—¿Desea algo de mí, forastero? —Si como supongo es el sheriff, en efecto, deseaba algo de usted. —Bueno; yo soy el sheriff, aunque ahora no lo parezca. Y si la consulta puede hacerla desde ahí, no me molestaré en llevarle a la oficina. —Pues… si ello no le causase mucha molestia, preferiría que hablásemos allí. Siempre que esto no perjudique a sus hortalizas. —Creo que a ninguna. Acabo de darles un buen chapuzón; lo demás puede esperar. Pase y tome asiento. Al momento estoy con usted.
El pequeño grupo de hombres duros, curtidos por todos los soles y todos los vientos que en épocas agrias azotaban el Este de Arizona, se detuvo en plena pradera. Y Rob Keane, el anciano pastor de ovejas que ostentaba el decanato del poblado, extendió su largo brazo rematado por una mano renegrida y sarmentosa, donde las venas hinchadas de sangre azulada parecían cuerdas bajo la piel, e indicando una humilde y tosca cruz de madera, dijo con voz sombría: —Aquí la tienes, Jackson; ésta es la cruz que señala el sitio donde tu hermano John cayó para siempre.
Sarah gustaba de permanecer, por la noche antes de ir a descansar, algunas horas sentada en el porche, junto a la puerta de la cocina.
Desde allí veía, a veces, lejanísimas luces fugaces como fuegos fatuos, que por su padre sabía eran indicio de algunos buscadores de oro. La región habíase llenado de ellos. No había un solo pie de terreno que no fuese removido en busca de cuarzo aurífero.
La carta que Jack Kirsten había enviado a su viejo amigo y compañero Langstin Rand, desde el otro lado del Río Grande, carta que contestaba a otra suya consultándole su caso, no podía ser más extraña y expresiva a la par. El cansado y agotado ranchero la tenía entre sus manos después de haberla repasado varias veces y, a pesar de su mal humor, de sus achaques y de sus preocupaciones, sentía ganas de sonreír, quizá por vez primera, en muchos meses.
El drama se inició una tarde de finales de primavera del año 1881 en Sacramento, la capital del Estado de California, y sus mismos protagonistas no sospecharon por lo más remoto, la concatenación que se iba a producir de un hecho aislado, fundiéndolo en algo que más tarde, todos y cada uno, se iban a ver envueltos en el mismo suceso. Sacramento, con sus cincuenta mil habitantes, era el lugar casi más concurrido de todo California. Centro de la zona minera y ombligo del ubérrimo valle, atraía el interés de cuantos tenían algo que resolver o buscar en el Estado y por ello, la animación en sus calles y en sus locales de todas índoles era siempre extraordinaria.
Sara Price tiraba del brazo de su padre, asustada de la atmósfera bronca que les rodeaba. Aquella calle Principal de Sacramento, atestada de buscadores de oro, aventureros de todas las latitudes, jugadores, buscavidas, ladrones y asesinos encubiertos, era realmente para causar miedo, no sólo en una joven sencilla como la muchacha, sino a hombres que se atrevían a presumir de osados y nada medrosos.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
Estaban allí Tom Olake, Red Hadock, un amigo del primero, llamado Riney, y dos individuos más, compañeros inseparables del brutal y escandaloso Hadock. Estos últimos eran el patizambo Lagon y el esquelético Suto, que manejaba el revólver de un modo que le quitaba a cualquiera las ganas de averiguar si era capaz de resistir un puñetazo.
Pero Gloria Allison no podía echar en olvido que Carlos Trout, al negarse a matrimoniar con ella, rechazaba el usufructo de una considerable fortuna. ¿Podía ser considerado como un hombre sin escrúpulos procediendo de tal forma? Nada de eso. Todo lo contrario. Y cuando averiguó que realmente la futura esposa de Trout era una humilde muchacha que trabajaba en un almacén, se acabó de convencer de que no era un egoísta ni mucho menos.
Nunca se sintiera Arch Cockwell tan satisfecho como aquel día de finales de primavera, cuando descendió del tren en Rincón y se dirigió a casa de su padre, a la sazón sheriff del poblado. En seis años cumplidos que hacía desde su primera salida del poblado para cursar estudios en Santa Fe, sólo había estado tres veces en Rincón, pasando unas vacaciones escolares. El resto de aquellos seis años permaneció alejado del hogar paterno.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
—Escúchame bien, Florence: ya sabes que te amo con locura y que apenas vea el buen resultado de la mina me casaré contigo, pero no vuelvas a decirme otra vez esa tontería porque me enfadaré de veras.
—Conque una tontería, ¿eh? —repuso ella que era una bellísima mujer de veintiocho años, alta esbelta, de negros cabellos y ojos verdes—. Pues has de saber que no podrás jamás continuar la explotación de la mina, suponiendo que logres extraer el primer oro. ¿Dónde encontrarás dinero para el material y la instalación? No, Lionel. Es una locura pensar en ello.
Jackson Clayton, con la faz contraída por una rabia dolorosa que era incapaz de reprimir, se encaró con Rex, su hijo, y señalándole la puerta, exclamó fieramente: —Esto se ha concluido, Rex... Es inútil cuanto he intentado para hacer de ti un hombre decente y trabajador. Has cumplido veintidós años, los más inútiles de cualquier vida y aun no has podido enorgullecerte de saber que el pan y los porotos que has comido un solo día, lo debiste a tu esfuerzo.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
—No me pida imposibles, señor Tilney. Soy el fiscal del distrito, pero no un patriarca. Si su hijo comete alguna grave fechoría, cumpliré estrictamente con mi deber.
—Pero Went es casi un niño… Cumplió hace poco los dieciocho…
—A esa edad ya puede responsabilizarse de sus actos, por lo menos moralmente. No se le puede considerar como a un muchacho. Se lo repito, Tilney. Esta vez ha quedado libre porque en realidad una pelea carece de importancia, pero le recomiendo mucho cuidado con él, ¡mucho! De lo contrario le dará un disgusto serio cualquier día.
—¿Pero no podría, al menos, recomendarle al sheriff que no le trate con dureza?
—Back Hurt sabe llevar su cargo. No olvide que estamos aún en 1866. Hace un año que acabó la guerra. Los ánimos siguen todavía muy excitados y conviene tener mano dura. Quiero decir con esto que, si el sheriff se muestra blando una vez, lloverán sobre él las dificultades.
Las moscas que se pegaban a su rostro, pesadas y pegajosas y el sol que arañaba con la lumbrada de sus rayos, hicieron que Mac Mallory despertase a la vida de una manera estúpida. Cuando abrió sus cargados y turbios ojos y miró hacia arriba, se vio obligado a cerrarlos de modo instantáneo, al no poder soportar el encendido reflejo del sol hiriendo sus retinas, pero le bastó la contemplación momentánea del disco solar para que su cerebro empezase a funcionar torpemente.
El hombre que acababa de recontarse en «La Cresta, de los Buitres» se llamaba Nelson P. Van Kruif. Era nacido en Texas y tenía veintiséis años al cumplirse el de 1852. Se trataba de un muchacho fuerte, con seis pies de altura y un rostro pleno de inusitada bondad, en aquellos turbulentos tiempos que formaron una época definida en Texas y, de forma general, en todos los Estados de aquel inmenso territorio que se llamaría más tarde «Unites States of América».
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.