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Bolsilibros - Luchadores del Espacio 29. D-3, base de monstruos, de Alf Regaldie

Ciencia ficción, Novela

Las compuertas de los compartimientos estancos de la Numancia se abrieron, sin que la isla-base interplanetaria de los terrestres se detuviera en su veloz marcha en torno a la periferia de la atmósfera del planeta 'D-7', y el roto-avión pilotado por el coronel Cris, en el que éste regresaba de Bradiland, se cernió por unos momentos en el espacio descendiendo luego hasta penetrar en el compartimiento, que se cerró tras él herméticamente.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 30. El enigma de Acron, de Alf Regaldie

Ciencia ficción, Novela

Los reactores y turbomotores habían sido puestos ya en marcha y la capitán Barrena se disponía a dar la orden de despegue, cuando el receptor radiotelefónico acusó la contraseña particular del Neptuno y la voz del coronel Cris, ligeramente deformada por la distancia y los altavoces, se escuchó retumbante en el cerrado espacio.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 31. Apocalìpsis atómica, de Alf Regaldie

Ciencia ficción, Novela

El coronel Cris a duras penas sí lograba contener la ansiedad que sentía. Junto a él se hallaba su capitán ayudante, la bella y escultural Luisa Barrena. Mantenían ambos la vista fija en una de las pantallas detectoras en la cual se reflejaba la silueta de una 'lenteja', adentrada hacía ya un buen rato en el campo visual, y que avanzaba velozmente al encuentro del Neptuno, el superdestructor sideral, avanzadilla de la Patrulla volante de los terrestres en lucha con los 'destructores de mundos' en la lejana galaxia.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 70. Cuando el monstruo rÍe, de Alf Regaldie

Ciencia ficción, Novela

El doctor Bronson contrajo las pupilas detrás de sus gruesos lentes, como para ver mejor, y no pudo evitar la emisión de una exclamación de asombro...


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 74. Bolas blancas de Yereblu, de C. Aubrey Rice

Ciencia ficción, Novela

Mister Maxwell N. Sirand, el conocido millonario de Boston, dejó sobre la mesa de su despacho las fotografías que con ayuda de una potente lupa había estado observando, y se retrepó en el sillón donde estaba sentado. Quitóse en silencio las gafas después, y se dedicó pensativo a limpiar sus cristales. 'Pueden ser platillos volantes' dijo de repente sin mirar a la pareja de periodistas que tenía ante sí, acomodados en sendos butacones de cuero...


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 80. Gan-X, de C. Aubrey Rice

Ciencia ficción, Novela

La ventisca barría con furia la desolada blancura helada del Polo. El viento ululaba, la nieve caía y el suelo brillaba con los cegadores reflejos que le arrancaba a trechos el sol, medio oculto por las gasas de las nubes en las insondables alturas del firmamento. La esporádica borrasca, como si quisiera luchar contra lo imposible, ponía con su intenso frío cortapisas al Astro Rey y extendía veloz sus remolinos de copos por la inhóspita región de los hielos eternos. Más era inútil. El sol, por mucho que el sinuoso suelo resbaladizo lanzase chasquidos como quejas, tan potentes, a veces, como pistoletazos, proseguía enviando por entre los resquicios de las nubes el calor de sus rayos y convirtiendo en agua los témpanos.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 91. La muerte flota en el vacío, de C. Aubrey Rice

Ciencia ficción, Novela

Cuando la pantalla del televisor se apagó de improviso, justamente cuando el segundo proyectil se deshizo en el vacío, George Prone, sobresaltado al comprobar que la aguja del velocímetro, para colmo de males, empezaba a retroceder, exclamó: — ¡La velocidad está disminuyendo!Y con ansia incontenible, dirigiéndose al hombre que había sentado a su lado, en el puente de mando de la astronave, cogiéndose con la mano el tubo de oxígeno, agregó:— ¡Por favor, eche un vistazo a la aguja y dígame que estoy en un error, Diaper!Pero el joven ingeniero, por desgracia, no había sufrido equivocación alguna.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 100. Pasaron de la Luna, de C. Aubrey Rice

Ciencia ficción, Novela

Por la asfaltada carretera que parte en dos el reseco terreno del Desierto Pintado, en los aledaños del Estado de Arizona, un camión de gran tonelaje, con los faros encendidos, rodaba a toda velocidad. Horadando incansable la oscuridad de la noche, era como un gigante, como un mastodonte, más aún, como un antediluviano monstruo ruidoso y devorador de kilómetros. A la suave luz que brillaba en la cabina del potente vehículo, cuya carga iba concienzudamente tapada con una lona, con las mandíbulas apretadas, los ojos fijos en la ruta y echado sobre el volante, se veía un hombre absorto por completo. Era un individuo joven, recio, hercúleo casi, de anchos hombros, rubia cabellera y rostro de innegable belleza varonil.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 105. Sin noticias de Urano, de C. Aubrey Rice

Novela, Ciencia ficción

Las garras de la noche, enguantadas en un negro adusto, sin el menor adorno de destellos verdosos en aquella región, tenían aprisionada a la redonda casita del Valle de las Plantas Carnívoras, que ni se veía ni se presentía siquiera, tan rodeada estaba por la oscuridad.Las horas nocturnas, con densos brochazos de tinieblas, habían empleado sus minutos en borrar la casita y en borrar el paisaje, y todo, como acurrucado temeroso, no era más que una mancha negra, espesa, maciza casi. El característico aroma de las voraces plantas del valle se percibía con no sé qué misterioso temblor en los efluvios. Era como si el olor y la oscuridad tuvieran relación. O como si el blanco inmaculado de las engañosas flores, en un desesperado esfuerzo para sacudirse el peso de la negrura, diera toda la potencia a sus perfumados pétalos.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 106. Acción inaudita, de C. Aubrey Rice

Ciencia ficción, Novela

Jane Nickman y Gerald H. Bruce, respectivamente, habían adoptado las personalidades de capitán Yhakotri, de la Segunda División Femenina de la Muerte, y de capitán Sihteku, del Tercer Cuerpo Mortal, astronautas ambos del Ejército Suicida uraniano, con los cuales se encontraban identificados. Mas era inevitable que las citadas identificaciones las llevaran un poco como «prendidas con alfileres» sobre sus verdaderas personalidades: cuatro días, lo que duró el viaje desde la Luna a Urano.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 110. Situación desesperada, de C. Aubrey Rice

Ciencia ficción, Novela

Aterradora sensación, aplastante, de lejanía. Calma imponente, helada, inconcebible. Inconmensurable espacio vacío, hueco, carente de todo. Impalpable bloque de nada. Monótona soledad inorgánica. Monotonía azul oscuro; monotonía casi negra; negra; intensamente negra. Monotonía siempre. Mero efecto óptico -escalonado, profundo, hacia lo lejos, en todas direcciones- la gama de colorido. En primer término, el azul oscuro; más allá, más hondo, más lejos, el tono casi negro; más allá, el negro; más allá, el intensamente negro.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 149. Niebla alucinante, de C. Aubrey Rice

Ciencia ficción, Novela

Sí, sí... Todo ha empezado hace diez minutos escasos. Ha sido como un sueño. Como un sueño raro. Por lo menos, se lo aseguro a ustedes, achacándolo a sueño es como únicamente me explico el motivo -el verdadero motivo- de que mi automóvil esté ahí, empotrado en ese árbol, y yo aquí... ¡Si yo tenía que estar ahora en el dentista, con mi tía Fanny! ¿Que cómo ha sucedido? Pues muy fácil. Verán: hace unos diez minutos, cuando saqué el coche del garaje, cerré la puerta de éste y me volví a aquél, que tenía parado a seis yardas mal contadas. Y entonces fue cuando me encontré con el pobre señor Kuht. Estaba sentado en el estribo.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 156. La barrera de las sombras, de A. S. Jacob

Ciencia ficción, Novela

Red Allowahy volvió en sí entre los restos de lo que fueran aparatos de dirección de su espacionave. Horas antes, había chocado con una barreramagnética de partículas radio-cósmicas. Los mandos de su aparato se inutilizaron. Los cohetes se apagaron y se vio convertido en una masa inerme que flotaba en el vacío, condenada a un lento e incierto vagar, hasta que los meteoritos acabasen con él o. atraída la nave por algún mundo, se estrellase contra su corteza.Crispó los puños, mirando fijamente por la pantalla de proa. La negrura más absoluta se extendía ante él. Atrás, a los lados, arriba y abajo, rodeándolo como un inmenso sudario solo había tinieblas. Noche eterna en la que se diseminaban las Galaxias, distantes unas de otras millones y millones de años-luz.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 207. ¡Atentado a la Tierra!, de J. Scott Barry

Ciencia ficción, Novela

'Y por ello, 110 tengo más remedio que denunciar ante esta asamblea que el grupo de naciones que aquí represento, viene siendo objeto de una serie de sabotajes y actividades de espionaje, promovidas por una o varias potencias desconocidas, que ponen en peligro nuestra seguridad'. Una explosión superatómica no hubiera causado el efecto que hicieron las palabras del delegado del Continente Americano, ante la Federación de Continentes Terrestres.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 209. Los invasores de Astero, de J. Scott Barry

Ciencia ficción, Novela

No habían transcurrido tres minutos desde que la espacionave BA2-34 se había posado sobre un foso de aterrizaje, cuando comenzó a abrirse la escotilla de acceso. La emoción de los presentes subió al punto, y aunque no eran muchos los allí congregados, notóse el suspiro de satisfacción que emitieron docenas de gargantas, al ver aparecer en el dintel de la entrada una figura humana.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 219. Ultimátum a Júpiter, de Edward Wheel

Novela, Ciencia ficción

Las cinco astronaves enviadas por el general Mankiewicz, en misión de rescate, se posaron juntó al grupo que formaba el ministro de Defensa Interior de Júpiter y los dos jóvenes. Una amplia sonrisa distendió los labios de Walter Asmore. —Dentro de unos minutos estaremos en el satélite, que es tanto como decir en casa. Gladys le miró embelesada. Cada segundo que transcurría sentía crecer su amor hacia el joven. Walter empujó rudamente a Larkten. Tenía prisa por cruzar los cincuenta metros de llanura roja que los separaban de las astronaves y de sus compañeros. Se abrió la escotilla de una nave y en el hueco apareció el rostro moreno y sonriente del comandante Last. Walter le saludó con la mano y apresuró el paso. De pronto, Ank Larkten palideció intensamente y se detuvo en seco.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 220. Mundos a la deriva, de Edward Wheel

Novela, Ciencia ficción

Wilfrid Schuman, presidente de la confederación interplanetaria del sol, se levantó del sillón que ocupaba tras su amplia mesa de trabajo y, sonriendo con simpatía, esperó a que su visitante se acercara. Una ligera curiosidad se reflejaba en las correctas facciones del presidente, mientras estudiaba al hombre que avanzaba pausadamente a su encuentro? —Señor presidente, le presento mis excusas por haber insistido tanto en ser recibido por usted. Comprendo que sus múltiples ocupaciones no le permiten atender las innumerables visitas que diariamente… —No le admito que siga excusándose, profesor Maxell —le interrumpió el presidente tendiéndole su mano con un gesto lleno de cordialidad. Recibir a un científico de su fama es un placer. Deseche esos pensamientos que le asaltan y siéntese. El profesor Maxell obedeció en silencio y sus correctas facciones se cubrieron de una gravedad imponente.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 222. La fiebre del «betanio», de J. Scott Barry

Ciencia ficción, Novela

EL químico encargado de las pruebas de urgencia movió mecánicamente las palancas de mando del electro control. Aquella operación la verificaba varias veces cada día, de ahí que no le diera mucha importancia a lo que estaba haciendo. Distraídamente dirigió una mirada a los contadores y su cuerpo se puso tenso. Su vista quedó fija en los indicadores térmicos. ¡No puede ser! ¿Funcionará mal este aparato? Los contadores aumentaban la intensidad de una forma alarmante. El químico dirigió la vista hacia atrás y vio cerca de él al campesino que había llevado a analizar el mineral que se encontraba en el recipiente de pruebas.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 226. La serpiente del espacio, de Archie Lowan

Ciencia ficción, Novela

A quí K2-K5. ¡Torre de control de la Tierra! Necesito ayuda. Aquí K2-K5. Torre de lanzamientos y de control de la Tierra. Por favor, ¡necesito ayuda! Conteste, Torre de control dé la Tierra. Conteste. Estoy envuelto por una nube de color anaranjado, donde descuellan grandes llamaradas rojizas y miles de gigantescos abejorros me están atacando. ¡Por favor, Torre de control de la Tierra! Manden inmediatamente refuerzos. Mí situación es... El magnetofón lanzó un chirrido lúgubre. El mensaje se había terminado. El Profesor Duglas Lin. un hombre alto, magro, de facciones angulosas y ojos azules e inexpresivos, detuvo la marcha del magnetofón, que seguía lanzando chirridos discordantes. Luego, levantóse del mullido sillón que ocupaba, tras su enorme mesa de despacho y sus ojos se quedaron mirando, detenidamente, a los tres hombres que tenía enfrente.


Bolsilibros - Luchadores del Espacio 230. ¿Hombres o piedras?, de Archie Lowan

Ciencia ficción, Novela

Pierre Duval, Jefe del Departamento de Investigaciones Científicas de la Tierra, sentado tras su amplia mesa de despacho, jugueteaba nerviosamente con un rectángulo blanco de cartulina. Era una tarjeta de visita. Por centésima vez leyó el nombre que, con grandes caracteres negros, se destacaba: J. H. Wolf. Bruscamente, dejó de jugar con la cartulina. La dejó sobre la mesa. Después, sus ojos levantáronse sobre un hombre de mediana edad y estatura, pelo y ojos negros y nariz aguileña, que le había estado observando con una sonrisa casi imperceptible en sus labios finos y delgados.