Hay libros que deben leerse nada más por goce, por la mera inmersión en las aguas calmas y frescas que hacen olvidar por un momento todo lo que nos rodea, sin otra pretensión que completar los imposibles cinco minutos que siempre deseamos dedicarnos a nosotros mismos. No es otra la intención de Efectos secundarios. En sus cuentos nos encontramos con una palabra que al pronunciarla se convierte en la partícula primordial, con enfermos de insomnio que al morir penan por el descanso eterno, con oficiales que al volver de un reconocimiento descubren que todo su ejército se ha extraviado. Es envidiable la capacidad de Alejandro Badillo para pasar de la más precisa concisión al desarrollo de ambientes y personajes en tramas de una invención sorprendente, como si al ocuparse de los más variados géneros en sus narraciones cuidara una llama que podría extinguirse en cualquier momento.
Los diez medicamentos más vendidos se convierten en personajes reales; diez vidas que avanzan individualmente mientras se van entrelazando, poco a poco, hacia un final común. Adiro, Orfidal, Nolotil, Voltarén, Sintrom, Augmentine o Lexatín, entre otros, cobran vida en esta novela inteligente llena de ironía y de suspense. El amor, las relaciones, el sexo, los sueños no cumplidos, el olvido o la vejez son las otras circunstancias que conviven con el interior de los prospectos. Estos prospectos han inspirado la nueva novela de Almudena Solana, quien, con su fresco y personal estilo narrativo, cuida al máximo cada frase sin dejar ninguna palabra al abandono. Una auténtica radiografía de la vida actual a través de los medicamentos más consumidos.
Al igual que los cínicos de la antigua Grecia, a los que tanto admiró, la trayectoria de Cioran ha constituido un intento desesperado de responder a una inquietud: cómo vivir en un mundo desquiciado y en el que la razón se ha revelado como un mito. Con la implacable precisión de un silogismo, cada uno de sus libros ha revelado minuciosamente, entre el sarcasmo y la lucidez, la nada que somos. Estos textos, escribe el propio Cioran, «ya sea sobre Michaux, Saint-John Perse, Beckett, Eliade, María Zambrano, Borges, Weininger o Scott Fitzgerald, son forzosamente caprichosos, como todo lo que procede de la admiración, de la amistad o del arrebato». Y, refiriéndose, en Ejercicios de admiración, al sentimiento de plenitud que experimenta al abordar cualquier tema, añade: «Fenómeno más extraño aún: esa sensación de superioridad cuando se evoca a una figura a la que se admira. En medio de una frase, ¡con qué facilidad se cree uno el centro del mundo! Escribir y venerar no pueden ir juntos: quiérase o no, hablar de Dios es mirarlo desde arriba». Esta nueva edición ampliada de Ejercicios de admiración contiene 16 textos más no sólo que su edición anterior en castellano, sino también que la edición francesa original. Se trata, en su gran mayoría, de artículos y prefacios que Cioran escribió a lo largo de los años sobre otros escritores y sobre la creación en general. Pese a la disparidad de los temas de reflexión y de las fechas de redacción, se desprende del conjunto una gran homogeneidad, relacionada sin duda con la intención inconfesada de cada texto impregnado, como en sordina, de las obsesiones personales del autor. Este libro revela, entre otros aspectos inesperados, no sólo al Cioran a la vez obseso e irónico, por no decir sarcástico, que muchos conocemos, sino también al que se deja fascinar por eclécticos como Eliade, o al Cioran nostálgico de la misma armonía con el mundo que tanto anima la poesía de Saint-John Perse. Digamos que estos ejercicios de admiración equivalen a ejercicios de profundización en el conocimiento de sí mismo.
Veintitrés ejercicios de memoria que rememoran los momentos clave de la vida de Andrea Camilleri, ilustrados por artistas italianos de la talla de Alessandro Gottardo, Gipi, Lorenzo Mattotti, Guido Scarabottolo y Olimpia Zagnoli.
A pesar de haberse quedado ciego a los noventa y un años, Andrea Camilleri no se dejó amedrentar por la oscuridad, igual que nunca tuvo miedo a la página en blanco. El autor siciliano escribió dictando hasta el final de sus días, y con la oralidad encontró una nueva forma de contar historias. Desde el principio de su ceguera, se aplicó al ejercicio de la memoria con la misma disciplina férrea con la que había trabajado toda su vida. Con persistente lucidez, se dedicó a hilvanar los recuerdos de una vida larga y prolífica, haciendo gala de una agudeza mental única y su particular visión del mundo.
Este libro nació como un ejercicio para practicar esta nueva forma de escritura, una especie de cuadernillo de vacaciones: veintitrés relatos concebidos en veintitrés días. En ellas, el autor rememora episodios clave de su vida, retrata a los artistas que tuvo en más estima y repasa la historia reciente de Italia, la que ha vivido en primera persona. Un juego literario donde se entrelazan sonidos, conversaciones e imágenes que nunca podrá sacarse de la cabeza.
«Me gustaría que este libro fuera como la pirueta de un acróbata que vuela de un trapecio a otro, tal vez haciendo un triple salto mortal, siempre con la sonrisa en los labios, sin exteriorizar la fatiga, el compromiso diario o la sensación constante de riesgo que ha hecho posible ese progreso. Si el trapecista mostrara el esfuerzo que le ha costado ejecutar esa cabriola, el espectador ciertamente no disfrutaría del espectáculo».
El barrio se prepara, se engalana y se emperifolla para recibir no sólo a un boxeador importante, sino a un campeón de boxeo que obtuvo su corona derrotando a un gringo y ganándole en Los Ángeles. En el imaginario machista mexicano, pocas cosas pueden resultar tan estupendas para un boxeador. Y la pelea no duró ni tres rondas, de modo que ese macho peleón es más macho y peleón que cualquier gringo macho y peleón. El campeón de los minimoscas Albalñilito Rodríguez representa la victoria del espíritu pendenciero de los gurises del barrio. No es, pues, poco razonable suponer que los muchachos de ese barrio lo admiran y lo envidian, porque desearían ser él, desearían tener un espacio donde legitimar la violencia y lograr que, además, los aplaudan, y volverse millonarios gracias a eso.
Casi dos centenares de ciclistas toman la salida de la etapa más dura del Tour de Francia. Entre los participantes se encuentra un ciclista cántabro al que sus conocidos llaman Jabato. Su pasado glorioso queda lejos. Tiene más de treinta y seis años y nadie cuenta con él, ni siquiera el director de su equipo. Sin embargo, a los pocos kilómetros Jabato lanza un ataque que muy pronto le dejará en la más absoluta soledad. Todo el mundo sabe que es imposible que un hombre tan veterano pueda resistir. Pero Jabato se obstina y su locura llega a parecer sensata. Esta novela es un monumento al ciclismo, el más agónico de los deportes. Pero también es una metáfora de uno de los temas más antiguos de la literatura universal: la lucha del hombre contra sus propios límites y la búsqueda del absoluto.
De acuerdo con Roland Barthes, las máximas de La Rochefoucauld se pueden «leer de dos maneras: por máximas o de manera continua. En el primer caso, de vez en cuando abro el libro, leo una máxima, saboreo su acierto, me lo apropio, convierto a esta forma anónima en la expresión cierta de mi situación o de mi humor; en el segundo caso, leo las máximas paso a paso, como un relato o un ensayo»; la mejor fórmula para disfrutar del mensaje moral de este libro es al azar, abriéndolo, leyendo una de las máximas y extrayendo las propias conclusiones sobre el acierto o desacierto en sus enunciados.
Dicen que de todos los pueblos europeos en los cuales la Iglesia Católica tiene una influencia notoria, los irlandeses son los más apasionados.
Es por ello normal que a un joven cura irlandés, henchido de deseo de amar al prójimo y mantener el casto celibato sacerdotal, le resulte poco menos que imposible. O que cuando quienes arden en deseo de amar al prójimo sean mujeres, hayan tenido que enfrentarse tanto con la propia Iglesia como con una sociedad tradicional y patriarcal hasta la médula, y que a raíz de ello hayan sufrido multitud de penalidades como embarazos no deseados, bebés entregados forzosamente en adopción a instituciones religiosas o internamientos forzosos de «jóvenes descarriadas» en centros donde sufrían todo tipo de injusticias y opresión.
Esta novela es la historia de un grupo de irlandeses, hombres y mujeres, religiosos y seglares, y de su lucha por lograr, por encima de condicionamientos de todo tipo, al fin ser dueños de su propio cuerpo, de su propia sexualidad y de su propia vida.
Pero los irlandeses, a la par de apasionados, son también enormemente divertidos. Así pues, es lógico que una historia de irlandeses apasionados, si se les quiere hacer justicia, tenga que ser también por fuerza divertida.
Inglaterra, 30 de marzo de 1924. El Domingo de las Madres. Una jornada en la que las criadas vuelven a sus casas para visitar a sus familias. Pero Jane Fairchild, de veintidós años y que trabaja para los Niven, es huérfana, y pasa ese día de un modo muy distinto. Se cita con su amante, Paul Sheringham, el único hijo vivo de los vecinos de los Niven, que han perdido a los otros en la guerra. Jane y Paul llevan años de relación clandestina, pero ha llegado el momento de dejarlo, porque él va a casarse con una chica de su clase social dentro de dos semanas. La pareja hará el amor por última vez, pero después de despedirse sucederá algo inesperado que cambiará para siempre la vida de ella... En los años que le quedan por delante, Jane acrecentará su interés por la lectura —a través de los libros de Conrad—, trabajará en una librería de Oxford y con el tiempo se convertirá en una novelista de éxito, en una forjadora de ficciones. Pero nunca olvidará lo sucedido aquel 30 de marzo de 1924. Graham Swift, en la plenitud de su madurez literaria, ha escrito una novela tan concisa como deslumbrante, impregnada de erotismo, pasión y melancolía. Una bellísima indagación en los meandros del amor, en la importancia de los recuerdos que evocamos y de las historias que nos contamos, en la búsqueda de la propia identidad y en el poder transformador de la literatura.
Versión de «El Faetonte» de Calderón de la Barca comentada, revisada, y comparada entre diferentes versiones de la obra en su época. Además aporta importantísima información sobre la escenografía en el siglo XVII.
Después de Einstein, Planck y Oppenheimer, nuestro mísero y brillante siglo prosigue su imparable avance bajo el signo de un genio de las ciencias naturales: Yan Zabor (1934-1994), el primer fabricante de climas de la historia. Yan Zabor, cuya biografía tragicómica nos relata Dieter Eisfeld en su primera novela, está ya desde muy joven dominado por la idea de someter la “monstruosa naturaleza” a la voluntad humana. Por ello no elige después de sus estudios de física la tecnología de los genes, ni la física atómica ni la astronáutica, sino algo al mismo tiempo más sencillo y no por eso menos espectacular: la meteorología. Modesto en su vida privada, Zabor no conoce la moderación en su pasión científica: inventa un aparato para manipular el tiempo atmosférico. La empresa norteamericana Globe de Munich, en la cual está empleado, le encarga, junto con su equipo, experimentos meteorológicos. Al principio fracasan, pero en 1992 obtienen los primeros resultados positivos. Entonces, los hombres de negocios convierten el tiempo en una mercancía, y los políticos, en un arma. Zabor es obligado a poner su arte a disposición de la industria turística y de un misteriosos cliente norteamericano. Mientras la nueva técnica de Zabor triunfa en todas partes, en la Europa central se desencadenan consecuencias imprevistas que superan a todas las catástrofes habidas hasta el momento. Una novela para especialistas en computadoras, moralistas, políticos, químicos, genetistas, ingenieros, meteorólogos, sociólogos, ecologistas, biólogos, futurólogos… Una gran novela.
Esta novela es un largo reportaje a la noche madrileña y al mundo del amor «que no se atreve a decir su nombre». Seres de ahora mismo —actores, artistas, criaturas solitarias, protagonistas del amor oscuro— pasan por este libro lleno de autenticidad, de lírica información, de secreto reporterismo, hecho, empero, con un lenguaje novelístico rico, muy literario y peculiar. El Giocondo, protagonista de la historia, tocado de la «indecible tristeza de los efebos», es el hilo humano, el conductor de la electricidad del relato, que llega en este personaje a un oscuro fracaso en las últimas páginas. La «dolce vita» madrileña pasa por sus páginas en cafés, clubs, tabernas, discotecas, reuniones secretas y amores a la intemperie. El autor limpia fondos a la ciudad, viejo navío de piedra e historia, y nos da su resaca más brillante, dolorosa, inconfesable y palpitante.
A partir de esta parábola relatada en «Los hermanos Karamazov», que recrea la segunda venida y detención de Jesucristo en época de la Inquisición española, Dostoyevski hace una profunda y delicada reflexión sobre la fe, el sufrimiento, la naturaleza humana y el libre albedrío. Se incluyen también las impactantes páginas escritas por el autor durante su exilio en un campo de prisioneros de Siberia.
Cuando Guillaume Apollinaire (1880-1918) comienza a publicar sus primeros cuentos en revistas apenas contaba con veinte años de edad, pero hasta diez años después no verán la luz reunidos en un libro: «El Heresiarca y Cía». Las tramas de estos relatos nos remiten en parte a la infancia italiana de Apollinaire, a su adolescencia en Mónaco y Niza, y a las tradiciones centroeuropeas recogidas en un viaje por Alemania. Sus temas se nutren también de las abundantes y desordenadas lecturas adolescentes de Apollinaire y su predilección por la fábula: epopeyas italianas, novelas de la Tabla Redonda, la Biblia, la mitología griega, etc. De estas fuentes provienen muchos de los personajes inmortales y fabulosos a los que da vida en «El Heresiarca»: Simón el mago, el judío errante o Salomé, cuyas vidas y milagros recrea o reinventa Apollinaire con erudición e imaginación, a la manera de las «Vidas imaginarias» de Marcel Schwob. Como curiosidad, reproducimos a continuación algunas líneas que redactó el propio Apollinaire como presentación de la obra a la prensa: ««El Heresiarca y Cía». es, en efecto, una obra curiosa y muy interesante. Entre tantas invenciones fantásticas, trágicas y a veces sublimes, el autor se embriaga de una deliciosa erudición con la que también embriaga a sus lectores».
El 9 de abril de 1835 apareció en Dinamarca la primera novela de Hans Christian Andersen: El Improvisador. Fue la primera novela moderna, de tema contemporáneo, en el país nórdico. Andersen se basó, como casi en toda su obra, en sí mismo para escribir este libro. En la novela nos acercaremos al alma del autor y encontraremos también muchos elementos que aparecerán una y otra vez en sus cuentos: quien los conozca podrá reconocer personajes, aventuras y sucesos que asoman por sus relatos más famosos; incluso el patito feo está por todas partes, como Antonio-Andersen. La lectura de El Improvisador, sin duda, nos hará entender mucho mejor de dónde surgieron sus conocidos cuentos. Finalmente, podemos señalar que el libro, además de una novela contemporánea, y de una especie de autobiografía espiritual y literaria, es también un libro de viajes. Los itinerarios que sigue Andersen por Italia se pueden reproducir hoy mismo. Las aventuras del protagonista por las calles de Roma, Nápoles, Venecia, Milán... nos permiten adentrarnos en la Italia del siglo xix. Por todo esto es un placer presentar, por primera vez en España, esta obra clave para entender el genio literario de Hans Christian Andersen.
Entre 1952 y 1955 Federico Fellini (Rimini, 1920) dirigió —a razón de una producción por año— sus cuatro primeras películas, sobre argumentos y guiones propios (en colaboración con Tullio Pinelli y Ennio Flaiano). El presente volumen reúne los tratamientos literarios de los cuatro filmes, con la novedad de que se incluyen en el texto las partes de los guiones que no se llegaron a rodar o que fueron descartados en el montaje definitivo. Ciertamente, ha sido una peculiar manera de utilizar el lenguaje cinematográfico —aprovechando al límite las claves expresivas peculiares de ese universo significativo— lo que confiere su valor a la obra fílmica del gran realizador italiano; sin embargo, la lectura atenta de los diálogos y de los apuntes ambientales de sus películas permite una profundización en aspectos que muy difícilmente se dejan captar en las salas de proyección. «El Jeque Blanco» es, además de una divertida sátira de la industria subcultural, una primera aproximación al mundo sentimental felliniano; «I Vitelloni» constituye una crítica ambigua —tanto por el blanco contra el que se dirige como por el espíritu que la anima— de los «tarambanas», los señoritos calaveras de la pequeña burguesía provinciana italiana; «La Strada» es tal vez la más notable película de toda la filmografía felliniana; «Il Bidone», por último, representa un intento de comprender las zonas marginales de la moderna sociedad industrial.
El Jota es cordobés e hincha de Talleres. Un negro flaco de zapatillas sogueadas, como él mismo se define. Mica es una gringa hermosa y con plata, hija de un militar. Y esta es el relato de su improbable encuentro y su más improbable historia de sexo y violencia.
El Jota sobrevive a su historia de amor con la gringa huyendo a Buenos Aires. Allí se refugia en el conurbano, convirtiéndose rápidamente en El Cordobés. Nuevos amigos, nuevos enemigos y algunos indecisos. Sueña con el amor verdadero y una redención que no llega. El Cordobés, después de todo, tiene solo una cosa en mente: seguir sobreviviendo.
Aunque el título del presente libro pueda parecer una de las bromas macabras de Aleister Crowley, no lo es. Simplemente nos expresa desde el título que toda verdad es relativa, y por lo tanto falsa cuando es vista desde otro ángulo, o bien, desde otra perspectiva. Aleister Crowley va un poco más allá, y sugiere la subjetividad de la verdad y del pensamiento, desde el punto de vista más esotérico. Toda corriente del pensamiento humano tiene su contrapartida, y todo pensador su virtual opositor. Estos antagonismos no nos sorprenden habitualmente, pero cuando nos percatamos que ambos tienen razón, la sorpresa y el anonadamiento nos asaltan. La física de Newton no es menos cierta que la física de Einstein, sin embargo en muchas de sus premisas se contradicen. Ambos, desde su propio punto de vista, tienen razón. Las verdades son verdades encontradas. Una verdad, por sólida que parezca, deja de serlo cuando aparece otra verdad que la rebate o que la desbanca. La verdad muere al dar a luz a una nueva verdad. El Libro de las Mentiras es por tanto, un Libro de las Verdades, las verdades que nacieron de la mente de Crowley y que nos expresa en la presente obra, pero que no son verdades inamovibles.
El libro de los Espíritus forma parte de la Codificación Espírita, y se considera una de las cinco obras fundamentales del Espiritismo. Fue publicado por el pedagogo francés Hippolyte Léon Denizard Rivail, bajo el seudónimo de Allan Kardec, el 18 de abril de 1857. Fue el primer libro espiritista y sigue siendo el más importante, porque aborda de primera mano todas las cuestiones desarrolladas posteriormente por Allan Kardec. El libro está estructurado como una colección de preguntas sobre el origen de los espíritus, el propósito de la vida, el orden del universo, el bien y el mal, y el más allá. Sus respuestas, según Kardec, le fueron dadas por un grupo de espíritus que se identificaron como "El Espíritu de la Verdad", con los que se comunicó en varias sesiones espiritistas durante la década de 1850. Kardec, que se consideraba más un "organizador" que un autor, agrupaba las preguntas y sus respuestas por temas, incluyendo en ocasiones digresiones más extensas que los espíritus le habían dictado sobre temas concretos.