvidaba de todo.    Hasta de su nombre se olvidaba.   Ahora, por más que acercaba los ojos a la página, toda amarillenta y con rastros de arenilla, no podía entender qué decía.    El libro estaba escrito en una lengua muy rara. Una lengua que alternaba signos con figuras humanas y de animales. Era un alfabeto desconocido que ella jamás había visto, pero era bonito. Claro que había un montón de cosas que a sus doce años todavía no sabía.    ¿Qué será esto?, se preguntó y se puso a escribir mentalmente en un idioma parecido.    En ese caso, si quisiera referirse a un burro, primero pintaría un asno y después vendrían la u, la doble erre y la o.   A otra cualquiera le habría dado igual ocho que ochenta que el libro estuviera escrito en swajili o en indi, en idiomas de África o la India, pero Fany era una niña fantasiosa, llena de curiosidad.    Lo pensó un momento y decidió que aquel mamotreto bien podría ser un documento egipcio con su correspondiente escritura jeroglífica.   En el colegio le habían explicado no hacía mucho todo aquello de las pirámides y los faraones y todavía recordaba una película sobre una momia que había visto a los diez años y que, por cierto, le había dado un poquitillo de miedo.   Para aclarar dudas podía haber recurrido a su padre, pero no lo hizo porque sabía que aquel tratado no debería estar en su poder.    Que se lo había llevado aprovechando un descuido del empleado, el viejo don Telesforo.   Iban a cerrar para siempre la vieja biblioteca y en los pasillos y en algunos rincones se amontonaban pilas de libros que acabarían en una pira.   ―¿Qué van a hacer con todos esos? ―preguntó Fany   ―Hija mía, la mayoría los quemarán porque son muy viejos y hace más de sesenta años que nadie los pide en préstamo.   Algunos no le interesan ya ni a los ratones ―se rió don Telesforo.    ―¿Van a hacer una gran hoguera aquí?   ―Bueno, era una manera de hablar. No, no los quemarán porque el papel, por viejo que sea, puede reciclarse ―explicó don Telesforo. En fin, te dejo. No puedo darte más libros porque la biblioteca, a todos los efectos, ya está cerrada. Kaput. Borrón y cuenta nueva. Y a mí me jubilan. Y no creas que me importa, que ya estoy cansado y me merezco un descanso.   Don Telesforo le dio la espalda y ese fue el momento que Fany aprovechó para agacharse y arramblar con lo primero que encontró. El libraco pesaba, pero ella lo camufló debajo de su chándal y dijo, “bueno, adiós, Don”.   Cuando llegó a su casa, lo primero que hizo fue comprobar que no hubiera moros en la costa. Que no estuvieran por allí su hermano ni sus padres. Sobre todo, su madre, que siempre se estaba quejando de la cantidad de chismes y cachivaches que había en aquella casa.   ―Fany, las cosas que no te sirvan y no necesites ya, mételas en una bolsa para que la llevemos a la parroquia.   ―¿A qué cosas te refieres? ―preguntaba ella.    ### Descripción del producto  EL HALLAZGO   N   o es frecuente, en los tiempos en que vivimos, que una niña de diez o doce años pase demasiadas horas leyendo. Estefanía era un caso aparte.   Le llamaban la atención los libros y por eso, esa mañana, se había llevado de la destartalada biblioteca pública de su ciudad un libraco muy raro y lo tenía sobre la falda.   En la cubierta, el título, Tratado de Seres Impares, estaba en relieve. Fany pasó los dedos por las letras que sobresalían y las yemas se le quedaron medio doradas.    Cuando lo abrió por la primera página, una nube de polvo le hizo estornudar.    La letra era muy pequeña y tuvo que doblar mucho el cuello para adivinar qué ponía.    Nadie pasó en ese momento por el cuarto de estar donde la niña se había refugiado con su extraño botín. De lo contrario podía haberse expuesto a una severa reprimenda. Siempre le decían que no se encorvara tanto al leer y ella nunca atendía a razones.    Cuando estaba absorta en alguna historia de aventuras, la verdad es que se olvidaba de todo.    Hasta de su nombre se olvidaba.   Ahora, por más que acercaba los ojos a la página, toda amarillenta y con rastros de arenilla, no podía entender qué decía.    El libro estaba escrito en una lengua muy rara. Una lengua que alternaba signos con figuras humanas y de animales. Era un alfabeto desconocido que ella jamás había visto, pero era bonito. Claro que había un montón de cosas que a sus doce años todavía no sabía.    ¿Qué será esto?, se preguntó y se puso a escribir mentalmente en un idioma parecido.    En ese caso, si quisiera referirse a un burro, primero pintaría un asno y después vendrían la u, la doble erre y la o.   A otra cualquiera le habría dado igual ocho que ochenta que el libro estuviera escrito en swajili o en indi, en idiomas de África o la India, pero Fany era una niña fantasiosa, llena de curiosidad.    Lo pensó un momento y decidió que aquel mamotreto bien podría ser un documento egipcio con su correspondiente escritura jeroglífica.   En el colegio le habían explicado no hacía mucho todo aquello de las pirámides y los faraones y todavía recordaba una película sobre una momia que había visto a los diez años y que, por cierto, le había dado un poquitillo de miedo.   Para aclarar dudas podía haber recurrido a su padre, pero no lo hizo porque sabía que aquel tratado no debería estar en su poder.    Que se lo había llevado aprovechando un descuido del empleado, el viejo don Telesforo.   Iban a cerrar para siempre la vieja biblioteca y en los pasillos y en algunos rincones se amontonaban pilas de libros que acabarían en una pira.   ―¿Qué van a hacer con todos esos? ―preguntó Fany   ―Hija mía, la mayoría los quemarán porque son muy viejos y hace más de sesenta años que nadie los pide en préstamo.   Algunos no le interesan ya ni a los ratones ―se rió don Telesforo.    ―¿Van a hacer una gran hoguera aquí?   ―Bueno, era una manera de hablar. No, no los quemarán porque el papel, por viejo que sea, puede reciclarse ―explicó don Telesforo. En fin, te dejo. No puedo darte más libros porque la biblioteca, a todos los efectos, ya está cerrada. Kaput. Borrón y cuenta nueva. Y a mí me jubilan. Y no creas que me importa, que ya estoy cansado y me merezco un descanso.   Don Telesforo le dio la espalda y ese fue el momento que Fany aprovechó para agacharse y arramblar con lo primero que encontró. El libraco pesaba, pero ella lo camufló debajo de su chándal y dijo, “bueno, adiós, Don”.   Cuando llegó a su casa, lo primero que hizo fue comprobar que no hubiera moros en la costa. Que no estuvieran por allí su hermano ni sus padres. Sobre todo, su madre, que siempre se estaba quejando de la cantidad de chismes y cachivaches que había en aquella casa.   ―Fany, las cosas que no te sirvan y no necesites ya, mételas en una bolsa para que la llevemos a la parroquia.   ―¿A qué cosas te refieres? ―preguntaba ella.


Fanática, de Cris Blackpearl

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Faremont. Pueblo solo, de Ignacio Aceves

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La maldad llama maldad... un pueblo abandonado infestado de vampiros; personas que tienen la necesidad de pasar la noche ahí, los mismos demonios que el alma de cada uno lleva....


Farid y el gato negro, de Hans Hagen

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Farsantes Olvida su nombre, de Esther Mor

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Farsa total, de Alfredo R. López-Vázquez

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FARSA TOTAL, un conjunto de cuatro piezas teatrales en torno a la historia y personajes cubanos: "Las princesas rusas amamos en francés", cuenta la historia amorosa entre José Raúl Capablanca, el campeón del mundo de ajedrez (1921-1927), y su segunda esposa, la rusa Olga Chagodaieva. Es una reflexión sobre la voluntad, el genio y el amor. En "Metamorfosis de la obesidad mórbida" un grupo de teatro ensaya la puesta en escena de una obra de Virgilio Piñera, lo que da pie a desvelar tensiones personales y estéticas entre los miembros del grupo y su director. "Juan Clemente y Adah en el Jardín del Edén" plantea los amores juveniles de Juan Clemente Zenea y Adah Menken, a partir de un fondo histórico y político en La Habana de 1852. Finalmente "El mulato lindo trabaja pal inglés" nos muestra los tumultuosos días de la Pentarquía y el paso de Fulgencio Batista de sargento a coronel en una farsa política y musical donde se mezclan los amoríos clandestinos, los enfrentamientos personales y el trasfondo pseudo-revolucionario de la época en que la dictadura de Machado pasa a ser sustituida por la primera presidencia de Grau San Martin, en los días en que se crea en Cuba el primer Soviet de Obreros y Campesinos de Bayamo. En todas estas obras se funden técnicas de farsa hipermoderna, fragmentos musicales con intención satírica y planteamientos estéticos que el mismo López-Vázquez, profesor de dramaturgia y dramatización, ha desarrollado en sus escritos teóricos o en su etapa de director escénico del Grupo de Teatro Estragón.


Fascinante y Terrible, de Andrés Ortiz-Osés

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Fascismo y franquismo, de Ismael Saz Campos

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En los ensayos recogidos en este volumen se acomete una visión general de la evolución de los estudios sobre el fascismo internacional, así como de la evolución del fascismo español desde sus inicios hasta su incorporación en la dictadura franquista. También se aborda el viejo debate sobre la naturaleza de esta última como referencia para un estudio del régimen de Franco desde distintas perspectivas que van desde su misma configuración, en el ámbito de lo que podría denominarse la alta política, hasta el de la vida cotidiana. Finalmente, al situar el franquismo en el marco más amplio de la historia contemporánea de España y subrayar su carácter esencialmente nacionalista, el volumen intenta salir al paso de recientes manipulaciones, reivindica el papel del historiador y contextualiza el imperativo de memoria de la sociedad española sobre ese oscuro periodo.


Fate's Demand, de Eleatha Romig

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Fausto. Memorias de un ladrón, de Francisco Villarreal Mendoza

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Fausto es una novela de ficción que relata la fascinante vida de Joe Velarde, un astuto hombre de negocios que, además, tiene una pasión muy particular: el robo de joyas icónicas.  
  
Una elegante tarjeta con una F, que solo eso deja como burla a las autoridades, mientras se va haciendo de una reputación a nivel internacional por los ostentosos robos que lleva a cabo y que quedan impresos en los anales de la historia.  
  
Espionaje, desafíos, intrigas, crimen, política y pasión se enzarzan por una batalla donde el lector mirará la vida a través de los ojos de un hombre que jugaba bajo sus propias reglas.


Fausto II. Te toca ser feliz, de Francisco Villarreal Mendoza

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Joe Velarde, el hombre que se esconde tras el pseudónimo de “Fausto”, el famoso ladrón de joyas y arte, descubre que tiene un imitador. A la par de este problema, la condesa Miravalle, el gran amor de su vida, se empieza a esfumar de sus manos, y sus negocios penden de un hilo. Joe deberá salir bien librado de la investigación comandada por Frank Chandler, quien tiene razones profesionales y personales para atraparlo.


Febronio y sus fantasmas, de Gregorio Ortega Molina

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El empeño de Gregorio Ortega Molina por desglosar los entretelones de los sucesos políticos, económicos y sociales de México, alcanza uno de sus mejores momentos en esta su más reciente novela.   
  
El narrador de esta historia, Febronio, testigo de primera mano de los mecanismos del poder y de la intelectualidad, hace un repaso de lealtades, amistades y favores, pero también de traiciones, mezquindad y olvido. Emilio Uranga, Ricardo Salinas Pliego, Julio Scherer y Ricardo Garibay son algunos de los personajes que lo acompañan en su travesía por TV Azteca, el unomásuno, El Universal y el Poder Judicial de la Federación.   
  
Presente también la imagen paterna de Gregorio Ortega Hernández quien dió a conocer en Europa quiénes eran Los de Abajo y quién Mariano Azuela.   
  
La familia, la enfermedad, la sinceridad, la fe, la situación económica, el desempleo, el desmoronamiento del país y la incertidumbre son, entre muchos otros, los fantasmas que atormentan a Febronio y que también son los de todos los mexicanos.


Fechas inolvidables 2. Agridulce San Valentín, de B. E. Raya

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Liam Rossi cree que ha heredado una maldición familiar. Ninguno de sus antecesores había tenido suerte con sus parejas, ni su madre, su abuelo, su bisabuelo, su tatarabuela, había encontrado nunca a la pareja perfecta. Ya se lo habían advertido y al inicio no creyó que él heredaría ese mal. Hasta que fracaso, tras fracaso le deja en claro que nunca encontrará el amor.
Y para colmo siempre le ha gustado el único hombre que jamás le correspondería. Por ese motivo se promete a sí mismo a no cometer el mismo error que sus antepasados, a dejar de lado el amor y solamente buscar satisfacción física y recuerdos de momentos.
Bruno Heber era un hombre de poca paciencia, con un plan de vida bien estructurado y bien planeado, con poca paciencia y ni un solo hueso divertido en todo el cuerpo. Sin embargo, un suceso que no estuvo en sus planes causo que todo su mundo se sacudiera y a causa de eso intentará cambiar un poco su estilo de vida. Solamente un poco, pero definitivamente “Poco” no era una palabra que Liam Rossi conociera.


Fechas inolvidables 3. Una campaña explosiva, de B. E. Raya

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Cris es un chico sencillo, de gustos simples, buen carácter y con gran entusiasmo por la vida, a pesar de todas las dificultades que el destino le ha presentado. Tiene profundo secreto, no cualquiera comprende lo que implica estar con alguien como él, un chico diferente. Natasha Petrus es una mujer decidida, segura de sí misma y con un futuro grande por delante. Por azares del destino, toda su vida se complica y le sucede una gran desgracia. Después de su incidente no soporta que la toquen, no confía en nadie, y tiene pesadillas constantes acerca de lo sucedido ese día y de todo lo que perdió. Solamente el gentil toque de Cris puede calmarla. ¿Podrá Cris ayudarla a sobresalir de ese pozo de autocompasión y odio en el que está? ¿Ella podrá recuperar su antigua valentía y luchar por lo que siente? ¿Aceptará a Cris tal cual es a pesar de la crítica social?


Feijóo. La cara oculta de un farsante, de Manuel Monge

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Felices como bestias, de Diego Pinillos

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Felices por la vida, de Ana Sierra

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Felicia está ahí, de Georges Simenon

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