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Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 86. Rastros perdidos, de Alar Benet

Novela, Policial

Hacía tiempo que ocurrió un delito criminal, y cuando el agente especial del F. B. I. recibió la orden de seguirlos, su primera dificultad estuvo en ir descubriendo y recomponiendo, a costa de jugarse la vida, los...


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 88. Traición sangrienta, de F. N. Graw

Novela, Policial

—¡CUIDADO, hombre! ¿Dónde tiene los ojos? 
Desde uno de los barcos amarrados al muelle veintinueve, en el East River, un marinero que manejaba un chigre increpaba a un hombre, al que casi había aplastado como un fardo. 
El otro apenas levantó la cabeza. Aparentaba unos Cincuenta años y su manera de andar indicaba su embriaguez. 
Un guardia del tráfico le reprendió sin acritud: 
—¡Siempre lo mismo, «Pop», siempre lo mismo!


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 90. Hombres sin alma, de Frank McFair

Novela, Policial

LOS látigos chasquearon húmedamente sobre las espaldas de ébano, todas ellas ya cubiertas de rojos y amoratados verdugones. El reciente chubasco hacía más difícil la marcha, porque la arena se había convertido en un barrizal que se pegaba a los tobillos de los encadenados negros, que tiraba de ellos y apenas les dejaba levantar los cansados y doloridos pies. Porque un negro está acostumbrado a caminar descalzo, pero no cuando han roto su voluntad por medio de palos en las palmas da los pies. Una mujer gimió, un poco a la derecha de Kama, el gigantesco «galla» de rapada cabeza. No hacía falta a Kama volver la cabeza para descubrir quién era. Lo sabía. La había oído gemir de la misma manera, como un animal enfermo, desde que el brutal capataz árabe arrojara a su hijito, de seis meses, a las arenas movedizas de Abara. Cualquier indígena sabría salir de aquellas arenas, pero un niño de seis meses, pataleando... Dios no podría perdonárselo jamás. Y la madre seguía gimiendo, a pesar de que su espalda era ya un puro andrajo de piel lacerada.


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 91. Crimen y justicia, de Alf Manz

Novela, Policial

Entre el hampa y en los bajos fondos de la gran ciudad, se comete un delito que atrae la atención pública. Los servidores del F. B I investigan, interrogan, escudriñan hasta en la última taberna, pero no aparece la misteriosa persona que.. ¡El F. B. I., desorientado, no puede hacer justicia!..


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 94. Misión suicida, de Eddie Thorny

Novela, Policial

En el F. B. I. se recibió el fatal aviso y los más experimentados agentes especiales recibieren orden de prepararse a morir. Era una misión de lo que posiblemente ninguno regresaría vivo, pero ninguno de ellos retrocedió ni se acobardó ¡Temblaron los culpables al saber que!...


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 97. Hampa de frac, de Alf Manz

Novela, Policial

EL largo y feo coche celular describió un arco en el gran patio de la prisión de la Santé, rozando los muros, altos, viejos y horadados por ventanucos enrejados. Fue a detenerse junto a una puerta metálica.

Apeóse el guardián uniformado que acompañaba al chófer en el «baquet».

—Que no se entretengan demasiado —recomendó el conductor, mientras se llevaba un cigarrillo a los labios—. No me agrada la idea de que se nos eche encima la noche antes de llegar a Fresnes.

—¡Bah! No hay miedo. El cargamento de hoy se compone de peces chicos, según tengo entendido.

Resonaron duramente las botas herradas en las piedras, al acercarse el guardián a la puerta. La golpeó por dos veces y dijo al individuo que asomó parte del rostro por la rejilla:

—Ya estamos aquí. No tardéis, que van a dar las seis.


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 98. Caza mayor, de Eddie Thorny

Novela, Policial

Bajo este título se encierra la más escalofriante de las persecuciones. Los servidores de la Ley, encarnados por los bravos agentes especiales del F. B. L, luchan a muerte contra los forajidos modernos que osaron cometer un delito...


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 100. Yo, director del F.B.I., de Alf Manz

Novela, Policial

Para celebrar el centenario de la incomparable colección F. B. l. la única que se ha impuesto netamente en España y en América, EDITORIAL ROLLAN ha editado el número 100 con un verdadero alarde de presentación, de extensión y de tema.

El número 100 de esta maravillosa serie se titulará:

Yo, Director del F. B. I.

Compendio de hechos reales y de vicisitudes sufridas por el heroico director JOHN EDGAR HOOVER, el patriota norteamericano que ha puesto su vida y su astucia al servicio de la noción más poderosa del Mundo


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 101. De Harvard a Quántico, de Alan Carson

Novela, Policial

UN hombre, enfundado en una gabardina verdosa, con el cuello subido y el ala del sombrero echada sobre los ojos, penetró en el portal de una lujosa casa en la Calle Cuarenta y Tres. Había a mano derecha un pequeño mostrador de madera, tras el cual el conserje del edificio leía tranquilamente un periódico. El individuo que entrara, sin acercarse mucho ni levantar la cabeza, inquirió: 
—¿El departamento del señor McCrohom, por favor? 
—Séptimo piso, puerta cuatro. 
El conserje reanudó su lectura y el sujeto de la gabardina entró en el ascensor. Al llegar al séptimo piso llamó al timbre de la puerta cuatro. Ésta fue abierta y Gordon McCrohom, vestido con batín de seda, apareció en el umbral.


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 106. Aguas turbulentas, de Eddie Thorny

Novela, Policial

EL sol caía implacable como lluvia de plomo derretido; en tierra firme el suelo despedía fuego; sobre el mar flotaba una neblina húmeda y pegajosa a cuyo conjuro todas las cosas parecían estremecerse y temblar. Al fondo, los agudos picachos de Bataan oscilaban cual si les sacudiera un violento terremoto y la isla del Corregidor, que cerraba la boca de la bahía, tan pronto se elevaba hasta los cielos como parecía hundirse en las profundidades marinas. Era, naturalmente, un simple efecto óptico producido por el calor, un fenómeno de espejismo que nadie miraba ni a nadie llamaba la atención.


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 111. Risa sardónica, de Frank McFair

Novela, Policial

ANGELICA Tormendi atacó decidida, brava y victoriosamente, las últimas y agudas notas de la fantasía. Preso en su celda, por encima de ella, Giacomo Palasto, el gran Palasto, que además de su robusta voz etrusca poseía una regia figura, que hacía suspirar a las damas y fruncir las cejas a los acompañantes masculinos de éstas, intercalaba sus soberbios berridos como si estuviese tratando de ahogar la voz de su «partenaire». Los sonidos quedaban vibrando en el aire como los trinos puros de esas copas de cristal de Bohemia que, al ser golpeadas con una cucharilla de plata, vibran con diferente son, pero cuyo rumor permanece inalterable hasta que se apaga; jamás cambia...


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 117. Ciudad vertical, de Dana Yonell

Novela, Policial

Y se refugió en la mampara, permaneciendo inmóvil. Aunque sentía deseos de fumar, no intentó encender de nuevo su pipa por no sacar las manos de los profundos bolsillos de su impermeable. La humedad se condensaba en su rostro en forma de minúsculas gotas de agua. El impermeable estaba saturado de humedad, como si hubiera sufrido un chaparrón o le hubiera bautizado una ola.


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 120. Destino manda, de Al Gallard

Novela, Policial

VERA Kellerman parpadeó por unos momentos. Ante ella se abría la vida, aunque de ésta estuviese alejada por un paréntesis de veinticinco años. Cinco lustros apartada de la sociedad; veinticinco lluvias invernales que había visto caer a través de las rejas de su celda; veinticinco años en los cuales no pensó más que en una sola cosa: vengarse. 
Por la mente de aquella mujer, mientras esperaba que se cumplieran las formalidades burocráticas para que se abriera el último rastrillo que la separaba de la libertad, desfilaron fugazmente, en una ráfaga alucinante, detalles de un pasado que a pesar de lo lejano parecía palpar en la intimidad de sus recuerdos. 
—¿Nombre? —le preguntó un funcionario de Prisiones, el mismo que habría de franquear la última puerta. 
Se trataba de una comprobación de los datos personales de la próxima liberta.


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 121. Sin esperanza, de Eddie Thorny

Novela, Policial

El protagonista se encuentra acorralado en la encrucijada más peligrosa de su vida. Todas las puertas se le van cerrando, el cerco comienza a asfixiarle, se desespera, y sin esperanza se enfrenta a...


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 122. La tela de araña, de Chester King

Novela, Policial

La tela de araña. 
Un personaje de ideas criminales y de inteligencia diabólica va envolviendo en sus repugnantes actividades a un joven que ignora... El creador de esta joya de la novelística emocionante es el conocido: 
CHESTER KING


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 124. Sin nada que perder, de Eddie Thorny

Novela, Policial

En el ambiente más interesante que imaginarse pueda, dos protagonistas se lanzan de lleno a una aventura de apasionante originalidad. El lector quedará cautivado por la magnifica narración del gran escritor.


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 125. Fidelidad Bravura Integridad, de Frank McFair

Novela, Policial

EL coronel Janko Drakovicz era un oso cejijunto, gigantesco, y de grandes y velludas manos. Dos ojos azul pálido brillaban fríamente, hundidos en sus cuencas. La luz caía de lleno sobre su rapada cabeza, con el pelo cortado a lo prusiano. 
—Yo recibo órdenes y las cumplo —dijo con voz ronca—. Pero hay varias cosas que no estaban incluidas en las órdenes y que, por lo tanto, he de averiguar por mi cuenta. 
El hombre que estaba enfrente de él se quitó el cigarrillo de los labios para hablar. 
—Pues, pregunte. 
Ambos hablaban en inglés, aun cuando el del coronel era un tanto confuso. No obstante, se habían entendido bien hasta ahora. 
—Necesito saber qué es, exactamente, lo que quiere usted. 
Hubo un pequeño silencio.


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 126. La ciudad prohibida, de Fred Baxter

Novela, Policial

EN el Palacio de Justicia de Washington reinaba, en la tarde de aquel día caluroso, un movimiento inusitado. Puertas que se cerraban de golpe, rápido subir y bajar escaleras, timbrazos de llamada, sonar de teléfonos, entrar y salir de empleados demostrando una prisa extraordinaria, revoloteo de papeles sobre las mesas de las oficinas y por encima de todo, ese «rum, rum» onomatopéyico que semeja el ruido de colmena. 
¿Qué ocurría para que los centenares de empleados corrieran medio alocados de un lado para otro cumpliendo órdenes de sus superiores sin acertar a librarse del secreto terror que los dominaba?


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 128. Escalera de color, de Alan Carson

Novela, Policial

LA polvorienta bombilla que colgaba del techo de la habitación y el rostro de brutales facciones y expresión sádica de Rocky Scott, fue lo último que el inspector del F. B. I. Brian Crowley, de la división de Nueva York, vio en este mundo. 
Al apretar Scott el gatillo por tres veces, con morbosa complacencia, las balas penetraron en el pecho del maniatado inspector, que se derrumbó sin vida con un gesto de desprecio en sus ojos oscuros. Su cuerpo produjo al caer un ruido sordo, no mucho mayor que el de los disparos de su verdugo, cuya pistola estaba provista de silenciador. 
Scott enfundó el arma, después de recargarla, volviéndose a mirar, orgulloso, a los tres individuos que habían presenciado el crimen con fría indiferencia. 
—Uno menos —murmuró, en tono siniestro, el asesino.


Bolsilibros - F. B. I. (Ed. Rollan) 130. Ojo siniestro, de Frank McFair

Novela, Policial

LA taberna no estaba llena, pero sí daba la impresión de estarlo, debido a que tres de los parroquianos se encontraban en avanzado estado de embriaguez y armaban bastante escándalo. Por fin, el tabernero se decidió a echarlos a la calle y aquello pareció recobrar un poco la tranquilidad. 
Billy Koo se apoyó en el mostrador y pidió otro « whisky » con agua, mientras encendía un cigarrillo, que tiró después de la primera chupada. Por todo el local, un bar de segundo orden, flotaba el humo del tabaco y el olor penetrante del alcohol. 
El telón del aparato de televisión presentaba las últimas imágenes del partido de «base-ball», porque ya se estaba haciendo de noche. El gran bateador negro Santos se preparaba para jugar, ya en su puesto, moviendo las caderas. El marcador estaba al rojo, ya que era el noveno « inning » y los contrarios habían eliminado dos buenos bateadores. Más con las tres bases ocupadas, Santos, si no fallaba, podía decidir el partido.